viernes, 7 de abril de 2017

Trump comandante del ISIS

Trump comandante del ISIS

Raúl Prada Alcoreza
















El ataque del ejército norteamericano a la base militar siria, a la base aérea de Al Shayrat, es textualmente una efectiva defensa del ISIS. El imperialismo norteamericano, que dice estar en guerra contra el “terrorismo”, acude, prácticamente en defensa de los “terroristas”. Sin embargo, lo que se ha comprobado en la historia reciente de los fundamentalismos musulmanes armados, es la incumbencia de los servicios de inteligencia y del Pentágono, también de la OTAN, en la conformación de estos dispositivos del terror. Lo que se ha perpetrado, el ataque premeditado al Estado-nación de Siria, corrobora la hipótesis de la complicidad de Estados Unidos de Norte América con la estrategia militar de cuarta generación diseñada por los “estrategas”. Estrategia que contempla el uso de comandos de ágiles movimientos y de alto impacto; además de inventar fundamentalismos armados con el objeto de destruir a los Estado-nación árabes, sobre todo a aquellos que se presentan marcadamente soberanos[1].

La excusa del ataque fue que el ejército sirio lanzó desde esa base un ataque con agentes químicos prohibidos en el noroeste del país, que dejó unos 80 civiles muertos, incluidos varios niños. La invasión a Irak tuvo la excusa de que el Estado Iraquí almacenaba armas de destrucción masiva, supuestamente químicas; armas que no se encontraron cuando el ejército norteamericano ocupo el país árabe. Nos se ha esperado la investigación acordada en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas sobre los responsables de este ataque químico; se asumió la versión de que fue el ejército sirio el que lo hizo, para luego, en consecuencia, atacar la base, dejando una advertencia a  Bashar al Asad, mediante el lanzamiento de 59 misiles Tomahawk, desde el mar Mediterráneo. ¿Qué clase de comportamiento es éste? La versión del presidente estadounidense es que fue en defensa de la población víctima, de los niños muertos y afectados por el cruel ataque químico. Este “humanismo” repentino de Donald Trump sobresale y contrasta con sus desenfrenadas declaraciones racistas, contrasta con el ataque militar, que no parece responsable, ni militarmente, ni políticamente.

El gobernador de Homs, Talal Barazi, le dijo a la televisión estatal de Siria que el taque "sirve a los intereses de grupos terroristas armados". De hecho, Barazi dijo que la base bombardeada por Estados Unidos daba apoyo a operaciones contra el autodenominado Estado Islámico. En las guerras de la modernidad se han usado toda clase de artimañas y excusas para iniciar el ataque premeditado; empero, lo que ocurre bajo el manto de la cuarta generación de la estrategia militar estadounidense va más lejos. Lo asombroso de esta estrategia es que se inventa el enemigo, incluso se lo conforma, organiza y arma, para después supuestamente actuar contra él, en nombre de la seguridad del Estado-nación, hiper-potencia mundial, complejo militar-tecnológico-científico-comunicacional, a nombre de  los Derechos Humanos y, para ponerle una cereza al pastel, en “defensa de la paz”.

Por lo tanto, no se trata ya de artimañas para iniciar el ataque, tampoco de estratagemas para confundir al enemigo, sino de todo una heurística de la guerra, basada en la simulación, en el engaño sistemático, en la invención y conformación del enemigo, con el objeto de mantener en buenas condiciones las máquinas de guerra, monstruos hipertrofiados, que ya están demás en el mundo efectivo, en su actualidad emergente y su presente desafiante.

La serie de guerras en el Medio Oriente son guerras inventadas por las potencias de “Occidente”. La competencia por el control de los recursos naturales, sobre todo de los que acumulan la llamada energía fósil, se ha convertido en disputas bélicas. En principio, en el ciclo largo del capitalismo hegemonizado por el imperio británico, se empujaba a la guerra a los Estado-nación, propietarios de esos recursos codiciados; en el ciclo largo del capitalismo hegemonizado por Estados Unidos de Norte América, se continuó con la misma inducción; sin embargo, a partir de la guerra fría, se dividieron a los Estado-nación, entre amigos y enemigos. La intervención imperialista fue más directa y evidente. Ahora, en la etapa decadente de la modernidad tardía, en la fase del dominio del capitalismo financiero y especulativo, la intervención del imperio es más avezada, más sofisticada y hasta, se podría decir, imaginariamente delirante, sobre todo cuando se inventa y se organiza y se arma a su propio enemigo.

En la actual guerra, desencadenada sin que nadie sepa, hablando de la opinión pública mundial, la tercera guerra mundial, cuya característica es el de baja intensidad, además de diferida y fragmentada, la guerra mediática, la guerra de la información y la contra-información, se ha vuelto crucial; de un apoyo imprescindible no solo para justificar las acciones militares perpetradas y en proyección, sino para inventarse un mundo que no es, salvo en los medios de comunicación, sobre la base de noticias que nunca se corroboran con los hechos. Las poblaciones de usuarios, bombardeados por los medios de comunicación, de una manera contante y continua, como no pasaba antes, se encuentran desinformados respecto a lo que acaece en el mundo efectivo, pues están atiborrados de noticias que hablan de lo que ocurre en el mundo virtual, pero no deja huella en el mundo real.

¿Qué más nos muestra este ataque de misiles norteamericanos a la base aérea siria? La crisis de sobreproducción del sistema-mundo capitalista, que se viene arrastrando desde la década de los setenta, del siglo pasado, que ha sido diferida intermitentemente mediante intervenciones especulativas del sistema financiero, generando burbujas especulativas, decayendo en las crisis financieras, no es asumida como corresponde por las potencias mundiales, tampoco por los organismos internacionales y menos por el conglomerado de Estado-nación. Se prefiere apostar a la especulación insostenible de las maniobras financieras, descargando el peso de la crisis a los pueblos del mundo. Este diferimiento no puede durar mucho más, se ha alargado artificialmente la crisis de sobreproducción. Cuando ya no son del todo útiles las maniobras financieras, el endeudamiento eterno de los pueblos, parece que se busca recurrir a las máquinas de guerra, no solo como máquinas de destrucción del exceso producido, sino, sobre todo, como dispositivos generadores de nuevos despojamientos y desposesiones, análogas a la acumulación originaria mundial de capital con el colonialismo globalizado.

Éste sería el otro polo, simétrico y opuesto, al polo de la especulación financiera; en contraste con las burbujas financieras, se ocasionan densidades militares para imponer obediencias y acatamientos incondicionales. El capitalismo quiere resolver su crisis estructural y orgánica mordiéndose la cola, si se quiere, volviendo a su origen, el de la violencia colonial. Ya no es el plano de intensidad económico el plano privilegiado del sistema-mundo capitalista, sino comienza a valorarse el plano de intensidad militar. El capital o la valorización dineraria retornan a su estado matricial, el del despojamiento y desposesión, para hacerse de recursos naturales, de energía requerida, sin esperar ninguna aquiescencia o no de los Estado-nación, supuestamente soberanos.    

Sin necesidad, de ninguna manera, de defender el régimen de Bashar al Asad, al que apoya la Federación Rusa, se puede decir que el ataque militar estadounidense es también un ataque a todos los pueblos del mundo. Los misiles lanzados no solo van dirigidos como una advertencia al presidente sirio, sino a todos los pueblos. Es como decirles a los pueblos que no tienen derecho a la autodeterminación, a la autonomía, a la libertad de decidir sus rumbos, a la democracia, que están sujetos a la tutoría y al cuidado celoso de la hiper-potencia descomunal, agobiada y paranoica. Esto no significa otra cosa que los pueblos se han convertido en rehenes de esta hiper-potencia, hipertrofiada de musculatura bélica,  sin embargo, perdida en su laberinto hedonista y egocéntrico. Este comportamiento es síntoma de su derrota y de su desmoronamiento.

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