viernes, 24 de junio de 2016

A no olvidar

A no olvidar


Raúl Prada Alcoreza


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¿Qué es un momento intenso? ¿Qué es un presente eterno? Quizás hay muchas formas en las que se da; lo que lo caracteriza es esa hendidura profunda que deja en la memoria, sobre todo en la memoria social.  Esa inscripción que como marca o herida, dicho de otra manera, recuerdo placentero o entrañable, deja en el cuerpo. Hay momentos intensos y presentes eternos de los pueblos; momentos, como se dice o decía René Zavaleta mercado, constitutivos. Pero, ahora, no nos interesa el carácter histórico-político constitutivo, sino el carácter o la condición inmanente constitutiva. La manera crucial como se constituye un pueblo o, mas bien, su memoria social, que puede convertirse, por ser tal, memoria, en olvido, que es parte de la memoria.

La guerra del agua fue uno de esos momentos para el pueblo de Cochabamba, también para el pueblo de Bolivia; en la medida que fue irradiándose, fue constitutivo del pueblo latinoamericano y del Caribe, así como de todos los pueblos que luchan por el bien común de la vida que es el agua. El sentido inmanente de esta experiencia constitutiva tiene que ver con la huella profunda que deja en los cuerpos, con la inscripción hermenéutica que deja en la memoria social.

No se crea, de entrada, que esta huella, hendidura e inscripción, al ser constitutiva, irrumpe como acontecimiento para quedarse, afincarse como tal, edificándose para siempre; haciendo que su presencia incida en los comportamientos y conductas de los pueblos, de manera permanente. Es un acontecimiento, y como tal, funda, si se quiere, un nuevo tiempo; empero, no por esto mantiene la misma intensidad todo el tiempo. Tal parece, que una vez, explosionado el volcán, cuando la lava se solidifica, es como si se hundiera el volcán; aunque no se hunda, aunque esté ahí, desde que explosionó; presente, pero apagado. Entonces, se lo ignora, forma parte del paisaje acostumbrado; de la rutina, como algo que estuvo siempre, incluso antes de la explosión. Entonces, la manera de verlo en la cotidianidad es como si formara parte del paisaje social-político desde antes, incluso desde antes de la explosión. Entonces se olvida su importancia en el presente, su incidencia en el periodo. Es como si se hubiera tragado la tierra al volcán o, mejor dicho, al volcán encendido; como si se lo hubiera adecuado al mismo paisaje social-político de antes de su aparición.

Esto parece haber pasado con la guerra del agua. Ese volcán social-político, que, desde la evaluación de Comuna, inició la movilización prolongada (2000-2005), se apagó, se silenció; su magma se solidifico, formando parte del mismo paisaje social-político, a pesar de la presencia de la lava solidificada y el perfil del volcán apagado. Ahora bien, este apagado no fue instantáneo; más bien duró; duró un quinquenio y, quizás un poco más, hasta la Asamblea Constituyente. Después se apagó, fue adecuado al paisaje social-político dominante y hegemónico, a pesar de las modificaciones y las nuevas presencias. En otras palabras, el volcán no creo un nuevo mundo; lo que hizo es afectar al viejo mundo, modificarlo, revolverlo un poco, cambiar las élites, los personajes y los discursos; empero, la estructura misma del mundo afectado, anterior, se mantuvo.

Sin embargo, el momento constitutivo no ha desaparecido. Forma parte de las remociones profundas en la geología social y política. La constancia de este acontecimiento es la misma presencia del volcán apagado; ha sido un momento intenso de la movilización social anti-sistémica. No deja de perdurar en la corporeidad social y popular; está ahí, aunque de una manera adormecida. Es un presente eterno, que a Alan Badiou le gusta llamar verdad, por su carácter universal, desde la perspectiva platónica actualizada o, si se quiere modernizada.

No vamos a discutir la concepción de verdad, la concepción universalista, el platonismo moderno, de Badiou; esto lo hicimos en Acontecimiento político[1]. Lo que interesa es volver al acontecimiento, que aparece no solo como constitutivo, sino, también, como continente social y político, que contiene la multiplicidad de singularidades, de procesos singulares entrelazados, que contiene las dinámicas sociales y políticas, aunque se den paradójicamente. Todo cambia para que nada cambie, como dice la filosofía del gatopardo. Las modificaciones se apoyan o se asientan y sustentan en el paisaje social-político conservado; aunque, a su vez, esta conservación, se sostiene, en el movimiento telúrico, en la remoción geológica. La remoción geológica no ha transformado el perfil geológico social-político de las capas y estratificaciones sedimentadas, sino que las ha removido, provocando isomorfismos. De todas maneras, es un presente eterno a la manera, si se quiere, como entiende Badiou lo universal.

No solo porque el volcán puede volver a despertar el presente eterno, en el sentido que solo tenemos ante nosotros el presente; el pasado no existe, solo sus huellas o los mapas de sus huellas; el futuro tampoco existe, pues no está, solo aparece como espera. En el presente el acontecimiento del que hablamos, la explosión social y política es siempre una posibilidad; es la potencia social ya anunciada, que puede volver a desbordarse. Es presente eterno porque no solamente forma parte de la experiencia social sino, también, del aprendizaje, de la pedagogía política; aunque este aprendizaje se lo haya guardado en la gaveta y se crea, por una apreciación incorrecta y errada, por una apreciación hecha desde los conservadurismos e inhibiciones inoculados por los diagramas del poder, coagulados en las prácticas, cristalizado en los huesos de los habitus.

El acontecimiento de la guerra del agua enseña que las multitudes pueden sincronizarse de otra manera, distinta a la sincronización habida en los habitus, en las prácticas de costumbre, dadas las relaciones y estructuras institucionalizadas. Los grupos, los individuos, sincronizan de otra manera; también lo hacen las organizaciones, que coordinan de otra manera con las bases; sobre todo, con las movilizadas y las movilizaciones. Los comités de bloqueo o de huelga, los comités de marcha y de movilización, se suelen convertir en las efectivas autoridades, las que efectivamente toman decisiones en la movilización, en el bloqueo, en la marcha, en la huelga. Las decisiones se toman en cabildo y asambleas. Estas descripciones y características trazadas en los ensayos, descripciones y análisis críticos del periodo de Comuna[2], son ahora, nuestros referentes, interpretados en su momento, el momento de las acciones de movilización. Ahora, no buscamos volver a las descripciones, tampoco a los análisis de ese entonces; efectuar un nuevo análisis o una nueva descripción, para mejorarlos, incluso actualizarlos o renovarlos; o, si se quiere, hacer una crítica a esos análisis y descripciones, que formaron parte del activismo de ese entonces. Menos recurrir a testimonios, como muchas investigaciones lo hicieron; buscando en los testimonios de los protagonistas, las comunidades, las multitudes movilizadas, los personajes individualizados, el dirigente, la dirigente, el ama de casa, los guerreros del agua, el enfoque singular de los sublevados. Todo esto formó parte de la sorpresa de los intelectuales ante las movilizaciones multitudinarias y sus victorias en las calles, los caminos y los espacios políticos de emergencia. El testimonio tiene el valor documental porque se registra la voz de la persona, de la singularidad concreta, que se ha movilizado; porque su habla enseña su enfoque propio, su memoria, sus motivos, pero, también, su trayectoria y recorridos propios y efectivos en sus singularidades. El testimonio no es un documento o investigación, ordenado, descriptivo, incluso analítico, que opone la verdad del pueblo a la mentira del poder; o la verdad de la realidad social concreta a la narrativa sociológica y politológica. Esto último, más o menos, han pretendido muchos intelectuales, que han querido encontrar en los testimonios una salida a la repetición casi tautológica de las investigaciones académicas, apegadas a modelos metodológicos y paradigmas. Estas inquietudes, las de las investigaciones testimoniales, que recurrían, mas bien, a los métodos etnográficos, que a los métodos sociológicos, formaron parte de una movilización intelectual, si se quiere, crítica, que acompañó a las movilizaciones sociales anti-sistémicas. Si retomáramos estas publicaciones testimoniales, no lo haríamos como si fuesen la verdad o dirían la verdad, que es la presunción de las teorías de la modernidad, sino porque estos movimientos intelectuales fueron parte de la movilización social, en defensa del agua y de la vida. Fueron parte del acontecimiento. Los mismos análisis, descripciones, críticas, interpelaciones y convocatorias de Comuna, fueron textos involucrados en las movilizaciones sociales del ciclo de la rebelión popular, indígena, colectiva, comunitaria y urbana, del periodo de la movilización prolongada; así mismo no escapó tampoco a las pretensiones de verdad de las teorías vanguardistas.  No traemos a colación este dato o anotación para criticar, sino para tomar en cuenta que se trata de rasgos de las formas de realización social, política e intelectual, si se quiere, de los momentos, lapsos y contextos de la guerra del agua y de los acontecimientos sucesivos de la movilización prolongada.   

Como adelantamos, ahora, el interés radica en comprender la otra sincronización de las multitudes en momentos de intensidad y emergencia, en el presente eterno, en el que se convierten esos desbordes multitudinarios, cuando la potencia social explosiona. Los mismos individuos, los mismos grupos, colectivos, organizaciones, son distintos cuando el momento intenso de la movilización transforma los ambientes y los paisajes sociales-políticos acostumbrados en una situación convulsa, cambiable; propensa a cruzar umbrales y abrir horizontes. Transformando a los mismos individuos, a las mismas personas, a los grupos, colectivos, comunidades, a las mismas organizaciones, a las mismas muchedumbres de la vida cotidiana, en perfiles subjetivos rebeldes, perfiles de los y las levantadas, perfiles distintos; pasan de la subordinación a la sublevación.  Lo importante es comprender la sincronización de las multitudes sublevadas que dan lugar a la emergencia de la potencia social.  

Usamos el concepto de sincronización para referirnos a la sincronización integral del pluriverso, en condiciones de la complejidad articulada de la simultaneidad dinámica[3]. Ahora usamos, de manera más suelta, y hasta quizás metafórica, el concepto de sincronía de las singularidades, aplicándola en complejidades mucho menores, que, además, se encuentran en la complejidad integral del pluriverso. Hablamos de las complejidades singulares de las formaciones sociales; complejidades dinámicas de estas sociedades, en distintos ciclos y periodos; sobre todo, de los cambios en las sincronizaciones sociales acostumbradas y fijadas por las instituciones. Cuando se dan las crisis sociales, políticas, económica y culturales; cuando de estas crisis, emergen movilizaciones sociales anti-sistémicas, que sacan a luz la potencia social, trastrocando las sincronías sociales institucionalizadas, desenvolviendo, desplazando, inventando otras sincronizaciones, más acordes con los flujos de la potencia social.

Las sincronizaciones sociales de las movilizaciones de la guerra del agua, aumentan la fuerza social, liberan la potencia social, hilvanan tejidos sociales democráticos, dan la palabra al pueblo, conforman la deliberación abierta y construyen la decisión política en asambleas y cabildos. Es cuando las multitudes aprenden en pocos días lo que se hubiera prendido en décadas, en alguna academia, que asume estos campos de estudio, las de la política, de la sociedad, de la cultura, de la economía, desde la perspectiva de la ciencia política, la sociología, la antropología y la economía política. Es cuando se da lugar lo que llamamos la pedagogía política de las multitudes.

En los barrios suburbanos de la zona sur de Cochabamba, se desarrolló un sistema alternativo de abastecimiento de agua; administrado y dirigido por las propias comunidades asentadas, en vinculación con la organización de los regantes, quienes ya cargaban una larga experiencia de obtención de agua por pozos en el área rural. El valor del agua es conocida ancestralmente por comunidades oriundas y por comunidades campesinas; vuelve adquirir una importancia crucial en la experiencia, la memoria y los imaginarios de las poblaciones migrantes a las ciudades. Donde son asentadas en las zonas periurbanas, que no son literalmente atendidas por el gobierno municipal y las políticas urbanas. Entre los servicios ausentes a las poblaciones asentadas y demandantes, se encuentra el agua como una primordial prioridad. El gobierno municipal, como lugar de los eventos sociales, el gobierno nacional, de ese entonces, 1997-2001, que antecede a la secuencia de guerras del agua, en zonas rurales y periurbanas - en el periodo de la crisis del agua, 1999-2000 -, hace de contexto histórico-político de la crisis de legitimidad de la democracia formal, hegemonizada por los sectores dominantes, que apoyaron a las dictaduras militares. Periodo también en que el gobierno constitucional del generan Banzer Suarez - en su segunda gestión, pues la primera fue de facto, una dictadura militar de largo alcance -, el Congreso elegido, por mayoría congresal, conformada por pactos partidarios, entregaba el bien común del agua a una empresa trasnacional del agua, “Aguas del Tunari”, subsidiaria de la empresa multinacional “Bechtel”, como recurso natural convertido en mercancía, altamente rentable. Esto por la ecuación económica donde intervienen variables como la inversión, la conversión del bien común en propiedad exclusivamente privada, incluyendo el agua de los pozos, de los ríos, de los manantiales y de las lluvias, y la rentabilidad, de las altas tasas de retorno. Las poblaciones suburbanas quedaron sin acceso al agua, al bien común, indispensable para la sobrevivencia; ni que decir respecto a las comunidades campesinas del entorno, que quedaron también sin el necesario acceso al agua para sus riegos.

Hay aprendizajes en periodos largos de la vida o, también, recogidos de las tradiciones o enseñanzas de las familias y las comunidades cercanas, del mismo modo, se diría modernamente, de la clase social, de sus luchas históricas. Así como de la experiencia propia se aprende las composiciones del mundo circundante. Se aprende, por ejemplo, quienes gobiernan, quienes son gobernados, quienes son el poder, quienes obedecen y son mandados, además de ser convertidos en dominados; aunque esto último, viene, mas bien, de la formación política. Todo esto toma su tiempo, además de que no es tan fácil descifrar estas enseñanzas de aprendizajes largos. En contraste, el aprendizaje del momento intenso del presente eterno de la rebelión es inmediato, es profundo, se lo descifra e interpreta casi de manera repentina, acompañando a la gramática del acontecimiento de la sublevación. Se aprende, por ejemplo, a dónde llega la dominación; puede llegar a entregar el bien común que da vida, para hacer grandes negocios. Aprende de la represión sin miramientos, que desecha la Constitución, las leyes, los derechos, la democracia formal; represión que se aplica con saña, como en una guerra convencional, movilizando tropas. Aprende con la muerte, de los caídos, que la vida también es una tragedia fuera de ser un drama cotidiano. Aprende el pueblo que lo único que tiene y puede vencer al poder es su coraje.

Aprende de la política. Se le hacen visibles a las multitudes los métodos y procedimientos de la burguesía, de los gobiernos de la burguesía, de su coalición. Cómo usan la democracia formal, las leyes, las regulaciones, sobre todo, el discurso del “desarrollo” para su beneficio. Aprenden a conocer los dobles discursos de la doble moral de la clase dominante, en el contexto-mundo sometido por las clases dominantes de todos los países y en todos los Estado-nación. Las multitudes aprenden en la álgida experiencia social del valor ecológico inconmensurable de los recursos naturales; de los que son estos recursos en el sistema-mundo capitalista, la materia y objeto de poder de las transformaciones productivas y de la acumulación de capital. Por eso, también, aprenden a defender los recursos naturales y construir una política de masas en defensa de los recursos naturales y de la soberanía nacional.

Las multitudes, en el momento de intensidad de la subversión, aprenden mucho. Entre las enseñanzas notables, se puede apuntar el aprendizaje histórico, por así decirlo, las lecciones de la historia; haciéndose intérpretes de los ciclos históricos, no solamente de la historia reciente y de los ciclos de mediano plazo histórico, sino incluso con un alcance más largo, relativos a las estructuras de larga duración. Es asombroso lo que se escucha en las asambleas y en los cabildos, en los Congresos, en las reuniones de las organizaciones involucradas en la lucha, en las convocatorias de las comunidades. Llamemos a este estado o condición de las masas, iluminismo popular.

Ciertamente, esta primavera revolucionaria, no dura sino una estación climática. Después, con el triunfo político, viene como el apaciguamiento, si se quiere, la paz revolucionaria; incluso la victoria electoral del pueblo oprimido. El problema recomienza aquí. Con las fuerzas sociales distendidas, con la confianza que otorga el triunfo, con la victoria electoral, como que se vuelve a casa y se dejan los bloqueos, las marchas, el tensar de las fuerzas y de las organizaciones. Se asume la victoria como fin, como logro supremo, que lo que viene es tarea de los conductores, del partido, de los gobernantes, del nuevo Estado.

Las consecuencias de este retiro de las multitudes del escenario político, de delegar a los representantes y los gobernantes, la tarea de seguir adelante, manejando la nave del gobierno y la maquinaria del Estado, es que se vuelve a lo mismo, a la misma estructura de poder, a la misma estructura de Estado, aunque haya cambiado el gobierno y la representación congresal. Lo que viene no dependen tanto de los gobernantes ni de sus intenciones, tampoco de sus perfiles, no depende del partido, sea o no adecuado, sea o no formado y preparado, tenga o no cuadros, sino depende fundamentalmente de la inercia de la maquinaria fabulosa del poder, inserta en el orden mundial de las maquinas fabulosas del poder. Depende de las dinámicas y mecánicas de las mallas institucionales, que corresponden a estructuras de poder, a diagramas de dominación, a cartografías políticas, que no han sido desmanteladas por la sublevación popular.

Poco a poco reaparecen los fantasmas de la dependencia, del poder, de la subalternidad, de los dobles discursos y de las dobles morales. Después de un tiempo se escucha a los nuevos gobernantes emitir criterios parecidos a los gobiernos derrocados, motejados de neoliberales, sobre el “desarrollo”, sobre el equilibrio “macro-económico”, sobre la necesidad de recursos económicos para invertir en salud, educación, y producción; que, por eso, es menester seguir entregando los recursos naturales como materias primas, con la salvedad que ahora se lo hace “soberanamente”. También se vuelve a asistir a la represión recurrente, en la historia colonial de la república, en contra de las naciones y los pueblos indígenas, en contra de sus territorios, vulnerando sus derechos consagrados en la Constitución. Así, como también se asiste a la continuada destrucción de la madre tierra, con la expansión de la economía política colonial extractivista del capitalismo dependiente.

Las preguntas que atormentan a las multitudes son: ¿Por qué pasa esto? ¿Es una condena histórica? ¿Por qué vuelve a ocurrir lo mismo o casi lo mismo, si se quiere, algo diferente, pero que tiene muchas analogías con lo ocurrido anteriormente? ¿A qué se debe? ¿Traición de los gobernantes, traición del partido, traición de la dirigencia? Hay un desencanto, se pierde la expectativa, aunque no necesariamente la esperanza. Hay como un sentimiento confuso de amarga insatisfacción. ¿De derrota, a pesar de haber triunfado? Estas preguntas han sido tratadas en otros ensayos; ahora, no vamos a volver a ellas ni a sus respuestas. Tan solo vamos a retomar algo que dijimos. Desde nuestra perspectiva, es una derrota el desenlace del proceso de cambio; el poder ha tomado a los gobernantes, al partido populista y socialista, al conjunto de los representantes del pueblo. El poder ha vencido al proceso de cambio, al reciclarlo en largos ciclos de reproducción del poder. Sin embargo, también dijimos, que una derrota mayor, después de este derrumbe, es el retorno de los gobiernos derrocados. Puede ocurrir esto, como ya lo vemos en el continente, pues los “gobiernos progresistas” cavaron su propia tumba sin aprender las lecciones de la historia política de la modernidad. Quisieron oponer su prepotencia ante la exigencia de debate, discusión y crítica. Quisieron sustituir la realidad efectiva son la simulación, la comedia, la propaganda y la publicidad. Poco a poco, como en El tiempo de las cosas pequeñas[4], fueron retrocediendo, hasta cruzar la línea y encontrarse, al otro lado de la vereda, enfrentando al pueblo.







[1] Ver Acontecimiento político. Ver Acontecimiento político; así mismo Paradoja de la revolución; también Critica de la Ideología; así como Flujos-espesores. https://pradaraul.wordpress.com/2015/06/23/acontecimento-politico-i/https://pradaraul.wordpress.com/2015/06/23/acontecimento-politico-ii/.
[2] Hablamos de El retorno de la Bolivia plebeya, Tiempos de rebelión, Pluriverso: Teoría política boliviana, Memorias de Octubre, Horizontes y límites del Estado y el poder, Transformaciones pluralistas del Estado, que son libros colectivos de Comuna, y Largo Octubre, Horizontes de la Asamblea Constituyente y Subversiones indígenas, que son libros personales.
[3] Ver Dinámicas corporales y sociales. Ver Dinámicas corporales y sociales; también Metamorfosis y biopoder.

[4] Sergio Almaraz Paz: Réquiem para una república. En Obras. Plural Editores. 

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