domingo, 6 de noviembre de 2016

El embrollo de las elecciones

El embrollo de las elecciones


Raúl Prada Alcoreza









La democracia liberal, desde un principio, tiene que resolver el problema de la representación, casado con el problema de la delegación. ¿Cómo lograr el orden de la representación poblacional y espacial en el Congreso? ¿Cómo conformar una estructura de la representación y delegación, que consolide al Estado-nación; cuya arquitectura política es la república? Se trata de organizar un sistema de representación y delegación que abarque adecuadamente y pondere convenientemente a la población y al espacio, donde se distribuye y habita esta población.  Si se quiere, se tiene como dos fórmulas políticas cuantitativas; por una parte, una estructura de la representación demográfica, ponderada espacialmente; por otra parte, una estructura de la representación espacial, ponderada demográficamente. El embrollo político comienza cuando se conjugan ambas fórmulas, buscando obtener una organización institucional del Estado, que legitime al Estado-nación, que le otorgue capacidad de convocatoria y permita el movimiento de las dinámicas políticas.

No deja de sorprender el sistema electoral norteamericano de la  república federal estadounidense. Los ciudadanos no eligen de forma directa al presidente. Escogen a unos representantes, llamados electores, quienes trasfieren el voto al Colegio Electoral; que es el organismo comisionado para designar al presidente. En este marco procedimental electoral, se prorratea el voto popular; por ejemplo, a quien gana en un estado dado, se le otorgan todos los votos del área geográfica política. En estas condiciones y circunstancias,  el partido que obtiene 270 votos o más en el Colegio Electoral consigue colocar a su candidato en la Casa Blanca.

Se puede decir que se trata de un sistema representativo y delegativo, estructurado por mediaciones institucionales, que construyen la legitimidad liberal demográficamente y espacialmente. Pero, el sistema, al estar conformado por estas mediaciones - que transfieren las decisiones, las inclinaciones de voto,  la elección plural de los ciudadanos, a estas instancias de prorrateo y de ponderación electoral -, lo que termina ocurriendo es que los ciudadanos, el conjunto, si se quiere, plural de los ciudadanos, ya no controlan los desenlaces electorales. Por este camino, los ciudadanos no controlan los desenlaces de la democracia formal, así como los desenlaces políticos.  Las decisiones políticas las controla la clase política; es más, la élite de la clase política.

Por otra parte, este sistema representativo y delegativo ha conducido, en efecto, al bipartidismo. Demócratas y republicanos se disputan la presidencia y el Congreso; son los dos partidos que rotan en el gobierno; dispositivo estatal que adquiere la tonalidad discursiva y política que le atribuye el partido de turno. En este contexto político, también, contexto específicamente electoral, no se puede esperar, por cierto, grandes variaciones, menos sorpresas. Hay como acuerdos implícitos en los dos partidos “representativos”; uno de los acuerdos implícitos, es la estructura de las estrategias de la política mundial. Otro acuerdo implícito, aunque, en este caso, los márgenes de maniobra sean mayores, por lo tanto, se dan ciertas diferencias; por ejemplo, en lo respecta a las políticas sociales, a las políticas de salud y a las políticas educativas. También pueden darse desacuerdos circunstanciales en lo que respecta a las políticas económicas, inclinándose unos más a aproximaciones a políticas económicas al estilo keynesiano; inclinándose otros más a aproximaciones a lo que se conoce como políticas neoliberales. Sin embargo, lo que no hay que olvidar, que, también en este caso, hay como acuerdos implícitos en lo que respecta a los márgenes de maniobra. En consecuencia, los dos perfiles políticos económicos, a pesar de sus circunstanciales diferencias minuciosas, tienden, mas bien, a parecerse que a distinguirse notoriamente.

Un campo temático, que se ha venido haciendo polémico, en las contiendas electorales más recientes, son las políticas o las estrategias políticas con relación a los campos sociales, políticos, económicos y culturales de Latinoamérica, particularmente con México.  En este caso, los demócratas se han caracterizado, por lo menos, discursivamente, por aperturas a Latinoamérica; concretamente, en el caso puntual de la migración, por reformar la normativa migratoria. Buscando solucionar la situación discriminadora de los “indocumentados”, que trabajan, en condiciones no institucionales, en los Estados Unidos de Norteamérica. En cambio, en el caso de los republicanos, vertiendo un tono más conservador; incluso, de ratificación de la discriminación institucionalizada, más aún, recrudeciendo las medidas y dispositivos migratorios, rayando, ya no solamente en la violencia implícita y simbólica, racial, sino en una violencia descarnada y desenvuelta. Un ejemplo estrambótico es la delirante propuesta de construir un muro a lo largo de la extensa frontera entre Estados Unidos y México.

Sin embargo, si se revisa no solamente los discursos electorales, contrastantes, entre demócratas y republicanos, sino también las políticas efectuadas, en lo que respecta a la migración, vamos a ver que, en la práctica, muy poco se diferencian los gobiernos demócratas y los gobiernos republicanos. Desde esta perspectiva descriptiva, habría que preguntarse sobre el alcance y la significación del debate entre Hillary Diane Rodham Clinton y Donald John Trump. Por un lado, tenemos el perfil de una mujer experimentada en la política de la Casa Blanca; por otro lado, tenemos un empresario destacado en el ranking económico, al estilo de la revista Fortuna. Como se ha podido notar, el estilo discursivo y convocativo es también contrastante; por un lado, se tiene un discurso elaborado, de tradición política demócrata; por otro lado, se tiene un discurso improvisado y una convocatoria carismática, que raya en un populismo de casta y en un despotismo patriarcal, al estilo de los hombres pioneros, convencidos de sí mismos, por sus logros económicos. Convencidos, además, que son el referente de su mundo, que es, en realidad una burbuja, y que cuentan con la verdad del mundo. Siendo esta concepción del mundo tan elemental, que el mundo se reduce al esquematismo simplón de ganadores o perdedores, a ser país grande o país chico; la economía del mundo se reduce al crecimiento económico o la crisis económica; mejorando un poco sus orientaciones esquemáticas, el mundo económico se reduce a ampliar el empleo o cerrar las fábricas.

Ciertamente, no solo la concepción del mundo de Donald Trump es elemental, sino también su concepción política e ideológica; en comparación con lo que sucede con Hilary Clinton. Sin embargo, no hay que olvidar que sería ingenuo, sobre todo, ahora, en la historia política reciente, que los presidentes no gobiernan, no deciden, en pleno sentido de la palabra; aunque puedan darle un estilo propio a las expresiones políticas. En sistemas democráticos formales, de larga data, consolidados institucionalmente, más aún, correspondiendo a la hiper-potencia mundial, la gubernamentalidad concurre, mas bien, como inercia; recurrencia repetitiva de los engranajes de maquinarias de poder consolidadas.  Es difícil que se pueda esperar cambios trascendentes en cualquiera de los gobiernos, que conformen ya sea los demócratas o los republicanos.

A la vuelta de la esquina de las elecciones, los dos candidatos se hallan, según las encuestas, “técnicamente empatados”; llevando una ventaja aritmética Hilary Clinton no solamente de menos del 2%, según alguna encuesta, un poco más del 2%, según otra encuesta, sino la que le otorga el prorrateo electoral, el contar con más votos en el Colegio Electoral.
Se puede decir, que las campañas electorales encontradas, se orientan por un cuadro ya establecido por los comportamientos electorales pasados.  Como referencia constatada, se encuentran los estados tradicionalmente  demócratas, como Massachusetts o California; así como, en contraste, los estados tradicionalmente republicanos, como Nebraska y Alaska. Como referencia de incertidumbre electoral, están diez estados, cuyos comportamientos electorales han sido, mas bien, variables; estos estados son denominados como swing states, que connota la figura de bisagra. En esta situación electoral de los inmediatos comicios, las estrategias y tácticas electorales se concentran en éstos estados bisagra; sobre todo, en aquéllos que contienen más población, es decir, más votos para el Colegio Electoral


Según los datos de las encuestas procesadas por Real Clear Politics, Nevada, Colorado, Arizona, Iowa, Ohio, Carolina del Norte y Florida, son los estados donde todavía hay incertidumbre respecto a la inclinación del voto. Sin embargo, en lo que respecta al peso del voto en el Colegio Electoral,  no son equivalentes. Revisando la localización de las campañas electorales, demócratas y republicanos se han como localizado en algunos estratégicos estados bisagra; uno de ellos es  la Florida, que corresponde a un swing states, que cuenta con 29 electores en el Colegio electoral. Recordando comicios pasados, las elecciones del 2000, en Florida se hicieron evidentes los problemas inherentes del sistema representativo y delegativo de este singular procedimiento de prorrateo del voto popular. Problemas relativos al recuento de votos, que otorgaron la victoria a George W. Bush, que contaba con más electores en el Colegio Electoral, en lugar de a su oponente demócrata, Al Gore, que contaba con más votos acumulados.


Otro estado bisagra disputado es Ohio, que cuenta con 18 electores, así como Carolina del Norte, que cuenta con 15  electores. Al respecto, en Ohio, los resultados de las encuestas han venido variando. Se dice que la abigarrada composición demográfica del estado, como que resume, de alguna manera, la estructura electoral, segura y contingente, de las inclinaciones del voto de los ciudadanos estadounidenses. Por ejemplo, en Carolina del Norte la votación ciudadana esta, prácticamente, empatada; un 47% del electorado se inclina por Hilary Clinton y un 47% lo hace por Donald Trump. Los esfuerzos de los candidatos se encaminan a convencer al 6% de los indecisos[1].  

En resumen, en todos los estados, excepto Maine y Nebraska, el ganador del voto popular en el estado gana todos los votos electorales del estado. Los estados mencionados utilizan el "método de distrito del Congreso", en el que el ganador del estado recibe dos votos electorales y los candidatos reciben votos electorales adicionales para cada distrito del que ganan. En las recientes campañas electorales, los partidos en competencia han centrado sus esfuerzos en un número relativamente pequeño de estados competitivos. En el cuadro electoral, se puede decir que estados claves son Nevada, Colorado, Iowa, Wisconsin, Michigan, Ohio, Pennsylvania, Nuevo Hampschire, Virginia, Carolina del Norte, Minnesota, y la Florida. De acuerdo a las opciones o probabilidades, demócratas y republicanos, orientan sus esfuerzos de campaña en otros grupos de estados.  Los demócratas, incluyen el segundo distrito del Congreso de Nebraska, Missouri, Indiana, Montana, Arizona y Georgia. Mientras tanto, los republicanos orientan sus esfuerzos al segundo distrito de Maine, Oregón y Nuevo México[2].












Consideraciones sobre la crisis de la democracia institucional

1.   La democracia institucional moderna, que corresponde, en su nacimiento, también como paradigma político, al modelo liberal, se ha globalizado, a pesar de las excepciones, que escapan al modelo.

2.   Esta democracia institucional moderna es el sistema representativo y delegativo que legitima las formas del poder del Estado-nación, que se constituye e instituye como república.


3.   La democracia institucional liberal, en su expansión mundial, ha sufrido embates, resistencias,  incluso adaptaciones singulares, que llegaron al límite de distorsionar estructuralmente el paradigma, incluso cruzarlo.

4.   De todas maneras, en el transcurso de los siglos de globalización de la democracia liberal, el paradigma se ha como asentado mundialmente, para no decir consolidado, que sería incorrecto. La paradoja es que cuando parece haberse globalizado, convertido como sentido común de las clases políticas nacionales, es cuando la democracia liberal enfrenta una crisis política y de legitimación, que no corresponde a las resistencias o disposiciones conocidas en el pasado. Esta crisis política es estructural y orgánica, corresponde a su desgaste institucional, al deterioro como instrumento de legitimación, así como sistema de apoyo a la gubernamentalidad.


5.   La crisis estructural e institucional de la democracia liberal tiene que ver con una contradicción, por así decirlo, de principio o de nacimiento. Nace como política restringida y como democracia usurpada, pues, como dijimos, la política moderna ya no es política, al separar ética de política; la democracia formal no es democracia sino simulación, al usurpar el autogobierno del pueblo y transferirlo al gobierno de los representantes y delegados.

6.   Esta crisis estructural, congénita, ha sido congelada, durante la historia política de la modernidad, con el funcionamiento sistémico y sistemático del Estado-nación, en su forma republicana. Lo que quiere decir que se han podido, resolver los problemas políticos en los límites del paradigma político, mientras estos problemas eran manejables institucionalmente e ideológicamente. Sin embargo, cuando la intensidad, extensidad y cualidad de los problemas desbordan el alcance instrumental e ideológico de la democracia liberal, se hace manifiesta la inutilidad del sistema representativo y delegativo de la democracia formal.


7.   La primera república moderna, los Estados Unidos de Norte América, que ha sido el referente de los movimientos independentistas, así como la revolución francesa, que ha logrado consolidar el Estado-nación federal,  con todas sus máquinas de poder; en un país extenso, que se extiende desde sus orillas en el Atlántico hasta sus orillas en el Pacífico, que ha sorteado los desafíos de la guerra de secesión, de las guerras mundiales, de la interpelación socialista, ha llegado a sus límites históricos-jurídicos-políticos.

8.   Siendo la super-potencia solitaria en el mundo de la modernidad tardía, no encuentra, entre sus recursos ideológicos, políticos, culturales y económicos, proyectos adecuados para resolver las problemáticas de un sistema-mundo capitalista, en la etapa financiera del ciclo del capitalismo vigente.   


9.   Tampoco encuentra en su knockout, proyectos adecuados para resolver los problemas estructurales internos.

10.       Ante esta escasez ideológica y política del liberalismo norteamericano, los decursos políticos parecen encaminarse por el abandono a escenarios de espectáculos, cada vez más banales y pobres. Una revisión de los debates de los candidatos corroboran esta interpretación.


11.       Las salidas no se encuentran en el sistema representativo y delegativo, en el paradigma liberal, tampoco en el sistema-nacional político, así como tampoco en el sistema-mundo político, en el orden mundial. Estas máquinas políticas han quedado obsoletas ante la complejidad desbordada del mundo efectivo.

12.       Ante esta obsolescencia política, son los pueblos del mundo los encomendados a liberar la potencia social, su capacidad creativa e inventiva. Son los pueblos los que pueden inventar otras formas institucionales, los que pueden consensuar sobre sus usos; heurísticas políticas que sean capaces de resolver las problemáticas, desde la perspectiva de la complejidad. Sobre todo, ante el requerimiento impostergable de la gobernanza mundial de los pueblos, así como ante la necesaria y urgente tarea de armonizar a las sociedades humanas con la multiplicidad de sociedades orgánicas de la biodiversidad.   


13.       Es el pueblo norteamericano el encargado de encontrar salidas más allá de la política restringida,  constituida en el esquematismo dualista del amigo-enemigo. Es el encomendado a llevar la experiencia democrática más allá de la simulación democrática, hacia el autogobierno del pueblo. Fue el pueblo que instituyó la primera república moderna, lo que Hannah Arendt llama revolución política; puede ser también el pueblo que empuje a formas de la democracia radical; la democracia, en pleno sentido de la palabra, del autogobierno del pueblo y del decir la verdad del pueblo.

14.       Son los pueblos del mundo los que tienen la potestad de crear mundos alternativos, recurriendo a su capacidad alterativa, creativa e inventiva de la potencia social.  







[1] Ver Elecciones Estados Unidos: estos son los estados que decidirán el próximo presidente. La Vanguardia. http://www.lavanguardia.com/internacional/20161103/411518222051/elecciones-estados-unidos-estados-clave-bisagra-swing-states.html.


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