DEVENIR CAPITALISMO DE ESTADO
Comentario a Materialist State Theory and the Transnationalization of the Capitalist State de Alex Demirovic
Raúl Prada Alcoreza
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Alex Demirovic analiza la transnacionalización del capitalismo de Estado, si se quiere, la globalización o mundialización del capitalismo de Estado. Forma compleja y avanzada del capitalismo, en el ciclo largo vigente del capitalismo, cuando el Estado se articula con el capital financiero, dando lugar, en el transcurso de la mitad del siglo XX, a la forma de dominación imperialista y a la geopolítica expansiva. Fenomenología económico-política estudiada por el marxismo austriaco, de aquel periodo de desenvolvimiento ascendente del capitalismo. Después, entre los expositores que retoman este concepto de capitalismo de Estado, se encuentra Karl Polanyi, quien amplía y modifica el concepto y su estructura categorial, otorgando al Estado no solamente una autonomía relativa, sino el protagonismo en el desarrollo del capitalismo; dando lugar a la expansión y organicidad de la propiedad pública, de la administración estatal y de la inversión estatal en la revolución industrial. Polanyi define a la Unión Soviética como capitalismo de Estado, desmarcándose del discurso bolchevique, que lo calificaba como Estado socialista.
Alex Demirovic retoma el debate marxista en torno a las relaciones del Estado con el modo de producción capitalista en las formaciones económico-sociales específicas, de la contemporaneidad del sistema-mundo capitalista, que el autor identifica como transnacionalización del capitalismo de Estado. Esta actualización del concepto de capitalismo de Estado adquiere otra connotación en el contexto de la mundialización o globalización. Una pregunta que debemos hacerle a Alex Demirovic es: ¿Cuándo se da lugar a esta expansión envolvente del capitalismo de Estado? ¿Puede interpretarse también como la transformación dada de la pluralidad de estados en el mundo, como transición a la síntesis integral de la administración política y el ejercicio global del poder, compacto y articulado, que adquiere una forma parecida a la transformación sugerida por Antonio Negri y Michael Hardt, cambiando la forma imperialista en la forma imperio, o adquiere otra forma estructural dominante y hegemónica? Genealogía del desarrollo del capitalismo, a escala mundial, que provoca no solamente la transformación del Estado, su articulación con el capital financiero, como aconteció durante la primera mitad del siglo XX, sino la transnacionalización de esta forma de articulación y concomitancia entre Estado y capitalismo desplegado; es decir, la conformación del capitalismo de Estado como organización política mundial, vale decir, como orden mundial.
La respuesta es no, pues no se da la misma forma de condensación de las relaciones sociales, de las relaciones de fuerza, que en el Estado-nación; sino una condensación parcial combinada con la articulación de las condensaciones nacionales. Dejaremos la aclaración de esta diferenciación y apreciación distinta de Demirovic para el final.
No parece compartir la tesis del imperio, sino, mas bien, continuar el recorrido gramsciano y poulantziano de la tesis de la autonomía relativa del Estado. Empero, ¿Qué significa e implica, en términos estructurales e histórico-políticos, la transnacionalización del capitalismo de Estado, en las condiciones de la autonomía relativa? ¿Qué forma adquiere de dominación y hegemonía? ¿Es más parecido al Estado de este capitalismo de Estado o a una coordinación entre Estado-nación dominantes? ¿El capitalismo de Estado corresponde a la integración de los capitalismos nacionales y regionales, en la expansión e intensidad del capitalismo mundial, correspondiente a la fase avanzada del ciclo largo del capitalismo vigente? ¿Ambos perfiles organizacionales, uno más político, el Estado del capitalismo de Estado, otro, más económico, el capitalismo de Estado, son ya lo mismo, las dos caras de lo mismo, o mantienen su diferencia en dos planos de intensidad, que se complementan, adquiriendo la forma de estructuras coordinadas y complementarias? ¿Si es lo uno o lo otro, cómo denominar a esta conformación política-económica y económica-política, a escala mundial?
Al descartar la interpretación al estilo de Negri y Hardt, la transnacionalización del capitalismo de Estado parece más parecida a la segunda alternativa. Sin embargo, en el intervalo de las dos posibilidades se efectúa la transición de la transnacionalización del capitalismo de Estado; lo que ocurra va a depender de las correlaciones de fuerza, de los desenlaces de la crisis orgánica, estructural y cíclica del capitalismo y de otras contingencias.
Alex Demirovic nos dice, al respecto, lo que acabamos de exponer. En todo caso su preocupación se orienta a explicar la dinámica de los procesos, políticos y económicos, que llevan a la transnacionalización del capitalismo de Estado. Le interesa el análisis de este decurso de mundialización, aunque si le inquieta la teorización de la transformación del Estado como tal, en el contexto internacional. Si hacemos las preguntas que hicimos, es porque nos atañen y cuestionan las transformaciones de las estructuras de poder en el mundo.
Alex Demirovic comienza con la evaluación de la teoría materialista del Estado, emprendiendo el balance por las tesis de Marx, considerando sus mutaciones. La evaluación se concentra en las connotaciones y significaciones de estas tesis, auscultando las distintas tonalidades conceptuales de la autonomía relativa del Estado. Una de las conclusiones de esta revisión, de las tesis de Marx sobre el Estado, tiene que ver con la aseveración de que el Estado no es un aparato de poder, directamente e inmediatamente al servicio de la clase dominante, sino que emerge, establece y edifica como en suspenso de la lucha de clases; presentándose como mediador, persiguiendo el equilibrio en la estructura diferencial de clases de la sociedad; empero, garantizando siempre la acumulación de capital. En otras palabras, el Estado apunta más a la hegemonía que a la dominación a secas, salvo en momentos y periodos de crisis. Hay otras conclusiones; empero, nos detendremos en ésta, que es como la premisa y el referente histórico-político, que sostienen el concepto de autonomía relativa del Estado.
La autonomía relativa del Estado supone la separación del Estado respecto de la sociedad, convirtiéndose el Estado en instrumento de dominación, de hegemonía e “ideológico”, tal como lo concibe Louis Althusser. Alex Demirovic no está de acuerdo con denominarlo instrumento por la complejidad misma del Estado. Prefiere llamarlo aparato o, mejor dicho, conjunto coordinado de aparatos, que cumplen distintas funciones, en una especie de división del trabajo, de la administración pública y del ejercicio ejecutivo, así como de las tareas legislativas y el desempeño jurídico. Además de ocuparse no solamente de garantizar el cumplimiento de los derechos, sino preocuparse por mantener le “bien común”, de preservar la salud de la población y fomentar la formación, la educación y la participación científica. Sin embargo, a pesar de la discusión en lo que respecta a la caracterización del Estado, o como instrumento o como aparato, la importancia conceptual compartida entre Althusser, Poulantzas y Demirovic, es el concepto de autonomía relativa del Estado, que supone la separación entre Estado y sociedad.
A esta separación, nosotros la hemos definido como economía política del Estado[1], formando parte de la complejidad de la economía generalizada, que conjunciona y articula, integrándolas, a distintas economías políticas. Desde la perspectiva integral y expansiva, plural y diferencial, de la economía política generalizada, no hay una sola economía política, la restringida al plano de intensidad económico. No se podría explicar esta soledad y aislamiento, si los procesos y procedimientos, que tienen que ver con la economía política, tal como los ha comprendido Marx, es decir, como disyunción entre el valor concreto o valor de uso y el valor abstracto o valor de cambio. Llevando a la valorización del valor abstracto y la desvalorización del valor concreto; apuntando a la finalidad de la apropiación de la plusvalía, del excedente, y a la acumulación de capital. Sin embargo, esta economía política no se da en los otros planos de intensidad de las dinámicas sociales. El capitalismo no es solamente un fenómeno económico; es también genealogía del poder; fenomenología “ideológica”; aculturación de las culturas tradicionales, locales y territoriales, es decir, decodificación cultural, desarmando sus símbolos, sustituyéndolos por axiomas, que son dúctiles y abstractos, pudiendo, de este modo, expandirse, conformando una cultura homogénea. Es también economía política colonial, economía política del cuerpo, economía política de género. El procedimiento de todas estas economías políticas es el mismo, separar lo concreto de lo abstracto; obteniendo, mediante esta disyunción, la valorización lo abstracto y la desvalorizar lo concreto; lo que cambia es el referente o, si se quiere, la materia de esta valorización y de esta desvalorización. En el caso de la economía política del poder, que no hay que confundir con la economía política del Estado, se separa potencia de poder; la potencia es lo concreto dinámico, integral y simultáneo, en tanto que el poder es loabstracto, vaciado de sus contenidos; se separa la potencia de lo que puede, conformando el poder como relaciones de fuerza. Se valoriza el poder y se desvaloriza la potencia. A esta valorización de lo abstracto, Marx la figuró, metafóricamente, como fetichismo de la mercancía, que es, a su vez, la ilusión que hace de substrato de la “ideología”. Claro que Marx desarrolló esta teoría, remitiéndose al fetichismo de la mercancía, y hablando de la economía política, en sentido restringido. Sin embargo, esta teoría, que es crítica de la “ideología”, no solamente crítica de la economía política, es extensible al conjunto de los planos y espesores de intensidad de la sociedad. Desde esta perspectiva compleja, diferenciada y plural, articulada e integrada, de manera dinámica, el capitalismo aparece como acontecimiento; ya no solamente como un proceso aislado, que se convierte en la base o estructura económica, que determina o sobre- determina a la superestructura. Tesis determinista, insostenible empíricamente.
La economía política de la “ideología” concurre por la disyunción de la percepción social, como experiencia social y memoria social, respecto a las representaciones institucionalizadas como narrativas estatalizadas o narrativas populares, que valorizan los imaginarios ateridos y desvalorizan los acontecimientos. La economía política cultural separa símbolo de signo, siendo el símbolo la interpretación vivencial de las comunidades y pueblos; en tanto que el signo es, prácticamente, un código binario, arbitrario y abstracto, que llega a la significación, trasladando el contenido figurativo, metafórico y metonímico, de los símbolos, a los significados. Lo que connota la separación del acontecimiento cultural respecto de la “ideología” de la modernidad, que abarca también, la “ideología” del desarrollo, que llaman cultura moderna, que es la cultura homogeneizante, abstracta, además de banal y consumista del sistema-mundo. La economía política colonial, establece la dualidad hombre de color/hombre blanco, siendo el hombre de color lo concreto y el hombre blanco el ideal civilizatorio; aquí también se da la valorización del hombre blanco y la desvalorización del hombre de color. Para dar un ejemplo más, la economía política de género, establece la dualidad mujer/hombre, desvalorizando a la mujer, que es lo concreto de la vida, en tanto que el hombre es lo abstracto del trabajoes decir, del género activo, en tanto que la mujer corresponde al género pasivo. Esta economía política de género concierne a la estructura patriarcal de dominación, inherente al sistema-mundo capitalista[2].
Desde esta perspectiva, de la crítica de la economía política generalizada, ¿se puede hablar de autonomía relativa del Estado? Aparentemente sí; esa quizás sea la primera impresión, sobre todo, por la dualización; sin embargo, si bien se da la separación, se da “ideológicamente”, separación imaginaria; sostenida institucionalmente, por la materialidad institucional. Esta disyunción no podría efectuarse si, en el fondo, en la complejidad del acontecimiento, no deviene la continuidad de la conjunción y el juego de fuerzas, que manifiestan la modulación de los cuerpos, por parte de las estructuras de poder y de las mallas institucionales. La continuidad es la transversalidad del poder, que incide en los cuerpos e induce comportamientos; transversalidad acompasada por otra continuidad complementaria, la de las resistencias de los cuerpos, incluso de los flujos de fugas respecto a las capturas del poder. En otras palabras, la economía política es “ideológica” y evento institucional; en tanto que el acontecimiento, donde concurren estos procesos es la matriz real efectiva donde acontecen. La paradoja es que la dualización de la economía política solo es posible por la composición y combinación dinámica de los devenires; del devenir cuerpo, del devenir “espíritu”, del devenir bien, del devenir valor, del devenir sociedad, del devenir Estado, del devenir potencia, del devenir poder, del devenir comunidad, del devenir colonialidad.
Desde nuestra perspectiva, la de la complejidad, no se puede sostener la autonomía relativa del Estado, sino en la “ideología” de la modernidad; la que supone las autonomizaciones de las grandes divisiones de la sociedad capitalista. La autonomización del campo económico, la autonomización del campo político, la autonomización del campo estatal, que corresponden al mundo de las representaciones del mundo moderno. Mundo de las representaciones, que corresponden a la división del trabajo capitalista, que se da como estructura del modo de producción capitalista y se asume en la “ideología” económica. La autonomización del Estado es “ideológica”; se da como fetichismo estatal, también como fetichismo institucional, pues la malla institucional se encarga de sostener y consolidar esta separación en la recurrencia de efectuarla, en su relación con los cuerpos. Empero, para que ocurra esta disyunción es menester que, efectivamente, los ciclos vitales acontezcan continuamente; en tanto que el ejercicio del poder también se efectúe continuamente.
Ahora bien, el aporte de la tesis de la autonomía relativa del Estado, en el contexto del debate marxista, radica en que se zafa del determinismo economicista, produciendo desplazamientos epistemológicos; dando lugar a interpretaciones más complejas que las explicaciones lineales causalistas. Estos desplazamientos, que aparecen de manera clara en las interpretaciones de Antonio Gramsci, de Louis Althusser, de Poulantzas, y las corrientes marxistas que se generan, a partir de estos desplazamientos, coadyuvan a elaborar mejores comprensiones del capitalismo y de la dominación de clase, que las ortodoxas explicaciones de un marxismo determinista.
Alex Demirovic desarrolla el concepto de las condiciones y características de la autonomía relativa del Estado, de una manera más detallada y operativa. Ya no se trata solamente de las implicaciones conceptuales de la autonomía relativa, sino de cómo funciona, de la estructura de esta autonomía relativa y sus alcances. Por otra parte, se hace hincapié en el desempeño de la autonomía relativa, buscando describir el alcance de sus iniciativas. Incluso en el caso del Estado del capitalismo de Estado, el Estado adquiere el protagonismo en la orientación política del capitalismo monopólico, público y concentrado. Un tercer desplazamiento de Demirovic, es la configuración conceptual del capitalismo de Estado, en escala mundial. Esta expansión y globalización implican trasformaciones estructurales de la composición de esta forma integral del capitalismo.
Estos desplazamientos teóricos conllevan una mayor descripción de las funciones y los dispositivos institucionales del capitalismo de Estado trasnacionalizado. La exposición muestra la transición hacia una mayor condensación del capitalismo de Estado; transición que no ha culminado, sino se encuentra como en el medio, sin todavía realizar una forma acabada de condensación. Podemos entonces apreciar el funcionamiento diferencial estructurado del capitalismo de Estado trasnacionalizado.
En consecuencia, podemos decir que la autonomía relativa del Estado se corrobora en este desenvolvimiento del protagonismo del Estado en la gestión, concentración y proceso de globalización, donde los estado-nación desempeñan un papel importante. La transnacionalización del capitalismo de Estado es acontecimiento mundial; pero, acontece con menor intensidad y expansión que lo ocurrido en la genealogía del Estado-nación. Ahora bien, desde nuestra perspectiva, la de la complejidad, la autonomía relativa del Estado es relativa a la dinámica integral y continua de la genealogía del poder y de la contra-genealogía del contra-poder, que irradia la potencia social, que desborda intermitentemente, ocasionando transformaciones en los ámbitos de relaciones y composiciones del mundo; por ejemplo, en lo que respecta a la democracia participativa, en relación a la democracia representativa y delegativa. Proyectando la ampliación y la profundización de la democracia participativa, con las consecuentes transformaciones estructurales e institucionales que conlleva. El horizonte nómada de esta irradiación y de estas transformaciones es la realización de la democracia radical, que es el autogobierno de los pueblos del mundo, en tanto Confederación mundial de autogobiernos de los pueblos.
Demirovic retoma la teoría relacional del Estado de Nicos Poulantzas, quien concibe la autonomía relativa del Estado a partir de la conceptualización del Estado como estructura relacional; es decir, como condensación de las relaciones sociales, tanto en el sentido de los compromisos como en el sentido de los conflictos. El Estado, entonces, es estructura de relaciones sociales y campo de batalla de la lucha de clases. Para Poulantzas el Estado no es instrumento de la clase dominante, tampoco herramienta de la dictadura de la burguesía, sino, por su autonomía relativa, se encuentra afectado tanto por la incidencia de los intereses de la burguesía, como por las demandas y conquistas de derechos de parte del proletariado y de las clases subalternas. En esta perspectiva, el Estado funciona más como aparato de hegemonía de la clase dominante, incorporando, hasta donde se pueda, las demandas del proletariado y de las clases subalterna, sin poner en cuestión la dominación matizada de la burguesía internacional y la acumulación de capital.
Sin embargo, Demirovic encuentra los límites de la teoría relacional del Estado. Poulantzas se halla todavía apegado a la preponderancia del modo de producción capitalista en la composición de la disyunción combinada entre Estado y sociedad, disyunción atravesada por la estructurada y proliferante malla institucional y de los aparatos diferenciales del Estado, de acuerdo con las funciones que cumplen, según a la división del trabajo. Por otra parte, privilegia y destaca en el contexto de la lucha de clases, la contradicción entre proletariado y burguesía, descuidando las otras formas del conflicto social, en lo que compete a las otras clases sociales e identidades colectivas. En tercer lugar, no considera la dominación del sistema capitalista sobre la naturaleza. En consecuencia, estos límites, a pesar de los aportes de la teoría relacional del Estado, la teoría relacional queda aterida y rezagada respecto a la problemática de la crisis múltiple del sistema-mundo capitalista, y ante los horizontes contemporáneos de las liberaciones y emancipaciones múltiples.
Alex Demirovic ya forma parte de lo que se conoce como el socialismo verde, opuesto al capitalismo verde, así como el socialismo se opuso al capitalismo, considerando el contexto y periodo de los siglos XIX y XX. La perspectiva del socialismo verde va más allá de la crítica de la economía política; concibe que el socialismo no es posible sino sobre la matriz y las bases de la armonía ecológica. Este desplazamiento epistemológico involucra el recorrido, reciente, de las actuales versiones del socialismo, del replanteamiento marxista, hacia la perspectiva de la complejidad.
Desde nuestro enfoque móvil, de la perspectiva de la complejidad, estos desplazamientos son aperturantes; sin embargo, requieren para soltarse completamente e incorporarse de lleno a la aventura del pensamiento complejo, de la necesaria crítica de la crítica, de la crítica de la crítica de la economía política; evaluar críticamente a lo mejor de la herencia marxista, encontrando sus límites epistemológicos.
Se podría decir, que la trasformación del sistema-mundo capitalista, que estaba conformado por la pluralidad de Estado-nación, de perfiles económicos, de lenguas y culturas diversas, a pesar de compartir el mismo modo de producción capitalista, combinado composiciones complejas singulares, en las formaciones económico sociales singulares, en distintas tonalidades, adquiere la disposición de mallas institucionales de carácter mundial, respondiendo a la transnacionalización. Lo mismo tiende a ocurrir con las organizaciones sociales, incluso con las organizaciones no-gubernamentales y otras instancias. Asistimos entonces a la integración articuladora de instituciones globales y organizaciones internacionalizadas; empero, combinando esta característica mundial, con la preservación de fragmentaciones, necesarias para la reproducción y acumulación de capital, manteniendo la competencia. En este decurso parece preponderar la tendencia a la transnacionalización, que abarca el mundo como redes institucionales y organizacionales; tendencia que se asienta sobre la propensión heredada de la diferenciación de los componentes. Esta combinación entre homogeneización y fragmentación, por así decirlo, parece coadyuvar a la preservación de la estructura de las desigualdades, además de conservar las condiciones estructurales que mantienen los conflictos sociales, en intensidades controlables. En otras palabras, se sugiere que el capitalismo de Estado requiere preservar la competencia, la fragmentación y las desigualdades, en la propia marcha hacia la transnacionalización institucional y organizacional, dada mediante los recorridos de procesos inherentes, que se encaminan a la transnacionalización del capitalismo de Estado.
Se da lugar, entonces, a la regulación como mecanismo jurídico e institucional, que ayuda a coordinar los distintos aparatos, administraciones y funciones de las variadas instituciones nacionales e internacionales. También ayuda al control de los ritmos de los procesos de transición y sus intensidades, así como a definir un marco normativo, que ayuda a amainar los conflictos. El Estado regula, estableciendo pautas para el desenvolvimiento de los comportamientos institucionales, de las prácticas sociales, de los mercados, de la producción y de los circuitos del capital. La regulación de estas actividades, en escala mundial, extiende como red normativa las reglas del juego, para decirlo de esa manera; reglas compartidas por los Estado-nación, por las clases sociales, por las instituciones y organizaciones, por las sociedades y sus composiciones formales, por las empresas y los mercados.
Esta malla regulativa hace de plataforma en la conformación de la hegemonía a escala mundial. El capitalismo de Estado adquiere el tamaño del mundo, la regulación internacional es como el “rayado de la cancha” de en los despliegues de competencia concurrente y de homogeneización de los referentes económicos y normativos. La regulación instrumentaliza la construcción de la hegemonía mundial.
La transformación del Estado concurre por varios ejes. De su condición nacional pasa a conformar la condición compleja mundial. Para que esto ocurra son necesarias otras transformaciones menores. El perfil burocrático nacional corresponde a un tipo de experiencia social y a un perfil nacional, a una forma de conocimiento requerida nacionalmente. En cambio, el perfil burocrático internacional corresponde a la experiencia social cosmopolita; sobre todo, a la experticia técnica y especializada en el manejo de los instrumentos administrativos internacionales; por lo tanto, a otra forma de conocimiento del mundo y de sus redes y circuitos de intercambio, de comercio, de procesos productivos, que abarcan el planeta; además de la destreza en el tratamiento de los problemas internacionales. Esta burocracia no se forma de la noche a la mañana, sino que responde a procesos de formación especializada. No solo se trata de actualización, sino del desarrollo de otras destrezas funcionarias, administrativas, de información y de aplicación internacional.
Sin embargo, en las transiciones al capitalismo de Estado, reaparecen las mezclas del ejercicio del poder, de la ejecución estatal efectiva; en la práctica, se combinan acciones legales, acciones extra-legales y acciones ilegales. Entre el Estado-nación y el capitalismo de Estado se repiten analogías, que contrastan con las diferencias. Otra analogía tiene que ver con la diferencia entre lo que se persigue como objetivo y lo que ocurre realmente. Los eventos y sucesos del desenvolvimiento de los aparatos de Estado, ocasionan efectos inesperados; esto se puede explicar, a groso modo, debido a que los aparatos no controlan el conjunto de factores y variables intervinientes. Hay pues cierta incertidumbre respecto a los desenlaces, así como hay y se evidencian proyecciones realizadas de manera incompleta. En otras palabras, la formación del capitalismo de Estado trasnacional y el avance hacia la distribución de formas más integrales de la condensación de relaciones de fuerzas, en escala mundial, el capitalismo de Estado no transcurre sin contingencias, sin problemas, sin avances y retrocesos, sin variaciones, en el camino. Es como decir que la burguesía internacional, acompañada por la burocracia internacional, no domina en términos absolutos, sino en parte, aunque ésta sea una gran parte. Hay como una porción a la que tiene que renunciar, concediéndola a la incidencia parcial de las clases subalternas y la demanda de los pueblos y naciones.
Estas anotaciones descriptivas de las transiciones al capitalismo de Estado, muestran, un aspecto del Estado, entendido como campo de luchas; campo donde las clases sociales, en este caso, campo político correspondiente a la transnacionalización del capitalismo de Estado, campo de luchas de los pueblos y naciones respecto al orden mundial de las dominaciones polimorfas. En este sentido, la teoría relacional del Estado, adquiere el carácter de teoría del Estado como campo de fuerzas, donde se define el decurso con los desenlaces de las correlaciones de fuerzas. Por estas razones, Demirovic dice que el Estado no es instrumento de la clase dominante, tampoco herramienta de la dictadura de clase, sino, precisamente, campo de batalla de la lucha de clases.
Ciertamente es sugerente la tesis del Estado como campo de lucha, tesis que la ha compartido Comuna[3], en un libro titulado precisamente El Estado como campo de batalla[4]; empero, hay un problema. De alguna manera, aunque sea por analogías, aunque no sea lo mismo, a la idea del Estado como institución neutral, institución jurídico-política que dirime en los conflictos. Sería, de todas maneras, el terreno institucional donde las clases pelean para tener influencia e incidencia, buscando hacer inclinar las políticas a su favor. Una consecuencia peligrosa sería que, de lo que se trata es de usar al Estado para lograr conquistas, para cambiar situaciones y condiciones estructurales. Este utilitarismo pragmático fue y es la práctica política del reformismo, que, a pesar de sus comienzos aperturantes, termina atrapado en el círculo vicioso del diletantismo.
La teoría relacional puede acertar con el enunciado de que el Estado no es el instrumento de la dictadura de clase; empero, no deja de ser la maquinaria fabulosa del poder; por lo tanto, de las dominaciones. Descargarlo de estas características es como convertir al Estado en un recurso técnico, que no responde a estructuras y órdenes de relaciones; suponiendo que es una herramienta neutral, que puede utilizarse para bien o para mal. La crítica al determinismo economicista, habría llevado a las corrientes teóricas de la autonomía relativa del Estado a una concepción reformista del Estado y del poder, a pesar de la connotación imaginaria del término batalla.
¿Qué es entonces el Estado? Sin necesidad de volver a repetir nuestra posición al respecto, que concibe al Estado, a la manera de Cornelius Castoriadis, como institución imaginaria de la sociedad, sugerimos hipótesis interpretativas, que pueden mantenerse en el horizonte epistemológico del debate, todavía en los límites de la episteme de la modernidad.
El Estado no es solamente una estructura relacional, sino también la cristalización institucional de las dominaciones. En la teoría de la hegemonía, las dominaciones se legitiman “ideológicamente” e institucionalmente, irradiando la concepción del mundo de la burguesía en el resto de las clases sociales. Las dominaciones se instituyen en las estructuras jurídico-políticas y en las estructuras de prácticas funcionarias del Estado. Hablando figurativamente, el Estado es como la síntesis consolidada de las dominaciones. Desde nuestra perspectiva, una de las connotaciones de la tesis de la autonomía relativa del Estado - no hablamos de las otras connotaciones, con las que estamos de acuerdo, por su demarcación crítica respecto al determinismo económico - es edulcorar la realización de las dominaciones, en la materialidad institucional del Estado. En este caso, la tesis de la autonomía relativa del Estado funcionaría como “ideología”.
El problema del reformismo ha sido la apología del Estado. Sabemos que las corrientes marxistas de la tesis de la autonomía relativa del Estado no persiguen esto, la consolidación de las dominaciones; sin embargo, al concebir al Estado como campo de batalla, abren las compuertas a que esto ocurra, la apología del Estado. El marxismo, en conjunto, incluyendo a todas sus corrientes teóricas, también militantes, no ha resuelto el problema del Estado y la cuestión del poder. Es un corpus teórico que hace inteligible el acontecimiento capitalista; empero, está lejos de hacer inteligible el Estado y el poder, desde la perspectiva contestataria y de contra-poder.
Demirovic comparte con Poulantzas la concepción de que el la caracterización principal del capitalismo es la relativa al modo de producción. Por otra parte, está de acuerdo con la interpretación de la complementariedad y concomitancia de la esfera económica y de la esfera política; incluso comparte con Poulantzas la tesis de la determinación política de la economía, cuando el Estado no solamente se separa de la sociedad, sino se separa del modo de producción. También está de acuerdo con la autonomización de la esfera “ideológica”.
¿Qué son las autonomizaciones? No vamos a decir que efectivamente se dan. En La explosión de la vida[5] dijimos que esta tesis corresponde a la autointerpretación de la modernidad, a la “ideología” modernista, que se erige sobre la conjetura de la evolución y la concepción lineal del tiempo. Es la interpretación de la sociología, que la asume como una ruptura civilizatoria, además de considerar una ruptura epistemológica. La historia, otra ciencia que corresponde a la modernidad, define al pasado anterior como la era medieval; la modernidad, en la historia, se concibe a sí misma como perteneciente a la era de la modernidad. Las hipótesis sociológicas conocidas son la del desencantamiento y la de la desacralización, dados en los contextos de desplazamientos vertiginosos de la sociedad; sociedad que experimenta la transición desde las condiciones tradicionales de las instituciones, de los valores, de las estructuras sociales y del poder, hacia las condiciones fluidas modernas, cuando se da lugar a la transvalorización de los valores, a la transformación de las instituciones, edificándose nuevas, de acorde con la suspensión de los valores y la vertiginosidad de la modernidad, entendida como cuando todo lo solido se desvanece en el aire. La sociología observa en estos contextos y procesos de transición este fenómeno histórico-cultural e histórico-estructural de las autonomizaciones. La ciencia económica delimita su campo de estudio como el espacio del intercambio y la distribución, el mercado; el espacio de la producción y la industria; el espacio del consumo, es decir, la incorporación de las mercancías como bienes y valores de uso en la reproducción social. Este es el campo económico, que se supone emergido de los planos de intensidad de los procesos desencadenados en la modernidad, apareciendo como campo económico autonomizado. Con el desarrollo de la ciencia política, ésta va observar también su campo de estudio como campo político autonomizado. Lo mismo ocurre con los otros campos sociales, que se presentan como campos autonomizados; por ejemplo, el marxismo, independientemente de sus corrientes, va asumir la autonomización de la “ideología”, como parte de lo que denominan algunas corrientes superestructura.
¿En la realidad efectiva, los campos mencionados, se presentan así, diferenciados, separados y colindantes, efectuando sus actividades, relaciones, estructuras, de manera evidente y pura? Nada de esto acontece en la realidad efectiva. Todos los campos están mezclados, entrelazados, además de yuxtapuesto. Efectivamente se suceden acontecimientos abigarrados. La autonomización responde a las conjeturas analíticas de las ciencias sociales y humanas modernas, a procedimientos metodológicos, para ayudar al estudio, al acopio de información, a al análisis y explicación de los campos. Sobre esta base epistemológica se edifican las ciencias sociales y humanas conocidas. Si bien estas delimitaciones de los campos de estudio, han coadyuvado al avance de estas ciencias, en lo que respecta al conocimiento especializado acumulado, el problema es que estas narrativas científicas, estas representaciones ordenadas, clasificadas y teorizadas, han sustituido a la realidad efectiva. Para estas ciencias, para la “ideología” de la modernidad, el mundo efectivo es éste, el mundo de las representaciones. Esto es precisamente “ideología”, al fetichizar las representaciones, los corpus teóricos, las ciencias.
El marxismo, si se quiere como versión de estas ciencias, como filosofía materialista y dialéctica, como praxis, forma parte de la modernidad, de su episteme y de su “ideología”. No es pues de extrañar que haya asumido como realidad esta formación enunciativa y esta formación discursiva de los campos autonomizados.
Entonces, suponer la autonomización como hecho dado, tal cual, en la realidad efectiva social, es convertir las narrativas teóricas científicas en realidad, como si fuesen observaciones empíricas, de las que se parte para seguir construyendo nuevas teorías. Suponiendo, también, que las teorías nacen de las teorías, que los discípulos nacen de los autores fundadores; es decir, se repite el formato establecido por la concepción lineal de la historia. Las teorías no tienen sexo; por lo tanto, no pueden reproducirse; tampoco las relaciones de autores fundadores y discípulos; la continuidad y “evolución” de las corrientes teóricas e “ideológicas” no se reproducen ni efectúa por sí mismas. Si las teorías se suceden, si los nombres de los científicos, filósofos e ideólogos se suceden, no es por la autonomía de las ciencias, de las filosofías, de las “ideologías”; es porque las asociaciones, las composiciones, las prácticas, las relaciones, las estructuras, combinadas en variadas composiciones institucionales, reproducen, con sus prácticas recurrentes, estos productos sociales. Por lo tanto, se trata de acontecimientos, configurados por múltiples procesos singulares, en constante composición, descomposición y recomposición. Lo que acontece se debe a la potencia social.
En consecuencia, si bien las estrategias epistemológicas y metodológicas de las ciencias han coadyuvado al desarrollo de los conocimientos, cuando la experiencia social abre nuevos horizontes de visibilidad y decibilidad, cuando las sociedades enfrentan la complejidad, develada a la experiencia social acumulada y a la memoria social actualizada, esta forma de “ver las cosas”, por así decirlo, estos esquematismos dualistas de la episteme moderna se han convertido en obstáculos epistemológicos.
El supuesto de las autonomizaciones, en vez de coadyuvar, ahora, al conocimiento, mas bien, lo estanca, al redundar en sus análisis y reflexiones las mismas teorías, como si fuesen eventos empíricos y no representativos. Como dijimos en el ensayo citado, la paradoja del marxismo es que siendo crítica de la “ideología” se ha convertido en una “ideología”.
Con esta exposición no queremos decir que se pierde toda capacidad de observación empírica; claro que se sigue observando; empero, las observaciones están mediatizadas por las rejillas teóricas e “ideológicas”. Durante los periodos iniciales de la modernidad hasta un determinado momento o coyuntura de inflexión, estas elaboraciones investigativas, descriptivas y teóricas han servido para interpretar el acontecimiento moderno y el acontecimiento capitalista. Cuando la experiencia social se situaba en los límites de un mundo acotado por la experiencia social y las representaciones correspondientes a los recortes de la experiencia social asumidos en los procesos del conocimiento. Sin embargo, en la historia reciente, en la contemporaneidad, esa ya no es la condición de la experiencia social. El horizonte de la experiencia social se ha abierto de nuevo, precisamente por las transformaciones desencadenadas en la modernidad. Esta experiencia social devela el acontecimiento de la complejidad, inherente al acontecimiento mismo de la vida social. Los conocimientos heredados de las ciencias modernas, no dejan de ser conocimientos acumulados; empero, no se puede seguir produciendo conocimientos por la vía tomada durante la modernidad, solo se producirá “ideología”; es menester ocasionar desplazamientos epistemológicos y rupturas epistemológicas, de acorde a la complejidad.
Tampoco lo que hemos expuesto desconoce los desplazamientos epistemológicos ocasionados por Nicos Poulantzas, en el paradigma marxista. Después de la Escuela de Frankfurt, que construye un nuevo enfoque, no solamente renovado, del marxismo crítico, la corriente del marxismo crítico francesa se constituye en un acontecimiento teórico en la formación enunciativa y discursiva marxista. No solamente los aportes de este marxismo crítico son apreciables y significativos, en lo que respecta a la capacidad analítica e interpretativa, saliendo de las camisas de fuerza del marxismo ortodoxo, convertido en la “ideología” oficial del Estado del socialismo real, que a lo único que llega es a remachar en los mismo, como nemotécnica monótona y sin imaginación, rumiando en sus cuatro estómagos la misma cebada almacenada por décadas. Por otra parte, la incursión crítica y la apertura analítica novedosa del enfoque relacional del Estado, forma parte de estos desplazamientos epistemológicos, en el umbral de la episteme moderna; desplazamientos que van a ayudar a cruzar el límite de este horizonte epistemológico, dando lugar al inicio de la experiencia social dela elaboración comprensiva y hermenéutica, en los horizontes nómadas de la episteme compleja.
No se pueden, de ninguna manera, desconocer estos desplazamientos teóricos aportadores, del análisis relacional del poder y del Estado por parte de Nicos Poulantzas. Este reconocimiento no hay que confundirlo con un aval para seguir empleando la teoría crítica, en las condiciones tal como se ha conformado, en el periodo productivo de Poulantzas. Ahora, como dijimos, enfrentamos otros contextos de problemáticas, en los horizontes abiertos por la experiencia social de la complejidad. Por otra parte, el mismo sistema-mundo capitalista se ha transformado estructuralmente e institucionalmente, ocasionando otros efectos en la complejidad social; además, de ser esto es parte del enfoque de la complejidad, que es sensible a los impactos en la complejidad ecológica. En consecuencia, las problemáticas, que se presentan en la complejidad abigarrada, fuera de evidenciar que son indisociables de los ciclos vitales de las ecologías, requieren ser interpretadas desde otra perspectiva, radicalmente distinta a los esquematismos dualistas de la episteme moderna. Para afrontar este desafío se requiere configurar y conformar lo que hemos denominado el pensamiento complejo.
En adelante, vamos a retomar los ejes de desplazamiento epistemológico, devenidos del marxismo crítico de Poulantzas.
Teoría relacional del Estado
Podemos comenzar con la crítica de Poulantzas al marxismo tradicional, por así decirlo. Dice que un cierto marxismo a concebido al Estado como instrumento, que puede usar a su antojo la clase social dominante. En consecuencia, ha reducido el aparato de Estado al poder del Estado.
Interpretando a los fundadores del marxismo, Poulantzas se pregunta: ¿Por qué la burguesía ha optado por el Estado nacional popular y no por otra forma de Estado, mas bien, vertical? Esta pregunta es crucial, para entender el funcionamiento de esta maquinaria aparatosa y sus características sociales y políticas. Uno de los ejemplos que da, para mostrar que hay funciones del Estado que no tienen que ver con la dominación, es la del seguro social; ejemplo que también Demirovic retoma.
Poulantzas critica otra versión de otro cierto marxismo, que concibe la doble naturaleza del Estado; una naturaleza, que corresponde a una especie de estructura técnica del Estado, que corresponde al modo de producción capitalista; otra naturaleza, que corresponde a la utilización del Estado por parte de la clase dominante. Poulantzas considera que esta interpretación no ha abandonado el presupuesto simbólico del Estado, imaginado por la ciencia política tradicional; la del centauro, mitad hombre mitad bestia. Doble naturaleza supuesta, que no ayuda a la comprensión de las dinámicas y mecánicas del Estado; sobre todo, en lo que corresponde a las relaciones sociales, económicas, políticas y culturales entre las clases sociales.
Uno de los desplazamientos aludidos se expresa de esta manera:
Si toda la teoría política, todas las teorías del socialismo, incluido el marxismo, giran siempre alrededor de la misma cuestión, es que hay ahí un problema real. No es, ni mucho menos, el único en ese terreno, pero es el principal, y concierne también – la cosa se adivina – a la cuestión de la transformación del Estado en una transición al socialismo democrático. Sea como sea, solo hay un camino que lleve, en este terreno, a alguna parte; solo una respuesta que permita salir del círculo. Esta puede enunciarse de manera simple: El Estado, presenta, desde luego, una armazón material propia, que no puede reducirse, en absoluto, a la sola dominación política. El aparato de Estado es algo especial, y por lo tanto temible, que no se agota en el poder del Estado. Pero, la dominación política, está, a su vez, inscrita en la materialidad institucional del Estado. Si el Estado no es producido de arriba abajo por las clases dominantes, tampoco es simplemente acaparado por ellas: el poder del Estado (el de la burguesía en el caso del Estado capitalista) está trazado en la materialidad. No todas las acciones del Estado se reducen a la dominación política, pero todas están constitutivamente marcadas por esta dominación[6].
Poulantzas critica dos equívocos de la interpretación ortodoxa del marxismo; una, la que reduce la relación entre Estado y economía, a la tesis mecanicista de la determinación económica, en la figura arquitectónica de la relación entre estructura y superestructura; la otra, la que concibe la autonomía del espacio económico, del espacio político, del espacio estatal, del espacio “ideológico”, del espacio jurídico, como autonomías de hecho. Esta interpretación reduce la historia de las formaciones sociales a la secuencia de los modos de producción, que variarían, dependiendo de la composición de los mecanismos inherentes, de los espacios autónomos concebidos.
Estas interpretaciones no solamente son reductivas, sino que llevan a conclusiones desastrosas, para la explicación. La primera, lleva a la conclusión de que la comprensión del Estado se encuentra en las estructuras y dinámicas económicas. La segunda, de que así como hay una ciencia general de la economía, tiene que haber una ciencia general del Estado. Hay que analizar entonces el Estado, en los periodos correspondientes de los modos de producción sucesivos.
Interpretando a Poulantzas, las relaciones sociales están ya inscritas en el Estado, así como en el modo de producción. No son dos campos externos, entre sí, sino, mas bien, se trata de campos entrelazados, donde, en el transcurso, sus estructuras se modifican; incluso y sobre todo, en los periodos del mismo modo de producción. Esta apreciación del Estado como condensación de relaciones sociales, suscita algunas preguntas: ¿si es así, por qué hablar de autonomía relativa del Estado? ¿No repite este enunciado la idea de exterioridad entre ambos campos, el político y el económico, aunque sea de una manera más matizada? ¿No es conveniente, mas bien, enfocar estas relaciones imbricadas como dinámicas complejas y simultáneas, comprendiendo formaciones abigarradas e integradas de manera sincrónica? Esta es la discusión que proponemos a los y las estudiosas del poder y del Estado, que sostienen la tesis de autonomía relativa del Estado.
Por decirlo de alguna forma, la “respuesta” anticipada de Poulantzas a estas preguntas posteriores, que obviamente no ha escuchado ni leído, en vida, es que por las características de las relaciones de producción y de las relaciones sociales, en general, en la sociedad capitalista, se da como una autonomía relativa del Estado. Al no ser la fuerza de trabajo propietaria ni poseedora de los medios de producción, no controla el proceso productivo, dando lugar a la separación entre Estado y modo de producción. Entonces, la autonomía relativa del Estado es un fenómeno peculiar del capitalismo; no de todos los modos de producción. No es posible una teoría general del Estado, tampoco una teoría general de la economía; puesto que las combinaciones y composiciones imbricadas de ambos campos da lugar a distintas ubicaciones, roles y funciones del Estado. Es, en cambio, posible una teoría particular del Estado capitalista; así como una teoría particular de la economía capitalista.
Si bien es sugerente esta “respuesta”, no termina de corroborar ni de explicar la autonomía relativa del Estado, sobre la base de la separación de Estado y economía. ¿Si las relaciones de producción capitalistas ocasionan esta separación de Estado y economía, por qué no estudiar, mas bien, la reinscripción de las relaciones sociales, de manera diferenciada, tanto en el campo político como en el campo económico? En la realización de esta separación, aparece el motor de la dinámica de las relaciones sociales, por qué, más bien, no estudiarlas como efectos diferenciales de la reinscripción de las relaciones sociales en una totalidad compleja, por así decirlo - usando este concepto holista que no compartimos, para ilustrar -? ¿Por qué insistir en los dualismos de las autonomías relativas? ¿Ayuda el concepto de autonomía relativa a consolidar la teoría relacional del Estado?
Desde nuestro punto de vista móvil, no. La tesis de la autonomía relativa reestablece la imagen discutible e insostenible de exterioridad, además de restituir, en otra versión, el esquematismo dualista. La tesis de la autonomía relativa, nos lleva de la mano a lo que el mismo Poulantzas concibe como teoría particular del Estado capitalista y teoría particular de la economía capitalista. Construyendo nuevas “ideologías” de nuevos fetichismos; un campo propio político, al que se lo puede estudiar en el aislamiento relativo de su autonomía relativa; un campo propio económico, al que se lo puede estudiar en el aislamiento relativo de su autonomía relativa. Cuando de lo que parece tratarse, desde el enfoque relacional de Poulantzas, es de analizar los entrelazamientos, las imbricaciones abigarradas, de estos campos yuxtapuestos - utilizando todavía estos conceptos espaciales que no compartimos -. No como autonomías relativas, sino como composiciones complejas de integraciones dinámicas, que articulan distintos planos y espesores de intensidad.
Por cierto, como hemos dicho, lo que decimos no vale como crítica a lo expuesto por Poulantzas, en su tiempo, sino como crítica a los y las estudiosas del Estado y de la sociedad de la contemporaneidad, que siguen utilizando el enfoque poulantziano como paradigma y como metodología, cuando ya se evidencia, se hace visible, la complejidad en la experiencia social.
Otra “respuesta” antelada a las preguntas, es la descripción e interpretación de una de las características del Estado, en cuanto a su relación estratégica con la clase dominante, con la burguesía. La burguesía no es una clase homogénea, sino, mas bien, fragmentada, compuesta por distintas tonalidades de burguesías. La burguesía monopólica, la burguesía del libre cambio, obligada a la competencia; no solo debido a su tamaño, sino a la propia dispersión. Visto de otro modo, si se quiere, la burguesía local, manifestando su gama en la geografía política. Dicho desde otro ángulo, otra forma de presentarla, la burguesía comercial, la burguesía industrial, la burguesía financiera. El Estado respecto a esta fragmentación de la burguesía no atiende sus intereses particulares, sino se comporta como si fuese la consciencia histórica y económica de la burguesía en general. Como si fuese la burguesía abstracta y general, que actúa en función de los intereses de clase, en su totalidad; definiendo estrategias de largo alcance, proyectando su dominación en el resto de la sociedad, en forma de irradiación hegemónica. Comportamiento estatal, que corroboraría la tesis de autonomía relativa del Estado.
Suponiendo que es así, que el Estado se comporta como la burguesía general, ¿por qué no considerar este comportamiento estratégico como consecuencia de la sincronización de la complejidad de la lucha de clases y de los procesos entrelazados, inherentes a la formación económico-social, adquiriendo una singularidad compleja y dinámica? ¿Por qué sugerir la tesis de la autonomía relativa del Estado cuando se trata de un fenómeno político dado en la totalidad y como singularidad de la articulación e interjección de los planos y espesores de intensidad social en el plano de intensidad político?
La figura conceptual del Estado relacional, del Estado como relación social, aparece como metáfora de la condensación. Poulantzas dice que el Estado capitalista no debe ser considerado como una entidad intrínseca sino - al igual que sucede, con el “capital” – como una relación, más exactamente como la condensación material de una relación de fuerzas entre clases y fracciones de clase, tal como se expresa, siempre de una manera específica, en el seno del Estado[7].
La metáfora de la condensación ha sido usada utilizada por Vladimir Ilich Lenin en el enunciado conocido que define a la política como condensación de la economía; enunciado que eleva a la enésima potencia el determinismo económico. Claro que también se puede entender al revés; dada la condensación de la economía en la política, el Estado adquiere tal fuerza que puede incidir como determinación en la economía. Sin embargo, esta no ha sido la interpretación de Lenin, en el contexto de la “ideología” bolchevique, conformada a partir del determinismo económico. La paradoja histórica-política es que los bolcheviques se comportaron como si fuese así, en esta segunda alternativa de decodificación del enunciado. Convirtiendo al Estado en sustituto de la realidad, sinónimo de complejidad.
Transnacionalización del capitalismo de Estado
Alex Demirovic concibe, a la manera de Nicos Poulantzas, el Estado-nación como condensación de las relaciones de fuerzas, a escala nacional. Entiende también que la conformación de redes internacionales organizacionales, financieras, de dispositivos de seguridad, de leyes reguladoras del comercio, de políticas monetarias, de macro-equilibrio económico, de reserva mundial, muestra los niveles de condensación que se dan en el mundo globalizado. La condensación de las relaciones de fuerzas, a nivel internacional, se da en algunos sectores de la economía-mundo, de la cultura-mundo, de la política-mundo, por lo tanto, del sistema-mundo[8]. Combinándose con las condensaciones de relaciones de fuerzas, a escala nacional, donde la condensación aparece como Estado. Demirovic no está de acuerdo en interpretar la globalización desigual y combinada, por así decirlo, como lo hacen Antonio Negri y Michael Hardt, sugiriendo, según Demirovic, la realización de un Estado mundial, que los autores citados llaman imperio. En otras palabras, recordando lo que enunciamos a un principio como posibilidad, no se ha constituido el Estado del capitalismo de Estado, sino se ha conformado la transnacionalización del capitalismo de Estado, combinando dispositivos de condensación mundial de las relaciones de fuerzas en algunos rubros, por lo tanto, condensación parcial, con las condensaciones completas de los Estado-nación, que coadyuvan a la transición del capitalismo de Estado y del Estado liberal hacia formas cada vez más integrales, en el contexto y condiciones del capitalismo de Estado trasnacional.
Alex demirovic es cauteloso, prefiere describir lo que acontece en el mundo, desde la perspectiva de la teoria relacional del Estado, antes de sugerir una teoria conclusiva; algo así como la teoria del Estado del capitalismo de de Estado trasnacional. Prefiere definir la trasnacionalización del capitalismo de Estado, de acuerdo al mapa evidente de sus transformaciones. Esta actitud parece lo más sensato que se puede hacer, dada la complejidad de la actualidad del sistema mundo y de las tendencias inherentes, todavía en concurrencia.
[1] Ver Crítica de la economía política generalizada. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/critica-de-la-economia-politica-generalizada/.
[2] Ver Acontecimiento político; también Crítica de la ideología. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. https://pradaraul.wordpress.com/2015/06/23/acontecimento-politico-i/. https://pradaraul.wordpress.com/2015/06/23/acontecimento-politico-ii/.
[3] Colectivo activista marxista crítico, del periodo que se extiende desde 1995 hasta 2010, periodo de la movilización prolongada y del proceso constituyente en Bolivia.
[4] Ver de Comuna El Estado como campo de luchas. La muela del Diablo; La Paz 2008.
[5] Ver La explosión de la vida. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/la-explosion-de-la-vida/.
[6] Nicos Poulantzas: Estado, poder y socialismo. Siglo XXI; México 2005. Pág. 9.
[7] Ibídem: Pág. 154.
[8] Ver Clausura de un horizonte. Dinámicas moleculares; La Paz 2016. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/clausura-del-horizonte-moderno/.
Leer más: http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/devenir-capitalismo-de-estado/
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