Estrategias y aparatos
Raúl Prada Alcoreza
En vez de estrategias
hay aparatos. La estrategia, dicho de manera resumida, es el arte de preparar la disposición
de las fuerzas, de distribuir y desplegar su movilización,
así como de la logística de abastecimiento. En tanto que los aparatos, como máquinas de poder, son tecnologías
de dominación articuladas a mallas
institucionales. Si bien, la estrategia,
en su sentido primicial, el de la guerra, se propone una finalidad, ganar la guerra, los aparatos de poder no tienen
necesariamente una finalidad, salvo
que se entienda por ésta la conservación
misma del poder. Las estrategias son operativas, se exponen, preferiblemente, de una manera clara, de
tal modo que se entiendan transparentemente las órdenes o los comandos. En
cambio, los aparatos de poder no necesariamente se expresan
de una manera clara; es más, suelen expresarse, mas bien, de una manera
confusa, ambivalente, abigarrada, de tal manera que los mensajes puedan connotar
varias interpretaciones, incluso
contradictorias. Las estrategias
deben ser eficaces, incluso audaces, deben adquirir la destreza de movimientos veloces, envolventes y hasta
sorprendentes. En cambio, los aparatos de
poder hallan su efecto esperado o buscado en la densidad de su funcionamiento
maquínico; logran su objetivo por el peso gravitante de la maquinaria. Puede no buscarse la velocidad de los movimientos aparatosos, pues en la dilatación, en el ajetreo
burocrático, en el estruendo monstruoso de sus engranajes, consigue vencer, por la inercia de la recurrencia repetitiva de lo mismo.
El secreto, entonces, de los imperios, del Estado-nación
potencia imperialista, del Estado-nación
mismo, ya sea dominante o subalterno, se encuentra en el peso de
sus maquinarias, de sus aparatos de poder. No en sus “estrategias”, que corresponden, mas
bien, a los discursos “ideológicos”. De manera diferente, los movimientos sociales anti-sistémicos, más si se convierten en contra-poderes, requieren, en sus
luchas, no solo de convocatoria social,
no solo de una comprensión colectiva crítica
de parte de los movilizados, una comprensión
social de la coyuntura, de las características estructurales del momento, de su crisis, sino de estrategias
efectivas, de estrategias encarnadas
en las formas, contenidos, expresiones y organizaciones de los movimientos sociales. Estrategias que pueden ser expresadas de
manera teórica-política, con mayor o
menor conceptualización de la complejidad, sin embargo, la clave del funcionamiento estratégico no se
encuentra en el discurso, en el
alcance teórico, sino en la logística misma de la estrategia, en su capacidad de abastecimiento motivacional, convocativo, si se
quiere, incluso “ideológico”, tratándose de una “ideología” crítica de la “ideología, que puede
nombrarse como utopía; la clave se
encuentra en el avituallamiento material
de las fuerzas movilizadas.
Se denomina aparato al compuesto de partes
ordenadas, ajustadas y dispuestas sistemáticamente, como distribución engranada de distintos dispositivos, que pueden combinar elementos mecánicos, automáticos,
energéticos o de otra índole; los cuales, articulados, realizan funciones definidas. Habitualmente se acostumbra
emplear el término aparato para
referirse a una máquina, a una organización; en la morfología y
fisiología, el aparato es una conexión de órganos, que desempeñan la
misma función. Se puede considerar al
aparato como una máquina, que supone una estructura
más desarrollada y compleja que un sistema.
Cuando hablamos de aparatos en vez de estrategias, distinguimos no dos sistemas, sino una máquina
sistemática y un flujo de fuerzas coordinadas; en otras palabras, distinguimos entre
una estructura sistémica y una estructura fluida, en constante
desplazamiento. Siguiendo con las comparaciones, podemos decir que los aparatos corresponden a estructuras sólidas; su arquitectura y
construcción responden, mas bien, a ser consistentes, a resistir, no en el sentido de resistencia
como Foucault decodifica, sino en el sentido de resistencia que hemos concebido en Pliegues
y despliegues de los movimientos sociales[1]; es
decir, cuando decimos que es el Estado, el poder,
el que resiste, frente al desborde contante de la sociedad alterativa. Entonces, los aparatos están construidos para resistir el embate permanente de la sociedad alterativa. La valorización de
los mismos se efectúa por su capacidad de
resistencia, así como se evalúa y
calcula la resistencia de los
materiales y del conjunto de materiales de una construcción arquitectónica. En
cambio, las estrategias, en el
sentido asumido por nuestra interpretación,
están concebidas, mas bien, para demoler,
para destruir resistencias, para
envolver y avasallar, ocupando territorios, generando espacios nuevos.
Volviendo a nuestros conceptos nómadas[2],
podemos decir que la estrategia es un
instrumento de guerra, en el sentido de
las sociedades nómadas, y el aparato, es una máquina sedentaria, construida para detener el movimiento fluido o, en su caso, para capturar estos movimientos
fluidos e integrarlos al
funcionamiento de la máquina estatal.
De lo que exponemos, no se puede deducir que
necesariamente los aparatos son máquinas sistemáticas conservadores, en
tanto que las estrategias son estructuras dinámicas transformadoras,
disposiciones de flujos de fuerza en
movimiento. Todo depende del papel que juegan los aparatos en un contexto
histórico-político determinado, y del rol que cumplen las estrategias en contextos, coyunturas y
periodos determinados. Lo que importa, por el momento, es distinguir las
características dinámicas y mecánicas
de los aparatos y de las estrategias, características que los diferencian.
Puede ocurrir que los aparatos usen estrategias para destruir las fuerzas
movilizadas de la sociedad alterativa,
así como las fuerzas movilizadas
contestatarias recurran a aparatos
para defenderse de estas estrategias
estatales. Sin embargo, hay que considerar ciertas modulaciones diferentes. Los aparatos
del Estado atacan a las fuerzas
movilizadas a lo que creen encontrar como gérmenes, organizaciones de un proto-Estado. ¿Ocurre algo parecido,
aunque de manera inversa, con las fuerzas
movilizadas; por ejemplo, creer encontrar en el Estado algo así como una
forma de ataque envolvente y destructivo por parte de esta maquinaria fabulosa?
Es este el lugar agitado donde se dan los equívocos, las interpretaciones erradas, tanto en el caso de los aparatos, como en el caso de las estrategias. En principio, la movilización anti-sistémica, es, con
notoria evidencia, contra-poder; en
este sentido, por lo menos, de una manera, inmanente,
es contra-Estado. Si, después, en el
desenvolvimiento del proceso político,
la movilización tiende a organizarse
como proto-Estado, es porque la finalidad de contrapoder se ha convertido en la finalidad de la toma del Estado, el asalto al palacio de invierno. Es cuando, ya la movilización tiende, a limitar sus
alcances interpeladores y demoledores, respecto a las estructuras de poder, reduciendo sus alcances a la reforma, aunque ésta aparezca como más
radical, teniendo en contraste otras manifestaciones menos radicales, pues
renuncia a la destrucción del poder,
conformándose con sustituir el poder de
clase dominante por el poder popular. Que en tanto poder no es otra cosa que economía política del poder, que separa a la potencia social de lo que puede,
de sus fuerzas desencadenadas, para
convertir a las fuerzas capturadas en
reproductoras del poder; es decir, de
las dominaciones polimorfas, aunque
se lo haga con otros discursos, con otros guiones, con otros personajes.
Cuando las estrategias de la movilización creen encontrar en los aparatos del Estado una especie de movilización permanente conservadora, que hace uso de estrategias destructivas, considera al
Estado como la centralidad organizada
de la permanente represión. Entonces,
se termina explicando el Estado solo como monopolio
de la violencia. Cuando el Estado no
se reduce solo al ejercicio constante de la violencia, sino que seduce, en los
mejores momentos del Estado, incorpora, hace también reformas, amplia sus bases de apoyo y la extensión de su legitimación. Si puede darse lo que cada
polaridad cree encontrar en el otro, como simetría
de operaciones en la confrontación, no tienen, en todo caso,
el mismo sentido matricial, que
cuando interpretamos estas formas de sedentarización en contraste
con las formas de nomadismo, en su
situación inaugural.
Lo que pueda acercarse a la estrategia del Estado para destruir las fuerzas subversivas es como un desprendimiento del funcionamiento de los aparatos, que una estrategia encaminada a liberar
territorios, cuerpos y colectividades, como ocurre con las estrategias de las movilizaciones anti-sistémicas. Lo que pueda acercarse a la forma de proto-Estado en las fuerzas movilizadas, por lo menos, en un
principio, están más cerca de los fluidos
magmáticos, que inventan nuevos espacios
de relaciones, que equivaler a lo que
son las máquinas de fijación del
Estado. Sin embargo, este lugar incierto,
donde las formas se cruzan, así como
sus contenidos y funcionamientos, es como suelo
móvil donde los enemigos pueden
llegar a parecerse.
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