Flujos y máquinas
Raúl Prada Alcoreza
Según Gilles Deleuze y Félix Guattari, desde la
antigüedad, se han opuesto una física de
los flujos frente a una física de los
stocks, de los depósitos, de los cuerpos
duros, si no son estáticos, se
mueven lentamente y sin cambiar. Se dio una física
de los flujos, que ha sido minuciosamente ocultada por el Estado, que
considera que la ciencia corresponde
a la física de los cuerpos duros.
Vamos a usar como metáfora este comentario y descripción arqueológica de los saberes de Gilles Deleuze y Félix Guattari.
De la misma manera, podemos decir que en las genealogías del poder y en las contra-genealogías de la potencia,
contrastan las formas, los contenidos las expresiones, de los flujos, respecto a las formas,
contenidos y expresiones de las máquinas,
que son aparatos compuestos de partes ordenadas,
ajustadas y dispuestas sistemáticamente, como distribución engranada de
distintos dispositivos, que pueden combinar elementos mecánicos, automáticos,
energéticos o de otra índole; los cuales, articulados, realizan funciones
definidas. Habitualmente se acostumbra emplear el término aparato para
referirse a una máquina, a una organización; en la morfología y fisiología, el
aparato es una conexión de órganos, que desempeñan la misma función. Se puede
considerar al aparato como una máquina, que supone una estructura más
desarrollada y compleja que un sistema[1].
Entonces, flujos y máquinas; pero, ¿también flujos contra máquinas? Las máquinas se
alimentan, funcionan, con la incorporación de flujos; por ejemplo, los automóviles consumen gasolina, que es flujo de petróleo industrializado. La energía, en todas sus formas, aparece en formas de flujos. Ahora bien, alguien puede
observan que el carbón no es un flujo;
sin embargo, es la energía que
alimenta a la máquina a vapor. Esto
aparentemente parece una buena observación; empero, confunde la materia con la energía; más correcto es decir que el carbón contiene la energía singular que contiene y que
libera en forma de flujo.
Podríamos bosquejar un
cuadro ilustrativo, sin otra pretensión que ilustrar, no decir que así es o así
funcionan y se relacionan cuerpo, flujos
y cuerdas. Los cuerpos parecen
sólidos, consolidados, equilibrados en sus estructuras
inmóviles; las energías aparecen
como flujos, en contante fluidez; las
cuerdas, como substrato de las partículas infinitesimales, aparecen en
forma de ondas y se expresan como vibraciones. En este sentido, tomando en
cuenta lo anterior como metáfora, podemos deducir que si bien los flujos de energía alimentan a las máquinas, el destino, por así decirlo, la finalidad,
otra manera de decirlo, de los flujos
no es el de alimentar a las máquinas.
Los flujos están más acá y más allá de las máquinas.
Como dijimos antes, respecto
al nomadismo y al sedentarismo, los flujos no se oponen a las máquinas;
mas bien, son las máquinas las que capturan flujos para consumirlos y poder
funcionar. Parte de los flujos pueden
ser capturados y consumidos por las máquinas;
empero, la mayor parte de los flujos
siguen sus cursos. Por lo tanto, no son las máquinas
las que asignan el sentido inmanente a los flujos;
así como Martín Heidegger creía que una hidroeléctrica asignaba sentido a las corrientes de agua. Aunque
lo decía con pretensiones críticas de la filosofía existencialista y
hermenéutica, refiriéndose a la técnica y
a la tecnología, esto implicaría que
la técnica y la tecnología abarcan todas las aguas, por lo menos, de todos los
ríos; algo que no es evidentemente cierto. El sentido inmanente, mejor dicho, los sentidos inmanentes de todas las aguas se encuentran en su propio acontecimiento, que desbordan ampliamente
a la técnica y la tecnología humanas.
Una conclusión repentina puede
ser la sencilla proposición de que hay más flujos
que máquinas. ¿Esto implica que hay
más energía que materia? ¿Si fuese así, cosa que no afirmamos, sino ponemos en
mesa, hay más cuerdas que flujos? No vamos ni animarnos a
responder estas preguntas; nos quedaremos en la proposición sencilla y casi
ingenua. Los flujos desbordan a las máquinas, de la misma manera que las sociedades alterativas desbordan a los estados. No hay pues un enfrentamiento
de parte de los flujos contra las máquinas; lo que hay, desde la perspectiva de las máquinas, desde el
celo mismo de su pretendida centralidad,
es una carencia disfrazada de autosuficiencia respecto de los flujos, que las desbordan. Así también, desde
la perspectiva del Estado, desde el mito de su soberanía, centralidad y necesidad, desde su paranoia, lo que hay es miedo disfrazado de violencia absoluta.
La represión es del Estado, la absorción, el consumo y la captura es
de las máquinas. Los flujos no tienen una mirada paranoica, ni conciben la carencia. Siguiendo con las metáforas,
los flujos tienen miradas compuestas y combinadas, alegres y rebosantes,
curiosas y viajeras; los flujos
pueden ser concebidos, mas bien, como abundancias.
Tampoco hay una paradoja creativa entre flujos y máquinas, mucho menos, contradicción; se encuentran en
distintos planos de intensidad. Así
como dijimos, que el poder genera el sedentarismo, ¿se puede decir que el sedentarismo genera las máquinas? No parece sostenible esta
hipótesis implícita; no se ve la necesidad
de que pueda ser así. Entonces, otra pregunta: ¿hay máquinas nómadas? En Mil
mesetas; capitalismo y esquizofrenia, Deleuze y Guattari consideran que sí;
es más, las primeras máquinas de guerra
eran nómadas. Al respecto, el
problema que tenemos deriva de nuestra configuración
de las máquinas como aparatos de poder. En consecuencia,
desde esta concepción de las máquinas no
podría haber máquinas nómadas, aunque
Deleuze y Guattari tuvieran mucha razón, sobre todo desde los registros y las
fuentes históricas. A nosotros nos interesa caracterizar, desde la perspectiva de la complejidad, a las múltiples formas de poder, a sus
“lógicas” inherentes de dominación;
en ese sentido, hemos definido y usado un concepto
de máquinas menos amplio que el que
otorgan Deleuze y Guattari. Somos conscientes
de esto, de esta restricción.
Entonces, ¿qué habría en vez
de máquinas por parte de los nómadas? Obviamente instrumentos,
si se quiere, en esas remotas eras de la humanidad, instrumentos de caza, de recolección, de manipulación de los
alimentos y de hechura de las vestimentas. Es decir técnicas y tecnologías tempranas. Las máquinas, en el sentido restringido nuestro, suponen tecnologías; sin embargo, no
necesariamente, toda tecnología
deriva en máquinas. Las técnicas y las tecnologías desbordan a las máquinas.
En este sentido, podemos sugerir la siguiente hipótesis interpretativa: los nómadas,
comprendiendo sus singularidades
históricas-sociales-culturales, regionales y locales, teniendo en cuenta épocas y periodos, generan herramientas,
dispositivos livianos, que no pesen,
no frenen o hagan lento los movimientos de los flujos y sus recorridos. Lo que Deleuze y Guattari llamaban máquinas de guerra nómadas, son, para
nosotros, dispositivos técnicos
subordinados a los flujos, movimiento,
velocidad de las marchas nómadas. En
otras palabras, instrumentos que
agilizan, liberan, coadyuvan, no aparatos
sedentarios, que detienen, que capturan,
que fijan, inmovilizando todo flujo,
todo movimiento, estancando los recorridos.
[1]
Ver Estrategias y aparatos. Dinámicas moleculares; La Paz 2016. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/estrategias-y-aparatos/.
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