El tejido humanista
Raúl Prada Alcoreza
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En Las palabras y las cosas Michel Foucault hace una arqueología de las ciencias humanas. Podríamos decir que encuentra la emergencia de estas ciencias del hombre en el triedro de los saberes, en el pliegue de las ciencias, que buscan en su espesor la contingencia o finitud del hombre, así como también, complementariamente, en los despliegues de las ciencias o su duplicación, que tratan de exlicarse o comprender el sentido de los comportamientos humanos, el sentido de los usos del lenguaje, el sentido atribuido a la producción, a la circulación y al consumo. Fue todo un desplazamiento epistemológico la investigación descriptiva de las prácticas, como le gustaba definir Foucault, su interpretación arqueológica, además de ocasionar una polémica airada de parte de los que podemos denominar, “humanistas”, pues, la mayoría de sus detractores, hablaban en defensa de la “humanidad”. No habían entendido la contextura del texto ni su alcance; solo les horrorizo que Foucault haya matado al hombre. Incluso los más desesperados lo acusaron de “nazi”. No encontraron otro argumento, más atroz y descalificador, en su defensa “ideológica”. Sin embargo, a pesar de estos cambios de perspectiva y de análisis, la arqueología de las ciencias humanas, no dejan de auscultar en la formalidad de la episteme moderna.
Desde la perspectiva de la complejidad, no es suficiente, pues solo se analiza las configuraciones institucionales de las ciencias humanas; lo que es indispensable también es comprender la dinámica de las formaciones enunciativas y discursivas humanistas, en lo que respecta a sus incidencias en las “ideologías”, en las prácticas y relaciones sociales, en la política. Esto es importante, pues estos recorridos y movimientos de la concepción humanista, estas transformaciones en los imaginarios sociales, incluso en la conformación de institucionalidades, repercute con mayor impacto en las dinámicas sociales. En cambio, los saberes formales tienen una incidencia mucho menor, aunque nucleadas en determinadas instituciones de peso, y los campos instrumentales de efecto prolongado, como las academias y las tecnologías. Para decirlo fácilmente, lo que mueve masas, son las “ideologías”.
En esta perspectiva, queremos desplazarnos de la arqueología del concepto de humanidad, a las dinámicas complejas y singulares de desplazamientos, así como de plegamientos, de mutaciones y conservaciones, del tejido múltiple de transformaciones discursivas y enunciativas, de formaciones imaginarias, de formaciones “ideológicas”, en acciones masivas, en comportamientos colectivos, en prácticas de incidencia a escala social; incluso repercutiendo en composiciones, descomposiciones y recomposiciones institucionales. Llamaremos a este análisis hermenéutica compleja de la acción social, rescatando un concepto abordado por Jürgen Habermas.
Hermenéutica compleja de la acción social
No vamos a exponer la fundamentación teórica de esta hermenéutica compleja; esto lo dejaremos para después. Lo que haremos es poner en práctica, por así decirlo, esta hermenéutica en el análisis del acontecimiento humanista en la modernidad.
Usaremos una configuración conceptual de Foucault, expuesta en la Arqueología del saber; esta configuración epistemológica es haz de relaciones. Es decir, comprender el enunciado como acontecimiento, además acontecimiento compuesto en la proliferación dinámica de combinaciones y procesos como haz de relaciones. En consecuencia, diremos que el enunciado humanidad es un haz de relaciones. Este haz de relaciones articula múltiples planos y espesores de intensidad, que hacen al acontecimiento. El enunciado humanidad es un horizonte de visibilidad y decibilidad abierto, en la modernidad; repercutiendo en todos los planos y espesores de intensidad, que articula. Como no podemos exponer ni analizar la multiplicidad de estos planos y espesores, por de pronto, escogemos dos planos y espesores de intensidad social, que inciden en comportamientos masivos sociales; estos son la “ideología” y la política.
El concepto de humanidad se convierte en sentido común; adquiere configuración y se encarna en comportamientos, acciones y, sobre todo, en imaginarios sociales. Estos imaginarios se conforman interpretando popularmente el concepto de humanidad, desde la hermenéutica espontánea y simbólica acumulada en los saberes populares. Las corrientes filosóficas, teóricas, culturales, estéticas, artísticas, son como un núcleo dinámico – uno de los núcleos -de los ciclos climáticos y atmosféricos, para decirlo metafóricamente, del haz de relaciones del enunciado humanidad. El pueblo se reconoce en su humanidad, la toma como esencia inmanente y trascendental, además de trascendente; aunque no lo haga filosóficamente ni teóricamente, sino asumiéndola en sus sentidos comunes, en los imaginarios colectivos, en los habitus. Se comparte entonces entre la academia y los saberes populares un enunciado mutante, que adquiere su estructura conceptual, también, en su desplazamiento, su configuración barroca de sentido práctico, encarnándose en prácticas y habitus sociales.
Entre las “ideologías”, que emergen de estos procesos epistemológicos y culturales de la sociedad, podemos citar, por lo menos dos ámbitos, que inciden en la política; uno es el correspondiente a las “ideologías” liberales; el otro es el correspondiente a las “ideologías” socialistas. Ambos campos “ideológicos” suponen el concepto de humanidad, las configuraciones de humanidad, los sentidos comunes de humanidad, los imaginarios colectivos que componen y combinan barrocamente el sentido y los significados de humanidad, además de los habitus, que contienen al presupuesto de humanidad. Se puede explicar, entonces, sus convocatorias discursivas a la humanidad, como interlocutora.
Podemos decir también, para formularlo fácilmente, que el campo democrático, que abarca las denotaciones y connotaciones de la democracia; en otras palabras, el ejercicio de la política, en la disputa por la democracia, que incorpora desde limitaciones del poder constituido hasta los desbordes libres de la democracia radical, suponen o se enraízan en el haz de relaciones del enunciado humanidad. La política, en todas sus tonalidades, desde las acotadas y restringidas, hasta la efectuadas en sentido pleno, por la potencia social, tiene como substrato enunciativo al haz de relaciones de humanidad. En consecuencia, no podríamos solo hablar de la arqueología epistemológica del concepto de humanidad, de manera más amplia, de arqueología del saber de las ciencias humanas, sino de praxis, relaciones, estructuras e instituciones, que hacen al tejido espacio-temporal-territorial-social de las sociedades modernas. Alguien podría acudir a decirnos que se trata de episteme y doxa; sin embargo esta composición y combinación no es suficiente para expresar la complejidad del haz de relaciones, que incorpora procesos materiales institucionales y de prácticas sociales.
Entonces, vamos más allá de los alcances de la arqueología del saber, comprendiendo, además, que si bien, el perfil de las ciencias humanas comparte en el triedro de los saberes, una ubicación que denomina Foucault de precariedad epistemológica, en lo que respecta ya no a la epistemología, sino las realizaciones efectivas en la sociedad y en las mallas institucionales, además de encarnarse en comportamientos, prácticas y habitus, los haces de relaciones de los enunciados humanistas, adquieren una extensidad, incluso intensidad, que no la tienen las ciencias ni los saberes académicos, incidiendo masivamente en el acontecimiento social.
Esta ampliación de la arqueología del saber a la hermenéutica compleja era indispensable, pues si bien se interpreta y aclara el entendimiento y la comprensión del devenir de las ciencias sociales en la formación epistemológica de la episteme moderna, no logra dar luces, no logra iluminar, por lo tanto no ayuda a comprender, las dinámicas complejas, articuladas e integradas, del acontecimiento social y, en el acontecimiento social, de la incidencia y el impacto del humanismo en las sociedades modernas. Al final, debe quedarnos claro, que la formación epistemológica, solo es una parte, forma parte, de este acontecimiento social, que abarca multiplicidades singulares y múltiples procesos singulares articulados y entrelazados. Solo quedaríamos con el análisis, las investigaciones, las interpretaciones y explicaciones, que dan cuenta solo de un recorte de realidad social efectiva, quedando pendiente la complejidad misma, sinónimo de realidad. Tampoco se termina de explicar adecuadamente a formación epistemológica, pues los estratos epistemológicos que la componen, no son aislados, ni campos autonomizados, como ha pretendido la episteme moderna, sino que se asientan, se afincan, emergen, se plieguen y despliegan, en la dinámica compleja social singular de los múltiples planos y espesores de intensidad integrados. Para lograr una comprensión adecuada de la episteme moderna se requiere conectarla con sus substratos efectivos, los de las praxis, de las doxas, de las prácticas materiales, de las relaciones y estructuras sociales, de las instituciones, y de los habitus.
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