Derrota de la esperanza
y de las víctimas
Raúl Prada Alcoreza
Dedicado a los y las que votaron por el Sí, por una solución democrática a los problemas heredados, que desencadenaron la guerra permanente.
El plebiscito ha arrojado la victoria del No, aunque sea por un margen estrecho. Es de todas maneras una victoria cuantitativa, estadística, institucionalizada, del No. Además expresa contundentemente que estos votantes ganadores no están de acuerdo con el Acuerdo de Paz. ¿Quiénes son los que votaron por el No? ¿Quiénes son los de la abstención? Estas preguntas muestran el tamaño de nuestra ignorancia. No los conocemos. Aunque perezca que conocemos, en algo, que creemos lo fundamental de sus rasgos, a los que votaron por el Sí, esta, la del plebiscito, es una derrota no solo de la paz, sino también de nuestros análisis. No solo de los de la izquierda, que está acostumbrada a confundir la realidad efectiva con sus deseos, a reducirla a sus esquematismo dualistas, que le dan la ilusión de estar en lo justo, en lo racional, en la astucia de la razón, que cree que conduce la historia, sino de nosotros, que ya hicimos la crítica a la “izquierda”, a la ideología vanguardista, y orientamos pasos que van más allá del esquematismo dualista y político del amigo y enemigo, encaminándonos a el propósito de liberar la potencia social. ¿En qué nos equivocamos?
En eso, no conocemos a los que votaron por el No; no conocemos a los que se abstuvieron. No conocemos la complejidad dinámica de la formación espacio-temporal-territorial-social-colombiana; no conocemos sus composiciones y combinaciones de composiciones singulares, en el momento, en la coyuntura, en el presente. Aunque, en nuestro caso, hayamos lanzado hipótesis interpretativas prospectivas, y reconocido las carencias de las que partimos, no nos salva, de ninguna manera del error.
Sobre errores no se construye avances libertarios y emancipaciones. Lo primero que hay que hacer, cuando se evidencia el equívoco, es aprender del error. No tratar de ocultarlo con retórica. La misma que construye esforzadamente hipótesis ad hoc para explicar lo que pasó; colocándose en el lado de lo justo, de la razón, de la verdad; señalando a fuerzas oscuras, que incidieron en los desenlaces. Después de una derrota, de la constatación del error, ésta es la peor conducta ante el peligro. Es como persistir en lo que condujo a la derrota. Esta es la conducta de los que construyen otras derrotas; los que se cierran al porvenir. Porvenir que solo puede ser creado por los pueblos y las sociedades, en la medida que liberen su potencia social; en la medida que rompan sus cadenas, que los sujetan, que los mantienen en los habitus, en las ideologías, en los fetichismos, inhibidos en el terror y en el miedo.
El activismo libertario, que no se cree vanguardia, que no cree que enseña al pueblo, que aprende con la experiencia social, tiene que mirar abiertamente los errores; detectar las equivocaciones, aprender de las amargas experiencias; abrirse a la complejidad dinámica y simultanea de la realidad efectiva. No podemos caer en la apología del vanguardismo, que, en el fondo dice: el pueblo o parte de él, en este caso, la mayoría votante del plebiscito, no ha comprendido la situación; se ha dejado llevar por sus prejuicios. Los y las que hemos caído en un desliz de ingenuidad somos nosotros y nosotras, los y las libertarias, que nos dejamos llevar por el entusiasmo; entusiasmo alimentado por la información con la que contábamos. Que a la luz de lo ocurrido, es incompleta; por lo tanto, inadecuada para la apreciación y el análisis de la complejidad del presente, en una formación social dada.
Aunque experimentemos la sorpresa, después, el desaliento y cierta consternación; esta experiencia ineludible, no puede convertirse en una desmoralización; tampoco, en contraste, en un delirio apologético, en una retórica izquierdista, que no reconoce sus errores y sus equivocaciones. Esta experiencia tiene la virtud de enseñaron dónde se encuentra el error, dónde está la equivocación. De esta enseñanza, se debe pasar al aprendizaje y a mejorar la acción. Avanzar a la comprensión de los y las que no conocemos; los que votaron por el No; los que se abstuvieron. Entender las dinámicas moleculares y molares sociales de los planos y espesores de intensidad de la formación social, que no llegamos a conocer.
Balance preliminar y provisional
El intento del Acuerdo de Paz, la labor desplegada, durante tres años, para lograrlo, no ha dejado de ser una propuesta institucionalizada y adecuada, en la búsqueda de caminos que no sean los de la guerra. La derrota del plebiscito no la convierte en una mala propuesta y en un logro inalcanzado. A pesar de los problemas que puede contener, que hemos, de alguna manera, señalado, a pesar que también, esto es lo importante, el pueblo colombiano ha evidenciado, no deja de ser un avance concreto hacia la paz y hacia la oportunidad de solucionar los problemas heredados de manera democrática.
Lo que hay que preguntarse es: ¿Cuántos de los y las que votaron por el No, cuántos de los que se abstuvieron, lo hicieron porque no los convocaron y no participaron? La construcción de la paz es acontecimiento social y es una construcción colectiva; no solamente de las partes encontradas. Es importante saber el peso de ellos y ellas, pues señalan una falencia mayúscula del Acuerdo de Paz; no estaba presente y participando la sociedad colombiana. Esta parte del No y de la abstención, quiere que la paz se construya democráticamente; incluso desde el Acuerdo de Paz mismo; desde la deliberación misma. Sobre los otros estratos que votaron por el No y se abstuvieron, también debemos conocer sus razones y sentimientos.
Si fuese significativo el peso de estos estratos del No y de la abstención, entonces, el mandato del voto parece ser el discutir el Acuerdo de Paz colectivamente, con la sociedad y el pueblo colombiano. Si el peso significativo, mas bien, se encuentra, en otros estratos; por ejemplo, para decirlo a tientas, en la oscuridad, en conglomerados irradiados por la presencia paramilitar; ya sea que estén de acuerdo o, más bien en contra, y se muevan por el miedo, entonces el mandato, por así decirlo, parece ser otro. Ahora no vamos hablar de esa otra señal.
El activismo libertario no puede dejar a su suerte a las víctimas del conflicto de la guerra permanente; eso lo sabe muy bien cada activista. Tampoco parece conveniente dejar a su suerte a los que se esforzaron en el Acuerdo de Paz, aunque no estemos de conformes en la forma y el contendido de parte del Acuerdo. Claro que lo último es una sugerencia personal discutible. Así mismo, no se puede dejar a su suerte a los que votaron por el Sí; esto también lo sabe cada activista, pues compartimos la búsqueda de la paz, no de la guerra. Sabiendo que la paz requiere de condiciones de posibilidad históricas, políticas, sociales, económicos y culturales. De la misma manera, no se puede dejar a su suerte a los que votaron por el No y los que se abstuvieron. Pues, sin considerar los distintos estratos de esta votación, ni sus razones y tendencias, entre varias posibilidades y proyecciones de desenlaces se encuentra el camino a la continuidad de la guerra permanente. Que puede convertirse en una guerra civil; que puede avanzar incluso a desastres mayores, de alcance más destructivo. No hay en esto, en lo que decimos, ninguna intensión de abrumar con retórica apocalíptica, sino enumeración de algunas posibilidades, en el campo de posibilidades inherentes, que se dan por azar y necesidad, así como por correlaciones de fuerzas en juego.
Lo que importa es la consecuencia con la defensa de la vida, la responsabilidad con el porvenir de las sociedades humanas; por lo tanto, con el porvenir de la pluralidad y multiplicidad de las sociedades orgánicas y de los seres de la biodiversidad ecológica del planeta. Lo que importa es el activismo comprometido con la vida, con la tarea de liberar la potencia social de los pueblos. En este sentido, lo que importa es amar al continente de Abya Yala; comprender sus dinámicas moleculares y molares, su complejidad dinámica, su simultaneidad dinámica, en las formas singulares que se componen. En consecuencia, seguir aprendiendo para activar, seguir defendiendo la vida en sus plurales formas, desde las planetarias, hasta las individuales; para vivir y crear con la vida, donde estemos. En la misma perspectiva, lo que importa es que el amor por Colombia se convierta en efectiva creación social de una paz construida por todos.
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