Horizontes feministas
Comentario a Feminist Perspectives on the Internationalization of The State de Birgit Sauer and Stefanie Wöhl
Raúl Prada Alcoreza
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Las autoras, Birgit Sauer y Stefanie Wöhl, se proponen analizar las transformaciones estructurales de la globalización contemporánea, que hace hincapié en la característica actual de la internalización del Estado o, mejor dicho, del Estado internacionalizado; es decir, de la condición integrada del Estado en el orden mundial. Sobre todo, para analizar en este contexto los efectos en la condición de las mujeres, de sus derechos, de sus luchas, en el mundo; distinguiendo regiones y países. Las investigadoras encuentran una variedad de transiciones que abandonan el Estado de Bienestar y se adentran en lo que podríamos llamar la globalización del ajuste estructural neoliberal. Por lo tanto, también observan diferencias en las formas de las modificaciones de las condiciones de las mujeres, así como ambigüedades en las políticas aplicadas recientemente. De todas maneras, la tendencia parece ser la pérdida de derechos y de conquistas logradas; aunque con más contundencia en el sur, que en el norte; con mayor efecto destructivo en países periféricos que en los países centrales.
Una de las luchas feministas fue y es la reivindicación de género, que ha adquirido distintas tonalidades, dependiendo del radicalismo feminista. Podemos trazar un intervalo que se define desde la reivindicación de la equidad de género hasta la interpelación del género, como clasificación dualista, como economía política de género. Que diferencia mujer de hombre; desvalorizando a la mujer, que viene a ser lo concreto de la vida, más cerca del cuerpo vital; valorizando al hombre, que viene a ser lo abstracto, más cerca del “espíritu” o la razón abstracta, separada del cuerpo. En esta economía política de género, el hombre es el ideal humano. Las autoras observan una ambivalencia notoria en lo que respecta a esta problemática. Por una parte, las políticas estatales, apoyadas y acompañadas por las políticas internacionales, supuestamente basadas en los derechos humanos y la equidad de género, simulan avances normativos en sus estructuras jurídicas y formales, así como en sus constituciones y leyes. Sin embargo, los artículos pertinentes pecan de imprecisiones, y cuando se aplican, lo hacen preservando los prejuicios patriarcales. Por otra parte, la globalización neoliberal y el impacto en los países más vulnerables, ocasiona flujos migratorios importantes de poblaciones, del sur al norte, donde las mujeres son incluso, a veces, la mayoría; flujos migratorios desde países exportadores de materias primas a países industrializados. Esta situación empuja a las mujeres a asimilarse a los empleos de servicio y trabajos marginales mal pagados. Las mujeres migrantes ocupan la escala más baja de la estructura social del país de recepción, al que se migró. Ocasionando un beneficio perverso en las mujeres profesionales del país de recepción de la inmigración, de tal manera, que pueden liberarse de las tareas oprobiosas de casa, empleando a estas mujeres migrantes.
Hay pues una heterogeneidad de situaciones y condiciones en lo que respecta a las mujeres del mundo, en la contemporaneidad; cuando se viven procesos de internacionalización estructural de gubernamentalidades estatales, que se denominan gobernanza. En la jerga burocrática internacional y de las ONGs, el significado de gobernanza pretende, veladamente, sugerir participación; la gobernanza sería más inclusiva que el ejercicio de gobierno, incluso más democrática. En el balance de lo que ocurre en el mundo, comprendiendo toda la gama de casos y diferencias, las investigadoras encuentran, mas bien, la pérdida del alcance democrático conseguido en los periodos del Estado de Bienestar. Aquí también aparece la máscara de la simulación.
Las autoras se concentran en caracterizar y definir el contexto de la internalización de la nueva forma de gubernamentalidad mundial, denominada gobernanza. Ponen en evidencia la polisemia de esté termino, que solo puede ser descifrado en el contexto de la globalización neoliberal. Si bien hay un discurso apologético de la globalización, que remarca los aspectos positivos para la ciudadanía mundial, lo notorio es la repetición, ahora en el contexto mundial, y bajo la efectuación de disposiciones y dispositivos de la gobernanza, de discriminaciones heredadas, sociales, raciales y de género. Inequidades dadas ciertamente en otras condiciones y con formas y características renovadas. Empero, lo que queda claro es que las diferencias discriminantes no han desaparecido, el dominio masculino no se ha suprimido. Es más, adquiere legitimidad en las formas ambiguas de la retórica de la gobernanza y de la expansión diferencial de la globalización.
Se puede entender la gobernanza como la internalización del Estado, internacionalización que no hace desaparecer a los Estado-nación, sino que los reacomoda en el espacio consolidado de la mundialización, reasignándoles nuevos roles en estos procesos de globalización. El discurso hegemónico pretende mostrar estos desplazamientos como borradura de fronteras, incluso como integración de pueblos y culturas, como conformación de un mundo multicultural integrado. Sin embargo, se han marcado nuevas fronteras; por ejemplo, entre norte y sur, entre regiones de avances en la desregulación internacional y regiones de rezago en estas operaciones normativas; por lo tanto, respecto a zonas donde se mantienen las regulaciones estatales. Las fronteras entre países no han desaparecido, se han vuelto permeables y dúctiles; sin embargo, paradójicamente, las fronteras con los Estado-nación centrales y dominantes tienden a convertirse en impenetrables. El nuevo orden mundial es, de alguna manera, parecido al orden mundial, emergido en la posguerra; empero, distinto estructuralmente, en lo que tiene que ver con la gobernanza y los efectos globales en las clases sociales, los pueblos y la dualidad inequitativa del género.
Se interpreta este proceso de internalización estatal, así como el proceso de globalización estructural neoliberal, también el proceso de redefinición de las diferencias sociales, raciales y de género, en los nuevos contextos de globalización y gobernanza, desde la perspectiva de la teoría materialista relacional del Estado, que concibe esta estructura de poder como condensación de las relaciones sociales. Esta condensación, ahora, se da en el contexto mundial, trayendo a colación consecuencias globales, afectando en el perfil mundial de las dominaciones e induciendo modificaciones en las geopolíticas regionales, así como en las estructuras económicas y políticas locales.
Una observación: No se ve la aplicación de la teoría relacional en la interpretación feminista de la dominación patriarcal, persistente y quizás reforzada, a pesar de los cambios de forma, en el contexto de la internalización estatal, denominada gobernanza. Salvo que esta aplicación se reduzca a generalidades como la preservación de la diferenciación discriminante de género. ¿Cuáles son las relaciones sociales específicas de dominación masculina, desde la perspectiva relacional del Estado? ¿Cómo se condensa la relación patriarcal de género en el Estado internacionalizado? ¿Qué significa la relación desigual de género desde el ejercicio del poder? ¿Qué papel juegan las culturas y las naciones en la consolidación patriarcal, diferencial y variada en sus tonalidades? Es indispensable responder estas preguntas para que el análisis deje de ser descriptivo y llegue a ser crítico e interpelativo.
La re-funcionalización de la estructura discriminante de género, se hace evidente tanto en la geopolítica del sistema-mundo capitalista, donde se da en los centros una aparente feminización del trabajo, empleando cada vez más mujeres, sin necesariamente desbordar la predominancia masculina; así como aparece algo parecido en las periferias; con la distinción de las estructuras de empleos, de las condiciones de trabajo y de las cualidades de la seguridad laboral. Sin embargo, la llamada feminización acaecida, en realidad, descarga sobre las mujeres el peso de la informalidad, en los países periféricos, así como el peso menor de los perfiles laborales menos cotizados o, por lo menos, menos privilegiados, en los países centrales. Los puestos más altos de los rubros más cotizados, como los empleos de especialistas en organismos internacionales, en el sistema financiero y en las empresas trasnacionales, son ocupados prioritariamente por hombres blancos instruidos. Se puede hablar entonces de una feminización diferencial, geográfica y étnica, prorrateada en la estructura jerárquica del empleo. No han desaparecido las discriminaciones de género, solo se han replanteado, en las nuevas condiciones de la gobernanza y la globalización neoliberal.
Las investigadoras observan diferencias en las composiciones de las organizaciones internacionales. Por ejemplo, mientras en Naciones Unidas, sobre todo, en las comisiones especiales, es notoria una mayor presencia de mujeres, incluso de algunos movimientos feministas y ONGs, en cambio en organismos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, además de otros de parecida índole, escasea la presencia de mujeres. Lo que parece mostrar que las mujeres aparecen simbólicamente en organismos mundiales, que responden a las representaciones coaligadas de los Estado-nación, para legitimar las políticas internacionales de homogeneización y transición estructural de internacionalización. Mientras que en organismos internacionales operativos, por así decirlo, que disponen de recursos y capacidad financiera, queda claro el dominio masculino.
Otra deformación de la genuina representación de mujeres, se da cuando se sustituye la lucha reivindicativa por la equidad de género con el comercio feminista, que se inclina por negociaciones más teatrales que eficaces, en lo que respecta a la realización de los derechos de equidad. En el fondo, asistimos a la reiteración de la preponderancia masculina, a la reposición de la dominación patriarcal, solo que efectuado en lenguaje condescendiente, que simula cambios en la estructura normativa e institucional mundial, que supuestamente influencia en los gobiernos y los Estado-nación.
Se ha notado, sin embargo, modificaciones en la estructura poblacional; en el sur, en los llamados “países del tercer mundo”, se ha incrementado notoriamente la participación demográfica de las mujeres en las actividades económicas. Empero, se trata de trabajo informal, esporádico e intermitente, que la mayor parte de las veces, se lo hace a destajo. Sin contar con el amparo de la ley del trabajo, que no se aplica al denominado “trabajo informal”. Algo parecido ocurre en los llamados “países desarrollados”, aunque en menor escala; si bien, no se trata, exactamente de “trabajo informal”, sino de empleos jerárquicamente menores, a los que ocupan los hombres.
En conclusión, no ha habido una efectiva democratización, en lo que respecta a la equidad de género y la ampliación coherente de los derechos de las mujeres y su participación en todos los rubros, espacios y centros de toma de decisiones. La denominada gobernanza corresponde al ajuste estructural neoliberal a escala mundial, donde interesa menos la democratización, la participación de las mujeres, las reivindicaciones feministas, aunque se tenga un discurso condescendiente, e importa más el “desarrollo” y “crecimiento” económico, de carácter internacional, manteniendo las reglas del juego de la competencia. Lo que queda claro es que la gobernanza del sistema-mundo capitalista actual requiere más del avance de la transición a la internacionalización, homogeneización y realización institucional de la transformación integral del capitalismo.
El análisis de Birgit Sauer y Stefanie Wöhl es importante. Sobre todo, tomando en cuenta la falencia de las corrientes marxistas, incluyendo al marxismo crítico, respecto al tratamiento de estos temas y tópicos, trascendentales. El marxismo se quedó con la concepción genérica de la lucha de clases, sin ahondar en las dinámicas complejas, que hacen a esta lucha efectiva y concreta. Descuidó comprender las características propias de la lucha de clases, alimentada con la incidencia de la dominación masculina y el Estado patriarcal. Lo mismo, descuidó la incidencia colonial en la lucha de clases, incidencia que otorga un carácter racial. El balance, nos muestra la situación definida por la correlación de fuerzas en la actualidad, tanto a escala internacional como a escala nacional. Situación que ratifica la permanencia patriarcal y la recurrencia de la dominación masculina actualizada, aunque con nuevas formas.
De todas maneras, contando con nuestra ponderación al aporte crítico sobre lo logrado por los movimientos feministas, preguntamos a las autoras lo siguiente: ¿Es pertinente desde una mirada radical emancipadora mantener la conceptualización de género y la reivindicación de equidad de género? Cuando el concepto de género parece responder a la economía política de género, que forma parte de la economía política generalizada, que conforma el sistema-mundo capitalista, en su integralidad. ¿No es, más bien, conveniente, criticar el fetichismo institucionalizado de género, que separa hombre de mujer, efectuando la idealización masculina y la subordinación femenina? ¿No es más auténtico decir, por ejemplo, no soy ni hombre ni mujer, que son los sujetos inoculados por el poder y las dominaciones polimorfas, decir, mas bien, soy devenir constante?
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