miércoles, 3 de agosto de 2016

Ejercer el poder en bruma confusa

Ejercer el poder en bruma confusa


Raúl Prada Alcoreza

 

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En la era de la simulación del crepúsculo del sistema-mundo capitalista, que contiene al sistema-mundo político y al sistema-mundo cultural, el ejercicio del poder se ha convertido en un teatro político escenificado en plena bruma[1]. La bruma otorga un ambiente un tanto trágico a la trama representada. Se espera, por lo menos, una buena representación, de guiones que sean de cierta calidad; empero, la sorpresa es que de trágico solo queda la bruma, que no era tanto para darle gravedad a la representación, sino para lograr confusión; de tal forma, que no se logre ver, ni entender lo que se representa.  De esa manera no se pueda juzgar la representación, el teatro político; tampoco se pueda visualizar lo que se hace, en entretelones; quedando el espectador atónito, sin saber si asistió a una buena o mala representación.  El teatro político se ha convertido en una pésima representación; que escenifica una mala trama, además, aburridamente repetida. Los actores son mediocres; lo único que queda es la bruma y de la bruma la confusión. También lo que queda es el encubrimiento las fechorías, hechas en entretelones, fuera de las constatadas vulneraciones a la Constitución.

El vicepresidente del gobierno populista señala a las gobernaciones como ineficientes y rentistas, por no generar sus propios ingresos y no ser productivas. ¿Qué es el gobierno? ¿Acaso no es rentista? Atrapado en la continuidad intensiva y expansiva del modelo colonial extractivita del capitalismo dependiente, se sustenta en una economía primario exportadora, se aposenta en la larga tradición y habitus del Estado rentista.  Por otra parte, atenta contra lo poco e incipiente del fragmentario espacio productivo, debatiéndose entre la vida y la muerte; inmiscuido fatalmente en el compulsivo sabotaje destructivo, aunque no sea intencional, de la economía política del chantaje; donde sobresale la corrosión institucional y la corrupción galopante. Adjudicando concesiones y proyectos, de modo directo, a empresas fantasmas o que no cumplen con los mínimos requisitos, exigidos formalmente, a lo que se presentan para concurrir; lo peor, que tampoco cumplen. Dejando desolado el panorama económico, supuestamente abierto, en las gestiones del demagógico gobierno, habituado a presentarse como ficción en la propaganda estridente.

Resulta que la Constitución establece un entramado de competencias, privativas, exclusivas, concurrentes y compartidas, que amplifican notoriamente las competencias departamentales, municipales, indígenas; definiendo las condiciones de posibilidad jurídico-políticas de las autonomías plurales. En contraste, en el ejercicio de la política, el gobierno popular se ha desentendido completamente de la Constitución, de este entramado de competencias, incluso de las competencias particulares de cada autonomía. Primero, ha vulnerado patentemente la Constitución con una Ley Marco de Autonomías, que de autonomías solo tiene el nombre; lo demás es sencillamente la repetición reiterada, incluso mayor, del modelo centralista del Estado-nación subalterno. Vulnerando las competencias autonómicas. Este Estado-nación, que se pone el mote de Estado plurinacional, se ha desentendido completamente, de la manera más grosera, de lo que manda la Constitución. En vez de autonomías restaura el centralismo ramplón; en vez de un sistema adecuado de financiación de las autonomías, se apodera de sus recursos; en vez de descolonización, reconociendo territorio indígena a las autonomías indígenas, además de normas e instituciones propias, las somete a un control colonial, no hay otro nombre a lo que hace, del Estado celoso, patriarcal y renovado colonial, a pesar del discurso desgañitado, que se reclama de gobierno indígena.

Es una pantomima. Empero, parece que los únicos que no se dan cuenta que lo es, son los gobernantes, los representantes oficialistas, la masa de llunk’us, que los sigue ciegamente. Sorprendentemente, también los medios de comunicación, oficiales y no oficiales. Estos medios siguen la tramoya, como si fuese veridico lo que dicen que pasa oficialmente. La mediocridad se ha vuelto también una característica de los medios de comunicación.

Una buena pregunta al respecto, de esta escenificación lamentable del teatro político, la hicimos antes, preguntándonos cómo funciona este ejercicio de poder[2]. Dijimos que se trata del ejercicio del poder por medio de la simulación. También anotamos que se trata, en plena dominación del capitalismo financiero, en la etapa tardía del ciclo largo vigente del capitalismo tardío, de la expansión abrumadora y transversal de las formas de poder no-institucionales, desbrozando las formas de poder institucionalizadas; la subsunción del lado luminoso del poder por el lado oculto del poder[3]. Así como remarcamos, que respecto a los gobiernos nacional-populares, que incursionaron heroicamente, a mediados del siglo XX, realizando nacionalizaciones, que eran las condiciones de posibilidad políticas de la conformación de la soberanía del Estado, además de ocasionar efectos políticos y materiales en la edificación efectiva del Estado-nación, son los populismos del siglo XXI patéticas comedias[4].

Entonces la bruma de la escenificación política sirve para provocar confusión.  Los gobernantes no gobiernan, en pleno sentido de la palabra, que significa conducir la nave aprovechando las fuerzas que amenazan con el naufragio y las fuerzas que impulsan la nave.   Los gobernantes de la etapa decadente no gobiernan, sino dejan que la nave, siga un curso incierto, en la inercia de la resultante de las fuerzas, de la correlación de fuerzas concurrentes. Nos preguntamos: ¿qué gobierna[5]? Dijimos que son las estructuras de poder de la maquinaria fabulosa del orden mundial, del imperio, de sus máquinas de guerra, de sus máquinas de poder, de sus máquinas económicas, de sus máquinas extractivistas. Los gobernantes pueden ilusionarse con que gobiernan, con que controlan; pero, esta ilusión es lo único que les queda, cuando son marionetas de la maquinaria abstracta de poder y de los agenciamientos concretos de poder globalizados.

El problema no sería exactamente éste, que unas hojas perdidas en la tormenta, se crean caudillos temidos por el “imperialismo”, que conducen un Estado, que gobiernan algo, cuando son la clara muestra de que fueron arrancadas de los árboles y ahora derivan, según las direcciones alocadas de los vientos borrascosos. El problema es que el pueblo, obligado a ser espectador del pésimo teatro político, paga no solamente con sufrirlo, sino con las consecuencias destructivas de la anti-producción, de la diseminación, de la decadencia, que barren con las condiciones de posibilidad histórico-políticas de una economía propia, que alumbre un porvenir[6].

El sistema-mundo cultural sustituye la cultura por la banalidad; el sistema-mundo político sustituye la política, en pleno sentido de la palabra, por la dominación a secas, cada vez más vulgar; además de sustituir la democracia, es decir, el autogobierno del pueblo, por el despotismo matizado, cada vez más tiránico[7].  La economía-mundo capitalista, en la etapa de la dominación del capitalismo especulativo, sustituye la producción, el mercado y el consumo, por los tráficos, que son los negocios más grandes; el tráfico de armas, los tráficos de las drogas y narcóticos; los tráfico de cuerpos, de trata de blancas y de órganos.  En otras palabras, para darle la tonalidad del alcance de esta decadencia y deterioro, la estructura de poder mundial sustituye la administración de las burocracias estatales, que quedan como pantalla, por el ejercicio de poder descarnado; es decir, la violencia coercitiva, amenazante y de terror, de las mafias, carteles, asociaciones delincuentes entre Estados, orden mundial y estas corporaciones de la economía política del chantaje[8].

Lo que pasa en un Estado-nación subalterno, dependiente, de las periferias del sistema-mundo capitalista, pasa en el mundo, pasa en los centros del sistema-mundo. La decadencia está globalizada. Al revés, lo que pasa en el mundo, pasa en las periferias. No se puede pretender estar al margen de esta globalización, como algún despistado ministro considera; cuando dice que “la economía nacional está blindada”. Lo cierto es que el orden mundial, el imperio, se ha tragado a toda el orbe de Estados-nación, sometiendo a los pueblos a la deuda infinita; la marca eterna de las dominaciones, desde los primeros imperios despóticos hasta el imperio del capitalismo tardío, que se reclama de la civilización moderna y de la democracia institucionalizada.

Estas anecdóticas comedias del teatro político, forman parte de los síntomas de la decadencia. Por ejemplo, un ministro de autonomías dice que mandó el formulario correspondiente al gobernador del departamento, y que el gobernador hizo caso omiso. Gobernador que desconoce las disposiciones “autonómicas”. Un Ministerio de Autonomías, que de autonomía solo lleva el nombre, hace de dispositivo demoledor del ejercicio de poder, correlativo del aparatoso del centralismo del Estado-nación, heredado de la colonia. Se ve en estas escenas que lo único que les queda a los funcionarios es aprovechar la ocasión para desplantes, en los estrechos márgenes de maniobra que se les asignas.

Un gobierno que vulnera la Constitución no es constitucional; por lo tanto, no es legítimo. Un gobierno que ha deshecho, de facto, el entramado de competencias autonómicas, es anti-autonomista; por lo tanto, un dispositivo contrario a la transición del Estado Plurinacional Comunitario y Autonómico, que es lo que define la Constitución como estructura jurídico-política estatal.  Un gobierno que cree en su propaganda y publicidad estridente, es un gobierno enajenado en su imaginario delirante. Un gobierno que persiste en el modelo colonial extractivita del capitalismo dependiente, aunque se desgañite diciendo que es “antimperialista”, “indígena” y “socialista comunitario”, es un gobierno impostor. Un gobierno que se entrega de lleno a la economía política del chantaje y a las corporaciones y carteles de las formas de poder paralelas, es un gobierno que ha ingresado en las profundas cavernas de la decadencia.




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