Mecánica del derrumbe
Raúl Prada Alcoreza
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Hay fenomenologías sociales y políticas asombrosas; parece que funcionaran con su propia mecánica. Una vez que los procesos inherentes, que las conforman, se articulan, forman como despliegues casi aparentemente autónomos. Incluso, cuando se dan los desenlaces, paree como si ya se hubiera definido su curso antes. Es menester estudiar, por así decirlo, las mecánicas de estas fenomenologías sociales. Una de ellas es la fenomenología política. Ocurre como si, en un determinado momento, cuando se compone y estructura un perfil político, su estrategia, su articulación definida de los distintos procesos combinados, incluso su “ideología”, que adquiere una actualización singular y local, parece que esta composición política singular cobrara autonomía relativa, para decirlo en términos althusserianos. Se encaminara de acuerdo a la inscripción lograda por esta composición singular política. Así también, parece ocurrir, independientemente de los deseos de quienes creen conducir un proceso político; así como independientemente de los deseos populares.
En relación a estas fenomenologías políticas asombrosas, vamos a verter algunas hipótesis interpretativas. Sobre todo, referidas a los gobiernos que desatan pasiones, expectativas y esperanza en los pueblos.
Autonomía relativa de la composición singular política
1. Una composición política combina y articula, de una determinada manera, distintos componentes, que corresponden a distintos planos de intensidad. La militancia incorporada corresponde al tejido social, plural y diferenciado; la “ideología” corresponde a los espesores de intensidad imaginarios, generalmente heredados. Las prácticas políticas corresponden, generalmente, a los habitus incorporados. El perfil del partido, que contiene la integral de perfiles individuales, que corresponde a los espesores psicológicos y de subjetividades constituidas. Su convocatoria, que generalmente muta, que corresponde al ámbito de relaciones con el pueblo, con lo popular; que son los electores potenciales o, en el mejor de los casos, los movilizados. Los recursos con los que cuenta, que corresponde a la relación económica del partido, a los ingresos, para solventar sus actividades. Hay otros planos de intensidad; empero, no se trata de hacer una lista larga, sino de comprender el tipo de articulación que se define.
2. La composición singular del partido no corresponde a la composición social, como si fueran estructuras paralelas; una, la social, como un macrocosmos; otra, la política, como un microcosmos. Sino, depende de la composición “ideológica”, de la estrategia de poder, de su relación singular con el poder. No nos vamos a ocupar aquí de los partidos conservadores tradicionales y modernos, sino de los partidos populistas, de combinaciones abigarradas y de composición barroca. Lo que interesa es comprender la mecánica de estas composiciones singulares barrocas. Entender qué tipo de articulación conforman, qué estructura política, qué estructura de relaciones con la sociedad y qué estructura de relaciones con el poder. Esto para tratar de descifrar el decurso inscrito y autonomizado, a partir de un determinado momento.
3. Antes de seguir, debemos contar con una hipótesis interpretativa de la relación de la sociedad institucionalizada con el poder, de la composición de clases de la sociedad con el Estado, del perfil variado de la psicología de masas y de las psicologías individuales. En este sentido, proponemos la siguiente interpretación: Parece que, en lo que respecta a la composición social institucionalizada, ciertos estratos de la población, no modifican necesariamente sus habitus; por ejemplo, hay un sector tradicionalmente conservador, que puede variar en cantidad, dependiendo de la coyuntura, que está atrapado en los prejuicios conservadores, que hacen a su sentido común. Este sector siempre apoya al poder, sea quien sea quien esté gobernando. Por ejemplo, es el mismo sector que apoya a las dictaduras militares, pues son el orden; después, puede apoyar a los neoliberales, porque parecen eficientes. Posteriormente, pueden apoyar al “gobierno progresista”, sobre todo cuando queda claro que son poder institucionalizado. Por eso, no es sorprendente que, después de un tiempo de gastos heroicos, cuando los revolucionarios, que hicieron la revolución, la defendieron y se entregaron a la lucha, derramando su sangre, dejando, en su ausencia, un vacío, se sustituye este vacío con gente que emerge del sector conservador del que hablamos. El oportunismo pragmático campea otra vez, cuando, por fin se consolida el gobierno “revolucionario”. Este gobierno no requiere de héroes, de militantes críticos y consecuentes, sino requiere precisamente, como todo gobierno, de gente dócil, no formada, que asimile, como sea el discurso “ideológico” y sea leal al gobierno. Con este ingreso de otro perfil psicológico en la militancia del partido, el partido mismo sufre su mutación regresiva. Los límites de su “ideología”, de su pose contestataria, se refuerzan con el estilo del pragmatismo oportunista de la nueva camada incorporada. La retroalimentación apresura la velocidad de la decadencia; incluso, en la medida que se sufre el incremento de la mediocridad generalizada, el partido, además de sus propios discursos, que ya no son convocativos, sino clientelares, añadiendo el funcionamiento del aparato administrativo; es decir, el conjunto cohesionado que hacen a la mecánica política, es afectado por la tendencia a la lentitud burocrática, a la desidia, añadiéndose la tendencia por la concomitancia con la corrosión institucional y la corrupción. Entonces, la retroalimentación, se convierte en una complicidad generalizada con las prácticas paralelas del poder, no institucionales.
4. En las organizaciones sociales, ha cambiado el perfil de los y las dirigentes; es distinto y casi opuesto a las dirigencias del periodo de las resistencias y de las luchas sociales. En periodos de resistencia y de lucha, los y las que se exponen son los perfiles psicológicos más críticos, más resueltos, más interpeladores, incluso en camino de nuevas constituciones subjetivas. En cambio, cuando ingresamos a la fase de la decadencia, los dirigentes que se encaraman son de un perfil, mas bien, mediocre, menos comprometido, más apegado al oportunismo servil. Entonces, no solamente estamos ante una mecánica política que se encamina a su propio derrumbe, sino ante regularidades y constancias de estratos sociales, que encuentran la ocasión de realizar sus habitus en el campo político. No interesa, si los perfiles pragmáticos y oportunistas se autonombren como “revolucionarios”, pues eso es lo que está de moda; estos perfiles, antes, sirvieron de sostén a las dictaduras militares y a los gobiernos liberales. Par ellos, de lo que se trata es de tener buenas relaciones con el poder. Lo que se diga, en el discurso, no tiene mucha importancia; se lo dice para coincidir con el discurso oficial.
5. Como dijimos en Diagonales del poder, fuera de la estructura social de clases, se dan diagonales, que atraviesan la estructura social, articulando a distintos estratos sociales en la “ideología” compartida. Una “ideología” conservadora puede ser compartida por distintos fragmentos de diferentes cases sociales. El nuevo pacto, del partido populista con sectores conservadores de los estratos más rezagados del pueblo, redunda gravitatoriamente en esta regresión conservadora del partido y del gobierno. Reforzando las características más desalentadoras; la mediocridad, la sustitución de la crítica y el debate por la adulación más sumisa, la demagogia compartida, que cada vez es más descompaginada. En conjunto se avanza al desastre.
6. En los perfiles del partido, ya atrapado en la decadencia, los perfiles de la militancia son desmoralizantes. Comenzando por los que tienen formación, que militaron en partidos de la “izquierda” tradicional; se trata de perfiles psicológicos desgarrados, pues saben del contraste entre “ideología” y “realidad”, saben de la diferencia entre un partido populista y el partido “bolchevique”, que soñaron. Empero, a pesar de este conocimiento, deciden apoyar el “proceso de cambio”, pues consideran que es la única oportunidad a mano. En principio, se justifican, argumentando que se trata de un realismo político, en busca del fortalecimiento de un proceso popular. Suponen, en proyección, la profundización del proceso. Pero esto, solamente es una hipótesis sin sostén empírico. Después, cuando son evidentes las profundas contradicciones, hacen un gran esfuerzo en inventarse hipótesis auxiliares, que los cubran de sus propias dudas. Cuando las cosas avanzan a los enfrentamientos entre gobierno y pueblo, como cuando el “gasolinazo” y el conflicto del TIPNIS, para dar dos ejemplos, no dudan en comportarse con el más descarado cinismo, cerrando los ojos ante lo que se han convertido.
Siguiendo con los militantes menos formados, sobre todo con éstos que ingresaron por su estrategia de sobrevivencia y connivencia con el poder. Estos no tiene idea de lo que se trata “el proceso de cambio”, menos la Constitución; empero, si saben adular al “jefe”, apoyar sin criterio al discurso oficial, diga lo que diga, se muestran los más leales, incluso se reclaman de los más estridentes “revolucionarios”; se encargan de descalificar a otros, que son, más bien críticos y les preocupa el decurso que ha tomado el “proceso de cambio”. A estos militantes, de última hora, no les parece peligroso ni la corrosión institucional, ni la corrupción, ni, mucho menos, la dirección que ha tomado el gobierno y el partido; pues están acostumbrados que todos los gobiernos desplieguen estas prácticas. Ellos mismos, intensifican y expanden estas prácticas paralelas.
Continuando con el perfil de las autoridades y representantes, en el Congreso, en el ejecutivo, en el órgano judicial, el perfil no dista mucho de los perfiles descritos. Los que pertenecen al pequeño grupo formado, también viven tempranamente el desgarramiento y lo resuelven cerrando los ojos a lo que ocurre, convenciéndose a sí mismo que todo “proceso de cambio” es así. Incluso, de manera más torpe, justifican las conductas del gobierno y sus contradicciones. En cambio, los que pertenecen a los estratos pragmáticos y oportunistas, si bien no se hacen líos, ni tienen dilemas, embarcándose como costumbre en la decadencia del régimen, son señalados por sus bases o sus votantes como inconsecuentes.
7. La mecánica del derrumbe es esta articulación perversa de estos factores de desarme, desmoralizantes, destructivos, que integra y define la composición singular hacia el desenlace del partido y del gobierno. Es su forma de funcionamiento, que refuerza los procesos inherentes de hundimiento y decadencia.
8. Lo más grave de esta mecánica del derrumbe es la ceguez, la atrofia de los sentidos, sobre todo de la razón. El reciclaje de todos estos factores de desarme, corrosivos y decadentes, reproductores de las formas más ateridas del conservadurismo, deriva en la alucinación colectiva del gobierno, de los aparatos de Estado, del partido, de la militancia y la dirigencia clientelar. Se comportan como un conjunto enajenado, que no atina a leer los signos, las señales, de la realidad efectiva.
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