lunes, 24 de octubre de 2016

Paradojas perversas de la política

Paradojas perversas de la política


Raúl Prada Alcoreza


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Las analogías dicen quizás más de lo que dicen los contrastes, en lo que respecta a la comprensión de las dinámicas políticas. El esquematismo dualista del análisis político, al esmerarse en remarcar los contrastes, ha descuidado entender las estructuras de las analogías. Por ejemplo, cuando gestos políticos acercan a posiciones, que en el discurso ideológico se muestran opuestas y hasta antagónicas. Dadas las reglas del juego institucionales asumidas, cuando se manifiesta el gesto de desconocerlas, ¿qué nos dice estas conductas políticas de dos posiciones políticas opuestas y hasta antagónicas? ¿Si son contrarias ideológicamente, por qué efectúan gestos parecidos, respecto a las reglas del juego institucionales asumidas? ¿Qué nos dicen las analogías políticas?

Un candidato a la presidencia en Estados Unidos de Norteamérica dice que no va a reconocer los resultados electorales, salvo si él mismo gana. En Venezuela tres poderes del Estado se coaligan para desconocer a la Asamblea Nacional y suspenden el referéndum revocatorio, desconociendo la Constitución.  ¿En ambos casos, por qué lo hacen? ¿Este gesto, desafiante a las reglas del juego institucionales asumidas, es una posibilidad contenida en el mismo juego político? Es decir, que de alguna manera, está contenida y hasta contemplada la transgresión a las reglas del juego; no tanto como lo prohibido, lo no acordado, sino como algo que se hace, solo que de manera más suave, casi imperceptible. Estas preguntas tienen que ser despejadas para interpretar esas señales y signos políticos de una manera integral.

Las analogías, respecto al gesto político, pueden estar mostrando, mas bien, más aproximaciones, en lo que respecta al fenómeno político, que distancias, más equivalencias que diferencias. ¿Entonces, respecto a qué referente hay que evaluar las situaciones políticas? ¿Respecto al discurso político, a la ideología, incluso a las mismas políticas aplicadas o, más bien, respecto a la relación con el poder? Se ha atendido mucho a lo primero, al discurso, y se ha relativizado lo segundo, lo que incumbe al ejercicio del poder. Este enfoque parece ser un error del análisis político. Le impide explicar las analogías.

Es como creer en auto-identificaciones, en autorreferencia ideológicas, autocomplacientes, como si fueran datos objetivos por excelencia[1]. Cuando de lo que se trata es comprender la relación con el poder; que es lo estructurante en el acontecimiento político. Si se ejerce el poder o se pretende hacerlo de una manera que descarta las reglas del juego, más parece que este ejercicio del poder o pretendido ejercicio del poder muestran analogías sintomáticas, que develan otros cuadros y clasificaciones posibles de la política. Habría entonces que clasificar a las posiciones políticas por el ejercicio del poder, más que por la ideología.

Entonces, tendríamos otra clasificación política, desde la perspectiva del ejercicio del poder. Solo considerando, por el momento, de una manera muy sencilla y hasta esquemática, la democracia institucional, la democracia formal, es decir, la democracia restringida[2]; tendríamos un punto de partida, línea de base, modelo ideal, como el demandado por el concepto de Estado de derecho. Apegado a la ley y a la institucionalidad, es decir, a las reglas del juego. Después un intervalo en el cual se presentan las formas del incumplimiento de las leyes, de la institucionalidad, de las reglas del juego; considerando desde las formas más suaves de incumplimientos hasta las formas más descarnadas y duras. Ciertamente, este primer boceto de clasificación es muy simple; empero, tiene la virtud de mostrarnos una especie de continuidad del comportamiento político, del gesto político, que tanto el discurso liberal como el análisis político se encargan de señalarnos como “anómalos”. Como si fueran extraños al sistema institucional político practicado. Al parecer, mas bien, lo que muestran estos comportamientos políticos, calificados de “anómalos”, que rompen con las reglas del juego, es algo que se encuentra en el sistema político, en sus prácticas habituales, en sus maneras de funcionar. Esto pasa en todas las llamadas “democracias”, tanto en las que se presentan como ejemplo de la democracia institucional, las democracias liberales, así como en las democracias barrocas, es decir, con dificultades institucionales, para decirlo de algún modo, las democracias reformistas o democracias populistas.

El análisis político se ha comportado ideológicamente, como discurso legitimador de las democracias institucionalizadas, tanto las liberales como las populistas, al suponer el modelo ideal, el Estado de derecho como si fuese referente empírico; en relación al cual se define lo normal y lo patológico en política. Para decirlo taxativamente, las constituciones no se han cumplido en las democracias institucionalizadas, ni en las liberales ni en las populistas. Las constituciones estaban y están como referentes jurídico-políticos, que legitiman actos políticos, sobre todo, gubernamentales; empero, no se cumplen, se adaptan y adecuan a los intereses y objetivos perseguidos. En otras palabras, están para transgredirlas, solo que no se dice que se lo hace; al contrario, se dice que se “cumple la Constitución” y se “acatan las leyes”. Esta es una característica propia, intrínseca, de la política, en sentido restringido, en sentido institucional; llamemos a esta característica, paradoja perversa de la política. Política, entonces, que alude y acude a la ley para transgredirla.  En esta incumbencia paradójica y perversa nadie puede tirar la primera piedra; todos lo hacen, solo que no dicen que lo hacen.

No se trata, de ninguna manera, de librar a nadie de las responsabilidades políticas, que le compete, al decir que todos lo hacen, aunque lo hagan algunos de una manera más disimulada y no tan descarada, como la que se señala como mal ejemplo, por parte del análisis político. Se trata de comprender el funcionamiento del sistema-mundo político[3]. Las discusiones ideológicas entre unos y otros, liberales y socialistas, neoliberales y populistas, no ayunan a esta comprensión; atiborran con enfoques autocomplacientes sin permitir entender las dinámicas moleculares y molares de la política. Exagerando, para ilustrar, solo se saca en limpio que unos son los buenos, en tanto que otros son los malos.

La pregunta es: ¿Por qué la política funciona no como lo que pretende, no como lo que dice que hace, según las reglas del juego asumidas, la Constitución, incluso, ampliando, según sus propias ideologías, sino, más bien, de una manera pragmática, contradictoria, sinuosa y hasta abigarrada? Daremos una respuesta práctica, por de pronto; porque el mundo efectivo no funciona como el modelo ideal concibe, incluso como la ideología cree que funciona, sino el mundo efectivo funciona en el despliegue y desenvolvimiento integral de las dinámicas de la complejidad, inherente al mundo en devenir.

Ante la complejidad del mundo efectivo, los aparatos políticos, los aparatos ideológicos, los Estado-nación, el orden mundial, optan por reducciones de la complejidad, dadas de manera esquemática y operativa[4]. Cuyo alcance eficaz y de efectividad es de corto alcance, tanto temporalmente, así como espacialmente. Pasando un tiempo o ampliando su cobertura, la eficacia lograda, en un principio, se pierde; pues la complejidad, sinónimo de realidad, desborda sus máquinas políticas de incidencia e intervención. Para explicar estos desajustes, estas incompatibilidades, estas ineficacias políticas, se recurre a la ideología; se crean hipótesis ad hoc, se proponen teorías de la conspiración, se hallan culpables.


Ahora bien, el ejemplo que dimos como boceto de clasificación política, desde la perspectiva del ejercicio del poder, es, como dijimos, simplista; lo hicimos para ejemplificar e ilustrar; sobre todo, para remarcar una característica intrínseca al ejercicio de la política, al funcionamiento del sistema político. Claro que la problemática estatal, que nosotros llamamos genealogía del Estado, es, mas bien, compleja, que simple figura esquemática, como la que presentamos. Las genealogías del poder, es decir, los diagramas del poder involucrados, las cartografías políticas, dan mejor cuenta de lo que acontece con ejercicio del poder, el funcionamiento del Estado-nación, la generalización de sus formas y sus mecanismos. Incluso, podemos aceptar, con cierta reticencia, considerando nuestras observaciones críticas,  que la teoría relacional del Estado, la que considera la autonomía relativa del Estado, da mejor cuenta que el boceto que presentamos[5]. Por otra parte, al respecto, ya incursionamos en el pensamiento complejo, abordando desde la perspectiva de la complejidad, estas problemáticas del poder, de las dominaciones, del Estado[6]. Sin embargo, nuestra intención, en este escrito, no es interpretar la composición y las combinaciones compuestas del Estado, sus estructuras inherentes; tampoco, desde la perspectiva crítica genealógica, con la que abordamos la problemática, durante toda una etapa, la que corresponde a Comuna; sino resaltar que, mas bien, lo que señala el análisis político como “anormal” es “normal” en el funcionamiento del sistema político.











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