Vigilar, castigar y deportar
Raúl Prada Alcoreza
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En Vigilar y castigar Michel Foucault describe y analiza la genealogía del poder de la modernidad, en sus comienzos[1]; el nacimiento de la prisión y el panoptismo. La otra cara del iluminismo; esta vez la iluminación de los prisioneros, de los condenados, de los que sufren las penas sopesadas; pero, también, la iluminación de los individuos de las muchedumbres, de las masas y las multitudes. Interpretamos estos nacimientos como los relativos al diagrama de poder de la disciplina. Esto aconteció entre el siglo XVIII y XIX, haciendo un corte arbitrario. En el siglo XXI, parece volver este diagrama de poder anacrónico; sobre todo, en sus formas más rudas, a las que se añade la figura de la deportación. No es exacto decir que se retorna a este diagrama de poder de la disciplina; más aún, al paradigma del vigilar y castigar; sino que, en plena modernidad tardía, se recurre a estos rudimentos, como evidencia de la escasez de recursos del poder.
Las estrategias de poder de la modernidad tardía, mejor dicho, sus diagramas de poder, se encuentran en una encrucijada. La crisis múltiple del poder, de legitimación, ideológica, orgánica y estructural, no encuentra salidas para su reproducción; se envuelve a sí misma, se enrosca, en el círculo vicioso del poder[2]. Se muerde la cola. En la encrucijada, intenta una estratagema, que pretende sofisticación; es la de las formas de la conspiración. También intenta otra estratagema, la del retorno a la inquisición, a la persecución de los “anormales”, de los monstruos, de los motejados como “delincuentes”, a los migrantes. El poder, en la modernidad tardía, se debate en este dilema; entre una estrategia de conspiraciones y montajes o, en contraste, una estrategia ruda, descarnada, sin máscaras, de despliegue de crueldades, amenazas, persecuciones, deportaciones, por parte del poder.
En la encrucijada, la reproducción del poder se ha detenido ante el abismo y ante el dilema. Tienta experimentalmente por una u otra salida. Las dos fracasan. Pues, en pleno crepúsculo de la modernidad tardía, de la civilización moderna, del sistema-mundo capitalista, las dos opciones no son salidas. El único desemboque es la noche sin luna. La salida está en otra parte, en la apertura de otros horizontes civilizatorios, de otros mundos posibles.
Entre las dos estrategias de reproducción del poder, la sofisticada, relativa a la conspiración, y la descarnada y grosera, relativa a la nueva inquisición, la de la modernidad tardía, se da lugar como una simetría, hasta una redundancia cómplice, a pesar de sus diferencias. Es como la cara posmoderna del poder, en un caso, y como la cara anacrónica, fosilizada, del poder, en el otro caso. Son las dos caras de lo mismo, del poder, en la modernidad tardía, en el crepúsculo de la civilización moderna, en plena decadencia del sistema-mundo capitalista. Es más, se trata de los dos semblantes de la crisis del poder, crisis de legitimidad, crisis de reproducción, incluso crisis de dominación.
Lo que sucede en Estados Unidos de Norte América, la república, este pasar de formas sofisticadas de estrategias desenvueltas de poder, a formas llanas, simples, descarnadas, hasta brutales del poder, paso evidenciado con los resultados electorales, no solo sucede en la hiper-potencia solitaria del norte, sino en todo el mundo. La políticas de la Unión Europea respecto a los migrantes de la guerra civil de Siria y las otras guerras localizadas del Medio Oriente - migrantes que son o deberían ser considerados, de acuerdo a la normativa de Naciones Unidas, refugiados políticos -, nos muestra también, claramente, el mismo paso, solo que en otro contexto y con otros argumentos. Se establecen muros burocráticos, se establecen muros de leyes, que son candados o cierres de frontera para los refugiados políticos. Estos muros se extienden al mar Mediterráneo; espacio estratificado por la geopolítica de dominación mundial. Se trata de muros flotantes, efectuados por las flotas marinas de las amadas o guardias costeros. No ocurre esto solamente en la gendarmería del imperio, en el complejo militar-tecnológico-económico-comunicacional de la hiper-potencia, tampoco solo en la Unión Europea, sino también en un miembro de la OTAN, en Turquía. Se ha convertido el ex-imperio otomano en la primera barrera, incluso, combinando los muros políticos y militares, con campamentos de refugiados, que se convierten en verdaderos guetos posmodernos. Así mismo Grecia ha tomado medidas para detener o retener a los contingentes poblacionales que huyen de la guerra.
No se crea que este fenómeno histórico-jurídico-político, de lo que llamaremos, metafóricamente, el regreso a la inquisición, en las condiciones de la modernidad tardía y de sus crisis, se queda ahí; de ninguna manera, pasa en todas partes. Claro está, con sus propias particularidades, contextos locales y regionales, además de problemas singulares propios. No tocaremos lo que sucede en la larga guerra entre el Estado de Israel y los Estados Árabes, que no firmaron la paz con Israel, como Egipto; pues esta problemática amerita otros enfoques, otras consideraciones y otros análisis; aunque podemos decir, que se dan las analogías con el fenómeno de la crisis de reproducción del poder, sus obstáculos políticos, sus inútiles salidas, sus fracasos. Lo que es indispensable tener en cuenta, es que el fenómeno de conservadurismo en Estados Unidos de Norte América, en sus formas recalcitrantes, no es propio de la república del norte, sino de todos los Estado-nación del mundo.
Por otra parte, la segunda anotación indispensable es que las dos formas de poder y de reproducción del poder, en la modernidad tardía, no son antagónicas, sino concomitantemente diferentes. Forman parte de las estrategias que lanza el imperio, en los contextos de la geopolítica del sistema-mundo capitalista; buscando resolver sus crisis múltiples de dominación, crisis de hegemonía, de legitimación, ideológicas y de reproducción del poder. Creer que una es una opción alternativa de la otra, es una manifestación patética de ingenuidad política.
Otra anotación indispensable, al respecto, es que los temas sacados en el orden del día de los Estado-nación, del orden mundial, de imperio, son bagatelas, incluso, distracciones, ante los problemas primordiales que atañen a la humanidad y al planeta. Para decirlo, con cierto tono trágico, aunque no lejos de la realidad, sinónimo de complejidad, es que se ocultan, de esta manera, con los temas mediáticos del terrorismo, de los migrantes, de la proliferación de crímenes - que aunque ocurran, empero, en las formas concretas que se dan, no en las formas sensacionalistas presentadas por los gobiernos, por los medios de comunicación y preparados por los servicios de inteligencia -, los problemas cruciales que amenazan a la sobrevivencia de las sociedades humanas y a la vida en el planeta. Incluso, se ocultan las dinámicas de las crisis económicas en los países. Por ejemplo, el cierre de fábricas en Estados Unidos no se debe a la presencia de los migrantes, sino a la propia decisión de la burguesía nacional norteamericana, que prefiere incursionar en el capitalismo especulativo, esquilmando a los usuarios del crédito inmobiliario, que invertir en la producción, que tiene tasas de retorno largas. Que prefiere la importación de productos baratos de China, pues, de este modo, se consolida el sistema-mundo capitalista, en la etapa de la dominación financiera. Si los obreros norteamericanos y sus sindicatos no ven esta genealogía económica perversa, y prefieren encontrar la culpabilidad en los migrantes, es porque prefieren explicarse lo que les ocurre, el paro, a través de hipótesis fáciles y prejuiciosas, en vez de asumir en sus manos la responsabilidad de las soluciones económicas efectivas. Con esta actitud apresurada y prejuiciosa, hasta racista, se convierten en los mejores aliados de su propia explotación, además de su propia condena. Pues su burguesía ya los ha condenado a ser población excedente de la fuerza de trabajo. Si se sigue este curso de los sucesos y eventos políticos y económicos, lo que parece venir es una frustración calamitosa, ante la expectativa dada a promesas populistas y nacionalistas, de solucionar la crisis económica, expulsando a tres millones de migrantes indocumentados, como parte de una proyección más grande de deportaciones masivas. ¿Quiénes vienen después?
En el discurso marxista de antaño, por cierto, importante, en su tiempo, anacrónico e inútil, en el presente, se diría, que el proletariado no tiene consciencia de clase. Lo que parece, mas bien, ocurrir, es que - para seguir, por un momento, con el discurso marxista - las contradicciones o las estructuras de las contradicciones, en el presente, no se dan como referentes y núcleos entre el proletariado nacional y la burguesía nacional, sino entre el inmenso proletariado nómada mundial y la hiper-burguesía mundial, que ha decidido el mundo de Orwell para todos los pueblos del mundo. Lo que no puede soslayar el proletariado nacional, es que ya forma parte de este proletariado nómada mundial, pues sus derechos sociales conquistados ya están en entredicho por la economía-mundo y el sistema-mundo capitalista, en la actualidad.
El triunfo electoral de Donald Trump, no es un triunfo aislado y solo norteamericano, forma parte de las victorias conservadoras en todo el mundo, incluyendo a los proyectos que se pretenden “progresistas”, que de “progresistas” tienen el nombre y sus pretensiones; sin embargo, no son más que otra versión del retorno de los conservadurismos recalcitrantes. Desgarrarse las vestiduras por lo ocurrido, como si la otra salida, la que denominamos de la estrategia sofisticada de la conspiración, hubiera sido una alternativa, no es más que evidenciar no solamente la ingenuidad supina, sino el propio conservadurismo, que cree que las dinámicas políticas, en la contemporaneidad, se reducen a los dualismos entre conservadores descarnados o encubiertos conservadores, enmascarados sofisticados de la conspiración.
Unas preguntas pertinentes: ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué no se sale del círculo vicioso del poder? ¿Por qué revolucionarios y reaccionarios, “progresistas” y conservadores, socialistas y liberales, populistas o y neoliberales, fundamentalistas de un lado y fundamentalistas del otro lado, no pueden salir del círculo vicioso del poder? Al respecto, hemos venido ventilando implícitamente una hipótesis prospectiva: Todos los pueblos contienen una estructura de posibilidades y potencialidades, de apertura o de clausura. Parece que cuando se da lugar a aperturas de horizontes histórico-culturales los espesores de intensidad social, más ligados a la potencia social, toman la iniciativa. Parece que cuando se consolida el nuevo régimen, los espesores de intensidad social, mas bien, ligados a los habitus, a las ideologías, a los prejuicios, retoman la conducción, como buscando detener la marcha desbocada de la revolución. Parece que en la etapa decadente de los procesos políticos, los espesores de intensidad, más vinculados a los más ateridos conservadurismos recalcitrantes y prejuicios cristalizados, toman la dirección del curso al apocalipsis. Es esta hipótesis implícita, la que queremos explicitarla, ahora.
Desde la perspectiva de la hipótesis expuesta, no debería sorprendernos que aparezcan perfiles ultraconservadores, barrocamente prejuiciosos, elementales, en el sentido de las simplezas de sus pretensiones, como los perfiles carismáticos y convocativos populistas, además, que tienden a convertirse en las apuestas políticas de las poblaciones desesperadas. Estaríamos ante la conducción de los estratos y grupos sociales más patentemente manifiestos en los síntomas de la decadencia.
Ante estos desenlaces, que no dejan de ser sorprendentes, no busquemos culpables; esta salida es no solamente simple y fácil, ingenua e inútil, sino que arroja patentemente la condición de enajenación postrada, ante el desafío de la realidad efectiva, sus dinámicas simultaneas e integrales. Los personajes señalados hasta como monstruos por la pretendida crítica, “democrática” o de “izquierda”, no son ni culpables ni los responsables inmediatos de lo que ocurre. Son simplemente los síntomas individualizados de la decadencia, donde ellos no son más que las expresiones individualizadas y personificadas de la putrefacción del sistema-mundo.
[1] Ver de Michel Foucault Vigilar y castigar. http://www.ivanillich.org.mx/Foucault-Castigar.pdf.
[2] Ver Círculo vicioso del poder. Ver Círculo vicioso del poder. Dinámicas moleculares. La Paz. También en: https://pradaraul.wordpress.com/2016/11/07/circulo-vicioso-del-poder/.
Leer más: http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/vigilar-castigar-y-deportar/
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