La pose del macro-equilibrio económico
Raúl Prada Alcoreza
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El argumento
preferido del Ministro de Economía y Finanzas Públicas es el del equilibrio macro-económico. El resto del
gobierno se ampara en este argumento. El Vicepresidente la repite o la supone
en sus propios argumentos; el presidente la asume como la gran verdad recién
descubierta. Sobre la base de este fin y
medio se basa la negación del gobierno a ceder a la demanda de la movilización
dramática de los denominados, mediáticamente, “discapacitados”. También es
el referente argumental del cierre
tramposamente hecho a los fabriles de ENATEX; cuando se les anuncio que se iba
a pintar la fábrica, en cambio, en realidad, se la clausuró, para no abrirla
más. El argumento era el mismo, se
cerrarían las empresas públicas no rentables. Recordando cuando la abrieron,
después de comprarla a la empresa privada, no hace mucho, con toda publicidad y
festividad, los discursos hablaban de “industrialización” y el “crecimiento de
las exportaciones manufactureras”. ¿Cómo ha cambiado tan rápidamente la situación? ¿La demanda mundial de textiles ha variado de la noche a la mañana?
¿Bolivia se ha vuelto, de repente, incompetente en esta fabricación de
textiles? ¿El Estado norteamericano ha cerrado las gangas de la ATDPA? El
gobierno, como siempre no responde a las preguntas. Sino que acude, en estos
casos, económicos, a su argumento
reiterativo, explícito o implícito: el equilibrio
macro-económico.
Los custodios
del equilibrio macro-económico,
evitan gastar en la demanda de los “discapacitados”,
que además es un derecho
constitucionalmente legado; fuera de un compromiso del gobierno al anular el
fondo que iba para financiar a los partidos, que supuestamente, según el
gobierno sería destinado precisamente a los “discapacitados”. ¿Dónde se destina
este dinero? También evitan invertir en ENATEX, pues no habría tasa de retorno, sino pérdidas. ¿En los
demás gastos se comportan de la misma manera? ¿En todas las políticas económicas se conducen de
igual forma? Veamos algunos ejemplos.
Cuando se trata
de elaborar y aprobar una Ley Minera, que no solo mantiene las condiciones entreguistas neoliberales,
sino que las empeora, donde los porcentajes que recibe el Estado son
paupérrimos, si comparamos con la tributación
que dejan los hidrocarburos. Estimando por cálculo se le escapan al Estado miles
de millones de dólares. Peor aún, cuando el Estado no accede a los efectos multiplicadores de las transformaciones materiales de la producción y de la industrialización; cuando la pérdida puede contabilizarse por
mucho más; fuera de consolidar la dependencia.
¿El comportamiento económico, en políticas económicas, es el mismo, es de equilibrio macro-económico? ¿Se habla de
equilibrio macro-económico o de algo
parecido? Si comparamos lo que el Estado perdería, supuestamente, por ceder a
la demanda de los “discapacitados” y
a la demanda de los fabriles, no hay
punto de comparación con lo que efectivamente pierde en la preservación de la
condición de la dependencia del país,
en la condición de economía primario
exportadora; además con las características lamentables y entreguistas de
la Ley Minera, de la entrega de las concesiones
y del control ejercido por empresas
trasnacionales extractivistas, que controlan el 70% de la explotación minera.
Ahora bien, si
nos adentramos al rubro hidrocarburífero, que como mostramos, parece mejor que
el rubro minero. Hasta ahora no se ha resuelto satisfactoriamente el problema
del valor calorífico del gas húmedo. Hablamos de una pérdida
superior a los 700 millones de dólares por año. Lo que se ha hecho, en
principio, es establecer un porcentaje pírrico al valor calorífico, prácticamente obsequiado; después, se han
instalado plantas separadoras, que
llaman los funcionarios del gobierno “plantas industriales”; sin tener mucha
idea de lo que es industrialización. Sin
distinguir una operación mecánica de separación de una operación de transformación e industrialización. Estas plantas separadoras no han resuelto el
problema de la transferencia del gas
húmedo, que va a Brasil. Pero, esta información no la transmiten, como es
de costumbre. Lo que sí se sabe, basta la comparación con costos
internacionales, es el sobreprecio sobrecargado
de las plantas separadoras. ¿Este es
un comportamiento al estilo del equilibrio
macro-económico? Por otra parte, de la nacionalización
de los hidrocarburos a la desnacionalización
de los Contratos de Operaciones,
lapso que duro un año, nunca se fundó efectivamente YPFB, salvo
demagógicamente; nunca ha dejado de ser una oficina de administración. En el
mejor de los casos, convertida en una central administrativa nacional; que no
tiene el control técnico de la
producción hidrocarburífera. Esto lo siguen haciendo las empresas
trasnacionales, debido a los Contratos de
Operaciones, refrendados por el “patriótico” Congreso Plurinacional. ¿Cuánto
se pierde por estas desfachateces del
gobierno, para no decir otra cosa, usando palabras más duras y cercanas a lo
que ocurre? ¿Es éste un comportamiento de equilibrio
macro-económico?
Si continuamos
con la lista, nos encontraremos con una lista catastrófica y abultada. No lo
haremos, seguiremos con lo más positivo. Las mentadas carreteras. No se puede
desconocer la expansión de la infraestructura
comunicacional, que vertebra al país. Cierto; empero, los desbordados
costos no pierden la costumbre; todos son sobrecargados de sobreprecios. Esto de ninguna manera se puede llamar cuidar el equilibrio macro-económico, a pesar de
las bondades comunicativas de las carreteras; en todo caso, sería un chantaje emocional, para cubrir a las bribonadas
oficiales y de las empresas constructoras. La Planta Industrial de
Carbonato de Litio, que ahora le han
bajado el perfil, solo ha sacado inversión; en principio un monto de 19
millones de dólares; ¿hasta cuándo ha llegado? No lo dicen. Sin resultados, con
denuncias de los propios trabajadores de montajes, tramoyas y trampas groseras.
Una estafa al pueblo boliviano. La Planta de Amoniaco y Urea de Bulo
Bulo, cuyas tierras se entregaron a las dirigencias
sindicales como reconocimiento; después, se les “indemnizó”, cuando se decidió
que la Planta de Amoniaco y Urea se instalaba en el
Chapare. No en Puerto Suarez, como correspondía por lógica, de acuerdo a las cercanías
del mercado y del gas; energía a utilizarse. La pérdida por “indemnización” a
los propietarios, que recibieron las tierras gratuitamente, por transferirse
estas tierras a la Planta de Bulo-Bulo;
la pérdida en elevados costos de producción por no construirse en
Puerto-Suarez; además de las pérdidas debido a una proliferación de
improvisaciones, son notablemente altas. ¿Este es un comportamiento al estilo
del equilibrio-macroeconómico?
Para no seguir
con la lista larga, solo tomando el último ejemplo escandaloso, para terminar.
El de las contrataciones con una misma empresa China ya conocida y famosa por
sus incumplimientos y matufias. Esta empresa, la CAMC, que en principio, tenía
que fabricar las famosas barcazas para Puerto Busch, que nunca llegaron a
Bolivia y quedaron confiscada en China, después de haberles pagado la totalidad.
Quedando el Estado boliviano como deudor por arrendamiento de galpones donde se
las guarda. Después, se cambió el perfil de los contratos. Todos estratégicos,
incluyendo la Empresa Azucarera San Buenaventura y la
Planta de Amoniaco y Urea de Bulo Bulo, fuera de la Represa
de Misicuni y otros proyectos estratégicos. ¿El Ministro de Economía, el
Vicepresidente, el Presidente, el Congreso, la Contraloría, la Fiscalía, no
saben que estos contratos, la forma de hacerlos, fuera de los escándalos,
vulneran la Ley de Contratación de Bienes y Servicios? ¿No lo saben? ¿Cómo
pueden no saber esto o hacerse a los desentendidos? En cambio dicen saber sobre
las leyes del equilibrio macro-económico.
Bueno, la pérdida se aproxima o ha sobrepasado los mil millones de dólares. No
se sabe, a ciencia cierta, pues como todo se oculta, es secreto de Estado, no
se pueden calcular los montos exactos. No nos van a decir que este es un
comportamiento relativo el equilibrio
macro-económico.
¿Dónde está la
coherencia de hablar de equilibrio macro-económico
cuando se trata de los “discapacitados” y de los fabriles y no referirse a este
referente, tótem y tabú de los economistas, del Ministro de Economía y del
gobierno? No hay ninguna coherencia. ¿Cómo explicar esta incoherencia?
El discurso del equilibrio-macro-económico no sirve para
orientar una política económica
cautelosa, incluso si se reduce a la concepción
de cajero, que parece tener el ministro, sino para legitimar la continuidad
del estilo de políticas monetaristas,
que impone e Sistema Financiero Internacional; amo del sistema-mudo financiero, al que pertenece Bolivia y al que sigue al
pie de la letra el Ministro de Economía. Al Sistema Financiero Internacional no
le interesa el equilibrio macro-económico
mundial, sino el avance del capitalismo
especulativo, la preservación de las burbujas
financieras, la exacción a los
pueblos, que deben pagar por créditos onerosos. Esta es la realidad efectiva de ese discurso monetarista. ¿En dónde queda el
“antiimperialismo” del gobierno? Lo mismo, este discurso no sirve para pelear
con el imperialismo efectivo, real,
de carne y hueso, sino para convencer al pueblo que el gobierno es “antiimperialista”,
que en el siglo XXI sigue las tradiciones
de las luchas antiimperialistas
del siglo XX. Para hacerle creer a los
funcionarios de la propaganda de los Estados del imperio que enfrente tiene unos “gobiernos antiimperialistas”. ¿Quiénes
se toman en serio semejante cosa? Obviamente la masa de llunk’us del partido oficialistas, que viven de esta política del chantaje; los medios de
comunicación estatales, que se desgañitan en la estridencia “antiimperialista”,
que no le llega al imperialismo, por
ningún lado. ¿Creen los voceros del gobierno en este discurso o lo dicen por inercia?
Como dijimos antes,
en la era de la simulación, el poder funciona, en gran parte, por los mecanismos de la simulación; entre ellos, por la economía
política del chantaje. No tiene ningún sentido, en estos escenarios, discutir sobre la
pertinencia o no del equilibrio macro-económico;
sería como caer en una narrativa cuantitativa, que es un ejercicio
universitario, que nadie toma en serio, salvo como instrumento discursivo disuasivo. El debate de fondo es sobre la crisis generalizada del sistema-mundo capitalista; la pregunta
pertinente es: ¿qué se hace ante semejante decadencia?
¿Se la sigue soportando en una especie de adormecimiento condescendiente y
cómplice? ¿O se enfrenta este derrumbe del principio
de realidad y se coloca, otra vez, en la mesa, el debate sobre la dependencia? ¿Por qué no discutir de
frente las características actuales de la reproducción
del poder, el valor efectivo y la función operativa de los discursos demagógicos, se reclamen ellos
de “antiimperialistas” o se reclamen de austeros partidarios del equilibrio macro-económico?
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