miércoles, 29 de junio de 2016

Otra vez Marcelo

Otra vez Marcelo


Raúl Prada Alcoreza


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¿Qué hace a la memoria social de un nombre propio, correspondiente a alguien inscrito en los despliegues de la historia política? Más allá de su apología, que después de muerto, no es difícil hacer. Tenemos una reverencia con los muertos, que se convierten en símbolos. Ya no se encuentran en nuestro mundo; ¿dónde están? Estos símbolos son como la mediación con otro mundo. ¿El de los muertos o el de los espíritus? Se vuelven ideales, pero, también, temidos; por eso, los enterramos. Esta relación con los muertos parece constitutiva del ser humano y de sus sociedades, desde los tiempos de la hominización.

No parece suficiente hablar bien de ellos, de los muertos, de los que se han ido, y nos han dejado tareas, que debemos decodificar. Tampoco encontrar su pertinencia en el presente, como si tuviéramos que repetir sus recorridos, sus pasos dados en otro presente. Hay pues como un duelo con nuestros muertos. Un duelo que no solamente se expresa en el luto, en la pena, en el recuerdo, sino también, en la búsqueda de verdades; ya sean estas filosóficas, éticas o políticas. Buscar, por ejemplo, en lo que han dicho, lo que no ha sido suficientemente comprendido. Esta actitud parece la manifestación de la consciencia culpable; no porque se haya tenido algo que ver con su muerte – esta es otra forma de culpabilidad de esa consciencia desdichada -, sino, precisamente, como parte del duelo. Hay que darle a los muertos algo que no les hemos dado cuando estaban vivos; quizás reconocimiento; quizás apoyo, quizás compromiso. De todas maneras se actúa con los muertos como si se tuviera una deuda con ellos.

Salgamos de esta relación pasional con los muertos. Pareciera que reiteramos, en otras escalas, en otras narrativas y en otros códigos, la culpabilidad de la conciencia desdichada ante la muerte de Jesús, el crucificado. Tratemos de entender que hace a una historia de vida intensa; ¿su manera de morir?, ¿su manera de vivir?, ¿ambas maneras? ¿Cuál es su relación con el tejido espacio-temporal-territorial, que les tocó experimentar? ¿De qué modo se enlazan con el tejido? Hablamos de estos hombres y mujeres que se enamoran de su tierra, que les conmueven las narrativas de su país, que padecen y se alegran con lo que consideran son dramas y tragedias nacionales; también regocijos y logros nacionales.

Marcelo Quiroga Santa Cruz fue un hombre intenso. Vivió intensamente. Se entregó intensamente al arte, a la literatura, a la política, al país que amaba, a su pueblo al que aprendió conocer, al proletariado, que se convirtió en el referente de su socialismo vivido[1]. ¿Cuáles son los hilos que lo hilvanan con su país; usando este nombre símbolo, que significa nación, Estado-nación, sociedad, pueblo, así como historia dramática en torno a los recursos naturales; en realidad formación social compleja singular?

La relación de estas vidas intensas no solamente despliega convocatorias, discursos, interpretaciones, teorías y proyectos políticos, sino también produce pliegues.  Pliegues de su experiencia singular en el contexto de la experiencia social; pliegues de la memoria personal en la dinámica de la memoria social. Pliegues de sensaciones sedimentadas, de imaginaciones estratificadas, de interpretaciones envolventes. Pliegues también de la voluntad constituida y constitutiva de sus acciones. Quizás lo que son estos personajes, rescatados en las narrativas colectivas, se encuentre en estos pliegues, más que en sus despliegues. Busquémoslos entonces ahí en estos pliegues.

De los pliegues que podemos considerar e identificar, partamos de uno. De su vinculación con una problemática nacional, la de la dependencia, denominada por él, saqueo. ¿Se puede decir que el drama de despojo y desposesión del país se convierte en un drama personal, en una angustia corporal? Si fuese así, ¿ésta es la clave de su comprensión e interpretación del acontecimiento singular, sea recortado como nación, Estado, sociedad, pueblo, historia económica-social-política concreta; en este caso, llamada Bolivia? Es decir, más que las teorías usadas y asumidas, los paradigmas apropiados, las tradiciones críticas e interpeladoras heredadas, es esta relación afectiva, perceptual, que hace de substrato vital a las interpretaciones, explicaciones, formación discursiva, convocatoria política.

¿Debemos buscar en la claridad de la crítica, de la interpelación, de la denuncia, de la interpretación política, o debemos buscar en la intensidad de una voluntad persistente, en la consecuencia de la conducta, en la dedicación a la causa, en la entrega a la lucha? ¿O en ambos planos de intensidad singular de la trayectoria de vida? Si se trata de lo último, no podemos separarlos; por ejemplo, concentrarse en la formación discursiva crítica e interpeladora, donde quisiéramos encontrar una verdad, un modelo a seguir. Si se ha logrado una claridad iluminadora en la comprensión y entendimiento de una problemática, no es solo por elaboración racional y teórica; no parece posible alcanzar claridad sin un substrato afectivo, perceptual, comprometido, que otros llaman ethos. Por lo tanto, no parece tratarse de encontrar una verdad, un modelo a aplicar, repetir el mismo análisis o su formato, en el presente, para esclarecer la problemática en el presente; sino comprender la dinámica constitutiva del sujeto crítico y activo entre estos planos de intensidad de la trayectoria de vida. Cuando se toma de esta manera la herencia vital de una trayectoria de vida, de una manera integral, no parece posible sostener la tesis de la verdad, del modelo a seguir, de la proposición a aplicar; esto sería reiterativa repetición de las formas expresivas, correspondientes al contexto de otro presente, en el contexto de este presente, el que nos toca vivir. Lo que parece, mas bien, adecuado, es aprender de la consecuencia, de la pasión, del afecto, de la entrega, de la intensidad de la voluntad, en la lucha social, política y nacional.

Esta consecuencia exige, mas bien, interpretar el presente, la problemática en el contexto singular del presente. Obviamente sin dejar de tener como referente lo que se dijo con claridad en otro presente y en las condiciones de las luchas sociales y nacionales en ese momento. Lo que importa es la continuación de las luchas de liberación, no la defensa de una formación discursiva, de una interpretación, de una explicación, que por más clara que sea, pertenece a otra coyuntura, que por más analogías que haya entre esa coyuntura y la que nos toca vivir, la interpretación no puede pretender universalidad. Esto es caer en las trampas de la “ideología”. Dicho de manera específica, refiriéndonos al símbolo del socialismo vivido, la manera consecuente de continuar a Marcelo es vivir intensamente como él las vinculaciones con los tejidos sociales y territoriales de nuestra sociedad y nuestros pueblos. Ocasionar pliegues profundos que sostengan despliegues políticos trastrocadores.








Pensamiento y acción soberanos

El pensamiento crítico boliviano del siglo XX tiene como problema la dependencia, que Marcelo Quiroga Cruz llama saqueo[2]. La convocatoria política es luchar contra la dependencia, acabar con el saqueo, liberarse nacionalmente de la dominación imperialista, construyendo soberanía; esta terea implica la nacionalización de los recursos naturales, la nacionalización de las empresas privadas trasnacionales extractivistas; también y en consecuencia, nacionalizar el Estado. El efecto estatal de la nacionalización es la soberanía.

La condición de dependencia es explicada por la dominación nacional de una burguesía intermediaria, a la que no le interesa la industrialización, sino solo hacer de intermediaria del saqueo, de la extracción de materias primas, minerales y petróleo, además de otros recursos, participando en las migajas que dejan estas explotaciones de las empresas trasnacionales en el país. Bajo este manto de complicidad de la burguesía intermediaria con el imperialismo, la clase dominante ejerce su dominación local sobre el proletariado, el pueblo y las naciones y pueblos indígenas. Se caracterizaba a la clase dominante como una oligarquía compuesta primordialmente por la casta terrateniente y la burguesía minera, acompañadas por la burguesía comercial y por las castas de profesionales liberales de las clases medias altas.

Hay que situar estos análisis en las coyunturas álgidas del periodo de las dictaduras militares; desde el golpe del general René Barrientos Ortuño, 1964, hasta el llamado narco-golpe del general Luís García Meza Tejada, pasando, entre otros gobiernos, mas circunstanciales, con la dictadura militar del general Hugo Banzer Suarez, de mayor alcance. Dos juicios de responsabilidades efectúa Marcelo Quiroga Santa Cruz; al presidente René Barrientos Ortuño, que es ungido en las elecciones de 1966, y al presidente de facto Hugo Banzer Suarez. Ambos juicios tienen como eje la entrega de los recursos naturales, en condiciones onerosas, a las empresas privadas. Además de otras denuncias al ejercicio patrimonial del poder. El ejercicio de la dominación de la burguesía intermediaria, por mediación de las dictaduras militares, adquiere connotaciones no institucionales, no constitucionales, no legales; en consecuencia, perversas.
Entonces el triángulo de las dominaciones se da con la condicionalidad de poder imperialista, la intermediación de una burguesía cipaya o lumpen-burguesía, como la denomina Andre Gunder Frank, y el saqueo extractivista. Este triángulo de la dominación mundial y nacional se institucionaliza en un Estado-nación subalterno, cuyas formas de gobierno no son soberanas, sino sumisas al imperialismo; fuera, de que en la coyuntura aludida, adquiere las características tiránicas de las dictaduras militares.

El análisis, la crítica e interpelación, la denuncia al saqueo, adquiere distintas formas discursivas, desde teóricas hasta podríamos decir estadísticas. Sobre todo, en Marcelo Quiroga Santa Cruz, las cifras adquieren el carácter de la medida y magnitud del saqueo, del despojamiento y desposesión. Lo dramático de la descripción cuantitativa del saqueo es la abultada cifra de la explotación extractivista, sin beneficio para la economía del país, salvo las magras regalías, aprovechadas impunemente por los gobernantes y la burguesía intermediaria. Podemos hablar de los indicadores de la dependencia; lo llamativo es que estos indicadores, en Bolivia, llegan a señalar abismales desiguales de las relaciones de intercambio. El valor de las denuncias de Marcelo radica tanto en la interpelación a la burguesía entreguista, así como en la descripción cuantitativa del saqueo. Por otra parte, su proyección política arranca en las herencias de las luchas nacional-populares y del proletariado, interpretadas desde la episteme boliviana[3], abriéndose caminos en la espera activa emancipadora. Como hemos dicho, el núcleo o el motor, por así decirlo, de esta proyección política es la nacionalización, comprendida en forma integral; nacionalización de los recursos naturales, nacionalización de las empresas trasnacionales, nacionalización del gobierno, nacionalización del Estado.

El socialismo vivido - como lo denomina Hugo Rodas Morales - de la trayectoria política intensa de Marcelo Quiroga Santa Cruz, es la realización, en la acción social y política, de este hilvanado comprometido con el tejido social-territorial de la formación social boliviana. El socialismo vivido tiene varias connotaciones semánticas, metafóricas y conceptuales. Una de ellas, es que es contenido como posibilidad en un cuerpo que ha experimentado, memorizado y sintetizado, de una manera singular, las experiencias sociales de las luchas populares, del proletariado nómada, de las mujeres, de las subalternidades diversas, proyectando desenlaces buscados al futuro inmediato. Otra connotación, es que se concibe y se practica un socialismo, en el sentido de la praxis efectiva, propio, singular, concretizado en las condiciones de posibilidad histórico-políticas de la formación social boliviana. Una tercera connotación, es que el socialismo vivido es la práctica activista de un socialismo encarnado, de manera vital, en la forma de vivir de alguien comprometido hasta el tuétano con el proyecto liberador y emancipador.







[1] Ver de Hugo Rodas Morales Marcelo Quiroga Santa Cruz, Socialismo vivido. Plural Editores; La Paz 2008.
[3] Revisar Pensamiento Propio. Ob. Cit. 

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