miércoles, 14 de diciembre de 2016

El descarnado poder

El descarnado poder


Raúl Prada Alcoreza


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Habría que observar con detenimiento el disfuncionamiento de las máquinas de poder o, si se quiere el funcionamiento descoyuntado de los aparatos de poder. Ya lo dijeron antes, la máquina del Estado funciona chirriando.  Este almatroste funciona desvencijándose. Esta impresión se hace más evidente en la etapa reciente del ciclo del capitalismo vigente, la de la tardía modernidad, la de la decadencia del sistema-mundo capitalista. Se hace patente en distintas formas manifiestas, sobre todo, en distintos síntomas inquietantes. Mencionaremos algunos, a modo de ilustración.

Los gobiernos no gobiernan, simulan que gobiernan, mientras dejan que las estructuras efectivas de poder conduzcan los rumbos de la política y de la economía. Los discursos no dicen la verdad, tan solo la pretenden; dicen que dicen la verdad, cuando lo que les interesa es convencer que lo que ocurre es lo que dicen. Los referentes del esquematismo dualista político de “izquierda” y “derecha”, no son referentes orientadores ni valederos, pues “izquierda” es una pose, “derecha” otra pose, para llegar al poder y conservarlo. Las leyes, la Constitución, no norman, sino que sirven como instrumentos jurídicos de legitimación de actos inconstitucionales e ilegales. La revolución se ha convertido en un mito; ha dejado de ser un acontecimiento político y subversión social. La justicia es el fin que justifica los medios, medios usados más injustos. La libertad es otro fin que justifica las prácticas habituales políticas, que conculcan, de hecho, la libertad, al reducirla a la libertad de mercado, a la libre empresa y a la competencia. Los derechos no son algo que garantizar y cumplir, sino algo que se reclama al gobierno para restregarle la cara; por parte del gobierno, los derechos son parte de la retórica política, para nombrarlos como parte de sus convicciones.

Se puede ver que la lista es mucho más larga. Pero, no se trata de ser exhaustivos para mostrar los alcances de la decadencia. De lo que se trata es entender por qué ocurre esto, por qué se dan estos contrastes, por qué funciona la política de esta manera. Vamos a tratar de sugerir hipótesis interpretativas, buscando una configuración adecuada de esta diseminación, esta anti-política, esta anti-producción, de esta decadencia[1].
Funcionamiento descoyuntado de la política

1.   No se trata de gobernar, en el sentido del griego antiguo, el cuidado de la ciudad, que puede también interpretarse como el cuidado de la sociedad, sino dejar hacer y dejar pasar. Esta vez, no solamente respecto a la economía, sino respecto también a la política. Se supone que las estructuras de poder ya están consolidadas; no se trata de transformarlas, ni mucho menos, demolerlas, sino de presentarlas; en un caso, como el fin de la historia; en otro caso, como si hubieran cambiado, al servicio de la justicia. En ambos casos, no se gobierna, sino se simula que se lo hace, mientras se sirve a los verdaderos amos del poder, por así decirlo, las trasnacionales, el sistema financiero internacional, los carteles y los servicios de inteligencia.

2.   No se trata de la verdad, ni como correspondencia con la realidad, ni como esencia de los hechos, sucesos, eventos, sino de la verdad del poder, la verdad producida por el poder, la verdad que dice quién manda.


3.   En el sistema-mundo moderno no hay referentes, en el sentido estricto de la palabra. El sistema-mundo moderno, en su etapa decadente, modifica los referentes cuando requiere hacerlo. El sistema-mundo político usa los referentes no para diferenciar posiciones políticas efectivamente encontradas, sino para distribuir las retoricas políticas, de acuerdo a las competencias por el poder.

4.   El sistema-mundo jurídico, conteniendo a los sistemas jurídicos nacionales, no está para que las leyes y normas se cumplan, sino para que sirvan como codificadores, que puedan decodificarse según los intereses concretos del poder.


5.   El término de revolución no señala un acontecimiento dramático de transformación, efectuado por las masas, sino es un mito, que sirve para ungir a los “revolucionarios” del halo sagrado de la mitología de la revolución.

6.   La justicia ha dejado de ser una demanda de los condenados de la tierra, para convertirse en una identidad política; en política habría quienes luchan o persiguen la justicia. Ellos merecen llegar al poder para curar heridas, corregir errores, solucionar entuertos.


7.   La libertad ha dejado de ser una condición de posibilidad ética de la política, para convertirse en el ejercicio práctico de empresas monopólicas, extractivistas,   financieras y especuladoras. La libertad es la libertad de disponer del dinero y hacer más dinero.

8.   El sistema-mundo moderno es un mundo sin derechos, puesto que ya no se tiene derechos; no se cumplen ni garantizan estos derechos. Es un mundo donde se impone la astucia, la fuerza, la economía política del chantaje.






















Una configuración singular de la decadencia política

¿Qué “lógica”, qué sentido tiene todo esto? En el sistema-mundo moderno, en su etapa decadente, las ideologías y los ideales, por así decirlo, no están para que se cumplan, pues se han vuelto hojas secas, libros guardados o rememorados en la retórica política. Están para dar sentido, por lo menos discursivo, a lo que no tiene sentido.

No tiene sentido decir que si en otros países hay menos árboles que en Bolivia, esos países no deberían seguir talando, sino conservar los bosques; en cambio, Bolivia puede hacerlo, desboscar, para su “desarrollo”. Esta demostración por el absurdo, para defender una represa depredadora y extractivista, es una muestra elocuente de esta política decadente del mundo moderno.

Decir que se puede hacer un nuevo referendo por lo mismo, por lo que se ha perdido en un anterior referendo, pues había desinformación y distorsiones, es la expresión elocuente del cinismo político llevado al extremo. Sin embargo, se lo presenta, en los medios de comunicación oficiales, como una corrección de una anomalía anterior, cuando la anomalía visible es este forcejeo grotesco del gobierno, del oficialismo y su masa elocuente de llunk’us.

Buscar cambiar la Constitución para lograr una nueva reiterada reelección a la presidencia, es el mayor desprecio a la Constitución, que se dice servir, banalizándola al extremo. Las transformaciones estructurales e institucionales, que establece la Constitución no interesan; se puede decir que han sido cumplidas, la retórica dice de todo, el papel aguanta todo. Lo que interesa es el juego del poder, mantenerse en el círculo vicioso del poder.

Encubrir las propias fechorías indilgando a otros que lo habrían hecho, es la muestra más degradante de inmoralidad y la evaporación de la ética. Pero, se lo hace, pues no se trata, de ninguna manera, de confesar, ni mucho menos, sino de manchar a los otros con el propio barro.

Hablar a nombre del pueblo, más aun, a nombre de las movilizaciones sociales, cuando este pueblo ha sido anulado de la participación democrática, cuando las movilizaciones sociales anti-sistémicas han desaparecido, es usurparle al pueblo, de la manera más deshonesta, su potestad, su voluntad, su libertar, también sus expectativas y esperanzas. Pero, se lo hace, pues lo que importa no es el pueblo real, de carne y hueso, sino el nombre de pueblo, que justifica todos los atropellos del gobierno.

En conclusión, la política, en la etapa de la decadencia, es el teatro de la crueldad, el montaje insólito de escenarios de espectáculos, donde no importa el sentido inmanente de los acontecimientos, sino el sinsentido del desborde del poder, del descomunal despliegue de violencia, la justificación cínica de las super-ganancias y las ganancias ilícitas.



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http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/el-descarnado-poder/

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