Nomadismo y
sedentarismo
Raúl Prada Alcoreza
Habíamos dicho, saliendo del esquematismo dualista, en lo que respecta al campo político, también a lo que se ha venido en llamar la guerra, que más bien comprende varios campos entrecruzados, que la perspectiva de la complejidad está más allá del amigo y enemigo, así como está más
allá del bien y el mal, que son
dos esquematismos dualistas de la episteme moderna. Desde la misma
perspectiva y retomando estas consideraciones epistemológicas, la pregunta
conveniente, después de las exposiciones anteriores, es: ¿Se puede hablar de un
enfrentamiento entre estrategias o
rizomas nómadas y aparatos de poder?
Si aceptáramos la hipótesis implícita
en la pregunta, entonces, volveríamos a caer en un nuevo dualismo, otra vez
atrapados en la episteme conformada
por esquematismos dualistas.
Volviendo a las descripciones
del pensamiento complejo, habíamos
propuesto desplazamientos epistemológicos,
que atraviesan los límites del dualismo. Por ejemplo, habíamos asumido
que no se trata de contradicciones,
como concibe el dualismo y con ello
la dialéctica, sino se trata de comprender la paradoja como dinámica de la
complejidad. La tesis que recogíamos de la biología molecular es la que configura un sugerente juego entre azar y necesidad, que plantea asombrosamente la complementariedad entre programa conservador y aleatoriedad mutante. La información conservada y activada es,
por así decirlo, la base de los cambios.
Parece que el pensamiento
paradójico logra des-duplicar, des-dualizar, la dualidad del pensamiento moderno; develando una integralidad compleja y paradójica. Integralidad paradójica que se
desenvuelve en su propia ambivalencia
dinámica. No hay separación entre
lo que el esquematismo dualista definía
como adentro respecto a un afuera. No
hay tal separación, no hay tal
frontera, un límite de la interioridad donde comienza la exterioridad. Sino que eso, que se llama
exterioridad, se encuentra adentro como percepción; eso que se llama interioridad
es la experiencia de ese “afuera”;
por lo tanto, la interioridad es como
el registro de huellas de la exterioridad.
La mirada sucesiva y linealista del esquematismo
dualista no puede ver otra cosa que opuestos,
que contradicciones, que diferencias espaciales, que sucesiones;
no puede comprender la simultaneidad
dinámica de la complejidad,
donde, usando el lenguaje dualista,
el afuera es el adentro, la interioridad
es la exterioridad, en el mismo
momento. Separar esta paradoja, es
acabar con la vida, que es la paradoja misma.
Dicho esto, podemos entrever que no hay enfrentamiento entre flujos de fuga nómadas y aparatos de
fijación del Estado. Es el Estado el que se enfrenta a los desbordes
de las sociedades alterativas; es el
conjunto de sus aparatos sedentarios
los que se enfrentan a los movimientos
fluidos nómadas. Es el Estado el paranoico
obsesionado por lo que considera muchedumbres
esquizofrénicas. Hablar de esquizofrenia
es hablar desde las clasificaciones estatales.
Creemos que aquí se pierden Deleuze y Guattari, al pretender enfrentar el esquizo-análisis al psicoanálisis, convirtiendo al esquizo
en un nómada y al sujeto normalizado en un paranoico. Lo que han hecho, al final de
cuentas, es convertir al nómada en el
demonio del sedentario, así como el esquizo es el demonio del paranoico. El nómada queda atrapado en la telaraña del paranoico; es decir, del sujeto
del Estado, cuando se nombra así mismo con las clasificaciones de la anomalía, definidas por parte del
Estado. El nómada no es un esquizo,
el nómada está más allá del esquizo y el paranoico. Usando las metáforas de Nietzsche, diríamos que el nómada es el creador de valores;
siguiendo este enunciado, en forma de paráfrasis, diremos, el nómada es el creador de recorridos, que enlazan
territorios. El nómada no se enfrenta
al paranoico, como si fuese su enemigo, sino que lo ve desde lejos, en
la medida que se acerca a sus ciudades, llega, lo mira, con cierta indiferencia
e ironía sorprendida, para luego dejarlo clavado, adherido, afincado, en sus
edificaciones arraigadas en el mismo lugar,
que considera seguro, cuando es, mas bien, su cárcel, después su
sepultura. Alejándose de horizonte en
horizonte, de paisaje en paisaje, huyendo del horror de las máquinas de captura. Por lo tanto, el nómada no enfrenta al sedentario,
como si fuese su enemigo; lo envuelve
y lo atraviesa, dejándolo solo en su soledad poblada.
Ahora bien, en este movimiento nómada, ¿dónde está la paradoja? No está, por cierto, en algo parecido a que el sedentarismo es como la base del nomadismo. Esto es un juego de palabras, frase o enunciado que
manifiesta que no se ha comprendido la paradoja.
El sedentarismo no puede ser la base o el substrato, si se quiere, del nomadismo,
algo así como la memoria genética es
la base de la evolución o de las transformaciones.
Porque el sedentarismo no es esa
clase de conservadurismo creativo,
sino es un conservadurismo destructivo.
No hay paradoja entre sedentarismo y nomadismo, tampoco contradicción, pues no se encuentran en
el mismo plano de intensidad. El
sedentarismo busca domesticar los espesores territoriales y convertirlos
en geografía plana. El sedentarismo es una consecuencia del poder, de las primeras formas que el poder frecuenta. No como cree la
antropología y la sociología, también la historia, que el sedentarismo ha generado al Estado y, en contexto, al poder. Nuestra hipótesis interpretativa es radicalmente distinta; se da lugar el sedentarismo, en sus plurales formas
sociales, económicas, políticas y culturales, como nos muestran las historias
singulares de los pueblos, como consecuencia de las relaciones de dominación, que comienzan a construir sus estructuras de poder. El afincarse, el
establecer un centro, es la
consecuencia realizada de las dominaciones
polimorfas, que requieren detener los recorridos, los circuitos, los
ciclos, para marcar los cuerpos, para
inscribir en ellos las inducciones del
poder; para apoderarse de parte de su energía,
de parte de sus fuerzas.
¿Cómo se ha dado este nacimiento, mas bien, estos nacimientos,
de las estructuras de poder
iniciales? Esta pregunta es para investigaciones multidisciplinarias, desde la perspectiva de la complejidad. No
podemos conjeturar arbitrariamente al respecto, como si se tratara de deducir
de las hipótesis interpretativas de
las que partimos. Lo que haya ocurrido, de distintas maneras singulares, en los
distintos pueblos, en las distintas regiones culturales, no depende de
deducciones, sino de lo que efectivamente
ha ocurrido. Este es uno de los límites de
nuestra interpretación hipotética. Lo
que importa es entender, que el pensamiento
complejo, no da la vuelta, no invierte, la proposición dualista de
la historiografía, también de la antropología y la sociología, de que la
escritura, el Estado, incluso el lenguaje
y las instituciones de
dominación, emergen del sedentarismo;
también la revolución verde, la
agricultura. De ninguna manera, no se trata de una inversión del enunciado;
esto no es otra cosa, que mantenerse en el dualismo,
solo que de manera opuesta. Cuando se dice que el sedentarismo, es, mas bien, la realización,
si se quiere, la cristalización, de las relaciones
de dominación estructuradas, se plantea un continuo entre poder y sedentarismo, también una
combinación que materializa el poder en
el sedentarismo. Recordando a
Foucault, el Estado no es el poder,
sino una especie de síntesis disyuntiva
del poder en sus formas variadas de dominación. El poder se ejerce y el Estado es una institución centralizadora, sostenida por macro-poderes menores y micro-poderes
distribuidos por todo el tejido social.
Las formaciones sedentarias, ya sean
las genealogías del Estado, las
ciudades, las religiones monoteístas, los monopolios de la tierra, la
inscripción del monarca en las monedas,
el ejército militar opuesto a los guerreros nómadas, las mallas institucionales, realizan las dominaciones en las formas consolidadas, pétreas, como
metáfora, de las instituciones fetichizadas, de los imaginarios alegóricos, que cantan al poder; realizan las
dominaciones en las formas del
capital, que captura excedentes en forma de contabilidad monetaria. No
podría haberse fundado, por así decirlo, el sedentarismo,
sino hubiera sido construido, producido, efectuado por las relaciones de dominación y las estructuras
de poder nacientes.
Entonces, las estrategias
nómadas no se enfrentan a las formaciones sedentarias, tampoco
exactamente se enfrentan al poder, sino que de-construyen,
diseminan, destruyen y desmantelan, estas formaciones ateridas a la tierra,
como monopolios paranoicos. La guerra nómada desmonta las maquinarias de poder.
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