viernes, 12 de agosto de 2016

Humanidades expuestas

Humanidades expuestas 


Raúl Prada Alcoreza


Humanidades expuestas y Oikos despojado.pdf








Comencemos con una pregunta simple: ¿Qué es lo prioritario en el mundo y para la humanidad? La respuesta que encontramos, para nosotros indiscutible, es: la vida. Ahora bien, si es así, ¿no es esta primordialidad la que condiciona, por así decirlo, nuestras conductas y comportamientos, nuestras decisiones y estrategias, nuestras cosmovisiones, nuestros proyectos sociales? Si respondemos afirmativamente la segunda pregunta, la consecuencia ineludible es la siguiente: todas las otras premisas, puntos de partida, condicionantes, quedan relegadas a segundo plano, sino es a un tercer plano. Entre las otras opciones y proyectos; por ejemplo, el llamado crecimiento y desarrollo económico; o la proyección política de una institucionalidad nacional y mundial “democrática”; llevada a cabo, aplicada y respetada por todos. Para citar dos opciones y proyecciones que pueden ser aceptables por casi todos. Dejando de mencionar proyectos altamente rebatibles, desde la perspectiva humana, como las opciones geopolíticas de dominación. Estas opciones y proyectos quedan pues relegados a segundo o tercer plano, cuando la primordial perspectiva es la vida.

La tercera pregunta: ¿Por qué los estados y los gobiernos, así como las mallas institucionales y las redes empresariales insisten en imponer otras perspectivas y sus consecuentes proyectos, que son irrelevantes ante la crucial importancia de la vida? Esta pregunta ha tenido varias respuestas, de parte de las “ideologías”; desde las más reductivas, vinculadas al esquematismo dualista de fiel/infiel, hasta las que se reclaman portadoras de la esencia humana; como por ejemplo, las que se autoproclaman defensoras de la libertad y de la “democracia”; también las que se autodefinen como defensoras de la igualdad o la justicia. Sin embargo, todas estas respuestas, incluyendo aquellas que se consideran portadoras de la esencia de la humanidad, han soslayado la condición de posibilidad de cualquier condición de posibilidad, esta es la vida[1].

Si no es así, como planteamos, como interpretamos esta nuestra relación como humanidad, como sociedades y pueblos, con la vida, no solamente con el mundo; entonces, estas otras opciones y proyectos tendrían más valor que la vida misma. Algo que parece insostenible. ¿Cómo explicarse este desatino? A lo largo de los ensayos anteriores[2], hemos interpretado este desatino a partir de la crítica a la economía política generalizada; crítica que comprende la crítica de la economía del poder, la economía política del Estado y otras formas de economía política, que, como todas, separan lo abstracto de lo concreto, valorizando lo abstracto y desvalorizando lo concreto. Ahora, queremos reflexionar sobre esta condición de posibilidad primordial y fundamental de la vida, sobre todo, en lo que respecta a dos tópicos; uno, relacionado a la humanidad; otro, vinculado al Oikos. A partir de esta reflexión, adentrarnos a escudriñar sus consecuencias en el análisis del conflicto social. Respecto a esta temática, escogemos un conflicto social y económico concreto, con consecuencias políticas; este es el conflicto minero, entre las cooperativas mineras y el gobierno “progresista”.


Sobre las consideraciones teóricas acerca de la humanidad, nos remitimos a lo que escribimos al respecto. A partir de esta consideración arqueología del concepto de humanidad, intentaremos reflexionar lo que parece ser una evidencia; por lo menos, de la mayoría de los humanos, en las sociedades modernas. Su vulnerabilidad, el estar expuestos a intervenciones que les afectan, en el sentido de vaciamiento del contenido histórico-cultural de la configuración hermenéutica de humanidad. Estas poblaciones vulnerables, para situarlas en un plano de intensidad demográfico, son aquellas que están obligadas a exponerse a las condiciones de trabajo impuestas por el sistema-mundo, en un periodo y en una coyuntura determinadas, del ciclo correspondiente económico del valor valorizable; por lo menos, estadísticamente.

Como se puede ver, a estas poblaciones vulnerables, no las nombramos desde la clasificación sociológica o económica, incluso política, pues consideramos, a partir de nuestra premisa de inicio, que esa clasificación y los nombres correspondientes, responden a las definiciones hechas por la institucionalidad del poder; concretamente, del Estado. Definiciones taxonómicas, que han tenido uso en las “ideologías”, así como en las teorías sociológicas y políticas. Usos que han sido pertinentes en su momento y en los periodos, si se puede llamarlos así, de luchas iniciales sociales y políticas. Empero, ahora, cuando hay una acumulada experiencia social y una constante actualización de la memoria social, particularmente, en lo que respecta a las historias políticas dadas en la modernidad, no parece pertinente tomar como verdades últimas a estas definiciones, que son, mas bien, provisionales, incuso cuestionables, desde la perspectiva compleja de la vida.  Por eso, lo más conveniente, parece ser, considerar a las sociedades y pueblos, en conflicto permanente, sobre todo, interno, como humanos, reconociendo la condición humana en la que se encuentran.

Si tomamos en cuenta lo expuesto en ensayos anteriores[3], estamos en la era de la simulación, que corresponde a la historia del nihilismo, que avanza irremediable hacia la nada, en sentido metafórico, al desastre, en sentido literal, por el camino de la decadencia. En consecuencia, toda la sociedad, en toda su estructura social, comprometiendo a todos los estratos sociales, a todas las clases sociales, según las clasificaciones, se encuentran afectadas por este recorrido nihilista. Ciertamente, que de distinta manera. Para decirlo fácilmente, las clases explotadas, discriminadas, marginadas, subordinadas y dominadas,  son afectadas cuando su humanidad es convertida en objeto; por ejemplo, económico; las minorías, las clases dominantes, como, por ejemplo, la burguesía, también están afectadas, pues su humanidad, así mismo, ha sido alterada en sentido de una restricción banal. Se trata de las clases privilegiadas que han optado, aunque lo hagan de una manera mecánica, inconsciente, si no es consciente, pragmática y oportunista, por sustituir la plenitud humana, que podemos llamarla felicidad, por el goce momentáneo de satisfacciones banales. En consecuencia, a pesar de las diferencias, ambas situaciones sociales, las privilegiadas y las subordinadas, están expuestas al deterioro existencial; es decir, a la decadencia

Esto, que decimos, no es una defensa o relativización del papel dominante que juegan las clases privilegiadas; por ejemplo, la burguesía; de ninguna manera. Se trata de comprender el funcionamiento del sistema-mundo capitalista, su ubicación y situación, en el contexto mayor, donde se asienta, aunque no quiera reconocerlo, que es la ecología de la biodiversidad. Quedarse en el esquematismo dualista de burgueses y proletarios, dominantes y subordinados, por más pertinente que sea este esquematismo en la interpretación política, corre el peligro de reducir, incluso esta buena interpretación, operativa, al esquematismo dualista de buenos y malos; lo que es de por sí el colmo de la “ideología”. Colmo recurrente de las fuerzas sociales concurrentes.

Teniendo en cuenta los aportes de las formaciones discursivas histórico-políticas,  interpeladoras de las dominaciones y críticas de los discursos jurídico-políticos de legitimación del poder,  sobre todo, la interpretación luminosa, que hace inteligible las formaciones sociales, de la lucha de clases, parece, que se requiere, considerando la experiencia social política, ir más a fondo, por así decirlo, e interpretar el conflicto social desde la perspectiva de la complejidad.

Al respecto, de esta interpretación, desde la perspectiva del pensamiento complejo, por el momento, no encontramos otra premisa apropiada que el concepto de humanidad, por más renacentista que sea, por más universal que sea, por más esencialista, que pueda parecer. Sin buscar, una mejor conceptualización, mas adecuada a la complejidad, por razones de exposición, claridad y pedagogía; usando el concepto de humanidad, en el sentido arqueológico, como referencia teórica, partiremos de las connotaciones que contrae este concepto, por cierto, homogeneizante. Con estas aclaraciones pasamos a la anunciada reflexión.














La condición humana restringida

Concentrándonos, ahora, en las clases subalternas, explotadas, dominadas, marginadas y discriminadas, clases que corresponden a lo que Franz Fanon llama los condenados de la tierra – sobre las clases privilegiadas, dominantes, como la burguesía, dijimos algo en otros textos[4] -, proponemos lo siguiente:


1.   La condición humana ha sido reducida a objeto. Por lo tanto, insumo o medio para lograr fines, considerados estratégicos por el sistema-mundo. Con esta restricción, efectuada por el ejercicio del poder, operado en diagramas de poder y cartografías políticas, consolidadas en instituciones como agenciamientos concretos de poder, condensadas, por así decirlo, en el Estado,  la humanidad pierde su condición de ser; empujada, en el marco de la “ideología” y de la práctica de la violencia, a la condición impuesta de lo desechable.

2.   Hablamos de poblaciones arrinconadas, desposeídas de su potencia, de sus capacidades, de su plenitud; reducidas a cuerpos portadores de energía, que es convertida en trabajo, que es convertido en productos mercantilizables, para ser traducidos en valor. La conversión de la energía corporal no se reduce a su transformación en trabajo, pues hay otras forma de conversión, que implican la canalización de la energía corporal hacia materializaciones institucionales, por así decirlo,  adecuadas a la efectuación de las dominaciones polimorfas. Por ejemplo, la aplicación de clasificaciones sociales, así como de clasificaciones étnicas, también como clasificaciones de género; ampliando un poco, en la gama grande de estas taxonomías sociales, podemos mencionar las clasificaciones jerárquicas.


3.   Son poblaciones de cuerpos marcados, donde el poder se inscribe de manera degradante, despojando a los cuerpos de su dignidad. Los muestra magullados, disminuidos, desnudados en sus vulnerabilidades. Sin embargo, como en compensación, los cuerpos se curten, se endurecen, son capaces de afrontar las penurias; se hacen fuertes.

4.   La condición humana ha sido reducida a objeto desechable, en la semiótica del poder, que clasifica y, por este medio, jerarquiza los cuerpos marcando, hendiendo su desprecio a la vida en ellos; degradándolos “ideológicamente”. 


5.   Sin embargo, esta condición humana desvalorizada, como en compensación, debido a la violencia aterida en su piel, en su carne, en sus huesos, al acumular esta experiencia, al memorizar los efectos de la violencia, las inscripciones del poder, se abre a otra semiótica, diríamos mejor, otra gramatología; la de las resistencias, la de las luchas por las emancipaciones y liberaciones.

6.   Ocurre como si la humanidad reaccionara ante este estrechamiento calamitoso a la que es empujada por las estrategias de poder. Es, sin embargo, la vida, comprendiendo sus dinámicas moleculares y molares, la que es capaz de responder a semejante amenaza; la vida en la forma, contenido y expresión de lo que llamamos humanidad.


7.   Sin embargo, de todas maneras, teniendo en cuenta esta perspectiva abierta a la humanidad humillada, es indispensable evaluar los efectos de la inscripción de los diagramas de poder, de los efectos de la violencia, en los cuerpos. Pues, los cuerpos, en el transcurso de su reacción a la violencia y al poder restrictivos, también responden como invirtiendo el esquema de dominación. A esto se ha llamado, en la teoría critica marxista, el deseo del amo[5]. Las respuesta, también restrictivas, son las que corresponden al deseo de ser el amo. Que es lo que ha ocurrido en las historias de las revoluciones en la modernidad.

8.   En lo que podemos llamar el aprendizaje de los pueblos, de las clases subalternas, también del genero subalternizado,  este transcurso complicado, donde la emancipación ha sido reducida, momentáneamente, a la mera inversión del mismo esquematismo de la dominación, de la explotación, de la colonización. Convirtiéndose, en este transcurso, en un obstáculo histórico-político, pues adhiere a los cuerpos al círculo vicioso del poder




























La condición humana de los K’aqchirus

Las puntualizaciones anteriores son, obviamente, generales. Solo nos sirven como línea de base, por así decirlo, para adentrarnos en la reflexión del conflicto social, económico y político, que seleccionamos. Ahora, nos adentramos a intentar esta reflexión.

1.   Los k’aqchirus, es decir, los mineros, los componentes del proletariado minero, sean obreros sindicalizados o no, sean de la empresa estatal, de la empresa privada o de las empresas cooperativas, son una de las poblaciones expuestas, vulnerables, reducidas, a la condición de objetos desechables. Su subjetividad se forma en esa relación de repiqueteo con las rocas, buscando las venas de las vetas. Subjetividad que termina codificando y decodificando las estratificaciones y las sedimentaciones geológicas, convirtiendo su interpretación en narrativas; desde las míticas, como las del tío de los socavones, que es la imagen colonial de la manca-pacha, hasta las “ideológicas” y políticas, que las aprecian como recursos naturales convertidos por el capitalismo en materias primas.

2.   Lo que hay que entender, es que el despojamiento de estos hombres rudos, curtidos, capaces de aguantar el hambre y el dolor, de asumir el sufrimiento como desafío, ha ocasionado su desposesión institucional de su dignidad humana y, también, sobre este substrato trágico y dramático, se ha construido el Estado-nación.


3.   Si actúan violentamente, con énfasis, hay que comprender que si lo hacen es porque así los ha constituido el poder y el capitalismo dependiente.  Ese es el lenguaje que han conocido en su relación con el Estado y el sistema-mundo; incluso con el resto de la sociedad. Pedirles que se comporten como manda la ley, “educadamente”, es una desubicación total. Pues se pide que se comporten como “señores”, por así decirlo, cuando ni los patrones, ni las empresas, ni las instituciones, ni los gobiernos lo han hecho.

4.   Esta lectura normativa, normalizadora y normatizadora, de parte del Estado de derecho, cuando le conviene, obvia lo fundamental; que después de haber convertido a estos hombres y sus familias en objetos desechables,  después de haberlos arrinconado y obligado a buscar estrategias de sobrevivencia; después de haberlos curtido y endurecido; después de haberles enseñado el lenguaje de la violencia; les pide un comportamiento que desconocen en el trato con ellos. Esta lectura y esta exigencia no es más que la extensión de la violencia estatal y del sistema-mundo sobre esta población vulnerable.


5.   Es cierto que pueden haber estructuras subyacentes, en las composiciones de clase del proletariado; incluso socios convertidos en patrones, que contratan trabajadores a destajo; también dirigentes sindicales convertidos en mediadores clientelares del poder, distanciándose de su función esperada, de la defensa de la clase obrera. Sin embargo, no hay que olvidar que la masa gruesa del proletariado, incluyendo al proletariado nómada, que, ahora, tiene perfil preponderante de jóvenes y de mujeres, es la población expuesta, vulnerable, marcada por la experiencia del capitalismo, despojada institucionalmente de su dignidad. Es también la población curtida, endurecida, con la capacidad de desafiar al sistema-mundo.

6.   En Bolivia, la mayoría de los trabajadores a destajo de las empresas cooperativas son muy jóvenes. Este hecho nos dice muchas cosas. En primer lugar, que su país, su Estado, llame lo que se llame, incluso su sociedad, no les da la oportunidad de ser; obligándolos a la madurez repentina de enfrentar el dilema de la vida o la muerte; obligándoles a ser “hombres”, “machos”, como son los códigos de estas sociedades institucionalizadas. En el sentido, de ser capaces de responder a los desafiaos con los recursos que tienen a mano.


7.   El gobierno “progresista” los ha calificado casi como “terroristas”, incluso, algún medio, ha dado a entender que son como “maleantes”. ¿Qué es esto? ¿El miedo que esconden, en lo profundo de su “alma” o su consciencia?     ¿No se fijan quienes están en los bloqueos, que edad tienen? Lo que dicen, en el fondo, es que al ignorar los hechos concretos, las evidencias específicas, los perfiles existenciales de los acontecimientos,  muestran no solamente su enajenación, el estar ateridos a los prejuicios institucionales, sobre todo del poder, sino que desprecian la vida, porque no aman a la juventud que hereda el mundo duro y violento, que les transferimos.

8.   Llama la atención la indiferencia que la sociedad institucionalizada toma estos acontecimientos, los del conflicto social o, incluso con preocupación, pero pensando en su seguridad, en su paz, en el orden. Sin entender, que no puede haber seguridad, paz y orden, cuando las mismas condiciones esperadas requieren del ejercicio del poder, de la violencia simbólica, implícita, o de la violencia descarnada del Estado. No puede haber nada de lo que añoran cuando han convertido a parte de la población, la expuesta al dilema de vida o muerte, la obligada a las estrategias de sobrevivencia, que ha aprendido a luchar por sus derechos. Aunque no sean expresados adecuadamente, como ocurre, ahora, en el conflicto minero con las cooperativas.


9.   La sociedad institucionalizada, por lo menos, debe aprender una cosa; que no hay forma de detener la violencia de los y las subalternas, cuando la sociedad misma abala la violencia estatal, la jerarquía de las clases, condenando a unas poblaciones al escarnio de la entrega de su cuerpo, para que sea convertida su energía en valorización del valor.

10.       Mientras esta sociedad institucionalizada, ignore y desatienda a esta humanidad arrinconada, obvie que son nuestros jóvenes los que se hallan en esta condición cosificante. Mientras crea que son “exaltados”, en unos casos, los del discurso conservador; en los otros discursos, pretensiosamente o “progresistas” o “revolucionarios”, sean la clase en sí que se convierte en clase para sí, convirtiéndolos en conceptos dialécticos; la conducta de defensa desesperada, de estos jóvenes arrinconados, no va ser otra que la que conocen, la expresión de la demostración de fuerza.



La responsabilidad de lo que ocurre no solamente tiene que ver con el gobierno “progresista”, al que no se quiere salvarlo de su cuota significativa de responsabilidad, ni solo con la hilera de gobiernos que lo antecedieron, sino también con la misma sociedad institucionalizada, que acepta, en el fondo, esta calamitosa reducción de la condición humana a objeto, como si fuese natural







[5] Revisar de Wilhelm Reich Psicología de masas del fascismo. http://www.elortiba.org/pdf/Reich_psicologia_de_masas_del_fascismo.pdf


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