viernes, 18 de noviembre de 2016

Re-sincronización planetaria

Re-sincronización planetaria


Raúl Prada Alcoreza



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Desde la mejor perspectiva humana, la perspectiva crítica, dando apertura a su propio desplazamiento epistemológico, se interpreta como crisis ecológica lo que acontece en el planeta, en lo que respecta a los cambios y comportamientos de los ciclos vitales; tomando en cuenta sus modificaciones estructurales, sus variaciones y ritmos, frecuencias, intensidades y extensidad, además de sus modificaciones en los impactos y vinculaciones entre los ciclos mismos. Para contrastar esta perspectiva, diremos, ilustrativamente, que la peor perspectiva o una de las peores, sobre todo, por sus pretensiones,  sin respaldo empírico y teórico adecuado, se interpreta desde la tesis evolutiva; como si el humano fuese la cumbre y el fin de la evolución. Como si su papel en el universo se destacara radicalmente, diferenciándose de lo demás cualitativamente, sobre todo por su “inteligencia”. Se considera esta diferencia ontológica; a partir de ella se concluye que lo que hace el ser humano es propio de la evolución; en consecuencia, se explica y se legitima su historia como la historia del desarrollo humano. Al considerar de esta manera las perspectivas contratadas humanas, sin dejar de ponderar la función de apertura de la crítica, sobre todo, en la versión y concepción alcanzada por la ecología, lo que queremos hacer es encomiar y evaluar la perspectiva humana crítica, sus referentes; desde lo que hipotéticamente, abusando del término, podemos denominar, provisionalmente, la perspectiva sincrónica, simultánea y dinámica de la complejidad integral del multiverso, abarcando sus distintas escalas.

Ciertamente no podemos hablar con propiedad de perspectiva del multiverso, pues estaríamos transfiriendo un antropomorfismo a la complejidad del multiverso; esto de perspectiva. Fuera de comprender que la misma perspectiva humana forma parte de las dinámicas complejas e integrales del multiverso. Sin embargo, como no contamos con el lenguaje adecuado, ni con el bagaje conceptual pertinente, que correspondería al desciframiento de las dinámicas de la complejidad integral, simultánea y dinámica del multiverso, vamos atrevernos, provisionalmente, a forzar los términos en las connotaciones proyectadas, para sugerir una hipótesis interpretativa prospectiva. La hipótesis es la siguiente:

Desde la perspectiva de la simultaneidad dinámica del multiverso, no es adecuado interpretar el acontecimiento denominado “cambio climático” como crisis ecológica, que corresponde a la concepción crítica humana, sino, mas bien, como re-sincronizaciones de las composiciones de la complejidad dinámica planetaria.  Vale decir, el planeta re-sincroniza su integralidad ecológica compleja, a consecuencia de las alteraciones provocadas por las sociedades humanas. En otras palabras, los efectos masivos no controlados de las prácticas humanas, no solo tienen el alcance descrito y explicado por la perspectiva crítica humana, que se denomina crisis ecológica, sino que va más lejos. Lo que no controlan las sociedades humanas no es solamente los efectos que se les escapa de las manos, sino las condiciones de posibilidad vitales mismas, las del planeta. No controlan la compleja, integral y simultánea sincronización planetaria.

Una de las interpretaciones, que se acercan a la perspectiva crítica, aunque no se estructura en base al pensamiento crítico,  aunque use algunos de sus planteamientos, que, de todas maneras se distancia del paradigma optimista linealista de la tesis evolutiva, construye en sus narrativas desenlaces apocalípticos. Sin discutir ahora la interpretación de estos desenlaces, aunque lo hicimos antes[1], lo que interesa decir es que la perspectiva compleja y simultánea  del multiverso no puede desprender una concepción apocalíptica. Las narrativas apocalípticas corresponden a la concepción trágica del cosmos; concepción que se ha plasmado en la poética del mito, en las armaduras culturales de las sociedades antiguas. Esto es humano, demasiado humano. La interpretación que se pude desprender, dilucidando lo que acontece en lo que hemos denominado, provisionalmente e inadecuadamente, perspectiva del multiverso, es que el universo no teje tramas, tampoco desenlaces, como los relativos al mito. Sino que el tejido espacio-tiempo, abarcando sus múltiples dimensiones, sincronizadas, es constante movimiento y constante devenir, considerando las distintas escalas y las múltiples dimensiones del multiverso; por lo tanto, sincroniza y re-sincroniza la complejidad dinámica integral de sus composiciones y combinaciones.

La filosofía moderna define la mortalidad y finitud del ser humano, incluso se puede decir su vulnerabilidad. El pensamiento complejo encuentra la paradoja del condicionamiento absoluto del ser humano y la potencia creativa, por su pertenencia completa a las dinámicas integradas del multiverso. Haciendo una paráfrasis metafórica a una frase de la Odisea, podemos enunciar figurativamente que el ser humano no es nada sin el multiverso, sin su integral simultaneidad dinámica de composiciones complejas y singulares entrelazadas. Por ende, el ser humano no es nada sin las dinámicas ecológicas del planeta.

Haga lo que haga el ser humano, sin olvidar su pluralidad y multiplicidad, diversa y convergente, no controla los efectos de sus acciones, no controla las condiciones de posibilidad vitales, no controla la sincronización y re-sincronización planetaria[2]. Haga lo que haga, lo que acaece no depende de sus acciones, sino de las sincronizaciones y re-sincronizaciones planetarias, donde sus prácticas y acciones son subsumidas en el devenir constante. El ser humano tiene ante sí y en sí la posibilidad de recurrir a la potencia creativa; sin embargo, extrañamente, esto es lo que no hace, salvo parcialmente y relativamente, en puntuales ocasiones. Opta por usar sus fuerzas o, mas bien, parte de su potencia, de una manera restringida y circunscrita, mediada por dispositivos instrumentales e institucionales;  es más, sometido a estas mediaciones, que son sus propias creaciones y criaturas.

La condición humana es no solamente relativa históricamente y culturalmente, sino que su condición misma se encuentra condicionada por las condiciones de posibilidad vitales, las condiciones de posibilidad de la vida misma. Se puede decir que la condición humana es condición de la vida, en sus plurales y múltiples formas, en sus mutantes y transformadas formas; en consecuencia, no se puede disociar la condición humana de la condición de la vida. Esto implica que la valoración de la condición humana no solamente tiene que ver con las realizaciones y logros humanos, sino que se encuentra definida por la valoración de la vida, en sus múltiples manifestaciones y formas.

Esta valoración no solamente es ética, sino, incluso para ser ética, en pleno sentido de la palabra, es decir, en su realización práctica, es efectuada en la praxis social, en los contextos de relaciones de las sociedades humanas con el resto de las sociedades orgánicas, en las relaciones de las sociedades humanas con las ecologías de la biodiversidad planetaria. En consecuencia, para ilustrar mediante consideraciones evaluativas, si estas relaciones de las sociedades humanas con las sociedades orgánicas, con los ecosistemas de la biodiversidad planetaria, son conflictivas, para no decir contradictorias, cuyos efectos derivan en depredaciones, contaminaciones y destrucciones ecológicas, se desvaloriza, por parte del ser humano, la vida, las proliferantes formas de vida, convirtiéndolas, por desencadenadas dominaciones, en objetos y materias de poder. Al hacerlo, se desvaloriza también la condición humana, que no puede ser otra que la condición de vida. El ser humano se convierte también en objeto y materia de poder.

No entender que la cosificación generalizada, desplegada por las sociedades institucionalizadas, por las mallas institucionales, por los Estado-nación, por el orden mundial, el imperio, por el sistema-mundo capitalista, coloca en el núcleo de la cosificación al ser humano, volviéndolo la cosa por excelencia, condenándolo entonces a la muerte en vida, es la manifestación más evidente de los alcances de la cosificación. El ser humano solo puede mirarse en el espejo ideológico, en el mito moderno; espejo que le dice lo que quiere escuchar. En resumidas cuentas, la destrucción del planeta, efectuada por las sociedades institucionalizadas y sus máquinas de poder, sus máquinas económicas, sus máquinas de guerra, es inmediatamente una destrucción de la condición humana, así como mediatamente la destrucción misma del ser humano.










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