viernes, 31 de marzo de 2017

¿Es el anuncio del Tribunal Supremo de Justicia sobre la Asamblea Nacional el fin de la separación de poderes en Venezuela?

¿Es el anuncio del Tribunal Supremo de Justicia sobre la Asamblea Nacional el fin de la separación de poderes en Venezuela?


Nicolás Maduro junto a magistrados del Tribunal Supremo de Venezuela.Derechos de autor de la imagenREUTERS
Image captionLas decisiones del Tribunal Supremo sobre actos de la Asamblea Nacional han favorecido mayoritariamente al gobierno del presidente Maduro.
La oposición denuncia un "golpe de Estado" en Venezuela y el oficialismo acusa a los legisladores de desconocer las decisiones del Poder Judicial.
La crisis política en el país sudamericano es cada vez más profunda.
Desde que en diciembre de 2015 la oposición recuperó por primera vez desde el año 2000 el control de la Asamblea Nacional (AN), en Venezuela se ha desarrollado lo que semeja una larga pelea de boxeo entre, por un lado, el Poder Legislativo y, por el otro, el Poder Judicial, que viene tomando decisiones que repetidamente tienden a favorecer al gobierno del presidente Nicolás Maduro.
El más reciente "asalto" en esta pelea se produjo este jueves a raíz de una sentencia de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) en la que esta anunció que asumirá todas las competencias correspondientes a la AN, cuyas actuaciones considera nulas por encontrarse en una situación de "desacato" a sentencias anteriores del propio tribunal.
Diputados venezolanos se enfrentaron a la policía en Caracas por la decisión del TSJ
"Se advierte que mientras persista la situación de desacato y de invalidez de las actuaciones de la Asamblea Nacional, esta Sala Constitucional garantizará que las competencias parlamentarias sean ejercidas directamente por esta Sala o por el órgano que ella disponga, para velar por el Estado de Derecho", se lee en la sentencia emitida el miércoles.
La misma ha producido no solo respuesta de la oposición, sino también una cadena de reacciones internacionales, llegando el presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, a anunciar que su país retira de forma indefinida a su embajador en Caracas.
Por su parte, el Ministerio de Relaciones Exteriores venezolano rechazó este viernes las declaraciones extranjeras y habló en un comunicado de una "histérica campaña contra Venezuela".
Pero, ¿es posible que en un régimen democrático el Poder Judicial asuma de forma genérica e indefinida todas las funciones del Poder Legislativo? ¿Qué implicaciones puede tener esto para la separación de poderes consagrada por la Constitución de Venezuela?

"Extralimitación"

Gerardo Fernández, abogado venezolano y profesor de Derecho Constitucional, considera que con esta sentencia el TSJ se extralimitó en sus funciones.
Julio Borges.Derechos de autor de la imagenEPA
Image captionEl presidente de la AN, Julio Borges, anunció que convocarán a manifestaciones de calle en contra de la decisión del TSJ.
"Esa decisión es una proclama política sin contenido jurídico que técnicamente no puede asimilarse a una sentencia porque usurpa, se extralimita y abusa del poder del TSJ. Es una decisión al margen de todo el orden constitucional, del Estado de Derecho y de la democracia", dijo Fernández en entrevista con BBC Mundo.
Aseguró que el fallo es una declaración "inequívoca" desde el punto de vista formal, jurídico y constitucional de que se ha despojado definitivamente a la AN de todas sus funciones.
Fernández equipara los efectos de la sentencia al llamado "Fujimorazo", cuando en 1992el entonces presidente de Perú, Alberto Fujimori, decidió cerrar el Parlamento de su país.
"Esta decisión marca un hito en la medida en que despoja de todas sus funciones a la AN. Desde el punto de vista jurídico, esto equivale a una disolución del Parlamento, lo deja sin poderes, eso es lo que se pretende", señaló.
El abogado indicó que, según su opinión, en Venezuela "no existe separación de poderes desde hace tiempo" y que lo que ha habido es "una política sistemática por parte del TSJ de cercenar las competencias del Parlamento" para impedirle ejercer sus funciones políticas, legislativas, administrativas y contraloras.
"Esta decisión es solo la guinda. En Venezuela estamos viviendo en este momento un golpe de Estado, la ruptura del orden democrático", agregó.

"La AN se autoilegalizó"

Sin embargo, el abogado constitucionalista Jesús Silva no coincide con quienes afirman que el Parlamento venezolano fue despojado de sus funciones y responsabiliza por lo ocurrido al "desacato" en el que afirma ha incurrido la Asamblea Nacional.
Romel GuzamanaDerechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionRomel Guzamana es uno de los tres diputados indígenas cuya elección fue impugnada ante el TSJ.
"En Venezuela no se ha eliminado la AN. Existe un Poder Legislativo cuya directiva no ha respetado las sentencias del Poder Judicial y, como consecuencia de esa infracción jurídica, la AN se encuentra en situación de ilegalidad", dijo Silva en una entrevista con BBC Mundo.
Señala que ante una "omisión legislativa", el artículo 336 de la Constitución establece que la Sala Constitucional del TSJ puede intervenir para subsanar esa situación.
"El pronunciamiento reciente del TSJ ratifica lo que ya dice la Carta Magna. No se genera una nueva normativa, no se altera la letra de la Constitución, solo se ratifica lo que la propia Constitución establece para este caso", dijo.
Silva también niega que ahora se produzca una usurpación de funciones.
"El TSJ no se convierte en una Asamblea Legislativa. Sencillamente, ante un caso de omisión legislativa el TSJ cubre un vacío legislativo para que el Estado de Derecho pueda continuar su funcionamiento. No es algo que el TSJ ha inventado, sino una atribución de carácter excepcional que ya está prevista en la Constitución para mantener en funcionamiento la República", añadió.

"Fuera de la Constitución"

Juan Manuel Raffalli, abogado y profesor de Derecho Constitucional de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, considera que la sentencia del TSJ ha consumado en Venezuela una "alteración del orden constitucional".
Protesta callejera en Caracas.Derechos de autor de la imagenREUTERS
Image captionAyer se produjeron las primeras protestas callejeras tras conocerse la decisión del TSJ.
"Esto es un golpe de Estado. No hay interpretación posible que se haga de la Constitución cuyo resultado sea que la AN pierda sus competencias y que las asuma otro poder público. Eso no puede ocurrir de ninguna manera y bajo ninguna excusa porque eso es alterar el funcionamiento del Estado y de los poderes públicos", dijo en entrevista con BBC Mundo.
Señaló que la decisión del TSJ deja de lado que la Constitución establece en su artículo 136 que cada rama del poder público es independiente y autónoma.
"Se ha vaciado de toda competencia a la AN y con ello se acaba con la representatividad democrática, con el voto popular gracias al cual fueron electos esos diputados; y con el carácter federal de la República porque es en el Poder Legislativo donde están los representantes de los estados. Es decir, nos quedamos sin Parlamento", indicó.
"La Constitución, cuya función es delimitar las competencias de los poderes públicos está siendo desconocida. Allí hay cinco poderes públicos y cada uno debe ejercer plenamente sus propias funciones y no hay manera de interpretar ninguna situación que derive en que un poder se adueñe de otro", agregó.

¿La salida?

Ante la crisis de poderes planteada, Gerardo Fernández cree que la Asamblea Nacional de Venezuela debe plantar cara y dar la pelea en el terreno político.
"En este momento más que nunca se justifica la aplicación de la Carta Democrática Interamericana", dijo en referencia al debate que se ha desarrollado en la Organización de Estados Americanos (OEA) en torno a la crisis en política en Venezuela.
Luis AlmagroDerechos de autor de la imagenREUTERS
Image captionEl secretario general de la OEA, Luis Almagro, solicitó una reunión urgente del organismo para tratar sobre la crisis venezolana.
Precisamente este jueves, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, calificó lo sucedido en Venezuela de "auto golpe" y solicitó una reunión urgente del organismo para tratar el tema.
Para Jesús Silva, en cambio, la solución al conflicto de poderes reside en que la Asamblea Nacional salga de la situación de "desacato" en la que se encuentra por no haber cumplido con los procedimientos dictados por el TSJ para desincorporar a tres diputados cuya elección fue impugnada.
"Advierto que no solo hay desacato en el caso de los falsos diputados de Amazonas. Son también todas las demás sentencias del TSJ referidas a la AN, el caso de pretendidas leyes que violan la Constitución, todas esas sentencias han sido sistemáticamente desobedecidas por el Legislativo", dijo Silva.
"La solución a este caso es que el Legislativo reconozca al Poder Judicial venezolano y a los demás poderes públicos para salir de la ilegalidad en la que se encuentra", agregó.
Juan Manuel Raffalli considera que el caso de los diputados impugnados es solo una excusa y destaca ellos se desincorporaron voluntariamente de la AN y no están acudiendo a la sesiones.
"Esa es la excusa jurídica. Cualquier cosa que hagas para salir del desacato te van a decir que está mal porque el desacato tiene que existir para justificar este tipo de tropelías", dijo.
"No podemos seguirle buscando explicaciones constitucionales a esto porque no las tiene", agregó.
Diosdado Cabello.Derechos de autor de la imagenGETTY IMAGES
Image captionEl vicepresidente del PSUV, Diosdado Cabello, llamó a la movilización del oficialismo para frenar a la oposición.
Por lo pronto, la oposición venezolana parece ir rumbo a dar la pelea en el terreno político.
Este miércoles, el presidente de la Asamblea Nacional, el diputado opositor Julio Borges, anunció que convocarán a manifestaciones para el sábado y para la próxima semana.
Por su parte, el vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela, el diputado oficialista Diosdado Cabello, llamó a los seguidores del gobierno a la movilización popular para frenar las "pretensiones de la derecha" venezolana.
El próximo "asalto" del conflicto de poderes en Venezuela podría decidirse en la calle.

jueves, 30 de marzo de 2017

Pensamiento complejo: Edgardo Lander - EN VENEZUELA SE ESTÁ DESINTEGRAND...

Pensamiento complejo: Edgardo Lander - EN VENEZUELA SE ESTÁ DESINTEGRAND...: Edgardo Lander - EN VENEZUELA SE ESTÁ DESINTEGRANDO EL TEJIDO DE LA SOCIEDAD POLIS: Política y Cultura ...

Edgardo Lander - EN VENEZUELA SE ESTÁ DESINTEGRANDO EL TEJIDO DE LA SOCIEDAD

Edgardo Lander - EN VENEZUELA SE ESTÁ DESINTEGRANDO EL TEJIDO DE LA SOCIEDAD



Edgardo Lander no es sólo un académico, profesor titular de la Universidad Central de Venezuela e investigador asociado del Transnational Institute. Es una persona vinculada desde hace años a los movimientos sociales y a la izquierda en su país. Desde ese lugar, afirma que el apoyo incondicional de las izquierdas de la región al chavismo reforzó las tendencias negativas del proceso. Sostiene que las izquierdas a nivel global no han tenido “capacidad de aprender”, que terminan respaldando un “gobierno de mafias” como el de Nicaragua, y que cuando “colapse el modelo venezolano” es posible que simplemente “miren para otro lado”.
–Hace tres años caracterizaste la situación en Venezuela como la “implosión del modelo petrolero rentista”. ¿Ese diagnóstico sigue vigente?
-Lamentablemente, los problemas que pueden caracterizarse como asociados al agotamiento del modelo petrolero rentista se han acentuado. El hecho de que Venezuela ha tenido 100 años de industria petrolera y de estadocentrismo girando en torno a cómo se reparte la renta ha conformado no sólo un modelo de Estado y de partido, sino también una cultura política e imaginarios colectivos de Venezuela como un país rico, de abundancia, y la noción de que la acción política consiste en organizarse para pedirle al Estado. Esa es la lógica permanente. En el proceso bolivariano, a pesar de muchos discursos que aparentaban ir en la dirección contraria, lo que se hizo fue acentuar esto. Desde el punto de vista económico se acentuó esta modalidad colonial de inserción en la organización internacional del trabajo. El colapso de los precios del petróleo simplemente desnudó una cosa que era evidente, cuando uno depende de un commodity cuyos precios necesariamente fluctúan.
–Las críticas a la situación de la democracia en Venezuela se han acentuado tras la asunción de Nicolás Maduro. ¿Por qué es así? ¿Cómo se compara con la situación bajo el gobierno de Hugo Chávez?
-Primero hay que tomar en cuenta qué fue lo que pasó en el tránsito de Chávez a Maduro. Yo soy de la opinión de que la mayoría de los problemas con los que nos encontramos hoy son problemas que venían acumulándose con Chávez. Los análisis de parte de la izquierda venezolana que reivindican la época de Chávez como la época de gloria, en la que todo funcionaba bien y de repente aparece Maduro como un incompetente o un traidor, son explicaciones demasiado maniqueas y que no permiten desentrañar cuáles son las lógicas más estructurales que llevan a la crisis actual. El proceso venezolano, por decirlo muy esquemáticamente, siempre estuvo sustentado sobre dos pilares fundamentales: por un lado, la capacidad extraordinaria de Chávez de comunicar y de liderazgo, que generó una fuerza social; por otro lado, precios del petróleo que llegaron en algunos años a más de 100 dólares el barril. En forma casi simultánea, en 2013, estos dos pilares colapsaron: murió Chávez y los precios del petróleo se vinieron abajo. Y el emperador quedó desnudo. Quedó claro que esto tenía un alto grado de fragilidad, por depender de cosas de las cuales no se podía seguir dependiendo. Además, hay diferencias muy importantes entre el liderazgo de Chávez y el de Maduro. Chávez era un líder con capacidad de dar orientación y sentido, pero también tenía un extraordinario liderazgo dentro del gobierno bolivariano como tal, de manera que cuando él decidía algo, esa era la decisión. Eso genera falta de debates y muchos errores, pero genera también una acción unitaria, direccionada. Maduro no tiene esa capacidad, nunca la ha tenido, y ahora en el gobierno cada quien jala por su lado. Por otra parte, durante el gobierno de Maduro ha habido un incremento de la militarización, quizá porque Maduro no viene del mundo militar, entonces para garantizar el apoyo de las Fuerzas Armadas tiene que incorporar a más integrantes de las Fuerzas Armadas y darles más privilegios. Se han creado empresas militares, actualmente la tercera parte de los ministros y la mitad de los gobernadores son militares, y están en lugares muy críticos de la gestión pública, donde ha habido mayores niveles de corrupción: la asignación de divisas, los puertos, la distribución de alimentos. El hecho de que estén en manos de militares hace más difícil que sean actividades transparentes, que la sociedad sepa qué es lo que está pasando.
–¿Qué sucedió con los procesos de participación social que promovieron los gobiernos bolivarianos?
-Hoy en Venezuela hay una desarticulación del tejido de la sociedad. Después de una experiencia extraordinariamente rica de organización social, de organización de base, de movimientos en relación a la salud, a las telecomunicaciones, a la tenencia de la tierra urbana, a la alfabetización, que involucró a millones de personas y generó una cultura de confianza, de solidaridad, de tener la capacidad de incidir sobre el propio futuro, uno suponía que en momentos de crisis habría capacidad colectiva de responder, y resulta que no. Por supuesto, hablo en términos muy gruesos, hay lugares donde hay mayor capacidad de autonomía y autogobierno. Pero en términos generales se puede decir que la reacción que se vive hoy es más en términos competitivos, individualistas. De todos modos, creo que quedó una reserva que en algún momento puede salir a flote.
–¿Por qué no pudo mantenerse esa corriente de participación y organización?
-El proceso estuvo atravesado desde el principio por una contradicción muy seria, que es la contradicción entre entender la organización de base como procesos de autogestión y de autonomía, de construcción de tejido social de abajo hacia arriba, y el hecho de que la mayor parte de estas organizaciones fueron producto de políticas públicas, de promoción desde arriba, desde el Estado. Y esa contradicción se jugó de manera diferente en cada experiencia. Donde había experiencia organizativa previa, donde había dirigentes comunales, había una capacidad de confrontar al Estado; no para rechazarlo, sino para negociar. Además, a partir de 2005 hay una transición del proceso bolivariano desde algo muy abierto, desde un proceso de búsqueda de un modelo de sociedad diferente al soviético y al capitalismo liberal, a tomar ya la decisión de que el modelo es socialista, y a una interpretación del socialismo como estatismo. Hubo mucha influencia político-ideológica cubana en esta conversión. Entonces estas organizaciones ya empiezan a ser pensadas en términos de instrumentos dirigidos desde arriba, y empieza a consolidarse una cultura estalinista en relación a la organización popular. Y eso le ha dado obviamente mucha precariedad.
–¿Cómo es la situación de la democracia en términos liberales?
-Obviamente es mucho más grave [durante el gobierno de Maduro], y es más grave porque es un gobierno que ha perdido muchísima legitimidad y que tiene niveles crecientes de rechazo por parte de la población. Y la oposición ha avanzado significativamente. El gobierno tenía hegemonía de todos los poderes públicos hasta que perdió aparatosamente las elecciones (parlamentarias) en diciembre de 2015. Y a partir de allí empezó a responder en términos crecientemente autoritarios. En primer lugar, desconoció la Asamblea, primero desconociendo los resultados de un Estado que le quitaba la mayoría calificada a la oposición en la Asamblea, con razones absolutamente tiradas de los cabellos. Posteriormente, ha habido un franco desconocimiento de la Asamblea como tal, que desde el punto de vista del gobierno no existe, es ilegítima. Y es tan así que hace unos meses era necesario renovar los integrantes del Consejo Nacional Electoral [CNE], y entonces la Corte desconoció a la Asamblea y nombró a los integrantes del CNE, que por supuesto son todos chavistas. Maduro tenía que presentar a comienzos de año una memoria de gestión del año anterior, y como no reconocen a la Asamblea, la memoria se presentó ante la Corte. Lo mismo sucedió con el presupuesto. Teníamos un referéndum revocatorio para el cual se habían cumplido todos los pasos. Debía hacerse en noviembre del año pasado y el CNE resolvió posponerlo, y eso significó matarlo: simplemente ahora no hay referéndum revocatorio. Era constitucionalmente obligatoria la elección de gobernadores en diciembre del año pasado, y simplemente la pospusieron indefinidamente. Entonces estamos en una situación en la que hay una concentración total de poder en el Ejecutivo, no hay Asamblea legislativa, Maduro tiene ya más de un año gobernando por decreto de emergencia autorrenovado, cuando debe ser ratificado por la Asamblea. Estamos muy lejos de algo que pueda llamarse práctica democrática. En ese contexto, la respuestas que se dan son cada vez más violentas, de los medios y de la oposición, y la reacción del gobierno, ya incapacitado de hacer otra cosa, es la represión de las manifestaciones, los presos políticos. Se utilizan todos los instrumentos del poder en función de preservarse en el poder.
–¿Qué consecuencias tiene esta situación a largo plazo?
-Yo diría que hay tres cosas que son extraordinariamente preocupantes de las consecuencias de todo esto a mediano y largo plazo. En primer lugar, hay una destrucción del tejido productivo de la sociedad y va a tomar muchísimo tiempo recuperarlo. Recientemente hubo un decreto presidencial de apertura de 112.000 kilómetros cuadrados a la minería transnacional a gran escala en un territorio donde están los hábitats de diez pueblos indígenas, donde están las mayores fuentes de agua del país, en la selva amazónica. En segundo lugar está el tema de cómo la profundidad de esta crisis está desintegrando el tejido de la sociedad, y hoy como sociedad se está peor de lo que se estuvo antes del gobierno de Chávez; esto es algo muy duro de decir, pero efectivamente es lo que se vive en el país. En tercer lugar, cómo se han revertido las condiciones de vida en términos de salud y de alimentación. El gobierno dejó de publicar estadísticas oficiales y hay que confiar en estadísticas de las cámaras empresariales y de algunas universidades, pero estas indican que hay una pérdida sistemática de peso de la población venezolana, algunos cálculos dicen que es de seis kilos por persona. Y eso, por supuesto, tiene consecuencias en desnutrición infantil y tiene efectos a largo plazo. Por último, esto tiene extraordinarias consecuencias en relación a la posibilidad de cualquier imaginario de cambio. La noción de socialismo, de alternativas, está descartada en Venezuela. Se ha instalado la noción de que lo público es necesariamente ineficiente y corrupto. Es un fracaso.
–¿Cómo ves las reacciones de los partidos de izquierda a nivel global, y especialmente en América Latina, respecto de Venezuela?
-Creo que uno de los problemas que ha arrastrado históricamente la izquierda es la extraordinaria dificultad que hemos tenido como izquierda de aprender de la experiencia. Para aprender de la experiencia es absolutamente necesario reflexionar críticamente sobre qué pasa y por qué pasa. Por supuesto, sabemos toda la historia de lo que fue la complicidad de los partidos comunistas del mundo con los horrores del estalinismo, y no por falta de información. No fue que se enteraron después de los crímenes de [Iósif] Stalin, sino que hubo una complicidad que tiene que ver con ese criterio de que como uno es antiimperialista y es un enfrentamiento contra el imperio, vamos a hacernos los locos con que se mató tanta gente, vamos a no hablar de eso. Creo que esa forma de entender la solidaridad como solidaridad incondicional, porque hay un discurso de izquierda o porque haya posturas antiimperialistas, o porque geopolíticamente se expresen contradicciones con los sectores dominantes en el sistema global, lleva a no indagar críticamente sobre cuáles son los procesos que están ocurriendo. Entonces se genera una solidaridad ciega, no crítica, que no solamente tiene la consecuencia de que yo no fui a criticar lo otro, sino que tiene la consecuencia de que activamente se está celebrando muchas de las cosas que terminan siendo extraordinariamente negativas. El llamado hiperliderazgo de Chávez era algo que estaba allí desde el principio. O el modelo productivo extractivista. Lo que hoy conoce la izquierda en su propia cultura sobre las consecuencias de eso estaba ahí. Entonces, ¿cómo no abrir un debate sobre esas cosas, de manera de pensar críticamente y aportar propuestas? No que la izquierda europea venga a decirles a los venezolanos cómo tienen que dirigir la revolución, pero tampoco esta celebración acrítica, justificativa de cualquier cosa. Entonces, los presos políticos no son presos políticos, el deterioro de la economía es producto de la guerra económica y de la acción de la derecha internacional. Eso es cierto, está ahí, pero obviamente no es suficiente para explicar la profundidad de la crisis que estamos viviendo. La izquierda latinoamericana tiene una responsabilidad histórica en relación, por ejemplo, a la situación de Cuba hoy, porque durante muchos años asumió que mientras estuviese el bloqueo de Cuba no se podía criticar a Cuba, pero no criticar a Cuba quería decir no tener la posibilidad de reflexionar críticamente sobre cuál es el proceso que está viviendo la sociedad cubana y cuáles son las posibilidades de diálogo con la sociedad cubana en términos de opciones de salida. Para una gran proporción de la población cubana, el hecho de que se estaba en una especie de callejón sin salida era bastante obvio a nivel individual, pero el gobierno cubano no permitía expresar eso y la izquierda latinoamericana se desentendió, no aportó nada, sino simplemente solidaridad incondicional. El caso más extremo es pretender que el gobierno de Nicaragua es un gobierno revolucionario y parte de los aliados, cuando es un gobierno de mafias, absolutamente corrupto, que desde el punto de vista de los derechos de las mujeres es de los regímenes más opresivos que existen en América Latina, en una alianza total con sectores corruptos de la burguesía, con el alto mando de la iglesia católica, que antes era uno de los grandes enemigos de la revolución nicaragüense. ¿Qué pasa con eso? Que se refuerzan tendencias negativas que hubiera sido posible visibilizar. Pero además, no aprendemos. Si entendemos la lucha por la transformación anticapitalista no como una lucha que pasa allá y vamos a ser solidarios con lo que ellos hacen, sino como una lucha de todos, entonces lo que tú haces mal allá nos está afectando a nosotros también, y también tengo responsabilidad de señalarlo y de aprender de esa experiencia para no repetir lo mismo. Pero no tenemos capacidad de aprender, porque de repente, cuando termine de colapsar el modelo venezolano, vamos a mirar para otra parte. Y eso, como solidaridad, como internacionalismo, como responsabilidad político-intelectual, es desastroso.
–¿Por qué la izquierda adopta estas actitudes?
-Tiene que ver, en parte, con que no hemos terminado de descargar al pensamiento de izquierda de unas concepciones demasiado unidimensionales de qué es lo que está en juego. Si lo que está en juego es el contenido de clase y el antiimperialismo, juzgamos de una manera. Pero si pensamos que la transformación hoy pasa por eso, pero también por una perspectiva crítica feminista, por otras formas de relación con la naturaleza, por pensar que el tema de la democracia no es descartar la democracia burguesa, sino profundizar la democracia; si pensamos que la transformación es multidimensional porque la dominación también es multidimensional, ¿por qué este apoyo acrítico a los gobiernos de izquierda coloca los derechos de los pueblos indígenas en un segundo plano, coloca la devastación ambiental en un segundo plano, coloca la reproducción del patriarcado en un segundo plano? Entonces termina juzgando desde una historia muy monolítica de lo que se supone que es la transformación anticapitalista, que no da cuenta del mundo actual. Y obviamente, ¿de qué nos sirve liberarnos del imperialismo yanqui si establecemos una relación idéntica con China? Hay un problema político, teórico e ideológico, y quizá generacional, de personas para las que esta era su última apuesta por lograr una sociedad alternativa, y se resisten a aceptar que fracasó.

martes, 21 de marzo de 2017

Cambio de curso en Abya Yala

Cambio de curso en Abya Yala

Raúl Prada Alcoreza




















Hay algo imprescindible que tienen que reconocer criollos y mestizos del continente de Abya Yala; que el continente, llamado quinto continente, después América, es continente de territorialidades, entre ambas aguas, ambos océanos, lo que quiere decir Abya Yala, en lengua kuna, de las sociedades ancestrales y antiguas; que conformaron otros paradigmas civilizatorios, más vinculados a los ciclos ecológicos que a los circuitos del mercado. Dicho en forma prosaica, es continente de las naciones y pueblos indígenas. Lo que han hecho es construir sus sociedades y estados sobre cementerios indígenas.

Sus discursos e ideologías estatales sobre la soberanía no es más que parte de los imaginarios, que construyeron los mestizos liberales, en busca de legitimar, por lo menos, ideológicamente, la expropiación de tierras comunitarias y la destrucción de culturas y civilizaciones ancestrales y antiguas.  Criollos y mestizos, ustedes no tienen soberanía sobre estas tierras, las que ocupan, desde la guerra inicial de la conquista; tampoco han construido, en pleno sentido de la palabra, repúblicas; pues al excluir a las naciones y pueblos indígenas, al exterminarlos en guerras genocidas, al arrinconarlos en reservas, resguardos o localizarlos en terruños, lo que han hecho es constituir las condiciones de imposibilidad de toda república y de toda democracia. Sobre exclusiones coloniales no se puede construir repúblicas, democracias ni Estado-nación, como se imaginan; pues las repúblicas requieren como condiciones de posibilidad históricas-culturales-políticas-sociales de la incorporación de todos, aunque sea por el prejuicio jurídico-político de la igualdad, que no necesariamente se realiza en las equivalencias económicas y sociales.

Si se quiere un porvenir sostenido en la democracia, vale decir en el autogobierno del pueblo, incluso, matizando esta perspectiva política, sostenido en la res-publica, entonces, es menester saldar todas las cuentas pendientes. Entre las cuentas, la más pesada deuda es la arrojada por la colonialidad.

Ustedes hablan de “estados soberanos”, como si lo que han construido respondiera a una legitimad indiscutible, a la nación con nombre y apellidos, se llame lo que se llame. Esta nación es una invención del Estado moderno, que en el continente no es otra cosa que la consolidación institucional de la expropiación y destrucción de las naciones y pueblos indígenas. Sus cancilleres ponen la cara ceremonial de patriotas, cuando se trata de defender sus fronteras, aunque ellas se hayan demarcado por guerras de expansión y por una geopolítica regional. Ustedes no pueden sostener la soberanía de la que hablan después de haber continuado la guerra de conquista, en las versiones criollas. Contra las naciones y pueblos mapuches, en el sur del continente; contra los guaraníes en el este, contra los pueblos amazónicos en nor-este, contra los quichwas y aymara, urus y chipayas y otros pueblos andinos en el oeste. ¿De qué soberanía hablan? ¿De la que ha impuesto el Estado-nación, a sangre y fuego, la que se enseña sin poder sostener empíricamente en las escuelas? Esa soberanía es ideológica.

Dejen de amenazar como si fuesen potencia, de segundo o tercer y hasta cuarto grado. Ustedes no están enfrentándose, como antes, a otros equivalentes a ustedes, otros criollos y mestizos engreídos, otras burguesías liberales; no está en disputa ahora, quien de los estados va a ser el cipayo privilegiado del imperialismo. Ustedes se enfrentan a todos los pueblos de Abya Yala.

Los pueblos de Abya Yala no pueden dejar que la historia se repita, la comedia bélica de las burguesías periféricas, que se engolosinan con narrativas copiadas de las burguesías de la ilustración europea. Los pueblos no pueden dejar que ustedes sigan jugando a geopolíticas regionales y guerras periféricas. Los pueblos no pueden, nuevamente, ser arrastrados a sus guerras geopolíticas regionales, por el control de los recursos naturales. Los pueblos no son carne de cañón de sus epopeyas imaginarias de pacotilla. 

La responsabilidad de los pueblos y sociedades del mundo, ahora, en esta contemporaneidad de la crisis ecológica, es de salir de la vorágine destructiva del sistema-mundo capitalista; reinsertarse a los ciclos vitales de los ecosistemas de la biodiversidad planetaria. Liberar la potencia social y de la vida. Esto supone, tener la capacidad de aprender de las experiencias y memorias sociales; de experimentar la pedagogía política; aprender a autogobernarse, auto-gestionarse; conformar consensos y construir mundos alternativos, compartidos con las otras sociedades orgánicas.

No es pues, como ustedes creen que lo más importante es defender sus fetiches estatales, institucionales, ideológicos, entre los que se encuentra el fetichismo del Estado; esto, en la práctica, no es más que defender los intereses de las burguesías intermediarias en la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Los intereses de una clase minoritaria y privilegiada, que atiza enconos y es capaz de desatar conflictos bélicos, donde mueren los hijos del pueblo.

Los pueblos no tienen por qué experimentar otra vez estos sacrificios vanos. Cuando, al volver, los que sobreviven, reciben discursos y vuelven a vivir la vida desigual de siempre. Los hijos del pueblo no tienen por qué volver a morir por ustedes. Ustedes, sobre todo las burguesías, son siempre las que ganan; ganen o pierdan la guerra en la que se involucran y arrastran al pueblo; sus privilegios quedan intocados, mientras los hijos del pueblo sobrevivientes se enfrentan otra vez a la pobreza, a la miseria, a las discriminaciones de clase y raciales.

Ustedes, gobernantes, sean del discurso que sea, sean de la ideología que sea, sean liberales o populistas, no están ni siquiera a la altura de los proyectos iniciales de la Patria Grande. Cuando pueden, solo usan este nombre para dar cierto alcance convocativo o impresionista a sus discursos de rutina. Solo pelean por republiquetas, fragmentos políticos de lo que fue la utopía de las guerras anticoloniales y de la independencia.

Ahora, en el escenario mundial, de las intermitentes crisis financieras, que responden a la crisis de sobreproducción mundial, no son más que marionetas descoloridas de los juegos de poder de bloques trasnacionales extractivistas y de las compulsiones especulativas del sistema financiero internacional; además de responder al orden mundial patético de las dominaciones, en la etapa decadente de la civilización moderna.

No vengan a hablarnos de patria, menos de matria, que ese debería ser el nombre más adecuado. Ustedes no son patriotas; no defienden la patria, ni a los pueblos, ni a las sociedades, ni a sus territorios; defienden los intereses de minorías privilegiadas, que no respetan la vida, al entregar concesiones geológicas a la minería extractivista, al desforestar bosques, al contaminar cuencas; también al despreciar a sus propios pueblos, pues solo los consideran cuando llegan las elecciones o se anuncian en los celajes crepusculares señales de guerra.

No tiene la moral para hablar a los pueblos, ni de soberanía, ni de defensa del territorio patrio; ustedes, que entregan las costas a empresas trasnacionales; ustedes que entregan los yacimientos a estas mismas empresas depredadoras. Antes de hablar circunspectos, en los escenarios ceremoniales del poder, en los espacios bulliciosos de los medios de comunicación, con rostros de circunstancia y con palabras repetidas hasta el cansancio, deben responder a las naciones y pueblos indígenas, desterrados en su propia tierra; tiene que rendir cuenta por los muertos acribillados y torturados, en dictaduras militares cruentas, para evitar la democracia popular y social.

En la etapa decadente de la civilización moderna, centros, periferias y potencias emergentes, develan sus miserias históricas y culturales; sus egoísmos ateridos sin horizonte. Ante la envergadura de la crisis ecológica, que amenaza la vida en el planeta, no son, ni de lejos, dispositivos, organizaciones, mallas institucionales, en las que se puede confiar; al contrario, son las máquinas de la muerte. Ha llegado el momento de la convocatoria a los pueblos del mundo para detener la locomotora desbocada, que marcha estrepitosamente al descarrilamiento. Hay que mandar a sus casas a estos comediantes de la política, restringida a la banalidad de la elocuencia vacía y de los juegos de poder nihilistas.