Un gobierno anti-proletario
Raúl Prada Alcoreza
El caso de ENATEX nos enseña otros perfiles del
gobierno populista y progresista, con pretensiones de “socialismo-comunitario”.
Asombrosamente, después de que lo calificamos como gobierno anti-indígena, con el conflicto del TIPNIS, ahora podemos
calificarlo como gobierno anti-proletario.
¿Cómo puede darse un gobierno
anti-proletario? Un gobierno burgués, es decir, ejemplarmente capitalista,
no puede ser anti-proletario, pues el
modo de producción capitalista
depende del proletariado para el
cumplimiento del proceso de valorización
dineraria. Un gobierno liberal burgués no puede ser anti-proletario, a no ser que quiera suicidarse, y acabar con el modo de producción capitalista. Lo que
si puede ser este gobierno burgués, por lo menos hipotéticamente, es ser
represivo con las demandas y pretensiones sociales, económicas y políticas del proletariado organizado; pero, no anti-proletario. Yendo al otro lado, un gobierno socialista, que por las circunstancias
de la coyuntura, compungido por los bloqueos, los boicot y las restricciones de
los Estado-nación, las potencias imperialistas, del sistema-mundo capitalista, se ve obligado a optar por un pragmatismo y un realismo político, que lo llevan al burocratismo, no puede ser anti-proletario, aunque tenga que
sabotearlo, en lo que respecta a la democracia obrera, al mandato de los consejos, de los soviets, preservando el monopolio
y la centralización del mando en el comité
central del Partido Comunista. Esto significaría, descartar no solamente
sus bases, sino la matriz de su misma ideología
y praxis política.
¿Qué es, entonces, un gobierno anti-proletario? Comenzaremos con algunos balbuceos. Un gobierno anti-proletario aparece como un
dispositivo de boicot al productor directo, en condiciones de proletariado; algo que no podría hacer
un gobierno burgués, tampoco, por
razones simétricas y opuestas, un gobierno
socialista. ¿Qué clase de gobierno boicotea al proletariado por razones económicas o por razones políticas? Solo
podría ser un gobierno al que no le interesa la producción, tampoco el socialismo,
aunque se lo proponga como prolongación de la dictadura burocrática y no como dictadura
del proletariado. ¿A qué clase de gobierno no le interesa la producción ni el socialismo, aunque lo diga demagógicamente, que le interesa? Solo
puede ser una clase de gobierno que le interesa de sobremanera la especulación, acompañada por la simulación; sobre todo, dada en las
formas de la economía política del chantaje.
Estos no son gobiernos típicos al servicio del
capitalismo, sino se trata de gobiernos que habitan en los espacios del sistema-mundo capitalista; pero, para hacer de parásitos, para alimentarse de las economías políticas del chantaje, del capitalismo especulativo; en términos de las expresiones políticas, optan por las formas más estridentemente
demagógicas, más bulliciosamente teatrales, más evidentes en los montajes
mediáticos. Esta clase de gobiernos, pueden optar por distintos discursos, dependiendo
de las coyunturas y los periodos característicos; la clave no está en lo que
dicen, en lo que expresan, en el papel que representan,
sino en la estrategia dúctil y plástica
de la acomodación. Se acomodan a las
convocatorias y discursos atractivos a las masas, en su momento. Por eso, cuando hablan de proletariado, no lo hacen como lo hicieron lo bolcheviques o como lo hacen otras expresiones socialistas
marxistas, sino, como una metáfora
comodín. Apoyan al “proletariado” porque fue el referente de las grandes
revoluciones del siglo XX. Otorga prestigio el usarlo como referente de los
discursos políticos en el siglo XXI.
Cuando tienen que atender las demandas del proletariado, desde las más economicistas hasta as más políticas, lo hacen de manera
improvisada. Pueden abrir fuentes de
trabajo o contratar en masa a poblaciones demandantes, sin evaluar las condiciones económicas ni las consecuencias políticas. Lo que importa
es el momento, en el sentido, de la oportunidad de satisfacer demandas para
obtener clientelas del poder,
ampliando la masa de los involucrados en la economía
política del chantaje. Así mismo, con la misma facilidad, pueden cerrar las
fuentes de trabajo, cuando las
tuercas les aprietan. Pueden abrir una empresa pública, comprada a la empresa
privada, por sus perfiles exitosos, y después pueden cerrarla estrepitosamente,
por el fracaso económico y competitivo; sobre todo, por una pésima
administración, teñida por corrupción depravada. Obviamente ocultando estos
datos elocuentes, inculpando a las trabajadoras y trabajadores por el fracaso.
Un gobierno
anti-proletario es un dispositivo
gubernamental al que no le interesa la existencia o inexistencia del proletariado; solo le interesa el
nombre, como uso en el discurso
demagógico. No le interesa la productividad,
como a la burguesía; tampoco el socialismo,
como al Partido Comunista ideal, no
el efectivamente dado, que es una calamidad de diletantismos y de imposturas
grotescas, muy lejos del heroico bolchevismo.
Solo le interesa el espectáculo político,
y en este espectáculo, la perduración en
el poder. Gobiernos de estas características, anti-proletarios, es decir, anti-productivos
y, efectivamente, anti-socialistas,
aunque digan lo contrario, son fenómenos
gubernamentales de la era de la simulación;
de lo que podríamos llamar formas
estatales de la decadencia de la modernidad.
ENATEX se ha cerrado con una ley que lo único que dice
es que la empresas públicas que no son rentables se cierran; ¿por qué las
abrieron, cuando se cerró el mercado de la ATDPA? ¿Improvisación,
irresponsabilidad, decidía? En vano buscaremos una respuesta en los voceros
gubernamentales. No la puede haber; los gobernantes no están en condiciones de
darla, pues actúan, respondiendo a las “lógicas” de la economía política del chantaje. Para ellos basta emitir un
argumento tan vago como éste. Los refrendan todos los señores de los órganos del poder del Estado,
acompañados por la masa castrada de llunk’us.
El proletariado
en el conflicto tiene un argumento irrebatible, la preservación de las fuentes de trabajo; argumento, además,
avalado por la propia Constitución. No se puede decir concluyentemente que la
empresa no puede ser competitiva en el mercado internacional; ¿por qué no puede
volver a serlo? Lo que ha quedado en claro es la incompetencia del ministerio
del rubro, de los directores y administradores de la empresa, que, en la
práctica, hicieron, todo para destruir la empresa, en vez de optar por medidas,
que la hubieran hecho marchar. No tiene sentido la discusión general, sin
asideros, de si la empresa pública es una mala administradora, como si esto
fuera una característica esencial o
si solo la empresa privada puede ser competitiva. Cuando de lo que se trata es
de contar, en uno u otro caso, con aplicación de técnicas, tecnologías,
administraciones, subjetividades, espíritu de cuerpo, adecuado, en un mundo competitivo. Nada de esto estuvo
presente en la administración estatal de ENATEX.
Los gobernantes demagogos, charlatanes, pretensiosos,
simuladores, patéticos teatreros, descargan todo el peso de la crisis en los
trabajadores, tal como lo hacían los gobiernos liberales en las crisis
económicas, tal como lo hicieron los gobiernos neoliberales en las crisis
económicas y de legitimidad. En esto se parecen, estos gobiernos de la burguesía
y estos gobiernos charlatanes; en Bolivia se dice pajpacus. Al final, cuando, hay que tomar decisiones, cuando hay
que descargar el peso de la crisis, la descargan sobre el proletariado.
Las trabajadoras de ENATEX han lanzado una propuesta
desafiante: ya que el gobierno ha fracasado en la administración, dejen que los
trabajadores de textiles se hagan de la empresa, pues ellos saben del oficio,
además de tener experiencia; son los únicos que pueden hacer marchar la
empresa. Esta propuesta es no solamente coherente, además de consecuente, sino
que corresponde claramente al gesto y actitud proletaria en la perspectiva del
porvenir de la clase trabajadora y de la humanidad. La única observación que
haríamos es que los derechos no se los mendiga se los toma; es una decisión
asumida por las trabajadoras y trabajadores, entonces, se la efectúa en el
acto, y debe ser apoyada por los bolivianos y las bolivianas, que creemos en la
autogestión.
La experiencia de ENATEX y la próxima experiencia de
Huanuni, aunque ya conocida y reiterada, de nuevo, deben obligarnos a
reflexionar. ¿En lo que respecta al porvenir del proletariado qué es lo que importa? ¿Los argumentos del equilibrio macroeconómico, las
pretensiones de realismo y pragmatismo
económico, los argumentos políticos
de estabilidad, los discursos divagantes del populismo tardío, que opta por las relaciones clientelares y la economía
política del chantaje? ¿O, al contrario, importan los argumentos de las
trabajadoras, del proletariado, que
defiende sus fuentes de trabajo, con
la pasión que demanda la defensa de la
vida? Hay que optar. Optar por lo primero, es optar por los institucional,
el Estado, la economía, que no es más que un supuesto campo existente autonomizado; optar por lo segundo, es
optar por las apuestas por la vida, que tiene en los cuerpos, en este caso del proletariado,
a las materialidades vitales de la
creatividad y la inventiva de la potencia
social. El gobierno, no solo ha optado por lo primero, por la metafísica banal de la economía y de la
política decadente, en la modernidad tardía, sino ha optado por la simulación
insostenible de una economía política,
ya desaparecida en el siglo XX. Los ciudadanos, si es que quedan, tienen que
optar entre la decadencia o la
oportunidad de reavivar los ciclos
vitales.
Nadie debería quedar indiferente, pues son temas
cruciales que nos competen. Al quedar indiferentes, avalamos las maniobras de
un gobierno anti-proletario. No hay
neutralidad ante la emergencia de la crisis orgánica y estructural del sistema-mundo capitalista. Sobre todo,
es grave, cuando se trata de versiones decadentes y agonizantes en el
crepúsculo de este sistema-mundo. Los
y las bolivianas no debemos dejar que se cierre ENATEX, debemos apoyar a los y
las trabajadoras en la autogestión
industrial de la empresa textil.
Al respecto, es conveniente hacernos varias preguntas
pertinentes. Quizás la primera tenga que ver con un sentimiento lanzado por un cantautor, y la segunda, por un
ensayista analítico sensible, de inclinación camusiana. El primero se
preguntaba: ¿Cuándo bolivianos podemos tomar un vaso de chicha o de cerveza
juntos? El segundo, desafiaba: atrevámonos a ser bolivianos. Como dijimos en
otro texto, lo primero lo hacemos siempre, aunque no fuese todos juntos; nos
gusta tomar en familia, con amigos, en fiestas, en ferias y en entradas. Lo
segundo no, salvo en momentos de
intensidad y de eterno presente,
cuando emerge desde el fondo de nuestras entrañas, del fondo de nuestro
metabolismo corporal, del fondo de nuestra dinámica
corporal, la potencia social. Muy
lejos de todo chauvinismos muy distantes de todo patrioterismo, que se
contentan con desgarrarse las vestiduras, haciendo valer sus gritos estridentes
por la patria vulnerada; empero, en eso se quedan, en la pose gritona. Estos
chauvinistas y estos patrioteros están muy lejos de hacer patria, de la única
manera que se la puede hacer, con el afecto propio a todo lo que hace a lo que
se llama patria; es decir, a sus territorios entrañables, a sus hombres y
mujeres amados, a la dedicación a sus tramas y tragedias padecidas, a la
conjunción entrelazada de los pueblos del continente. Los proletarios, los trabajadores y las trabajadoras de ENATEX, son nuestros
y nuestras compatriotas. No podemos dejarlas abandonadas, cuando nos dicen que
es su fuente de trabajo, que tienen
hijos, familia, sobre todo, que ese es su oficio de años, de décadas. Sobre
todo, cuando estos discursos pasionales, se contrastan con el cinismo de los
voceros del gobierno, la versión incoherente y deshonesta del gobierno, la
actitud corrosiva y chingona de los
administradores oficialista de la fábrica. Cuando somos convocados por nuestros
hermanos y hermanas no podemos ser indiferentes; la indiferencia sería una
muestra lamentable de nuestra propia muerte adelantada.
Ya no se trata de “ideologías” sino de nuestro apego a
la vida. Toda vida que quiere vivir merece nuestra atención, sobre todo nuestro
apoyo. Hemos ido demasiado lejos por el apego a los imaginarios, a las ideas,
por el desapego a la vida, de donde amamantan los imaginarios y las ideas.
Este camino nos ha desbarrancado. Es menester desandar el camino; reencontrar
los senderos iniciales, inventar recorridos, de acuerdo a los compromisos
afectivos con nuestras descendencias y nuestros entornos complementarios.
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