Deshonestidad y política
Raúl Prada Alcoreza
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El ejercicio de la política, a pesar de las variedades prácticas y de las manifestaciones, según coyunturas y contextos, además, de acuerdo a los sujetos sociales involucrados, ha tendido a develar estrechos vínculos con conductas que pueden calificarse de no-morales, para no decir inmorales. Por ejemplo, con el tipo de conductas que se califican como deshonestidad. Usando definiciones acostumbradas, sin introducir todavía otros enfoques, por ejemplo, relativos a la perspectiva genealógica, podemos partir, como línea de base con las siguientes definiciones tradicionales: La deshonestidad es abandono de la honradez, al ocuparse oficiosamente de los bienes comunes. En observación a esta cuestión, los sujetos deshonestos optan por estratagemas de engaño, teniendo en cuenta el objetivo de obtener beneficio y alcanzar el propósito. El vocablo deshonestidad significa lo opuesto de honestidad; la deshonestidad es como la condición incierta de desleal, es decir, no-confiable. La deshonestidad es un antivalor. La deshonestidad afecta corrosivamente a las relaciones sociales, entre personas o entre instituciones, suspendiendo normas, incluso hábitos. El adjetivo deshonesto hace referencia a conductas corrosivas. La deshonestidad viene acompañada por otras prácticas perversas, como la mentira, la falsedad, el engaño, la concupiscencia. También se habla de deshonestidad como sinónimo de indecencia, inmoralidad, deslealtad, cinismo, desvergüenza.
De estas conductas, relacionadas a la deshonestidad, abarcando su variedad, participan tanto unos como otros, “derechas” e “izquierdas”, “liberales” y “socialistas”, neoliberales y populistas. Lo que ha caracterizado sus prácticas políticas, a pesar de las diferencias ideológicas y discursivas, es esa recurrencia a la simulación, a la hipóstasis, al montaje, al teatro político; lo que, en lenguaje popular se denomina mentira; para lograr los objetivos propuestos. Que pueden ser los de imponer un tipo de política, ya sea económica o social; que puede ser, convencer a la población de los alcances de los proyectos manejados por el gobierno. Que también pueden estar ligados a encubrir ciertos efectos de las políticas implementadas. Para dar dos ejemplos, correspondientes a dos ideologías y posiciones políticas contrastables, diremos, primero, que las políticas de ajuste estructural, desplegadas durante los gobiernos neoliberales, recurrieron o develaron eventualidades deshonestas; cuando se vendieron las empresas públicas y los recursos naturales del Estado a las empresas trasnacionales a precios de gallina muerta. Daremos, en segundo lugar, en discrepancia, el ejemplo congruente a la ideología populista y posición política del “gobierno progresista”, que, en esos términos, los de la auto-definición, es contrastable con la ideología y posición política neoliberal. En este caso, la conducta política se patentiza en la deshonestidad desplegada, sin inmutarse; es decir, con pleno descaro, en lo que respecta a la administración pública del agua. Las políticas económicas del “gobierno progresista” han ahondado, es decir, extendido e intensificado, el modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente; continuando las destructivas y amenazantes desforestaciones, la contaminación de las cuencas, de los suelos, de la tierra, depredando los ecosistemas. Causa estructural del denominado cambio climático. El discurso propagandista gubernamental dice que se trata de “desarrollo”, de lograr el “crecimiento económico” y los “ingresos” necesarios para invertir en salud, educación y empleos.
Al respecto, es deshonesto decir que la política económica del “gobierno progresista” se diferencia de la política económica neoliberal, en lo que concierne a la estrategia y proyección extractivista. Para decirlo fácilmente, las causas estructurales del cambio climático, en términos específicos, como una de sus consecuencias, en la crisis del agua, tienen que ver con esta política económica extractivista del capitalismo dependiente; política que ha continuado el “gobierno progresista”, en afinidad a lo ya hecho y desplegado por las políticas económicas neoliberales.
Empero, las causas estructurales, por así decirlo, vienen acompañadas por otras causas, que podemos llamarlas, provisionalmente, causas coyunturales. Como dijimos en anteriores textos[1], la irresponsable e indolente administración del gobierno, de los órganos de poder del Estado, de las empresas públicas del agua, se han convertido en causas manifiestas del ahondamiento perverso de la crisis ecológica y de la crisis del agua. Frente a estas evidencias insoslayables, el “gobierno progresista”, el partido oficialista, la masa elocuente de llunk’us, los órganos de poder, presididos por el oficialismo, buscan, desesperadamente, sin lograrlo, desentenderse de la responsabilidad ante la crisis del agua. Actitud que vuelve a delatar un comportamiento crápula de políticos enviciados por el poder, la corrosión institucional y la corrupción.
Como si todo este panorama de ostensible patetismo decadente fuera poco, el “gobierno progresista” ha tomado decisiones delictivas, en sentido constitucional, al optar por disposiciones inconsultas. El desviar las aguas de las represas para otros usos, es ya una actitud delictiva y atentatoria, no solamente contra los derechos del pueblo boliviano y los derechos de los seres de la madre tierra, sino contra la vida de las poblaciones, de manera inmediata; en el sentido más específico de la palabra, en lo que respecta a las necesidades básicas. Técnicamente, teniendo en cuenta ponderaciones hidráulicas, la repentina baja de los niveles de la represa de Hampaturi no se explica sino por la desviación o el uso de su stock de agua en otros rubros, que no son los del consumo urbano. El “gobierno progresista”, los órganos de poder, los voceros oficiales, no lo van a reconocer; se embarcan en desesperadas actitudes y argumentaciones estrambóticas exaltadas, no solo negando semejantes hechos, sino desentendiéndose de toda responsabilidad. Acusando, a colación, de la emisión de estas acusaciones a la “conspiración”. Sobresale este parangón, que, comparando perfiles de comportamientos políticos, es el mismo que el de los gobiernos neoliberales, cuando se veían descubiertos en sus fechorías.
No se puede esperar, de ninguna manera, que los gobernantes reconozcan este delito y la responsabilidad en lo que respecta a la irresponsable conducta, relativa a la administración estatal del agua, por parte del gobierno, por parte del Congreso, por parte del Órgano Judicial, menos por parte del partido oficialista; tampoco por parte de las organizaciones paralelas inventadas e impuestas a fuerza de violencia e impostura. Lo que llama la atención es la pusilanimidad popular ante semejantes vejámenes a la Constitución, a la vida, a los derechos del pueblo, de los ciudadanos, de las poblaciones y de los seres de la madre tierra; es esta complicidad concomitante, aunque sea, si se quiere inconsciente, el mayor peligro a la libertad, a la democracia participativa y a la vida. Actitud que hemos calificado de deseo del amo, esclareciendo que el secreto del poder no se encuentra en las armas, en el monopolio de la violencia legítima, en el monopolio de la representación, en la disponibilidad de fuerzas, sino en la renuncia a seguir luchando por parte del pueblo.
De lo que se trata, como dijimos varias veces, dejando clara nuestra posición y perspectiva, no es de denunciar, mucho menos de culpabilizar, sino de comprender cómo funciona todo esto, toda la decadencia en la modernidad tardía; cómo funcionan las dinámicas de la decadencia en sus formas singulares, en las formaciones sociales y en los Estado-nación concretos. Estamos más allá del bien y el mal, más allá del amigo y el enemigo, más allá de los esquematismos dualistas de la modernidad, que no son otros que los dualismos heredados de las religiones monoteístas; el esquematismo del bien y mal, del fiel e infiel, de Dios y Demonio[2]. Las perspectivas del pensamiento complejo buscan comprender la complejidad dinámica del acontecimiento.
Para abordar la interpretación de este fenómeno político e ideológico de la decadencia política, cuando el ejercicio de la política se conforma sobre ejes de la economía política del chantaje; particularmente, en este caso, el que nos ocupa, en la recurrencia reiterada de conductas manipuladoras, que hemos llamado deshonestas, vamos a sugerir hipótesis de interpretación.
Comportamientos políticos de la decadencia
1. En la historia, suponiendo esta metáfora temporal, este relato y narrativa, que supone la trama teleológica; en esta escritura fonológica, logo-céntrica y falo-céntrica, que es la arqueología del nihilismo, también su genealogía, la de la decadencia; la voluntad de nada, que es lo mismo que decir, la falta de voluntad, es lo que prepondera. Hace de motor de la historia, haciendo una paráfrasis a una tesis marxista, solo que ya no se trata de la violencia, como en el caso del materialismo histórico, sino de la ausencia de voluntad.
2. No ocurre solamente, como dice la letra de un tango conocido[3], que todo vale, da lo mismo una cosa u otra, una conducta u otra; para decirlo de manera contrastada, da lo mismo el valor que el anti-valor; sino que la suspensión de todos los valores resulta en la absoluta ausencia de la capacidad creativa. Lo que se da, ante semejante falta y vacío, es la imitación, la repetición inaudita de los mismo.
3. En las etapas avanzadas de la decadencia, que corresponden al capitalismo tardío, el nihilismo, expresado como voluntad de nada, se convierte en voluntad perversa, por así decirlo, dando un nombre provisional e ilustrativo. Se trata de una voluntad perversa inclinada a la adulteración, a la corrosión, a la perversión, al forzamiento de las apariencias; presentadas como “esencias”, para contrastar en los términos ilustrativamente.
4. La manipulación se convierte en el sentido mismo del ejercicio de la política. La simulación se convierte en la “realidad” pretendida por la ideología y por el poder.
5. Lo que importa es que se crea, no en que sea. Se crea que la realidad es la puesta en escena del poder; no tiene ningún sentido, para la ideología, preguntarse lo qué es la realidad, que es sinónimo de complejidad.
6. En estas condiciones de imposibilidad histórica, resulta una ingenuidad preocuparse por la satisfacción de las demandas de la población, resulta una inocencia supina preocuparse por el cumplimiento de la Constitución. Lo que tiene sentido y gravita en los contextos y escenarios del desenvolvimiento de esta política nihilista y perversa, es la realización espectacular del poder.
7. En consecuencia, el ejercicio del poder transcurre atendiendo la realización de los objetivos implícitos de la dominación del poder; tenga la ideología que tenga, tenga el discurso que tenga, tenga las pretensiones que tenga; que son las objetivaciones de las dominaciones.
8. Por lo tanto, se puede comprender que la tarea de las gubernamentalidades basadas en el clientelismo, en el caso de los populismos, basadas en la competencia banal de las banalidades, en el caso de los neoliberalismos, no es satisfacer demandas sociales, nacionales, poblacionales, urgentes, desde la perspectiva de los ciclos vitales, sino satisfacer los requerimientos espectaculares del poder, que son, entre otras cosas, los requerimientos del teatro político.
9. En una problemática tan amenazante como la de la crisis ecológica, en un agudo problema, dentro de esta problemática, como la de la crisis del agua, puede comprenderse que el “gobierno progresista” se haya embarcado en políticas económicas que reaniman el modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente; pues es este modelo el que responde a la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Se trata de un modelo “realista” o del realismo político, que, prácticamente o sólidamente, puede sostener el desenvolvimiento y los despliegues del ejercicio político, en la etapa tardía del capitalismo; etapa de la decadencia crepuscular de la civilización moderna. Se puede entender que esta opción pragmática lleve al “gobierno progresista” a desprender estrategias y tácticas encaminadas a montar espectáculos políticos, que deslumbren al público, ya que no pueden seducirlo. Se puede deducir que el ingenio político se destaque en las formas desaprensivas de la economía política del chantaje.
[1] Ver Aproximaciones a una mirada integral del agua; también Demo-cidio. https://voluntaddepotencia.wordpress.com/2016/11/17/aproximaciones-a-una-mirada-integral-del-agua/.
[2] Ver Más acá y más allá de la mirada humana. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/mas-aca-y-mas-alla-de-la-mirada-humana/. También Más allá del amigo y enemigo. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/mas-alla-del-amigo-y-enemigo/.
[3] Siglo XX cambalache. Cambalache es un tango compuesto, en 1934, por Enrique Santos Discépolo. La composición hizo su aparición en la película El Alma Del Bandoneón. La interpretación quedó a cargo de Ernesto Famá; acompañado por la orquesta de Francisco Lomuto. Cambalache se estrenó, a fines de 1934, en el Teatro Maipo. A pedido de Discépolo, lo entonó Sofía “La Negra” Bozán.
Leer más: http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/deshonestidad-y-politica/
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