lunes, 23 de mayo de 2016

Metamorfosis y biopoder

Metamorfosis y biopoder


Raúl Prada Alcoreza


Metamorfosis y biopoder.pdf






Índice:


Prologo                                                           

A la sombra de la Oligarquía “café con leche”  

La maquinaria del bio-poder                           

Diagonales del poder                                      

Decadencia y gubernamentalidad liberal         

Realismo político de la oligarquía                   

Los recovecos conservadores                          

El presente brasilero                                               

La ficción de la realidad institucional                     










Prologo

En Metamorfosis y biopoder, se encuentran reunidos los ensayos de análisis de la coyuntura política crítica del Brasil. El texto ya forma parte de los nuevos desplazamientos mencionados en un prólogo de estos ensayos. Se trata, como se dice, de encontrar nuevas complejidades; por lo tanto, de ampliar la mirada móvil respecto a las composiciones complejas singulares de la realidad. Si bien los anteriores desplazamientos hacia el pensamiento complejo, lograron plantear la diferencia epistemológica, entre horizontes epistemológicos, entre epistemes, entre zócalos de las epistemes; incluso podríamos decir que se llegó a teorizar la complejidad como simultaneidad dinámica; de todas maneras, no dejaban de exponer, usando el lenguaje heredado, recurriendo a los conceptos heredados, aunque se los coloque en conexiones complejas. En cambio, en el reciente desplazamiento, del que hablamos, se intenta configurar otros conceptos y otros entramados, buscando corpus teóricos más propios. Los ensayos Flujos-espesores, Dinámicas corporales y sociales, además de este ensayo, Metamorfosis y biopoder, forman parte de estos últimos desplazamientos.

¿Por qué la complejidad, la episteme de la complejidad? No se trata de una nueva ruptura epistemológica en la historia de las estructuras del pensamiento. Tampoco de las consecuencias de la acumulación de conocimientos, de información, de saberes, de ciencias, de técnicas y tecnologías, que repercuten en transformaciones, aunque sea imperceptibles, muchas veces. Si bien se da de todas maneras, que los saberes, los conocimientos, las ciencias, las teorías, las tecnologías, se transformen y transformen sus entornos, que se conformen paradigmas, la episteme de la complejidad no funciona como un paradigma o conjuntos de paradigmas articulados.  Puede ser señalado como paradigma complejo, según los teóricos de la complejidad, considerando sus distintas corrientes; pero, esto, en todo caso, no es la característica primordial de la perspectiva de la complejidad. Incluso si, de acuerdo a nuestra interpretación, ya cruzamos el umbral de la episteme de la modernidad y nos encontramos moviéndonos en la episteme compleja, la incidencia e impacto del pensamiento complejo radica en la reincorporación del pensamiento al cuerpo, de los saberes y ciencias a los ciclos de la vida. Para decirlo de alguna manera, al pensamiento complejo no le importa el pensamiento como pensamiento, la teoría como teoría, la ciencia como ciencia, sino que se entrega de lleno a la vida, a la creación permanente de la vida, usando pensamiento, saber, ciencia, como instrumentos potenciadores de la vida.

Dejemos aquí estas reflexiones sobre el pensamiento complejo y la episteme compleja. Lo que requerimos hacer es hablar introductoriamente del ensayo que presentamos. Este ensayo, Metamorfosis y biopoder, intenta obtener un mapa conceptual de la composición compleja singular de la crisis política del Brasil, en esta coyuntura. Busca el enfoque de la mirada móvil, que observa el acontecimiento desde la participación misma en el acontecer. Mirada móvil que mira, no desde una exterioridad, desde donde observa; tampoco desde una interioridad contenida. Sino desde la experiencia social del acontecimiento, desde la memoria social del acontecimiento, desde las prácticas y acciones en el acontecimiento. Desde esta perspectiva, se busca comprender la crisis política a partir de la paradoja flujos/espesores, considerando el contraste de la biopolítica y el biopoder, desde otros fenómenos y figuras estructurantes del poder, como la de la geometría de las diagonales.

La crisis política es un acontecimiento, no solo porque acontece, sino porque la multiplicidad de singularidades, que lo componen, sincronizan y transforman el acontecer mismo del acontecimiento. Dependiendo de las configuraciones de las sincronizaciones múltiples, que se dan constantemente, que son como continuos compases vibrantes concordando su sincronización. Basta que se dé una sola variación en las singularidades para que provoque una nueva sincronización. Como se trata de múltiples variaciones dadas, se puede esperar que las sincronizaciones son complejas en su propia simultaneidad dinámica. Para decirlo con el lenguaje heredado, que preserva las figuras de tiempo, de la sucesión, de la causalidad, podemos decir que a cada rato se proyecta futuro, modificando sus posibilidades de realización permanentemente.

La coyuntura de la crisis política es crucial, no solamente porque es el presente, donde se puede actuar e incidir, sino porque en esta coyuntura se definen desenlaces del periodo. Ocurra o no ocurra un suceso, ocurra de tal o cual manera, no es indiferente a las repercusiones en los desenlaces. Por ejemplo, que el gobierno de Michel Temer se consolide y dilate, define una tendencia en los decursos del acontecimiento de la crisis. Que el pueblo recupere su soberanía y saque al gobierno irregular de Temer, define otra tendencia en el decurso de los eventos. Por lo tanto, por lo menos, se incide en la dirección de las rutas.

Recogiendo esta exposición, hay pues responsabilidad respecto de los ciclos de la vida. Dicho en otras palabras: soy responsable de mis actos. Nadie puede escapar a esta responsabilidad. Tampoco se pueden olvidar que formamos parte de eco-sistemas de la biodiversidad, entonces no solo nos complementamos con otras formas de vida, en sentido biológico, sino que nuestra forma de participación en el acontecimiento, define entornos restringidos, donde la incidencia adquiere mayor proporción.

Metamorfosis y biopoder, como los otros ensayos, se consideran también herramientas del activismo libertario. Estos ensayos críticos no se proponen exponer la verdad sobre tal o cual problemática, a la manera de las ciencias sociales y humanistas modernas, en la pretensión petulante de la filosofía, sino participar en la comprensión de la complejidad. Además de las fuentes heredadas, que son los registros, Paul Ricoeur diría las huellas, los documentos, los monumentos, las ruinas, las marcas, que se hacen presentes en el contexto de conexiones que mantenemos con estas fuentes, las fuentes privilegiadas por el pensamiento complejo es la experiencias social, la memoria social, sobre todo, la información obtenida de las prácticas y las acciones. El activismo tiene ante sí fuerzas compuestas en sus propias dinámicas simultáneas. Esta es la ventaja del activismo; lee, interpreta, fuerzas, no queda atrapado en paradigma, para deducir del modelo teórico explicaciones de hechos, de sucesos, de eventos sociales.  

Volviendo a la crisis política, siendo un desenlace en el periodo, para comprenderlo se requiere, por así decirlo, figurativamente, entender la trama tejidatextura posible en sus condiciones de partida, que se despliegan como hilvanados, aparentemente dispersos; sin embargo, el tejido los abarca, empujando desenlaces. Dicho de otra manera, la crisis política ya se encontraba como posibilidad en las condiciones de partida, en las condiciones de posibilidad históricas; los despliegues de estas condiciones de posibilidad se dan en las prácticas sociales; sobre todo, los dispositivos de poder tienen la disponibilidad de definir hilvanados, que pueden convertirse en los ejes del diseño. Llama la atención que el pueblo, siendo el soberano, en la democracia formal, no despliegue también sus hilvanados, dejando al Estado que lo haga, de la forma como siempre lo hace, jerárquicamente, burocráticamente y “pragmáticamente”. La crítica de los ensayos va dirigida a esta inhibición del pueblo, a esta pasividad y espera, reaccionando cuando es tarde, por así decirlo; crítica a su conservadurismo aterido. Estos ensayos convocan a los pueblos a liberar su potencia social, a soltar su creatividad, a inventar mundos, tal como los inventa la vida; no quedarse atrapados en único mundo hilvanado por las estructuras de podermundo anacrónico, fosilizado, revivido artificialmente, convertido en una monstruosa embarcación que nos lleva al naufragio. .








A la sombra de la Oligarquía “café con leche”

brasil2


Hemos hecho conocer nuestra perspectiva, que hemos denominado compleja, recogiendo la tradición reciente de las teorías de la complejidad[1]; comprendiendo su arqueología del saber, desde la teoría de sistemas hasta las versiones más elaboradas y compuestas, como es la teoría de la complejidad de Edgar Morin. En este sentido y desde estos enfoques, móviles y articulados, también hemos lanzado algunos postulados – haciendo uso y manteniendo estos enunciados estructurantes de la formación discursiva heredada, que corresponde a la episteme de la modernidad -. Entre estos postulados propusimos que no hay verdades, en el sentido atribuido por la filosofía, antigua y moderna, que tienen como substrato la concepción de verdad religiosa, de las religiones monoteístas. Que la teoría y la ciencia, son solamente instrumentos orientadores para la sobrevivencia; en el mejor de los casos, instrumentos de potenciamiento creativos. En condición de instrumentos, son cambiables y desechables, cuando dejan de servir.

Considerando este postulado, en relación al desenlace coyuntural de la crisis política brasilera, para seguir con el análisis crítico, buscando la comprensión de la composición compleja singular de la formación social brasilera; podemos decir que nunca se deja de aprender. Por lo tanto, al no tener una verdad, sino solo descripciones, análisis, orientaciones e interpretaciones, desde la perspectiva de la complejidad, queda claro que las hipótesis, tesis, interpretaciones y explicaciones sobre las relaciones, estructuras, diagramas y cartografías del poder, no son, de ninguna manera, ni verdades, ni la última palabra. Sino aproximaciones a la complejidad singular del acontecimiento Brasil, así como de otro acontecimiento social-político-cultural singular.  Por eso, es menester volverse a preguntar sobre el poder, sus funcionamientos, sus dinámicas y mecánicas de fuerzas, buscando mejorar las apreciaciones a las que habíamos llegado.

En este sentido, vamos a tratar de proponer nuevas consideraciones sobre las composiciones y combinaciones singulares de los campos de fuerza, que conforman la mecánica y dinámica de las fuerzas de las estructuras de poder en Brasil, que pueden servir también, considerando ciertamente las condiciones, las composiciones y combinaciones singulares, en cada caso.

Consideraciones sobre la crisis política

1.   Hay que visualizar el funcionamiento del poder, en su singularidad nacional; singularidad que articula distintas singularidades de las composiciones de poderes locales, micro-regionales y regionales. Las redes y circuitos de poder no acaban, obviamente, aquí. Esto es apenas un conjunto de enfoques, de recortes y selecciones, que nunca dejan de ser arbitrarias; aunque útiles en la configuración imaginaria, simbólica y conceptual de la interpretación de la realidad, sinónimo de complejidad. Parece menester hacer otras selecciones, que puedan añadirse a las anteriores, avanzando en la configuración de la complejidad.

Así como propusimos que uno de los mapas de dispositivos del poder son las relaciones clientelares, vamos a proponer que otros mapas de dispositivos de poder parece que tienen que ver con redes y mallas, relaciones y circuitos, de esquemas de habitus y de comportamientos, estructurados e institucionalizados como verdades de grupos, de estratos, no solamente elitistas; por ejemplo, oligárquicos o burgueses. Estas otras redes de poder, funcionan diagonalmente, comprometiendo a distintos estratos y diferentes clases sociales, comprometiendo y articulando a sujetos ateridos a sus verdades, que no son otra cosa que prejuicios fosilizados. En otras palabras, es el poder, concretamente, el Estado, con todo su aparataje institucional, el que está incorporado, inscrito e internalizado en las estructuras subjetivas.

2.   Hablamos de prácticas sociales instrumentalizadas e institucionalizadas, en la acepción de sentido común realizado en acciones. Prácticas sociales orientadas por prejuicios arraigados. Por ejemplo, hábitos de fraternidades de machos, que tienen una concepción descalificadora de la mujer. Así también tiene una concepción estereotipada de la clase trabajadora, con toda la pluralidad diferencial que pueda conllevar. Pues como no han estudiado donde estudian los hijos de la oligarquía, no han cumplido con los requisitos jerárquicos del reconocimiento institucionalizado, como son los de una carrera académica, definida en el cronograma valorado; hasta los estudios de posgrado, mejor si se logra el doctorado, mucho más el posdoctorado. Entonces, los que nacieron para gobernar, conciben a los nuevos gobernantes, devenidos de sectores populares, como ignorantes e inaptos para gobernar. En otras palabras, solo los amos y patrones pueden gobernar. Olvidando que la garantía de lo que pretenden conocer, saber y tener la destreza, es solamente el título; que no es otra cosa que un aval administrativo y jurídico, que, en todo caso, solo puede garantizar que ha cumplido. No necesariamente que tiene un dominio sobre las materias, los tópicos y temas de sus estudios. Mucho menos que puede usarlos para auscultar la realidad o los recortes de realidad. Hay, obviamente excepciones, que confirma la regla; esto corresponde a cuando, fuera de cumplir administrativamente con el cronograma académico, se ha dedicado con esmero por comprender las problemáticas tratadas. Se ha convertido en un investigador. Sin embargo, esta no es la regla, sino la excepción. La mayoría de los profesionalizados considera que lo que ha aprendido y lo ratifica su título, es de por sí un reconocimiento de la jerarquía que ha logrado. Por lo tanto, es un personaje fuera de lo común, que merece respeto y reconocimiento. En consecuencia, la sociedad debe agradecerle sus servicios cuando trabaja, mucho más si se sacrifica gobernando para el pueblo.

3.   Si quedara, todo esto, en el ámbito de la “ideología” - aclarando que tampoco la “ideología” funciona aisladamente, sino en conexión con prácticas e instituciones -, los alcances de los efectos masivos serían menores. Sin embargo, la “ideología” - en este caso, reaccionaria y conservadora al extremo, machista, patriarcal, racista y pretensiosa, sin tener sustento, pues los conocimientos que saca a relucir son elementales - se efectúa en acciones. Lo que hay es un sentimiento de sobrevaloración, alimentado por prejuicios socialmente ateridos e institucionalizados. En consecuencia, las redes, las mallas, los circuitos y las prácticas, correspondientes a habitus anacrónicos conservadores, no solo se preservan, sino que funcionan como obstáculos encarnados, obstruyendo posibilidades de cambio, incluso si este cambio se limita a las reformas.


4.   ¿Qué es lo que más molesta a esta gente de jerarquía? ¿Qué gobiernen dirigentes sindicales? ¿Qué gobierne una mujer? ¿Qué gobiernen personas que tuvieron un pasado de “izquierda”, en el sentido radical? Puede ser; empero, lo que se hace más patente es que les molesta más es que estos nuevos gobernantes, descalificados de antemano por ellos, se atrevan a hacer, de manera plebeya, por así decirlo, lo que ellos hacían de manera señorial. Hablamos de la corrupción.

5.   No está tanto en cuestión la “ideología” que postulan los dirigentes sindicales, los y las que tuvieron un pasado de “izquierda” radical; pues, de alguna manera, quizás por su pragmatismo, consideran, en el fondo, que estos son discursos, hasta poses, pues cuando hay que gobernar hay que gobernar. En este tema, creen que no hay otra salida que el pragmatismo. Lo que les afecta más entrañablemente es que los nuevos gobernantes aparezcan como señores, que se vistan como ellos, que gasten como ellos, incluso más que ellos; peor, aún que opten por prácticas paralelas, como ellos. Prácticas paralelas de poder, no institucionalizadas, que tiene que ver con la corrosión institucional y la corrupción. Esto no es aceptable. Estas prácticas son un privilegio de la clase económicamente dominante.


6.   Sin embargo, para hacerlo fácil, recurriremos a la ilustración esquemática, en aras de una exposición pedagógica. Se da como una división del trabajo. Unos son los que administran y gozan de los beneficios económicos de sus monopolios, ya sea la tierra, emporios empresariales, dominios financieros; otros son los que administran el Estado. En estructuras de poder del Estado-nación más consolidadas o de mayor tamaño institucional, esta parece ser la regla; por lo menos, como tendencia. Brasil sin contar con una larga tradición democrática, en su formalidad institucional, de alguna manera, ha matizado esta tendencia. Los representantes políticos de la burguesía y de la oligarquía, no necesariamente son de la clase económica dominante. Generalmente corresponden a lo que se denomina, inadecuadamente, clases medias.  Se trata de sectores, grupos, personas, de las clases medias, que tienen la peculiaridad de ser arribistas. A pesar de que blanden esa concepción jerárquica de formación académica, no necesariamente los representantes políticos de la burguesía han cumplido con el cronograma académico; es un ideal. La pobreza de sus actos habla de esto, la miseria de sus conductas, corroboran esto. Peor aún, cuando hablan, sus discursos son deprimentes.

7.   ¿Se creen realmente salvadores? ¿Creen que salvan a Brasil de las garras del “bolchevismo” o, en otra acepción, creen que salvan a Brasil de la corrupción y la corrosión institucional? Cuando ellos o sus antecesores fueron los maestros de estos estilos políticos, que, lastimosamente, los nuevos gobernantes, devenidos de los sectores populares o de la lucha radical, han aprendido rápido. Alumnos que superaron a los maestros. Parece que fuera así, por sus pretensiones dichas. Sin embargo, no está claro. En todo caso, creen que es fácil gobernar, cuando son ellos los que gobiernan; basta aplicar las recetas, que se han convertido en hábito de políticos liberales y neoliberales; recetas distribuidas y difundidas por los organismos internacionales, por las empresas trasnacionales, por los aparatos “ideológicos” de orden mundial. No tardan en estrellarse con la realidad efectiva; empero, no van a revisar, por nada del mundo, sus representaciones de la realidad, su “ideología” conservadora. Prefieren, como los nuevos gobernantes, culpar a la conspiración. Solo que la conspiración ha cambiado de bando y de color.

8.   El funcionamiento de la crisis política no solamente abarca los ámbitos de la legitimación, de la institucionalidad, de las estructuras de poder del Estado-nación, sino también las estructuras éticas y morales, de los esquemas de conductas y de prácticas.  Lo que hemos llamado los síntomas de la decadencia. Esto ya lo dijimos en otros ensayos[2]. Lo que hay que añadir es que la decadencia es compartida por los gobernantes tradicionales, derrocados en las elecciones, y por los nuevos gobernantes, que ganaron las elecciones, por lo menos, las anteriores. Si bien también esto lo dijimos y lo que volvemos a remarcar es que la crisis alcanza al Estado; se trata de la crisis múltiple del Estado-nación. También de la sociedad institucionalizada, capturada por las maquinas del poder; no de la sociedad alterativa, la sociedad efectiva, la que sostiene los ciclos vitales sociales. A lo que apuntamos es a que al compartir ambas expresiones políticas, encontradas, las conservadoras y progresistas, de la decadencia generalizada, no es sostenible el argumento que unos, cualquiera, es mejor que los otros, el enemigo; incluso, en la versión matizada del mal menor[3].

9.   Dijimos que estas relaciones, redes, prácticas, de habitus, de conductas e imaginarios conservadores ateridos y anacrónicos anclados, son trasversales a la estructura social. Los sujetos sociales y subjetividades se encuentran distribuidos en toda la estructura social. Hay un contingente significativo, si se quiere, como la mitad de la población, que ha votado por estos diputados, representantes de la clase económicamente dominante. Obviamente, no todos son de la oligarquía, tampoco de la burguesía, así como de las clases medias altas; hay también muchos de las clases medias bajas, incluso hasta de la clase trabajadora y de los desocupados.

¿Por qué lo han hecho? Recogemos lo que aseveramos en otro ensayo, que los progresistas construyen su derrota[4]; primero, con sus conductas pragmáticas, su realismo político, reduciendo al límite las posibilidades transformadoras, incluso en el alcance reformista. Después, en la medida que se inclinan por prácticas de poder paralelas, pasando de la convocatoria social a la extensión abrumadora de las relaciones clientelares. En tercer lugar, cuando sustituyen, de una manera compulsiva, la realidad por la propaganda y la publicidad. Por último, cuando desatan obsesivamente la expansión de la practicas paralelas de la corrupción. Entonces, la gente se cansa, se desencanta, pierde sus expectativas; mucha gente opta por el voto castigo, no importando las consecuencias.

10.       La crisis llega a fondo cuando se retorna a los que gobernaron antes o se retorna a éstos en la versión de sus sucesores; se vuelve a aquéllos que desataron la expansión de la crisis social, la crisis económica, la crisis política, en los alcances desmesurados, que incitaron a los movimientos sociales-antisistémicos. Sin embargo, no es ninguna salida, mantener a los nuevos gobernantes, que a pesar de sus discursos distintos, de su “ideología” progresista, incluso a pesar de las medidas sociales, que beneficiaron a significativos contingentes de la población, además de las medidas que favorecieron a la recuperación de la soberanía de los recurso naturales y de la economía nacional, son la otra cara del poder, de la reproducción del poder; por lo tanto, de las dominaciones. Forman parte de distintas versiones del orden mundial de las dominaciones, de la estructura hegemónica del sistema-mundo capitalista







La maquinaria del bio-poder

Biopoder 2




Cuando hablamos de poder no imaginamos unas estructuras de poder edificadas en un afuera, externas, como una maquinaria, separada de la sociedad, que actúa contra ella, desde esa exterioridad. Esta es la imagen que, de alguna manera, ha sido compartida por la ciencia política, la filosofía política, las “ideologías”; incluso críticas y pretendidamente “revolucionarias”. Si bien, como concebimos, el poder solo se puede entender como economía política del poder, en el contexto complejo de la economía política generalizada, por lo tanto, como bifurcación, separación, del Estado respecto de la sociedad, hay que tener en cuenta que esta separación es imaginaria, aunque también institucionalizada. En realidad, efectivamente, el Estado no se separa de la sociedad, sino, como también dijimos, captura parte de sus fuerzas para reproducirse. Cuando más se dice que se separa – por ejemplo desde la tesis de Louis Althusser y la interpretación de Alain Badiou - es cuando, efectivamente, está más enraizado a la sociedad, por lo menos, en la sociedad institucionalizada[5]. Pues requiere de energía vital, requiere de la vida, requiere capturar energía de vida, para lograr funcionar como maquinaria del poder. En este sentido, retomamos la tesis de Michel Foucault sobre la biopolítica y asumimos la interpretación de Antonio Negri y Michael Hardt, que proponen una diferenciación entre biopoder y biopolítica. Siendo la primera, la que corresponde a las dominaciones; siendo la segunda, la que corresponde a la espontaneidad de la vida; por este camino, a la potencia creativa[6].

Por estas consideraciones, nuestra crítica giró hacia esa parte de la sociedad capturada, atrapada en la redes del poder, de las mallas institucionales del Estado. El poder, en todas sus formas, en todos sus engranajes y genealogías, emerge de los cuerpos capturados. Estos cuerpos, en su relación con el poder, han constituidos sujetos adecuados a la reproducción del podersubjetividades afines a la reproducción del poder. Son como los cuerpos que ejecutan las acciones y prácticas que reproducen, constantemente, las relaciones de dominación polimorfas. Son los cuerpos que emiten los discursos de legitimación o que comparten esos discursos. Son también los que hacen circular y por donde circulan los imaginarios del poder, también las formas de pensamiento social, por así decirlo, que interpretan el poder como si fuese la realidad.

Entonces, hay que tener otra configuración del poder. No es externo a una sociedad interna. Es, por así decirlo, usando provisionalmente el viejo lenguaje, externo e interno, a la vez. El poder no solo puede ser descrito como genealogía, a partir de las genealogías de las dominaciones, sino como metamorfosis. Las instituciones, que van a convertirse en las mallas institucionales del Estado, son creadas por los mismos humanos, por la misma sociedad. Estas construcciones y edificaciones institucionales, como estructuras y como organizaciones funcionales, se convierten, poco a poco, de instrumentos útiles en dispositivos de poder; por lo tanto, de dominación. La sociedad institucionalizada elabora interpretaciones para legitimar esta mutación. Las instituciones se fetichizan, sobre todo, el conjunto de ellas, el Estado. Es cuando las interpretaciones conforman “ideologías”, que, aunque pretendan exposiciones racionales, configuran el mito del poder, el mito del Estado, el mito del gobierno. Las instituciones se convierten en el principio y el fin; son, definitivamente, la “realidad” producida por el poder.

No hay que considerar esta metamorfosis, como dada en el tiempo, en el ciclo largo de la historia, pues las instituciones ni el Estado tienen vida propia. Ocurre constantemente; el poder tiene que reproducirse permanentemente, tiene que ser rehecho todos los días. Para que esto suceda requiere que haya cuerpos que lo reproduzcan en sus prácticas e imaginarios. Los cuerpos son especializados; unos como funcionarios, otros como usuarios; unos como gobernantes y administradores de la cosa pública, otros como gobernados. Unos, como maestros, los que enseñan la “ideología” estatal, en todas sus versiones, temas, tópicos y rubros; otros, como los que aprenden, los que escuchan y son inducidos a creer en lo que comparten “ideológicamente”. Ciertamente, esta división del trabajo de la reproducción del poder no queda ahí; continúa, pues la dominación no es única, homogénea y general, sino hay múltiples formas de dominación, distribuidas en la sociedad. Esta multiplicidad de dominaciones connota múltiples relaciones de biopoder entre Estado y sociedad. Para dar una imagen ilustrativa, son como innumerables cordones que conectan los cuerpos a los dispositivos de poder. Estos funcionan absorbiendo vidacapturando vida, canalizando esta energía a la reproducción y expansión del poder.

Los sujetos sociales capturados por las mallas institucionales del poder no se ven como capturados, sino, mas bien, como beneficiados por instituciones del orden, del progreso, del desarrollo. Hay como una satisfacción de establecer esta relación de biopoder; se da como un placer de formar parte de esta marcha histórica y civilizatoria. No pueden imaginarse otra realidad posible, otro mundo alternativo. Este es el único mundo posible. Lo demás o son especulaciones delirantes, utopías imposibles o, en otras versiones, radicalismos soñadores, románticos, hasta irresponsables.

La configuración entonces se parece más a la de una conformación biotecnológica; entendiendo tecnología en el sentido amplio como lo sugiere Foucault. Hay también tecnologías sociales, formas de organización, de estructuras, de diagramas, que se aplican a los cuerpos, buscando inducir sus comportamientos. Ciertamente, estas tecnologías de poder no dejan de usar las técnicas, las tecnologías, en sentido restringido, como herramientas específicas. En consecuencia, por esta vinculación, este conjunto de conexiones, entre cuerpos y dispositivos de poder, se refuerza la imagen de que el Estado vive, de que las mallas institucionales viven; tienen vida propia. Pues, al chupar la sangre de los cuerpos vivos - diciéndolo en sentido metafórico -, sangre que circula por las venas artificiales de los aparatos del Estado, el gran vampiro, cobra vida, por así decirlo; más bien, la portentosa edificación fabulosa donde habitan los vampiros, que son fantasmas, es decir, imaginarios sociales, cobra vida

En consecuencia, efectivamente, no hay separación entre Estado y sociedad; esto se da imaginariamente, como “ideología”; mito sostenido por la separación institucional, que no deja de ser imaginaria, empero, funciona materialmente. Para decirlo, de algún modo, la realidad efectiva del poder, que en la economía política generalizada funciona como bifurcación, disociando lo abstracto de lo concreto, valorizando lo abstracto, desvalorizando lo concreto, existe, funciona efectivamente, como articulación imprescindible.

Esta configuración del poder, nos ha llevado a la interpretación de que la clave de la reproducción del poder se encuentra en los que lo padecen, al aceptar esta relación de subordinación, de delegación y de representación. Hay como un deseo del amo, de que ocurra así, de que se perpetúe un orden, basado en las dominaciones. Éstas pueden cambiar, edulcorarse, adquirir mimesis democráticas; empero, las polimorfas formas de dominación se preservan. Pueden, incluso cambiar las élites; parte de los que eran gobernados, ahora, gobernar.   Empero, la estructura estructurante del poder se conserva, perdura, se reproduce, mutando y transfigurándose en sus mutaciones.









Diagonales del poder

Diagonal de poder 2



La episteme de la modernidad, sobre todo, en ciencias sociales y humanas, ha concebido no solo esquematismos duales, desde los cuales ha interpretado y explicado el mundo, sino también ha configurado como estratos completamente separadosespacios absolutamente distintos, hasta tal punto que casi no se tocan. La más sugerente teoría, la que más ha hecho inteligible a las formaciones sociales, es la teoría de la lucha de clases. Esta teoría, en sus mejores versiones, ha podido observar y reflexionar sobre las entremezclas entre las clases sociales; por lo menos, en sus bordes. Ha podido visualizar las dinámicas de la movilidad social. No así, como las versiones ortodoxas, que consideran que las clases sociales pertenecen a mundos totalmente distintos, que solamente se tocan en el conflicto social. Sin embargo, a pesar de estas dilucidaciones, de las mejores versiones de la teoría de la lucha de clases, la teoría ha seguido manteniéndose en una suerte de cuadro rígido de las clases sociales, como si fueran conglomerados completamente diferentes y fijados en una pirámide estática. Ahora, podemos hablar, contando con la experiencia social, en sus innumerables realizaciones y formas singulares, contando con las investigaciones sociales, que la realidad social no es ésta, sino, mas bien, corresponde a espacios yuxtapuestos, imbricados, entrelazados, no solo por las dinámicas sociales y las movilidades sociales, sino porque distintas clases sociales pueden compartir “ideologías”, sentidos comunes, apegos a los imaginarios del poder. Por lo tanto, haciendo una transversal diagonal en la supuesta estructura social clasificada y fijada, encontraremos espesores intensos compartidos por distintas clases sociales. Por ejemplo, espesores “ideológicos”, culturales, de prejuicios, como los relativos al machismo o creencias ateridas como la de las religiones monoteístas. Si bien pueden diferenciarse en la potestad económica, no se puede dejar de ver que, a pesar de situarse como distintas clases sociales, hasta opuestas, pueden compartir prácticas económicas en el mercado, en los circuitos financieros, en el impulso a la acumulación de capital y en el exacerbado consumo inútil y banal.

Como puede verse, estamos, mas bien, ante cuadros, como paisajes sociales, por así decirlo, como visibilidades, abigarrados. Quizás éste haya sido uno de los errores de la teoría de la lucha de clases; a pesar de su perspicacia histórico-política, al convertir la clase social en una esencia; por lo tanto, en un atributo metafísico, como si esto bastara para definir una práctica políticamoral y ética. La experiencia social en las historias políticas, ha demostrado lo contrario. Distintas clases sociales pueden, mas bien, inclinarse a lo mismo, por la “conquista del poder”, según imaginarios apologistas de la violencia y del oportunismo, por lograr las dominaciones añoradas. Por ejemplo, dicho de manera más cruda, a solo “dar la vuelta la tortilla”, sin destruir las estructuras de poder, de dominacióncoloniales y patriarcales. Lo que se llama conservadurismo, en sentido amplio, en sus distintas manifestaciones, es compartido por distintas clases. No hay clase revolucionaria de por sí; por el hecho de pertenecer a tal o cual clase, sobre todo, subalterna. No hay, tampoco, exactamente, clase reaccionaria de por sí, aunque las clases dominantes tiendan regularmente a serlo, defendiendo el statu quo. Lo que parece haber, más bien, son alianzas implícitasinconscientesconservadoras, que comprometen a sectores de estratos de diferentes clases. Hay como una apuesta a mantener las reglas del juego, las estructuras y las instituciones, que consolidan, legitiman y garantizan la continuidad del poder; es decir, de las múltiples formas de las dominaciones. Ámbitos de poder, donde consideran se puede lograr la plasmación de las propias expectativas, circunscritas al egoísmo trivial.

A pesar de sus buenas intenciones y la lucidez lograda por la teoría de la lucha de clases, no logró sus objetivos propuestos, destruir el Estado y sustituirlo por la asociación de productores. No pudo porque no logró visualizar la complejidad de las luchas emancipadoras y libertarias. Si bien se puede considerar la lucha de clases como una buena aproximación al acontecimiento social, quedó como instrumento ineficaz para demoler las estructuras de poder y las estructuras de clases de la sociedad moderna. Al no tener una comprensión más clara de la complejidad de las luchas sociales, políticas, culturales, decoloniales y anti-patriarcales; al no interpretar lo abigarrado de los frentes y enfrentamientos de las luchas, entonces, terminó por empoderar a personajes que tenían más parecido con los enemigos de clase que con los perfiles imaginados románticamente.

Hay quienes todavía creen que la teoría de la lucha de clases es la teoría por excelencia de las luchas sociales, de las emancipaciones y de las liberaciones múltiples, de clase, indígena, nacional, de mujeres y de diversidades subjetivas. Aunque lo hagan con la mejor intensión, que es el de continuar las luchas; esta teoría, que ha ayudado mucho en el siglo XIX y XX en la organización de la rebelión social, se ha convertido, tal como está conformada, en un obstáculo para la continuidad de las luchas. Continuación multitudinaria de las luchas plurales, por los mejores caminos, que no pueden ser otros que los que conduzcan a la destrucción del poder, de la estructura de la desigualdad social, de la estructura de las jerarquías, del orden de las dominaciones, de la estructura y malla mundial del colonialismo heredado y de las estructuras institucionalizadas del patriarcalismo.

De ninguna manera se niega la evidencia de las luchas sociales; todo lo contrario. Lo que es imprescindible es tener un mapa completo de las luchas, actualizado, configurado en toda su complejidad. Se trata de ver más claramente, con enfoques más detallados, contra qué se lucha cuando se lucha contra el poder y el sistema-mundo capitalista, que también debe ser llamado el sistema-mundo colonial, pues no hemos salido del horizonte del colonialismo. Lo que ha pasado es que la geopolítica colonial ha mutado.

Si los mejores portavoces de la teoría de la lucha de clases, que son los activistas radicales, quieren honestamente destruir el poder y el sistema-mundo capitalista, que comprende el sistema-mundo-cultural, el sistema-mundo político, además del sistema-mundo colonial, que, mas bien, contiene a todos estos sistemas-mundos o los atraviesa, articulándolos, deben decidirse en el dilema en el que se encuentran. Salvar a una teoría, ya agotada, como sacerdotes, elaborando hipótesis auxiliares para justificarla, como hacen los monjes en toda religión, o dejarla como herencia, de un pasado heroico, y abordar la tarea de teorías complejas de las luchas sociales en un mundo efectivo, que desborda precisamente por su complejidad.  Esto, sobre todo, para mejorar la eficacia de las luchas sociales y de los movimientos sociales antisistémicos, así como de todos los pueblos del mundo en combate contra la dominación a secas de una hiper-burguesía mundial.


Cuando las experiencias sociales políticas enseñan que los líderes pueden terminar formando parte de la misma estructura de poder odiada, el Estado, además de la geopolítica del sistema-mundo capitalista; cuando las propias organizaciones sociales, que defendieron los derechos económicos, usando los términos del marxismo militante, así como los derechos sociales, jurídicamente conquistados; cuando los propios “partidos revolucionarios”, que lucharon con tesón, durante el periodo de las resistencias; terminan mutando hasta convertirse en los mejores dispositivos de las estructuras de poder ateridas, solo que en condiciones de gobierno de una nueva élite, pero, nueva élite de lo mismo; entonces, estos son los síntomas de las falencias de una teoría, que hurgó en la llaga de la herida social.
Para comenzar a lanzar hipótesis de interpretación, todavía generales, de partida, diremos que lo que parece enfrentarse son diagonales transversales político-sociales-culturales, que cruzan la estructura social. Algunas diagonales, que logran conformarse y constituirse, a partir de alteridadesprácticas transgresoras, tendencias sociales, económicas, políticas y culturales alterativas, se enfrentan a una numerosa colección de diagonales, también transversales, que se inclinan por conservar los órdenes de relaciones de poder de las dominaciones múltiples. En pocas palabras, ciertamente pecando de esquematismo, pero, útil en la ilustración, podemos decir que lo que se enfrenta es la sociedad alterativa a la sociedad institucionalizada. Dicho en términos más teóricos, incluso más metafóricos, podemos decir que lo que se enfrentan son mundos posibles y alternativos, al mundo real, en sentido institucional, afincado de manera anacrónica en un pasado fetichizado, que no olvida.

Muchos de nuestros compañeros y compañeras de lucha, en realidad, estaban en otras diagonales, las conservadoras, no las alterativas, transgresoras, emancipadoras y libertarias. Se creyó que por el hecho de compartir una formación discursiva, una “ideología”, la interpelación a un enemigo común o varios, bastaba para considerar que compartíamos todo, es decir, todo lo que se refiere a la alteridad absoluta. Cuando se dio la ocasión, el momento de las pruebas, se evidenció, a todas luces, que no es así. Los discursos, la “ideología”, el enemigo común, no eran más que algunos de los rasgos, que no podían, ciertamente, definir las características completas de estos militantes y estas militancias fragmentadas. Como dijimos en un ensayo anterior, no hay el revolucionario puro o absoluto; esto es un mito[7]. Lo que hay son decisiones cruciales en momentos cruciales. Entre estas decisiones, aprender y desprenderse de los conservadurismos, que todavía mantenemos. Además, aprender colectivamente, como pedagogía política de masas y multitudes.





Decadencia y gubernamentalidad liberal

Decadencia 16




Los grados más altos de la decadencia aparecen cuando se manifiestan los síntomas del mayor desajuste, de la mayor disyunción, de la mayor disociación, con lo que consideramos comúnmente la realidad, que para nosotros es sinónimo de complejidad. El Nuevo gobierno de Michel Temer, el reciente presidente interino del Brasil, evalúa la posibilidad de vender acciones de empresas públicas, incluyendo la compañía de correos, así como propiedades estatales de compañías de transporte, energía y seguros.  Esta proyección privatizadora, como ya se conoce, desde la perspectiva neoliberal de transferir al sector privado estas acciones y estas compañías estatales. Lo que se conoce como el ajuste estructural privatizador, globalizado por el mundo, con el apoyo de los organismos internacionales del orden mundial; contando con connivencia del impulso concomitante del sistema financiero internacional; es decir, en el contexto de las centralidad y acumulación de la hiper-burguesía mundial, que domina el mundo.

El gobierno interino de Michel Temer está elaborando una lista de empresas y compañías estatales, con objeto de privatizarlas. De esta manera, volver a lo mismo de antes de los “gobiernos progresistas” del PT; entregar la economía nacional no solo a manos privadas sino a empresas trasnacionales. La imaginación de los herederos de la “oligarquía café con leche” no llega a más.  Solo pueden concebir un Brasil subalterno, incluso como potencia emergente en la geopolítica del sistema-mundo capitalista; por lo tanto, en la geografía política de los centros hegemónicos del poder y de la economía-mundo. La mentalidad de estos herederos de los esclavistas y hacendados cafetaleros es sumisa al orden mundial, impuesto por los oligopolios trasnacionales. Para ellos, el Brasil se encuentra circunscrito al modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. Incluso, en el caso, que parte de ellos, la burguesía industrial, que estaba, mas bien, más cerca del PT, apunta a consolidar la característica de potencia industrial. Como lo dijo Francisco de Oliveira, no se trata de que se pase por la revolución industrial y la revolución cibernética, sino de la composición misma de la economía. Para Oliveira, Brasil no dejó de ser una formación económico-social ornitorrinco; es decir, una mezcla alucinante de mamífero y ovíparo. Pues, a pesar de las revoluciones industriales, tecnológicas, científicas y cibernéticas, el peso de la economía, de la estructura económica, gravita en el extractivismo[8].

Los representantes de la burguesía, predominantemente financiera, comercial, especuladora, ligada al latifundio, exceptuando a la burguesía industrial, muestran características mucho más restringidas que los anteriores representantes de la clase económicamente dominante, anteriores a los gobiernos del PT. Parecen unos patéticos comediantes, que intentan articular un discurso, para justificar su presencia fraudulenta en el gobierno, después de iniciado el juicio de impedimento a Dilma Rousseff. ¿Por qué lo hicieron?  Lo que dicen los voceros de los “gobiernos progresistas” de América Latina y de la “izquierda” reformista, que se trata de un golpe congresal; que más parce una típica astucia criolla. Astucia perpetrada usando tecnicismos jurídicos, a la usanza más leguleya. Que en todo caso, por las desproporciones de la medida tomada por el Congreso, patentiza un despropósito político.
Lo que llama la atención es que, siendo el motivo efectivo el escándalo estruendoso y de magnitud de la corrosión empresarial y la corrupción en torno a PETROBRAS, donde no solo estaba involucrado el gobierno, sino también la llamada “oposición”; sobre todo, entre ambos, los actuales flamantes gobernantes interinos, se derive en un juicio menor, marginal, que no debía haber tenido las consecuencias que ha tenido. No se justifica la destitución, tomando la acusación efectuada. Rousseff fue suspendida como presidenta, después de que el Senado aprobó someterla a un juicio político por cargos de violar leyes presupuestarias. La mandataria fue relevada de su cargo por su vicepresidente, Michel Temer[9].

Carla Guimarães, columnista de El País, escribe:

Los grandes medios de comunicación de Brasil, que pertenecen a un pequeño grupo de familias, crearon lo que se podría llamar la dramaturgia del “impeachment”: existe un Gobierno corrupto, el pueblo pide su dimisión en las calles, el Congreso derriba a la presidente y Brasil vuelve a ser el país del futuro. Para esos medios, el PT no solo era el culpable de la corrupción, sino la causa de todos los males de Brasil. Patricia (se refiere a su prima con la que nunca estuvo de acuerdo) no podía estar más de acuerdo con ese guion. Ella y otros miles de brasileños salieron a las calles vestidos con los colores de la bandera para luchar contra la corrupción y exigir la salida del PT. Cada vez que Dilma hablaba en la tele, Patricia cogía una cacerola y se ponía a protestar desde su ventana. La historia narrada por los medios y defendida en las calles era casi perfecta, si no fuera por un pequeño detalle: Dilma no está acusada en ningún caso de corrupción. Sin embargo, muchos de los responsables por llevar adelante su proceso de “impeachment” sí lo están. Es el caso del expresidente del Congreso, Eduardo Cunha, del presidente del Senado, Renan Calheiros, y del propio vicepresidente, Michel Temer. Este último fue condenado por el Tribunal Regional Electoral de São Paulo por hacer donaciones de campaña por encima del límite legal y no podrá postularse a ningún cargo público en un periodo de 8 años. Temer acaba de ser nombrado presidente interino de la República de Brasil[10].


¿Lo hicieron para salvar sus pellejos? ¿Por qué encontraron la oportunidad en plena crisis? ¿Por qué los herederos de la “oligarquía café con leche” decidieron empujar, desde hace un buen tiempo, el cambio de ruta del gobierno? ¿Por qué los socialistas reformistas del PT construyeron su derrota? No se puede responder, a ciencia cierta, como se dice, estas preguntas. Quizás todas estas tendencias, inherentes al proceso de crisis múltiple, política, institucional y económica, hayan incidido en conjunto; cada tendencia aportando con su cuota. Dejaremos que las respuestas las den investigaciones descriptivas y analíticas, correspondientes. Lo que queda claro, es que asistimos a los síntomas evidentes de la degradación extrema de la clase política.

La autora del artículo citado dice:
Quizás uno de los mayores errores del partido de Dilma y Lula fue haberse dejado absorber por la política tradicional brasileña. Después de tantos años en el poder, el PT ya no era tan cercano a los movimientos sociales que le apoyaron y estaba dedicado de lleno al juego político. Dilma ganó las últimas elecciones con el apoyo del PMDB de Temer, Eduardo Cunha y Renan Calheiros. Un partido de derechas que siempre estuvo cerca del poder y que ahora ha encontrado la manera de tomarlo[11].

Lo que parece insólito, pero, no lo es, es que el partido aliado del gobierno, además, nada más ni nada menos, que el vicepresidente, fueron los que conspiraron contra Dilma. Esto es parte del anecdotario de las historias políticas de América Latina. Lo que no deja de sorprender es que el pueblo, a pesar de haber salido a las calles a defender a la presidenta, frente a la tramoya gris de la tradicional clase política, angurrienta de poder, a cualquier costo y usando cualquier medio, se haya dejado, al final de cuentas, escamotear por estas astucias criollas. Sobre todo, después de haber ganado consecutivamente las elecciones, llevando al poder al PT; posteriormente, manteniéndolo en el poder, durante un largo periodo de gestiones de un gobierno catalogado de “progresista”.

El gobierno interino de Temer es inconstitucional, por más encubierto que esté este hecho, por el barniz del tecnicismo jurídico, que sacó a Dilma Rousseff. En la Constitución no está contemplada una medida como ésta para el caso tratado, por cargos de violar leyes presupuestarias. A todas luces, su destitución adolece no solo de legitimidad sino también de legalidad, incluso de institucionalidad. La situación de este gobierno interino es como la de un gobierno de facto; decimos esto, a pesar de no compartir la interpretación de la “izquierda” reformista, de que se trata de un “golpe congresal”. Es un gobierno irregular, para decirlo suavemente. Sensatamente, lo que queda, incluso para salvar las apariencias formales de la democracia institucionalizada, es pedir la renuncia de este gobierno irregular. ¿Llamar inmediatamente a elecciones? ¿Restituir a Rousseff, hasta que culmine su mandato?  ¿Medidas radicales por parte del pueblo, que opta por profundizar la democracia, en sentido participativo, incluso apuntando a los autogobiernos?  Estos temas son los que tiene que resolver el pueblo mismo. Lo importante es que lo que se haga sea parte de consensos democráticos, participativos, reflexivos multitudinariamente y autocríticos. Transparentar lo que ocurrió con PRETROBRAS, buscando, su re-nacionalización. Pues es uno de los pivotes del “desarrollo” y el “crecimiento” económico de la potencia emergente.

En otras palabras, nuestra perspectiva política es la siguiente: los pueblos no tienen por qué seguir tolerando estas conductas de la clase política; la del tecnicismo grotesco de destitución,  la de la corrupción generalizada en toda la clase política, progresistas y neoliberales, incluyendo a conservadores; las demagogias de unos y de otros. Así como las comedias estridentes, de unos y de otros. El pueblo debe tomar en sus manos, como corresponde, el ejercicio de la democracia; pues eso quiere decir democraciagobierno del pueblo; es decir, autogobierno del pueblo.

Como dijimos en otro texto[12], lo que llama la atención es que la atmósfera donde ocurrió la destitución de Dilma Rousseff es enardecida por el caso de corrupción de PETROBRAS, donde están metidos todos, “derechas” e “izquierdas”; sin embargo, no es esto lo que se juzgó, se investigó e indujo a tomar medidas. No convenía, pues, como todos están involucrados, sobre todo, los acusadores de Dilma Rousseff, entonces, el juicio quedó anclado en un fragmento del problema. Por cierto, no el más importante, sino el menos significativo, ya que todos los gobiernos anteriores hacían lo mismo; prestarse dinero para cubrir huecos presupuestarios.

Carla Guimarães escribe:

A pesar de la decepción con el PT, en los últimos meses, miles de personas salieron a las calles para denunciar el golpe. Algo que no estaba en el guion redactado por los grandes medios. Movimientos sociales, sindicatos, líderes indígenas, personalidades del mundo de la cultura y ciudadanos de distintos orígenes sociales se manifestaron en contra del “impeachment”, en diversos actos a lo largo del país. El color predominante en esas protestas era el rojo, a diferencia del verde y amarillo que dominaban las marchas anti-Dilma. Yo participé en una manifestación en Madrid. Éramos cuatro gatos protestando en Sol, pero teníamos la sensación de formar parte de algo mayor. Nos sentíamos parte del enorme movimiento de lucha por la democracia que está tomando Brasil. Más que las siglas, nos unía la indignación de ver a tantos políticos involucrados en casos de corrupción votando a favor del “impeachment” de la presidente en nombre, paradójicamente, de la lucha contra la corrupción. También nos unía la sensación de que el Gobierno de Dilma no estaba siendo juzgado por sus errores, sino por sus aciertos.

Durante los 12 años de gobierno del PT cerca de 40 millones de personas salieron de la pobreza y la población históricamente excluida ganó espacio dentro de la sociedad. El partido cambió una historia de más de 500 años de desigualdad. Quizás por ello, ganó cuatro elecciones seguidas. En las últimas, la derecha se dio cuenta de que le costaría mucho recuperar el poder en las urnas y decidió tomarlo a través de un proceso aparentemente legal, pero tremendamente injusto. Los que asumen ahora el Gobierno representan los intereses de los grandes latifundios, la industria de las armas, las iglesias evangélicas y quizás de muchos políticos y grandes empresarios a los que le vendría bien que las investigaciones de los casos de corrupción, como el de PETROBRAS, fuesen finalizadas sin mucho revuelo y sin grandes repercusiones[13].

Carla Guimarães lo dice, el error es haberse dejado absorber por la política tradicional brasileña; también expresa: el PT ya no era tan cercano a los movimientos sociales que le apoyaron y estaba dedicado de lleno al juego político.  Extendiendo la pregunta, respecto a todos los “gobiernos progresistas”, ¿por qué se dejan absorber por las prácticas de la política tradicional? Como se puede leer en los ensayos difundidos, para nosotros esto pasa porque no se sale del círculo vicioso del poder. No se da el problema porque “traicionan” los encumbrados líderes populares y sociales, como cree la “izquierda” tradicional radical. Esto es como caer en una de las versiones de la teoría de la conspiración, que nos resulta muy esquemática, simplista y hasta dramática, convirtiendo la realidad política en juego de dispositivos de conspiración. Para que pueda suceder esto, la realidad tendría que reducirse a la dimensión plana, sin espesores, donde solo cabe tramas, por así decirlo, de dibujos animados. Nadie, ni grupos, ni agencias de inteligencia, ni gobiernos, por más poderosos que puedan ser, puede controlar todas las variables - por así decirlo, usando un término conocido - de la complejidad, sinónimo de realidad. Por otra parte, la complejidad dinámica de la realidad, no puede ser reducida, ni siquiera representada, a dos dimensiones, como para hacer caber una versión tan simplista como la teoría de la conspiración.

La tragedia de los “gobiernos progresistas” es que son marionetas, aunque no lo quieran, tampoco lo crean, de las fabulosas máquinas de poder, de la economía-mundo y de la guerra; es decir, de estructuras de poder estructurantes de la política oficial, institucionalizada; practicada por los Estado-nación, en el contexto de la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Solo pueden moverse dentro de determinados márgenes, definidos por el orden mundial. El cruzarlos es tomado como una transgresión a este orden mundial. Los líderes se ilusionan con que controlan el poder, el Estado, el gobierno. Esto no ocurre, tampoco puede ocurrir, menos en estos “gobiernos progresistas”, que solo han atinado a tibias reformas, dejando intacta la estructura de poder heredada. En gobiernos que cruzaron los límites de los márgenes trazados, por ejemplo, los gobiernos del socialismo real, también ocurrió algo parecido, aunque más trágico, por la apuesta que se puso en juego; la trasformación social, económica, política y cultural. Recurriendo a un Estado de transición, la dictadura del proletariado, hacia la sociedad sin clases. En este caso, más complejo y profundo, por lo tanto, más comprometedor y demoledor, no se salió del círculo vicioso de poder porque, se bien se cambió el Estado y las reglas económicas nacionales, no se pudo salir del horizonte del sistema-mundo capitalista; reproduciendo, paradójicamente, en el socialismo real, el modo de producción capitalista

Hemos aprendido de las historias políticas de la modernidad, que es el horizonte cultural del sistema-mundo capitalista, por lo tanto, sistema globalizado, integrado, que las transformaciones tienen que alcanzar la esfera sin horizontes del mismo mundo.  Esto no quiere decir que no se comiencen cambios en cualquier lugar donde se pueda. De ninguna manera. Lo que no se puede hacer es confundir estas modificaciones locales como si fuesen el fin de la historia, que es el sentido “ideológico” transmitido por los discursos, antes, socialistas, después populistas, y, ahora, por los progresistas. Lo grave, para decirlo más severamente, es creer que se puede transformar con la misma maquinaria del poder, el Estado, como si solo se tratara de usar de otro modo esta herramienta de dominaciones. Lo patético es ver a los líderes populares y progresistas imitar los comportamientos de la clase política derrocada; desde sus vestimentas, aunque adquieran un toque folclórico, hasta sus modales, sus estilos, incluso sus prácticas.  Estos ya son síntomas del alejamiento de estos “gobiernos progresistas” respecto de los movimientos sociales antisistémicos, que son la potencia social, que llevó al poder a estos gobiernos.

Hay como una intuición enunciada, en discursos convocativos, por los revolucionarios del siglo pasado, los heroicos, no los imitadores; esta intuición es que una revolución no puede detenerse, como la política, en sentido pleno; como la democracia, en sentido absoluto, no se detiene, desborda. Cuando ocurre este acontecimiento político, el de la revolución, la transformación en explosión, en devenir, no puede detenerse, pues tiene que desmantelar no solo la fabulosa maquinaria del Estado, maquinaria milenaria, sino milenios de dominaciones ateridas; trayectorias de genealogías institucionales, que inscribieron en los cuerpos estas dominaciones. El reducir las tareas revolucionarias a medidas, promulgadas por el gobierno, es una de las más turbadoras inocencias de estos pregoneros del socialismo por decreto, de la descolonización por decreto, de la independencia por decreto. Esta inocencia es, nuevamente, reducir las tareas de transformación estructuralinstitucional y subjetiva, al plano, donde solo caben dibujos animados.

La pregunta que parece pertinente es esta: ¿Los “revolucionarios” tomaron en serio las tareas que se tenía delante? Obviamente, no solamente como partido, pretendida vanguardia, sino como sociedad, por lo menos, parte de la sociedad explotada, que es la mayoría. ¿O se dejaron seducir por los cantos de sirena del poder? La tragedia de los bolcheviques, después del acto heroico de enfrentar a la realidad y la historia, inventando otras condiciones de posibilidad, es que al toparse con las grandes dificultades de la transformación social, política, económica y cultural, no encontraron otra salida que el recurrir a la violencia, para forzar los procesos inherentes a la realidad, como complejidad. Con esto, no solo imitaron a los amos, patrones, terratenientes, burgueses, derrocados, sino que cayeron en un anacronismo conservador de envergadura, el Estado policial.

Sin pretender justificar esta actitud dictatorial de los bolcheviques, que, ciertamente, tuvieron que defenderse de la invasión imperialista, por todos los lados, por todas las fronteras, esta experiencia social política formó parte de las duras lecciones. Lo extraño es que en vez de aprender, corregir los errores, los partidos “revolucionarios”, pretendidas vanguardias, se apegaron a la “ideología”, defendieron a los gobiernos bolcheviques, defendieron al Estado policial, a pesar que precisamente los errores cometidos fueron la causa de la caída de los Estados del socialismo real de la Europa oriental. En otras palabras, se prefirió no aprender y seguir adelante, repitiendo el libreto.

El perfil de los “gobiernos progresistas” es más bajo; no llegan a tanto. No transforman el Estado, usan el Estado-nación, burgués, colonial, subalterno, para, disque, transformar la sociedad y liberar a los pueblos. Lo terrible, que vuelva a ocurrir por enésima vez lo que ya ocurrió antes, es que el pueblo, que se ha rebelado, y cambiado la correlación de fuerza, llevando al poder a estas expresiones políticas populistas y progresistas, también cree en esta ilusión, de que se puede usar el Estado para transformar. Entonces hay como una retroalimentación de la misma ilusión, compartida por los gobernantes y gran parte del pueblo. Solo cuando ya no se puede ocultar lo mal que van las cosas, parte del pueblo se sorprende; en principio atina a corregir el curso político; después, puede, al sentirse desencantado, asumir una indiferencia preocupante o comenzar a resistir al nuevo gobierno, que se parece en mucho a los gobiernos pasados. Esta reacción popular puede derivar, como hemos visto, en el voto castigo a los progresistas.

¿Se trata de castigar a los progresistas? Ni de castigarlos, ni de defenderlos. La pregunta es: ¿Por qué el pueblo, con toda la pluralidad, con toda la multiplicidad, de sus singularidades, con todas las diferencias que caben, no toma en sus manos la responsabilidad de la democracia? Dicho de otra manera: ¿Por qué delega sus voluntades singulares, para no hablar de la voluntad general; por qué opta por la representación, que nunca, obviamente lo va a representar? Siguiendo con la redundancia de la pregunta: ¿Por qué transfiere parte de su fuerza política, otorgando poder a los representantes, al gobierno, al Estado? ¿No hay de otra? ¿Esas son las únicas reglas del juego democrático que se puede seguir, la delegación y la representación? ¿El mundo político es tan reductivo?

Recurriremos a la crítica de Emmanuel Kant, aquella que tiene que ver con la razón, podríamos decir, práctica o política, cuando dice que la única autoridad es la razón, que se debe asumir el uso crítico de la razón. Por cierto, no compartimos el elogio de Kant del iluminismo y de la razón abstracta; nuestra posición es, más bien, reincorporar la razón al cuerpo, a la fenomenología de la percepción; hacerla, por lo tanto, potente y con incidencia; además, integrada a la experiencia y a la memoria. Pero, no olvidemos de cuando escribió Kant sus críticas, como vislumbrando todo el horizonte de la modernidad. Por otra parte, este enunciado es valioso, por sus implicaciones con la libertad, con el uso de la razón, también con la democracia. Si, al mismo tiempo, le añadimos eso de la razón integrada al cuerpo y a la percepción, entonces, el alcance es mayor.

En pocas palabras, podemos decir, llevando al extremo la pregunta: ¿Por qué el pueblo no quiere ser libre? ¿Por qué no quiere asumirse? ¿Por qué delega esta responsabilidad del ejercicio pleno de la democracia, que no puede ser otro que el de la auto-conducción? Éste parece ser el nudo gordiano de la problemática política, circunscrita en los límites institucionales de la democracia formal, por lo tanto, de la democracia simulada

No con la pretensión de responder estas preguntas, que solo se pueden responder con investigaciones en profundidad, en el contexto de la complejidad, también auscultando a fondo la experiencia social, contando con todas sus singularidades, vamos a sugerir algunas hipótesis, con el ánimo de abrir senderos reflexivos, induciendo a efectuar las investigaciones de las que hablamos.


Hipótesis sobre las subordinaciones ateridas

1.   Parece que estamos ante un conjunto de restricciones impuestas. En primer lugar, ciertos condicionamientos culturales, políticos, económicos y sociales. No hablamos de condiciones de posibilidad, sino de condicionamientos. En este sentido, los condicionamientos son, mas bien, inducidos; elaborados previamente, construidos en la artificialidad yuxtapuesta de los espaciamientos humanos. En segundo lugar, los diagramas de poder, que se inscriben en la superficie del cuerpo como historia política, que se adhieren al cuerpo, haciendo emerger la constitución de sujetos. En tercer lugar, las dominaciones se plasman en esquemas de conductas de subordinación, de sumisión, de renuncia. En cuarto lugar, la sociedad institucionalizada conforma una geografía social donde se plasma espacialmente el ejercicio y las consecuencias de estas dominaciones. El poder se hace geografía. En quinto lugar, todo esto se interpreta, socialmente, como que “son así las cosas”, “esa es la cruda realidad”; por lo tanto, la “ideología” funciona como intérprete del mundo, de la realidad.

2.   En consecuencia, estamos ante ciclos de retroalimentación, regeneración y reproducción del poder, en distintos niveles, planos y espesores de intensidad constitutivos.


3.   Cuando el pueblo, una parte del pueblo, la mayor parte del pueblo, se rebela, es cuando pone en evidencia la fragilidad de este sistema complejo del poder. Por otra parte, puede que sus funcionamientos, los del sistema, entren en crisis, y es cuando se hace evidente la cosificación, la fetichización, del sistema.

4.   Sin embargo, el sistema de poder - por así decirlo, provisionalmente, mientras tanto - puede regenerarse, reconstituirse, mutarse. Puede reconstruir el poder alterado, mediante nuevos pactos, conformando otras instituciones acopladas, incluso mejorando las anteriores, en el marco de la reproducción del poder.


5.   Se entiende que en los siglos XVIII, XIX y comienzos del XX, se haya interpretado las crisis del sistema como agonías del sistema, estimando su acabose defectivo. Sin embargo, ya avanzado el siglo XX, no eran sostenibles estas interpretaciones; mucho menos en el siglo XXI. Entonces, ¿Por qué se persiste en este pronóstico? Tal parece que no se quiere salir de la inclinación por la cosificación, por el fetichismo, por la “ideología”. ¿Por qué es más fácil auto-engañarse que mirar cara a cara la realidad, para decirlo de manera figurada? ¿Por qué ya somos sujetos constituidos por el poder, por lo tanto, no es, de ninguna manera, fácil escapar de sus telarañas, de sus redes? No vamos a responder estas preguntas difíciles; pero, vamos a sugerir la siguiente impresión: el pueblo, parte, la mayoría, es corresponsable de que se siga, como sociedad institucionalizada, en el círculo vicioso del poder.

6.   Ciertamente el pueblo no es un sujeto, sino multitudes. No se puede hablar de responsabilidad de todos; estos son los usos metafóricos del lenguaje, transfiriendo el acontecimiento individual a acontecimientos masivos. En todo caso, la responsabilidad, efectivamente dada, es individual, por así decirlo. Sin embargo, los efectos masivos, molares, en la sociedad, ocasionan consecuencias inesperadas, no controladas. La responsabilidad, en sentido figurativo, aunque extendida a la población, es, de todas maneras, ineludible.


7.   Tampoco, en este caso, el de la población, parte o la mayoría, hay culpabilidad. No hay culpables, salvo para la consciencia del resentimiento de las religiones monoteístas, inoculada en los pueblos. El pueblo, para seguir con este concepto, correspondiente al concepto de voluntad general de Rousseau, es la constelación corporal viviente, atravesada por técnicas y tecnologías de poder, inscritas en el cuerpo. Aunque, como dijimos, al hablar de la sociedad alterativa, parte del pueblo escapa, como líneas de fuga, del control y la vigilancia del Estado. El pueblo, como referente político, es materia y objeto de poder de la política, en sentido restringido, tomándola como cartografías y ejercicios pragmáticos del poder. El pueblo es convertido en voluntad general; es decir, en una voluntad única, homogénea; supuestamente aval de la democracia formal, paradójicamente, hecha del vaciado del contenido concreto, efectivo, de las voluntades singulares del pueblo. Esta es la pretensión del poder, el lograr este objetivo. Empero, no es tan fácil, pues la corporeidad multitudinaria del pueblo, sus espesores singulares, sus ámbitos diversos de relaciones, sus ecologías sociales, psicológicas, de saberes, compartiendo con las ecologías vitales de la biodiversidad, no es abarcable por las herramientas específicas del poder.  Aunque pueda parecer que lo hace, por lo menos, “ideológicamente”, ésta es una ilusión, que dura lo que dura un periodo o, en el mejor de los casos, una era; pero, ¿qué son estos lapsos ante las estructuras de larga duración de las formas de vida? ¿Qué es esta interpretación, esta narrativa, apologética del poder, ante las gramatologías, inscripciones, señales, marcas, de la complejidad ecológica del planeta? Poca cosa, por cierto.

8.   No es que el poder no afecta a la corporalidad del pueblo; lo hace. Las consecuencias son lo que ya describimos y comentamos. El poder requiere rehacerse constantemente, depende de la absorción de vidas; en cambio, la vida está programada, por así decirlo, es espontánea.  La combinación entre filogénesis y ontogénesis hacen a la vida creativa y paradójica. La vida siempre encuentra una salida para seguir creando. En cambio, el poder, solo puede repetir recurrentemente lo mismo, cada vez más queda más anacrónico respecto de la complejidad.


9.   La subordinación como relación de dominación, es una larga construcción institucional. No se trata de un solo diagrama de poder, que se incrusta en los cuerpos, sino varios. El cuerpo es invadido por diagramas religiosos, morales, patriarcales, de castigo, de vigilancia, de disciplinamiento, de control, colonial y otros. La subordinación es como el resultado del conjunto de estas modulaciones y ortopedias de los diagramas de poder.

10.       El pueblo, que no es pueblo, como el concepto indica, unidad homogénea, voluntad general, sino multitudes en movimiento, conglomerados sociales dinámicos, conjunciones cambiantes, composiciones en constantes desplazamientos, se encuentra entre el devenir vida y las reducciones institucionales, que lo convierten en materia manipulable del poder.









Realismo político de la oligarquía

Decadencia 14



A lo largo de las historias políticas de la modernidad en el mundo, se han patentizado los comportamientos, sobre todo, de aquéllos que tienen incumbencia con el poderEn los primeros tiempos que el humano frecuenta – como recita Federico García Lorca -, el recurso a la violencia fue, por decirlo así, el método aplicado de domesticación, con látigo.   Ejércitos de mercenarios servían para tal efecto; después, ejércitos institucionalizados, usando la figura del servicio obligatorio.  Este método político, el de la violencia, no se ha perdido ni difuminado; ha quedado; se vuelve al mismo recurrentemente, cuando la emergencia lo requiere. Sin embargo, han aparecido otros métodos y procedimientos políticos, como el relacionado al logro de los pactos sociales; por ejemplo, lo que llama Jean Jacques Rousseau, el Contrato social. En otras palabras, se edifica el Estado moderno sobre la base del Contrato Social. Se puede decir que, con el tiempo, el Contrato Social se convierte en la Constitución. Empero, esto es teoría, presupone corroboradas las interpretaciones rousseaunianas y las interpretaciones del constitucionalismo. Puede ser que así se piense y se quiera; pero, la realidad, abre otras rutas y recorridos. En primer lugar, los pactos políticos no son entre personas de carne y hueso, sino entre clases sociales, por así decirlo, de manera fácil y entendible. Mucho mejor dicho, entre expresiones sociales de conglomerados de fuerzas, cohesionadas, aparentemente, por una “ideología” compartida; por lo tanto, cuando se da el pacto puede darse entre más o menos afines o, de lo contrario, entre opuestos. El Contrato Social da lugar a la construcción del Estado de derecho, a la arquitectura jurídico-política de la división de poderes, estableciendo contrapesos, por lo tanto, el equilibrio político. Estado de delegaciones y representaciones; por lo tanto, Estado mediatizado por estas transferencias de las voluntades y de la voz.

Este conjunto de normas, procedimientos y métodos políticos, además de la geometría estructural del Estado-nación, hacen a lo que se conoce como República, también como democracia institucional. ¿Cuál de los dos métodos políticos es más apropiado, si se quiere, más útil, para las dominaciones? ¿El recurso a la violencia o el democrático formal? Ciertamente, no se puede responder a esta pregunta, sin considerar los contextos donde se toman las decisiones. Todo depende de la coyuntura, de la correlación de fuerza, de los niveles de legitimidad, de los contextos nacionales, regionales y mundiales. Sabemos que la violencia es la descarnada manifestación del poder; el poder está ahí, sacándose la máscara, mostrando su desnudo rostro implacable.

En relación a la edificación burocrática y mediadora de la democracia institucional, Vladimir Ilich Lenin la definía como “cretinismo parlamentario”. Este fue el argumento trasmitido, asumido y usado por los alzamientos en armas contra el régimen burgués. Sin embargo, otras interpretaciones marxistas, incluyendo la interpretación de Engels, veían con buenos ojos, la oportunidad democrática de presentarse a las elecciones, como partido del proletariado. No estamos en el debate o el dilema que define muy bien Rosa Luxemburgo, ¿reforma o revolución?, sino evaluando cuál de los métodos le ha sido más útil a la estructura de poder, a la genealogía de las dominaciones. Hemos dicho, que depende del contexto.


Decir, lo que acabamos de decir, no resuelve nada; tan solo define la relatividad del concepto de utilidad. Lo que importa, ahora, es evaluar los efectos de ambos métodos políticos; cuál tiene más repercusiones, si se quiere, más efectos multiplicadores, también más duración. La impresión que dejan las historias políticas es la siguiente: La violencia puede domesticar; pero, no constituye sujetos, en pleno sentido de la palabra; conforma subjetividades aterradas; doblega por el miedo, por terror. La violencia tiene efectos coyunturales; no se desplaza a largo plazo, a no ser que se repita constantemente. En cambio, las mediaciones democráticas, formales e institucionalizadas, los métodos y procedimientos de esta democracia limitada a la idea de repúblicaconstituye sujetos, tiene efectos duraderos, además de generar campos institucionales, que configuran la geografía social y la efectuación constante de la reproducción masiva de sujetos sociales.

Con lo que acabamos de apuntar, no queremos decir, de ninguna manera, que es preferible enfrentar la violencia que enfrentar a la y en la democracia formal. Estos son tópicos, que no se pueden resolver en un ensayo teórico; solo pueden ser atendidos en un contexto y coyuntura concretos, teniendo en cuenta la correlación de fuerzas y, sobre todo, la predisposición de las fuerzas sociales. De todas maneras, no se puede hacer apología de la violencia, venga de donde venga, como cuando se dice: “la violencia es la partera de la historia”. Enalteciendo, como si fuera la providencia, la “violencia revolucionaria”. Siguiendo este lenguaje y apuntando a la crítica, los revolucionarios no podrían ser los apologistas de la violencia, pues se trata de convocar a la humanidad, en la versión internacionalista, si se quiere, de la lucha de clases; no de identificar enemigos para destruirlos. La violencia no es, de ninguna manera, una comunicación, si se quiere, tampoco ninguna clase de lenguaje, no es racional; la violencia es más parecida a la marca que deja en el cuerpo el implacable látigo del poder, para que nadie se olvide quien manda.

No se dice, de ninguna manera, que hay que renunciar a la defensa y a la lucha armada. La responsabilidad mayor, revolucionaria, es defender la revolución, la marcha a la revolución; defender a los y las compañeras de lucha, a los pueblos, clases, mujeres, diversidades, por las que se pelea. Si el contexto y la coyuntura ameritan, alzarse en armas. Empero, esto no se puede confundir con el uso de la violencia para causar terror, para “convencer” por miedo, para incorporar por espanto. Tampoco se puede confundir con esa inclinación religiosa de señalar a los infieles; es decir, a los enemigos. Los discursos revolucionarios de la modernidad, se han caracterizado, mas bien, por la convocatoria al proletariado mundial, por la invitación a los pueblos, otros pueblos y otras sociedades, a integrarse como fuerzas humanas, en un proyecto humanista de largo aliento.

Después de las copiosas historias políticas experimentadas y memorizadas socialmente, aunque no necesariamente reflexionadas y analizadas a fondo, parece que tenemos que aprender a reconocer los síntomas de la exaltación, de la dramaturgia, de la victimización y del estruendoso radicalismo. No hablamos del radicalismo espontáneo, del radicalismo que llega a las raíces del problema y busca soluciones radicales, sino nos referimos al radicalismo teatral. Todos estos síntomas exaltados parecen, mas bien, paradójicamente, mostrar lo contrario de lo que aparentemente expresan. El fundamentalismo, cualquiera sea éste, en realidad, no toca el fondo, no llega al fundamento, no toca la raíz; sino que convierte en fundamento un prejuicio mezquino y elemental, que lo embadurna de demagogia delirante. Se puede dar muchos ejemplos al respecto; daremos solo algunos, de manera general, usando analogías.

Comencemos con los fundamentalismos religiosos; particularmente, monoteístas; hablamos de las tres grandes religiones monoteístas. Por cierto, no nos referimos a toda la gama de interpretaciones y prácticas de estas iglesias, sino, de manera específica, a sus manifestaciones fundamentalistas. Tampoco está en discusión su creencia en Dios; lo que nos interesa es analizar, las expresiones fundamentalistas y su connotación política. Estos fundamentalismos asumen la síntesis de sus prejuicios, para decirlo metafóricamente, como Dios o representación de Dios. Con esto reducen la imagen, símbolos, representación, de Dios no solamente a imagen y semejanza del hombre, sino al tamaño de prejuicios miserables, como son los relativos a la dominación masculina, a la indiscutible preponderancia estructural patriarcal, a la centralidad racial de “mi gente”, de “mi pueblo”; que obviamente, no es ni su pueblo ni su gente, sino el imaginario que coloca en lugar de ellos. Con esta actitud, le hacen un flaco favor a su religión, pues vulgarizan tanto a Dios, que el mundo se divide en la caricatura fiel/infiel y se reduce a la caricaturesca guerra de fieles contra infieles.

En el fondo, estos fundamentalismos están convulsionados por el espíritu de venganza, están constituidos por la consciencia culpable, están estructurados por el resentimiento. Se trata de sujetos desdichados, en sentido hegeliano; es decir, desgarrados, llevando al extremo del exterminio este desgarramiento.   La exorbitante muestra de violencia manifiesta que se busca desesperadamente catarsis; en otras palabras, desahogo. Reclaman, a voz en cuello, reconocimiento, pues se sienten profundamente frustrados. Dicho, de manera simple, buscan llamar la atención. De esa forma, pretenden convertirse en el centro de atención; en el centro de la violencia.

Seguimos con los fundamentalismos “ideológicos”. El formato es parecido, incluso el perfil, a lo que ocurre con los fundamentalismos religiosos. La diferencia radica en la pretensión racional, moderna, convocativa, además de presentarse como salvadores de los explotados y marginados de la Tierra, prometiendo el paraíso terrenal, no en el cielo, como el fundamentalismo religioso, sino en la Tierra. Pero, de manera equivalente, el enemigo, en este caso, figura moderna, que ha sustituido al infiel, es tratado y considerado igualmente como un poseído, un endemoniado, un monstruo; al cual está de antemano justificado asesinar. En las historias singulares, tenemos demasiados ejemplos de crímenes cometidos a nombre de la revolución.

Continuamos con los fundamentalismos científicos. Las ciencias, por cierto, se basan en la experimentación, la investigación, los datos, las fuentes y los registros; corroborando las hipótesis. Esto les otorga una ventaja grande en la construcción del saber, respecto a la narrativa religiosa y la narrativa “ideológica”. Empero, cuando ciertos intérpretes de la ciencia convierten los conocimientos logrados, las revelaciones de las ciencias, en verdades universales, peor aún, en leyes, emerge un fundamentalismo científico, como el que aconteció con el positivismo metodológico. No hablamos de todas las corrientes positivistas; la mayoría de ellas aportaron impulsando investigaciones causalistas. La expresión filosófica de este positivismo evidentemente fue la primera formulación epistemológica, propiamente dicha. Hablamos de la exaltación de la ciencia, como si ya se hubiera llegado al fin del conocimiento y tengamos verdades universales, en un pluriverso que nos falta todavía comprender.

Estos tres ejemplos, en tres planos de intensidad, nos ayudan a contar con analogías, a pesar de las diferencias, y cierta regularidad de la trama de actos y prácticas exaltadas. Los fundamentalismos son en extremo recalcitrantemente conservadores, aunque no lo crean, por ejemplo, los fundamentalistas “ideológicos”. Cuando éstos se invisten con el traje de “revolucionarios”, imitando a héroes del pasado, pero no sus actos y acciones, sino en la emulación discursiva, lo que muestran, paradójicamente, es el conservadurismo más aterido, más entumecido y agobiante. Generalmente, estas composiciones subjetivas singulares, combinan el machismo y su horizonte dominante, el patriarcalismo, con otros prejuicios arraigados.

Lo sobresaliente o llamativo es que los entornos de los fundamentalistas, creen en lo que dicen y hacen éstos; los consideran radicales. Entonces, los fundamentalistas logran su cometido; no solo llamar la atención, sino convencer de lo que no son.

¿Por qué tocamos este tema? Porque es imprescindible poner los puntos sobre las ies. Cuando estos fundamentalismos salen a la palestra, efectivamente, no está en debate y en juego su radicalismo, sino, mas bien, su anacrónico conservadurismo. La violencia o la desmesurada violencia no pueden remplazar esta falencia. Se cree comúnmente que por ser más violentos son más radicales. Los asesinatos no hacen a radicales sino a temerosos conservadores, que se colocan la careta más aterradora, para infundir miedo. El desgarrarse las vestiduras, el discurso exaltado, llevando al extremo las consecuencias de la “ideología”, hasta parecerse a un ultimatismo, o todo o nada, o el poder o el apocalipsis, muestra, mas bien, el reclamo más chillón por preservar lo mismo; la misma estructura de poder, solo cambiándole de nombres. Pues, solo en este orden conocido, puede tener valor su radicalismo simulado.

Las ciencias, los saberes y conocimientos logrados por estos logos y technes, que son las ciencias, seguirán el devenir experienciadevenir memoriadevenir interpretacióndevenir explicación, devenir técnica y tecnología. Cuando se hace un corte transversal en estas trayectorias inventivas, creativas y descubridoras, convirtiendo un momento de las ciencias en lo absoluto, no se juega el destino de las ciencias, frente al oscurantismo, como pregonan, sino estrategias de poder de profesores, académicos y difusores de las ciencias.

Como se puede ver los fundamentalismos, están íntimamente ligados al poder. ¿De qué manera? La demanda de reconocimiento, el colocarse como patriarcas, en el centro imaginario de círculos concéntricos, el esmerarse en la estridencia exaltadora, sobre todo, con ademanes de violencia descarnada o simbólica, pueden interpretarse como estrategias de poder.


Ahora bien, ¿qué tienen que ver estos fundamentalismos con los oportunistas y pragmáticos de la clase política? Aparentemente nada; son perfiles tan distintos, que no parece posible aproximarlos. Sin embargo, lo que comparten, en el fondo, es el prejuicio conservador; conciben como realidad el imaginario aterido en sus subjetivadasimaginario que corresponde a la hermenéutica del resentimiento, de la consciencia culpable, del espíritu de venganza. Claro que unos lo expresan de manera violenta y otros lo expresan de manera comediante, trampeando, corroyendo y corrompiendo.

En otras palabras, estamos ante perfiles subjetivos consumados por el poder, averiados por el poder, desmoronados por el poder; por eso mismo, el poder se vuelve una obsesión. El poder, para ellos, es vida. Conciben el poder de una manera sesgada, si podemos hablar así; más que dominio, lo que se persigue es el reconocimiento, en un caso, y riqueza, en el otro caso. En el primer caso, convirtiéndose en ángeles vengadores; en segundo caso, haciéndose ricos.

Volviendo a nuestro tema en cuestión, el de la clase política. Los componentes de esta clase política, de este estrato de representantes y delegados, a diferencia de los fundamentalistas, son pragmáticosrealistas, por así decirlo. Sin embargo, hay que detenerse en escuchar sus argumentaciones. Cuando el pragmatismo se identifica como realismo, incluso como racional, cuando se dice, por ejemplo, que las “condiciones no están dadas”, aunque no tengan los ademanes violentos de los fundamentalismos, pretenden exaltar este equilibrado comportamiento, metódico, pragmático y realista. Para éstos, el pragmatismo, lo que se llama realismo político, se convierte en una verdad proclamada; aunque no logren elaborar una teoría que los justifique, sino, mas bien, su formación discursiva, aparece distribuida eclécticamente.

En este caso, no hay diagonales, que es la figura que propusimos en las nuevas consideraciones sobre el poder[14], sino vasos comunicantes, usando metafóricamente otra figura. Comencemos por lo más fácil, además por la enunciación ya planteada en otros ensayos[15]. Dijimos que los enemigos se requieren, se necesitan, pues el opuesto justifica su presencia, su discurso, su accionar, su estrategia. Dijimos amigo enemigo son cómplices.  Los fundamentalistas aparecen como opuestos, distintos, antagónicos, a los pragmáticos; los pragmáticos - en el orbe mundial, en la burocracia de las organizaciones internacionales, así como en las potencias centrales y los Estado-nación - les declaran la guerra interminable contra el terrorismo; lo hacen categóricamente las potencias centrales, sobre todo la hiper-potencia militar-tecnológica-comunicacional, gendarme del mundo. Esta guerra contra el terrorismo reposiciona al orden mundial y a la hiper-potencia. Los fundamentalistas necesitan al monstruo, al demonio, del otro lado, para legitimar, religiosamente, su presencia, sus actos, sus gritos desesperados de reconocimiento. Ambos son cómplices en estas paradojas del amigo/enemigo y del fiel/infiel.

Claro, que no se puede de dejar de considerar las diferencias; peculiarmente la diferencia de lo que se pone en juego; lo que es notoriamente diferente entre fundamentalistas pragmáticos. Los fundamentalistas ponen le pellejo; los pragmáticos no lo hacen, están muy lejos de hacer esto, ni de pensarlo. Lo que ponen en juego es su prestigio, por cierto artificial; además del peligro de ir a la cárcel por corrupción. Incluso estos desenlaces se pueden sortear, con más corrupción, comprometiendo a jueces y fiscales, incluso al mismísimo gobierno y al mismísimo Congreso. Del prestigio, les importa menos; eso, quizás es lo que puedan extrañar alguna vez.

Los fundamentalistas, con todas las diferencias del caso, entre los distintos fundamentalismos, son arronjados; en cambio, los pragmáticos tienden a ser cobardes. Hay excepciones, por cierto. No dan la cara, se excusan, mienten, trampean, lanzan cortinas de humo; pero, no dan la cara, no se enfrentan a la responsabilidad asumida de palabra.

Suponiendo estos bocetos de perfiles subjetivos, podemos decir que, considerando este cuadro analógico y comparativo de perfiles de comportamientos políticos, se puede sugerir interpretaciones hipotéticas de lo sucedido en Brasil. Se explica que el Congreso brasilero haya terminado destituyendo a la presidenta con un juicio a los usos presupuestarios, por los préstamos para llenar huecos del presupuesto. Después de haber hecho esto, haber decidido, sin contar con una clara argumentación jurídica, ni se inmuten; no se les pone roja la cara de vergüenza, sino al sentirse impunes, hasta se vuelven descarados y arrogantes.  Solo así se puede explicar que un gobierno interino, se arrogue las atribuciones que no le competen, como el de formular políticas económicas. Un gobierno interino tiene a lo máximo la tarea perentoria de convocar a elecciones, no de reformular las políticas, menos las políticas económicas. Sin embargo, con el mayor desparpajo el gobierno interino esto es lo que precisamente hace, mostrando abiertamente el mayor desprecio a la soberanía popular.  Hablamos, entonces, de la herencia de la oligarquía “café con leche” y de sus sucesores. Entre lo heredado, se halla este desprecio al pueblo; se siguen considerando por encima de todos; por lo tanto, con la facultad de despreciar y hacer caso omiso a las reglas del juego y a la voluntad popular.
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        

Los recovecos conservadores

Carabela




¿Qué le queda al conservadurismo más tradicional, con todas las tonalidades que pueda tener? Ese conservadurismo que ni siquiera llega a la frase del gatopardo: todo tiene que cambiar para que nada cambie. Frase que es, si se puede hablar así, expresión de la lucidez conservadora, que sabe y se adecúa a la coyuntura, al momento, al presente, al periodo nuevo que se abre. Sino hablamos del conservadurismo que no aprende, que sigue creyendo que el mundo es tal como se imagina. Un cuadro inmóvil, helado, fosilizado, definido por los que nacen en cuna de alcurnia, sobre los que tienen la desgracia de nacer en cuna de pobre, peor aún, sin cuna. Sintiendo que su “nobleza” ha sido mancillada por la intromisión de una democracia institucional, que no corresponde a este continente, ni a este país; porque las mayorías son considerados ignorantes; además, como pobres son como el caldo donde se generan las delincuencias de toda clase.  Hablamos del conservadurismo que aprueba el asesinato de niños callejeros, porque son los que asaltan. Nos referimos al conservadurismo que tiene aterida la convicción del dualismo colonial hombre blanco/hombre de color, donde el hombre blanco es el ideal civilizatorio, en tanto que el hombre de color es lo concreto, en todas sus formas y tonalidades cromáticas, que hay que desvalorizar. Señalamos al conservadurismo que considera firmemente que las mujeres deben quedarse en casa, cumpliendo con sus labores. Ese conservadurismo que tiene la convicción de que Brasil debe ser aliado de la hiper-potencia mundial, gendarme del mundo. Bueno pues, este conservadurismo ha retornado en Brasil.

No vayamos a la vana discusión de quién tiene la culpa, ¿los progresistas que han construido su derrota o la izquierda radical que no comprende las transiciones? De esto, hemos expuesto en otros ensayos[16]. Lo que interesa es entender el funcionamiento da la maquinaria fabulosa del poder, de la estructura de las dominaciones, de los “aparatos ideológicos”, de los dispositivos adheridos a las subjetividades. Así como comprender la fuerza de las resistencias, el impulso de la potencia social, pero, también su aminoramiento, después de los grandes desplazamientos. Es imprescindible aproximarse al conocimiento de las composiciones y combinaciones complejas singulares del poder. Ciertamente, esto lo pueden lograr investigaciones en profundidad, desde la perspectiva de la complejidad.   Ahora, no estamos en condiciones a hacerlo. Por eso lanzamos la invitación a hacerlo, sobre todo, a los colectivos activistas. Sin embargo, esta dificultad, no nos impide interpretar, con lo poco que conocemos, la escaza información que manejamos, empero, con la preocupación e incertidumbre sobre los desenlaces venideros, desprender interpretaciones hipotéticas, como senderos posibles de las investigaciones.

En este sentido, volvemos a lanzar hipótesis interpretativas auscultadoras sobre la coyuntura crítica de la República Federativa de Brasil; empero, también oportunidad de la simultaneidad dinámica de la potencia social, de las sociedades alterativas brasileras, que son las que le otorgan esa alegría y creatividad que les caracteriza.



Crisis del Estado y oportunidad para la sociedad alterativa


1.   La forma generalizada del Estado-nación ha entrado en crisis; por todos los lados aparecen síntomas de su decadencia. Ya no es la maquinaria fabulosa, que inventó las naciones; en principio, a sangre y fuego; después, mediante la conformación de campos sociales, el campo burocrático, el campo escolar, el campo económico. La “ideología” emerge y se sostiene de esta yuxtaposición de campos sociales. Durante siglos, el Estado, ha venido expandiéndose, complejizándose, afinando sus engranajes y funcionamientos. Ha logrado no solo las dominaciones, realizadas, además, como convicción de cada quien, sino que ha edificado su hegemonía en la sociedad institucionalizada. Esta maquinaria abstracta de poder, configurada, en la concepción liberal, como república, legitimada por los procedimientos de delegación y representación, ha entrado en crisis. No puede garantizar el funcionamiento equilibrado de los distintos campos sociales conformados; no puede garantizar el desenvolvimiento pasivo de la reproducción del poder.  ¿Volvemos al método de emergencia de la violencia, para preservar, por lo menos por un tiempo, las dominaciones?

2.   A la clase dominante económicamente le queda un margen estrecho de maniobras, para seguir sobreviniendo como clase jerárquicamente dominante. Empero, dentro de la gama de esta clase dominante, hay un estrato “ideológico”, cultural y económico, que tiene mucho menos margen de maniobra; este estrato es el conservadurismo del que hablamos.


3.   La crisis de los “gobiernos progresistas” desata pasiones encontradas, también, en este escenario, desata ateridas nostalgias de “nobleza”. Esto también aconteció durante la caída de la URSS, que desató incluso pasiones monárquicas. Como que la crisis replantea todo, remueve todo, abre la oportunidad, otra vez, a todas las opciones sedimentas, así como a la nuevas alternativas. Todas las tendencias entran en concurrencia. Esto solo lo resuelve la correlación de fuerzas.

4.   En la coyuntura crítica del Brasil se ha dado el desenlace, momentáneo, de la toma del poder por parte del estrato conservador; recurriendo a artimañas jurídicas, maniobras leguleyas y políticas, así como, lo que nunca falta, corrupción. Una fraternidad atosigada de machoshombres blancos, que tiene aterida en su piel, carne y huesos la convicción conservadora de las diferencias jerárquicas de “nobleza”, supuesta, raciales, de género, es un síntoma que alumbra sobre la formación social abigarrada brasilera. ¿Hay problemas no resueltos en la formación social? Refiriéndonos a los conflictos sociales, culturales, “ideológicos”, acompañados por sus pretensiones de poder contrastadas. ¿Se ha dejado pendiente un conjunto de temas y tópicos irresueltos, apresurando pactos socialescontratos sociales, que hicieron de cimientos de la construcción del Estado-nación? Por ejemplo, el llegar a una independencia acordada, manteniendo a la descendencia de la nobleza portuguesa; adquiriendo la independencia la figura de imperio y no de república. ¿Cuándo se llega a la república, vuelve a ocurrir algo parecido; la burguesía industrial no logra articular en el proyecto burgués nacional a la oligarquía “café con leche”, los latifundistas; entonces, la convicción democrática no se afinca en los comportamientos, en las conductas y las mentalidades de la clase económicamente dominante?   ¿Cuándo se produce el golpe militar, en el contexto de la guerra fría, los militares retoman los dos proyectos mezclados, el conservador latifundista y el moderno de la burguesía industrial, sin resolver el problema de esta composición? ¿Cuándo se retorna a la democracia institucionalizada, toda esta herencia de problemas no resueltos, convulsiona y empieza a estallar, impidiendo una marcha constante de reformas sociales?

5.   Estas preguntas parecen apuntar a la siguiente conclusión: No se puede avanzar si no se resuelven todos los problemas pendientes, en las entrañas de la formación social.


6.   Ciertamente, la resolución de los problemas no resueltos no está en las manos de la clase económicamente dominante. Ésta, en el mejor de los casos, bajo la conducción de sus estratos más abiertos a las adecuaciones, más modernos, por así decirlo, por ejemplo, la burguesía industrial, puede lograr pactos sociales que prolonguen el ciclo de medianos plazos. Sin embargo, en la medida que no se resuelven todos los problemas pendientes, no se puede edificar proyectos que vayan más allá de lo que somos, en el momento presente.

7.   Esta posibilidad de la clase dominante está cerrada, por el momento, por la subida al gobierno, del estrato conservador.


8.   Las perspectivas populares, seguramente se encuentran desconcertadas, después de haberse desencantado de sus expectativas, respecto a los “gobiernos progresistas”; sobre todo, después del desenlace conservador. Empero, no han perdido su potencia social; solo que se encuentra, por el momento, inhibida, cohibida, desanimada.

9.   Es cuando el activismo libertario tiene que estar más activo. Interpelando no solo a la “ideología” dominante y hegemónica, señalando las estructuras de poder, sino también interpelando al propio pueblo por la corresponsabilidad en los desenlaces. Como dijimos, la clave del poder no se encuentra en el poder, en la disponibilidad de fuerzas que manejan los dominantes, sino en la renuncia a luchar de los dominados.






El presente brasilero

cacciabue



Desde nuestra perspectiva, la de la complejidad, por lo menos, pretendidamente, no podemos hablar del presente de una formación espacio-temporal-social; pues estas composiciones complejas singulares, que durante la modernidad fueron consideradas formaciones históricas, responden a complejidades integrales de simultaneidad dinámica. Sin embargo, lo hacemos, ponemos presente brasilero, usando este concepto de presente como metáfora; sobre todo, por razones de exposición. Esta aclaración nos deja libres para analizar e interpretar la coyuntura, usando el lenguaje acostumbrado, de manera metafórica. 

¿Dónde comenzar? Si nuestra perspectiva no es lineal; no es pues un comienzo histórico; colocando antecedentes, en un empiezo expositivo, como para mostrar algunas condiciones históricas, sociales, culturales y económicas. Tampoco se trata de comenzar con una descripción de la estructura económica, como se acostumbra; incluso en el caso que tengamos varios cortes transversales, en el tiempo, para compararlos con el presente. No mejora la situación si apoyamos a esta descripción económica con una descripción social; así bien, el mismo caso, si comenzamos con la descripción social y la apoyamos con la descripción económica. Tampoco mejora mucho, si apoyamos ambas descripciones con una descripción cultural. Todos estos comienzos están dentro del paradigma temporal. Suponen el tiempo lineal, que ciertamente es prejuicio de los sentidos comunes, pero también lo fue del sentido científico de la modernidad y sigue siendo el sentido de las ciencias sociales y humanas, lo mismo, de la filosofía, cuando ya hemos ingresados a los horizontes de la episteme compleja.

Entonces, ¿por dónde comenzar la exposición? Por otra parte, hay otro problema, en relación a la perspectiva de la complejidad. La perspectiva de la complejidad no es determinista, ni siquiera en las versiones de la sobredeterminación o de la co-determinación. Por ejemplo, no puede situarse en plano de intensidad económico, encontrando que este plano determina al plano de intensidad social en conjunto; al plano de intensidad político, al plano de intensidad cultural, al plano de intensidad jurídico, al plano de intensidad “ideológico”. No mejora la situación si se dice que la determinación es indirecta y hay autonomía relativa de los otros planos. Pues lo único que se ha hecho es matizar el determinismo; pero, preservar el paradigma causalista.

La pregunta sigue vigente, ¿desde la perspectiva de la complejidad, por dónde comenzar? No es fácil. Se puede decir que se puede comenzar por cualquier circunstancia, pero, no linealmente, sino armando el tejido de la complejidad, de la manera más adecuada posible. Es cierto, esto se puede hacer. Empero, como puente, como hicimos en Gramatología del acontecimiento, comenzaremos con una exposición genealógica; es decir, con un análisis del presente efectuando una mirada retrospectiva del pasado. La genealogía, a pesar de ser crítica de la historia y crítica de la episteme de la modernidad, de todas maneras, se mantiene en la conjetura del tiempo; sino no se podría hablar de genealogía. Lo hacemos porque la genealogía contiene poderosos cuestionamientos a la concepción de temporalidad y la narrativa histórica.


Entonces comenzamos por el presente. Vamos a retomar las consideraciones de Boa Aventura de Sousa Santos sobre ciertas circunstancias sintomáticas del presente brasilero, el de sus conflictos recientes.
  
En el artículo El precio del progreso, de Boaventura de Sousa Santos, el conocido teórico crítico escribe:


Con la elección de la presidenta Dilma Roussef, Brasil quiso acelerar el paso para convertirse en una potencia global. Muchas de las iniciativas en ese sentido venían de atrás, pero tuvieron un nuevo impulso: Conferencia de la ONU sobre el Medio Ambiente, Rio+20 en 2012, Mundial de Fútbol en 2014, Juegos Olímpicos en 2016, lucha por un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, papel activo en el creciente protagonismo de las “economías emergentes”, los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y África del Sur), nombramiento de José Graziano da Silva como director general de la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en 2012 y de Roberto Azevedo como director general de la Organización Mundial del Comercio a partir de 2013, una política agresiva de explotación de los recursos naturales, tanto en Brasil como en África, principalmente en Mozambique, fomento de la gran agricultura industrial, sobre todo para la producción de soja, agro-combustibles y la cría de ganado[17].

Se señala no solamente una “ideología” progresista, por lo tanto, de “izquierda”, sino también una predisposición gubernamental. Esta “ideología” y esta predisposición se orientan al desarrollo de Brasil como potencia mundial, sobre la base de que ya es una potencia emergente industrial. Lo de potencia emergente es parte del discurso jerarquizador del orden mundial; lo de “ideología” progresista es como el imaginario político, construido por el PT en largas décadas de luchas sociales y organizaciones sindicales de los trabajadores. Si se quiere, esquematizando, la “ideología” progresista corresponde a las genealogías inherentes a los procesos de la formación social; lo de país potencia, corresponde a las genealogías en los ámbitos de relaciones de Brasil con la geopolítica del sistema-mundo capitalista.


La movilización popular condujo, primero, al proceso constituyente de 1988; después a la recuperación de la democracia, para continuar, en un tercer momento, con la victoria electoral del PT. Ambos procesos genealógicos, que llamaríamos, uno, genealogía interna, el otro, genealogía externa, si mantuviéramos este esquematismo dualista interno/externo; pero, no lo vamos a hacer. Si concedemos expositivamente comenzar con la genealogía; no podemos hacer lo mismo con el esquematismo dualista. Lo que diferencia al pensamiento complejo del pensamiento moderno, no es solamente su diferencia radical respecto al paradigma temporal, así como su diferencia radical con el determinismo, sino su diferencia radical con el esquematismo dualista.  Podríamos decir que de los paradigmas en uso en la episteme moderna, mencionando algunos, el paradigma temporal, el paradigma determinista, el paradigma dualista, es este último, el más estructurante del pensamiento moderno. Como hemos expuesto en otros ensayos, en la perspectiva de la complejidad, no hay interno y externo, no es sostenible este dualismo. En consecuencia, las dos trayectorias compuestas de las genealogías mencionadas son simultáneamente mundanas y singulares.


Para no hacer unas exposiciones largas de estas genealogías, partiremos de sus nacimientos, de sus emergencias, si se quiere, de sus momentos constitutivos. En Gramatología del acontecimiento[18] encontramos, en la interpretación hipotética, que el momento constitutivo de la genealogía política se da en el acontecimiento de la columna Prestes. Es en este acontecimiento de rebelión y levantamiento de la oficialidad joven, más vinculada a lo popular, y contraria a la dominación de la oligarquía “café con leche”; cuando parte de la sociedad alterativa de la formación social brasilera se insubordina contra el orden institucional impuesto, heredado del imperio brasilero. Podemos decir, que es cuando emerge parte de la energía nacional-popular y causa efectos estatales.


El segundo momento constitutivo de la genealogía política es la conformación del gobierno nacionalista de Getulio Vargas. A pesar de haber comenzado, su incursión política, ligado a la oligarquía, con la tarea de poner orden al desorden generado por las demandas sociales y a la agitación del Partido Comunista, este carismático caudillo, da el viraje hacia lo nacional-popular. En sus gobiernos se efectúan nacionalizaciones, por lo tanto expropiaciones de efecto estatal; se amplía la democracia; se promulga la ley del trabajo; se plasma una política de industrialización, retomando el proyecto de la burguesía industrial. De todas maneras, a pesar de los avances políticos, sociales y económicos, el Estado populista no resuelve los obstáculos anacrónicos plantados por la oligarquía, entre ellos, la persistencia obsoleta de la propiedad latifundiaria; ligada todavía al eje cafetalero, basado en la explotación masiva e itinerante de las fuerzas de trabajo arrendadas, fuerzas de trabajo que antes fueron las fuerzas sociales esclavizadas. La revolución industrial requería de la reforma agraria, así como lo requerían las poblaciones campesinas. Esto no ocurrió. Entonces, a pesar de las contradicciones inherentes al proceso populista, el acontecimiento Getulio Vargas, para nombrarlo de esta manera singular, que hace hincapié en la figura del caudillo, fue un momento constitutivo de la formación económico social brasilera.



El tercer momento constitutivo es el PT, como organización política de los trabajadores. Se trata de un acontecimiento diferido, pues el acontecimiento organizativo político de la clase trabajadora, se da lugar en la experiencia social, acumulada en décadas. Uno de los desenlaces del acontecimiento político es el ascenso al gobierno del PT. En este tercer momento constitutivo, tanto lo nacional-popular como la orientación socialista, combinados en el PT, en las gestiones de gobierno progresista, tienen efectos estatales. Hablamos de las reformas sociales, jurídicas y políticas, que tuvieron no solamente efecto estatal, sino que el efecto estatal irradió como efecto social. En este sentido, sin exagerar, se puede hablar de un Brasil antes del PT y de un Brasil después del PT en el gobierno.


No vamos a referirnos ahora a las contradicciones profundas del “gobierno progresista”; ya lo hicimos antes, en otros ensayos[19]. Ahora interesa exponer o dibujar sucintamente las genealogías. En este sentido, importa, la vinculación de esta genealogía de la “ideología” progresista, con la genealogía geopolítica del Brasil en el sistema-mundo-capitalista.


Según nuestras interpretaciones anteriores, el momento constitutivo de esta genealogía geopolítica, que no llamaremos genealogía económica, por las razones expuestas, sino genealogía de la vinculación de la formación económica social brasilera en el sistema-mundo capitalista, se encuentra en la conquista y la colonización portuguesa. Cuando se estructura el sistema-mundo capitalista y se da lugar a la conformación de la geopolítica de este sistema-mundo. En otras palabras, cuando esta genealogía se estructura sobre la base de la división internacional del trabajo, de los mercados, de las economías. Estructuración mundial de la hegemonía de la economía-mundo y del sistema-mundo capitalista, configurándose la geopolítica de la dominación del orden mundial, sobre la base de la diferenciación de centros y periferias; es decir, edificando la economía política de la geopolítica del sistema-mundo, en el contexto complejo e integrado de la economía política generalizada[20]. Este momento constitutivo de la dependencia es gravitante; sobre todo, desde el enfoque de nuestra exposición, en lo que respecta a la vinculación con la otra genealogía mencionada.


Siguiendo con la exposición sucinta, estamos en condiciones de sugerir una hipótesis interpretativa, a propósito del entrelazamiento entre ambas genealogías. Diremos que la articulación entre ambas genealogías es gravitante; genealogías que llamaremos resumidamente genealogía política y genealogía geopolítica; ésta última correspondiente a la vinculación de la formación económico-social brasilera en y con la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Ocurre como si esta genealogía geopolítica mundial entregara los hilos - a pesar que la materia prima la entrega Brasil - con los que se va hacer la textura de las otras genealogías; entre ellas, de acuerdo a la selección, a modo de ejemplos, que hemos hecho en la exposición, por cierto arbitraria, es la genealogía “ideológica” progresista del PT.


Dicho esto, lanzada esta primera hipótesis interpretativa, podemos sugerir una segunda hipótesis interpretativa: Este entrelazamiento entre las genealogías se convierte en el espesor abigarrado donde redundan las formas de dependencia. La dependencia del Estado-nación subalterno respecto de la geopolítica del sistema-mundo, redunda en otras dependencias o si se quiere limitaciones, como, por ejemplo, la dependencia o limitación de la “ideología” reformista. Lo que concibe el PT como realismo político, sus críticos de “izquierda” denominan pragmatismo, otros, más tajantes, llaman oportunismo, mas bien, parece ser la plasmación de estas redundancias dependientes en el campo “ideológico”, en el campo social, en el campo político, por así decirlo.


Lo que han hecho los gobiernos del PT, en el presente o en la historia reciente, es moverse en estas redundancias o en los espacios-tiempos, espesores de intensidad, atravesados por las vibraciones de las ondas de estas redundancias. La “ideología” reformista o progresista es dependiente; antes la llamamos timorata. Las políticas de reforma son dependientes; las repercusiones sociales, jurídicas, políticas y económicas, a pesar de sus beneficios masivos, son también dependientes; aunque hayan mejorado las condiciones de la dependencia y los términos de intercambio. Expliquemos esta fenomenología de la dependencia como el declive a la decadencia, debido a haberse mantenido en el círculo vicioso del poder. Lo que no hay que olvidar es que el PT se movía en planos de intensidad y espesores de intensidad de redundancias dependientes.




El analista crítico Boaventura de Susa Santos continúa:


Beneficiado por una buena imagen pública internacional, granjeada por el presidente Lula y sus políticas de inclusión social, este Brasil desarrollista se impone ante el mundo como una potencia de nuevo tipo; benévola e inclusiva. No podía, pues, ser mayor la sorpresa internacional ante las manifestaciones (se refiere a las protestas sociales en el lapso del mundial de futbol), que en la última semana sacó a la calle a centenares de miles de personas en las principales ciudades del país. Si ante las recientes manifestaciones en Turquía la lectura sobre las “dos Turquías” fue inmediata, en el caso de Brasil fue más difícil reconocer la existencia de “dos Brasiles”. Pero está ahí a ojos de todos. La dificultad para reconocerla reside en la propia naturaleza del “otro Brasil”, un Brasil furtivo a análisis simplistas. Ese Brasil está hecho de tres narrativas y temporalidades. 


La primera, es la narrativa de la exclusión social (uno de los países más desiguales del mundo), de las oligarquías latifundistas, del caciquismo violento, de las élites políticas restrictas y racistas; una narrativa que se remonta a la colonia y se ha reproducido sobre formas siempre mutantes hasta hoy. La segunda narrativa, es la de la reivindicación de la democracia participativa, que se remonta a los últimos 25 años y tuvo sus puntos más altos en el proceso constituyente, que condujo a la Constitución de 1988; en los presupuestos participativos sobre políticas urbanas en centenares de municipios; en el impeachment del presidente Collor de Mello en 1992; en la creación de consejos de ciudadanos en las principales áreas de políticas públicas, especialmente en salud y educación, a diferentes niveles de la acción estatal (municipal, regional y federal). La tercera narrativa, tiene apenas diez años de edad y versa sobre las vastas políticas de inclusión social adoptadas por el presidente Lula da Silva a partir de 2003, que condujeron a una significativa reducción de la pobreza, a la creación de una clase media con elevada vocación consumista, al reconocimiento de la discriminación racial contra la población afrodescendiente e indígena y a las políticas de acción afirmativa, y a la ampliación del reconocimiento de territorios y quilombolas [descendientes de esclavos] e indígenas[21].



No se puede no ver la diferencia entre los gobiernos del PT y los gobiernos neoliberales, que le antecedieron. Esto sería ceguera política, debida al dogmatismo correspondiente. Los efectos estatales, políticos, económicos, sociales y culturales de los gobiernos del PT son, obviamente, diferentes, a los efectos gubernamentales de los gobiernos neoliberales. Esta diferencia es patente y clara. No como el discurso neoliberal trillado de los partidos políticos neoliberales, liberales y conservadores del Brasil creen; por ejemplo, que el PT no toma en cuenta las “leyes económicas”, que su demagogia desordena la economía y obstruye el “desarrollo”. Tomando como ejemplo de los mejores argumentos que pueden elaborar estas expresiones “ideológicas” y políticas de la oligarquía, de la burguesía y de las clases medias altas. Esta tesis es insostenible, pues, no solamente su concepción económica responde al básico paradigma económico, que reduce la economía-mundo a la caricatura aritmética y cartesiana de la concurrencia y comportamientos de la oferta y la demanda, sino que los gobiernos neoliberales comparten ciertas analogías con los gobiernos progresistas. Considerando las diferencias de las que hablamos, por lo menos, en dos aspectos destructivos. El primero, el de la dependencia; no salen las dos expresiones políticas, por más encontradas que se consideren, de la reproducción de la dependencia, en sus distintas tonalidades. El segundo, la inclinación a las prácticas paralelas de las formas de poder no-institucionales; la corrosión institucional y la corrupción. En consecuencia, ambas expresiones políticas, que se suponen enemigas, reproducen la dependencia y el poder, sus formas de dominación, aunque se diferencien en sus repercusiones estatales, políticas, económicas, sociales y culturales. Ciertamente, el estilo neoliberal es mucho más destructivo, mucho menos nacional, mucho más desastroso en lo que respecta a lo social y popular, pues ahí, en estos planos y espesores de intensidad, transfiere los costos de sus políticas de ajuste estructural.



El análisis de Boa Aventura sugiere la siguiente explicación del comienzo de la crisis política, en la gestión de la presidencia de Dilma Russeff:


Lo que sucedió desde que la presidenta Dilma asumió el cargo fue la desaceleración o incluso el estancamiento de las dos últimas narrativas. Y como en política no existe el vacío, ese terreno baldío que dejaron fue aprovechado por la primera y más antigua narrativa, fortalecida bajo los nuevos ropajes del desarrollo capitalista y las nuevas (y viejas) formas de corrupción. Las formas de democracia participativa fueron cooptadas, neutralizadas en el dominio de las grandes infraestructuras y megaproyectos, y dejaron de motivar a las generaciones más jóvenes, huérfanas de vida familiar y comunitaria integradora, deslumbradas por el nuevo consumismo u obcecadas por el deseo de éste. Las políticas de inclusión social se agotaron y dejaron de responder a las expectativas de quien se sentía merecedor de más y mejor. La calidad de vida urbana empeoró en nombre de los eventos de prestigio internacional, que absorbieron las inversiones que debían mejorar los transportes, la educación y los servicios públicos en general. El racismo mostró su persistencia en el tejido social y en las fuerzas policiales. Aumentó el asesinato de líderes indígenas y campesinos, demonizados por el poder político como “obstáculos al crecimiento”, simplemente por luchar por sus tierras y formas de vida, contra el agronegocio y los megaproyectos mineros e hidroeléctricos (como la presa de Belo Monte, destinada a abastecer de energía barata a la industria extractiva)[22].



El prestigioso profesor, teórico, asesor de movimientos sociales y crítico, encuentra un viraje conservador, al estilo desarrollista, acompañado con la algarabía de pretensiones de potencia, en la gestión de Dilma Rousseff; sin embargo, este viraje conservador ya había comenzado en las gestiones de gobierno de Lula da Silva. La pregunta es: Considerando la regularidad análoga de los comportamientos de los gobiernos populistas, después progresistas, ¿por qué estos gobiernos llegan a un punto de inflexión, en su recorrido político, a partir del cual, comienza su regresión y decadencia? No se trata de personas, de carismas de personas, ni siquiera de consecuencias individuales, sino de la mecánica de la política misma populista, en un caso, progresista, en otro caso. En otros ensayos dijimos que este punto de inflexión aparece por la misma función o, si se quiere, ecuación, de la curvatura política populista o progresista[23]. Las reformas no pueden continuar a partir del punto crítico de la curva ascendente de avance, al tocar el umbral, límite político, que ya cuestiona, de manera cualitativa y radical, las relaciones y las redundancias de dependenciapunto crítico, a partir del cual, el dilema es el siguiente: para continuar adelante se requiere de transformaciones institucionales, de aboliciones o desmantelamientos, aunque sean dilatados y reformistas, de la malla institucional del Estado, de la condición estructural de la dependencia, de la condición simulada de la democracia; o, en contraste, la ruta es la regresión y la decadencia, comenzando la evidencia de las analogías perversas con los gobiernos neoliberales.





La otra referencia de este artículo a la gestión de Dilma Rousseff es la siguiente:


La presidenta Dilma fue el termómetro de este cambio insidioso. Asumió una actitud de indisimulable hostilidad hacia los movimientos sociales y los pueblos indígenas, un cambio drástico respecto a su antecesor. Luchó contra la corrupción, pero dejó para los aliados políticos más conservadores las agendas que consideró menos importantes. Así, la Comisión de Derechos Humanos, históricamente comprometida con los derechos de las minorías, fue entregada a un pastor evangélico homófobo, que promovió una propuesta legislativa conocida como cura gay. Las manifestaciones revelan que, lejos de haber sido el país que se despertó, fue la presidenta quien se despertó. Con los ojos puestos en la experiencia internacional y también en las elecciones presidenciales de 2014, la presidenta Dilma dejó claro que las respuestas represivas solo agudizan los conflictos y aíslan a los gobiernos. En ese sentido, los alcaldes de nueve capitales ya han decidido bajar el precio de los transportes. Es apenas un comienzo. Para que sea consistente, es necesario que las dos narrativas (democracia participativa e inclusión social intercultural) retomen el dinamismo que ya habían tenido. Si fuese así, Brasil mostrará al mundo que sólo merece la pena pagar el precio del progreso profundizando en la democracia, redistribuyendo la riqueza generada y reconociendo la diferencia cultural y política de aquellos que consideran que el progreso sin dignidad es retroceso[24].



La interpretación nuestra es distinta. Dilma heredó y continúo la ruta iniciada por Lula. La ruta extractivista o, mejor dicho, del neo-extractivismo, como lo denomina Eduardo Gudinas. El enfrentamiento con los pueblos y organizaciones indígenas recomenzaron en las gestiones de Lula, continuaron en la gestión de Dilma. Puede ser que se agravaron en la presidencia de Dilma; empero, hay una continuidad entre ambas gestiones, al respecto. No es el problema, si es Lula o Dilma, tampoco la diferencia de sus perfiles. Sino la estructura política del PT, la composición “ideológica” del PT, su estilo de reformas, basadas en el modelo de los pactos entre trabajadores y burguesía progresista.


Hay algo que quisiéramos remarcar, retomando algo que ya planteamos en otro ensayo[25]. Lo que llama la atención en estas historias dramáticas de los Estado-nación periféricos y subalternos, incluso en su condición de potencia emergente, en algunos casos, es su renuncia a la hegemonía, a la estrategia, si se quiere, geopolítica. La burguesía brasilera, teniendo como eje a la burguesía industrial, un gobierno progresista con alta legitimidad y apoyo popular, tenían en sus manos la posibilidad de irradiar un proyecto de integración continental, la utopía de la Patria Grande, bajo la conducción de la burguesía industrial o del Estado-nación. Empero, ante esta posibilidad histórica se comportan de una manera despreciable; sacando a luz sus temores ateridos, sus cohibiciones cristalizadas y derrotadas anteladas. Renuncian al proyecto que les abre el horizonte político para la realización de clase y la materialización de un Estado-nación pleno, no fragmentado; renuncian por la búsqueda negociada de una subalternidad más prestigiosa y jerárquica en el sistema-mundo capitalista. Desde nuestra lectura, las burguesías latinoamericanas, las que se encuentran al sur del Río Grande, no tienen la voluntad, el impulso, la ambición, que tuvieron las burguesías al norte del río Grande, en el temprano siglo XVIII. Tampoco lo tienen los Estado-nación fragmentados de América Latina, por más demagogia que destilen y por más instancias burocráticas de integración que conformen.

¿Cuál es el problema? Como se ha podido ver, en nuestros escritos, desde Acontecimiento político, estamos contra las lecturas “ideológicas” apologéticas, desprendidas desde los mitos modernos, como la de la historia oficial, así también como las del caudillo, ampliándonos a los espacios del saber, como del esquematismo dualista de Izquierda/derechaprogresismo/conservadurismo. Desde el mito político de la bondad dejada por los nacionalismos, populismos y progresismos. Pues estas lecturas, lo único que hacen, es reformar la redundancia de las dependencias, enalteciendo precisamente aquéllas cualidades diseminantes y debilitantes de la potencia social de nuestros pueblos. Dicho de manera resumida, el problema parece ser que las burguesías tempranas portuarias de Latino América, intervinieron en el siglo XIX, no tanto para lograr la independencia, sino para evitar la revolución social, que venía acompañando a los movimientos anticoloniales e independentistas del siglo XVIII.



Brasil es un nombre para denominar una composición plural compleja singular, que, sin embargo, no es dispersa, sino se encuentra cohesionada. Cohesionada por el Estado, por la “ideología” del Estado-nación, por la narrativa de la historia política, así como por las narrativas de los pueblos. Veamos por donde veamos, hay como un referente integrante, ya sea como formación social o como Estado-nación. Brasil es, en un momento constitutivo, la decisión de la mayoría, el coraje del pueblo, de llevar a un dirigente metalurgista al gobierno; en la coyuntura electoral, que ungió en la presidencia a Dilma, es un pueblo entrabado en sus dilemas. Cuando sale a las calles a defender a la presidenta,   frente a la tramoya judicial, es un pueblo que no resuelve sus dilemas.


Para continuar, empleando las frases concluyentes que emitimos, hilando poco a poco, con las dificultades del caso, aproximaciones al pensamiento complejo, a la complejidad integral, sinónimo de realidad, diríamos que, nadie sabe lo que es Brasil, como tampoco nadie sabe lo que son las composiciones complejas singulares de las formaciones sociales-territoriales, que la formación discursiva política llama países; pero, hay muchas interpretaciones sobre esta formación social. Ciertamente, este enunciado no resuelve el problema. ¿Cómo una sociedad tan vital culturalmente, tan socialmente alterativa, es decir, creativa, puede haber caído en una artimaña tan grotesca del juico a Dilma? Lo decimos reconociendo que salió a las calles, pero no continua en ellas, de manera masiva, permanente y sobre todo generalizada. Lo que ha ocurrido es una usurpación de la soberanía popular, por parte de arteros representante de la clase política más mañosa y descarada. Decimos esto sin necesidad de defender a la presidenta, responsable de sus propios errores.


El desenlace, la separación de Dilma de la presidencia por 180 días, revela muchas cosas sobre el poder. Primero, que cualquiera puede llegar al poder, aunque desde el sentido común no se lo merezca; esto quiere decir que tiene otros atributos. Lo primero que revela la coyuntura, es que los atributos no son indispensables, sino que alguien ocupe el vacío. Lo segundo, es que no importa las reglas del juego político, tampoco la Constitución, por lo tanto, las leyes, sino la interpretación que se hace de ellas, aunque la interpretación deje mucho que desear; lo que importa es la realización del objetivo que se persigue. En este caso, retirar a una presidenta democráticamente elegida, por razones que no conducen a la medida desproporcionada, tomada por el Congreso. Independientemente de nuestra posición crítica, no es sostenible el formato del juico, reducido, a propósito, al manejo presupuestario, soslayando la razón o causa del ambiente que llevó al juicio, la corrupción institucional de PRETROBAS, del Estado, de los partidos y de las empresas.  Menos es sostenible la conclusión del juicio, retirar de la presidencia a Dilma. En tercer lugar, no importa ni la legalidad, ni la legitimidad de la acción congresal, sino el haber buscado una salida al grave escándalo de la corrupción, mediante un chivo expiatorio, con la separación de la presidenta del gobierno. La realización de este proyecto, conspirativo o no, aparentemente corrobora la efectuación del objetivo; pero, no saben los ejecutores que no han cumplido exactamente con el objetivo propuesto, sino con el comienzo de su propio derrumbe.


Brasil no es solamente un país, una república federativa, que comprende a múltiples pueblos y sociedades, geográficamente y culturalmente diferenciados, sino, sobre todo, sociedades alterativas entrelazada, que busca las realizaciones de sus manifestaciones creativas. El problema son las sociedades institucionales y los gobiernos, que prefieren optar por la ficción “ideológica”, por la ilusión administrativa-política, de un enorme espacio geográfico político definido como Estado-nación   de la República Federativa.  El problema de fondo es que una sociedad tan vital como el conjunto articulado de las sociedades creativas brasileras, termine atrapado e inhibido en las restricciones de las malla institucionales del Estado.


La tercera hipótesis: Las propias rebeldías terminan atrapadas en beneficio de la reproducción del poder. Esto solo pude ocurrir porque la acción contestataria es decodificada desde el lenguaje del poder; en términos simples, cuando el proceso político inherente ni siquiera, en este último caso, el recurso estatal, aprende e incorpora las demandas que enfrenta.






La ficción de la realidad institucional






Introducción

La ficción de la realidad institucional es un ensayo crítico de análisis e interpretación de los funcionamientos de las dinámicas de fuerzas e institucionales del poder, desde la perspectiva de la complejidad. Esta incursión por el pensamiento complejo, se ha venido haciendo desde hace un tiempo, quizás desde Acontecimiento político, que marca el paso hacia una evaluación crítica de lo que denominamos ahora “ideología”; comprendida no solo como fetichización, sino también como malla institucional, que sostiene esta cosificación y orienta las prácticas y las relaciones de la sociedad institucionalizada. Por lo tanto, “ideología” e institucionalidad, que se pretenden independientes y dominantes, jerárquicamente, respecto a lo que la modernidad, por lo menos en gran parte de sus periodos, consideró naturaleza. Una modernidad que desconoce su contexto ecológico, que no es independiente ni menos dominante, efectivamente, de los ecosistemas, de la biodiversidad y del pluriverso, en sus distintas escalas.

El presente ensayo, como los recientes anteriores, desde quizás Antiproducción, busca en la simultaneidad dinámica de complejidad integral de la realidad más complejidad de la que se tomó en cuenta, en las selecciones y composiciones combinadas de las singularidades, en exposiciones anteriores; por lo menos, desde el ensayo que mencionamos, en esta estrofa. Somos conscientes de que una cosa es comprender, si se quiere, mejor dicho, intuir la complejidad, como sinónimo de realidad,  y otra cosa es exponerla, abarcando el entendimiento de ella, que siempre va a ser menor respecto a la comprensión. Más aún, cuando se trata de exponerla a través del lenguaje; la exposición no alcanza nunca a decir lo que se intuye; si esto ocurre, esta restricción del lenguaje, tampoco alcanza a decir lo que se comprende. Así mismo, aunque mejora, dice, narrativamente, lo que entiende; pero, no de una manera completa y satisfactoria. Ahí queda lo que llama Paul Ricoeur la configuración de la escritura; en la reconfiguración es tarea del lector o lectora, no solamente apropiarse de la escritura o de la palabra, de la narrativa y lo que dice, sino de interpretarla desde su mundo - para decirlo en términos de Ricoeur - presente. Por eso mismo, diríamos, la tarea de completarlo, por lo menos, en la intuición e interpretación propias.

El tema del ensayo, como dijimos, no es solamente la crítica de la “ideología”, desde la perspectiva de otros ángulos de la problemática, sino, sobre todo, comprender el funcionamiento, la tecnología, la operatividad, el efecto masivo y múltiple de este funcionamiento, que no puede ser sino material, en este caso, institucional, en el contexto ecológico.

Hablar de la ficción de la realidad institucional es concentrarse en la mecánica y dinámica del funcionamiento institucional, en relación a la corporeidad social. Aunque parezca una retoma de la “sociología física” de Augusto Comte, diremos que, mas bien, está más cerca de una física de lo social. Sin embargo, la diferencia con el concepto de sociología de Comte, radica, primero, en que la física de referencia, la física que hace de zócalo epistemológico, no es la física newtoniana, sino la física relativista y cuántica. Segundo, que no se trata de una mirada determinista y causalista, en el espacio y el tiempo absolutos, asumidos por la física clásica e irradiada al resto de las ciencias modernas, así como a su filosofía y sentidos comunes, sino de la perspectiva móvil e integral de la complejidad. Tercero, que no estamos en la certidumbre de la verdad de la filosofía, las ciencias y las “ideologías” de la modernidad, sino, mas bien, en la indeterminación cuántica, en la relatividad de los referentes; por lo tanto, en el cálculo probabilístico y en la comprensión de lo posible.

Por otra parte, como hemos dicho, por lo menos, desde Acontecimiento político, que estamos ante exposiciones que se asumen como interpretaciones hipotéticas, que reclaman investigaciones contrastantes.









Sobre la corresponsabilidad popular

Entremos directamente con la pregunta: ¿Qué impide que el pueblo asuma la responsabilidad del autogobierno, que es la democracia plena? Fuera de las tesis vertidas de la cosificación y fetichización “ideológica”; fuera de que no controla los medios de producción, recurriendo a este concepto marxista, para ilustrar; fuera de que no controla ni dispone de esa fabulosa herramienta de poder, que es el Estado; incluso, aunque esto último sea discutible, en términos efectivos, debido a la correlación de fuerzas. Tal parece que hay otro obstáculo que le impide ver con claridad, la ficción de la realidad institucional. Parece que esta ficción corresponde a la esfera “ideológica”, que no es algo nuevo; sin embargo, detengámonos en este fenómeno imaginario, que incide en las acciones, prácticas y comportamientos.

Visto de más cerca, no parece corresponder a una cosmovisión, sino a la restricción misma de la percepción; es decir, a un cercenamiento de la capacidad de percepción del cuerpo. La malla institucional, que acompaña las trayectorias de vida, logra como congelar, inhibir, la integralidad dinámica de la fenomenología de la percepción. Privilegiando solo algunas sensaciones, imaginaciones, razonamientos, seleccionados; aquéllos que sirven en la consecución de la racionalidad instrumental, de la producción y del cálculo cuantitativo de la acumulación. Lo demás, el conjunto de las capacidades, facultades, integradas de la percepción, se ha sumergido en el abismo del olvido. Tomando en cuenta esta hipótesis teórica, podemos sugerir otra hipótesis, más analítica: la ficción de la realidad institucional no solo se puede explicar por el efecto “ideológico”; más aun, el efecto “ideológico” no logra explicar esta ficción. La ficción de la realidad institucional corresponde, en gran parte, a la ortopedia moderna del cuerpo, al cercenamiento de su capacidad integral perceptiva.

En otras palabras, el hombre se ve a través de los ojos institucionales. Esto se efectúa cuando la capacidad integral de la percepción no funciona; entonces, este vacío es llenado por la maquina interpretante del poder. La realidad se reduce a las condiciones de posibilidad acotadas por el Estado. No van más allá; ese más allá es una especulación, para esta interpretación estatal. Desaparecen las condiciones de potencialidad; concretamente, desaparece, por lo menos, en la sociedad institucionalizada, la potencia social, creativa como toda vida.

Si la realidad, como sinónimo de complejidad, es circunscrita a esta realidad reducida, entonces se comprende el razonamiento subordinado generalizado. Si los “gobiernos progresistas” entraron en crisis, si los conservadores han vuelto, ya no se puede hacer otra cosa, más que esperar a las elecciones. Esta argumentación, dicha en distintas tonalidades, con distintas frases y alocuciones, deriva de la ficción de la realidad institucional.

En primer lugar, nadie sabe lo que es la realidad, pues es una complejidad dinámica e integral, sincronizada; un tejido espacio-tiempo en movimiento y componiendo-descomponiendo-recomponiendo su estabilidad plural, manteniendo las simetrías, en distintas escalas. En lo que respecta a la acumulación de los conocimientos y los saberes, los más adelantados avances que se han hecho, al respecto, han sido dados en el zócalo epistemológico de la episteme compleja. No olvidemos que la ruptura epistemológica comienza en el suelo o zócalo epistemológico, como ocurre con toda episteme. En lo que corresponde a la apertura de la episteme compleja, la remoción del zócalo epistemológico se ocasiona por la reconfiguración compleja de realidad, generada por la física relativista y cuántica.

En contraste, hasta ahora, la filosofía y las ciencias sociales están atrapadas en las redes y telarañas de la episteme modernaesquemática y dualista. Estas ciencias sociales y saberes humanistas son reticentes a embarcarse en desplazamientos y rupturas epistemológicas. Renuncian a la apertura de horizontes, abiertos por las revoluciones teóricascientíficas y tecnológicas; desatadas por las rupturas y desplazamientos epistemológicos de la física relativista y cuántica. La situación es peor aún, cuando se trata de los saberes burocráticos del Estado, que son los saberes que más repercuten en las conductas y mentalidades de la mayoría de la población. Los saberes institucionales son mucho más primarios que los saberes académicos; más que explicaciones, como ocurre con los saberes académicos, ofrecen apologías, acompañadas de rituales, ceremonias y apologías, institucionales; mitificando el saber, la ciencia, la filosofía, como verdades instituidas universalmente. Pues consideran que estas formaciones discursivas o paradigmas corroboran y legitima al Estado. 

En largos periodos, la relación entre Estado y mayorías populares es perversa. El Estado, en su condición simbólica de madre de la nación y de padre del pueblo, tiene en sus manos el gran recurso del chantaje emocional. En relación al Estado, en la condición de subalternidad, las mayorías populares tienden a inclinarse a una relación de dependencia, simbolizada en la figura familiar de la relación tutora del padre respecto a los hijos. No solamente que pueden ser manipuladas las mayorías con el chantaje emocional, sino que también, como complementando, las mayorías populares recurren al chantaje emocional, en una etapa dada de sus demandas. En otras etapas de las demandas, mas bien, intermitentes, generan movimientos sociales. Este cuadro y cronograma reivindicativo, no es obviamente una regla, ni ocurre siempre. Lo que decimos corresponde a un boceto analógico, relativo a una etapa de la experiencia, la memoria, y el aprendizaje social.

Cuando las mayorías populares quiebran esta relación de dependencia con el Estado, pueden hacerse autónomas, por lo menos, en el momento intenso de la insurrección, del levantamiento, de la movilización, de la decisión colectiva por otro rumbo. Sin embargo, estos momentos no se dilatan prolongadamente.  El bloque de las mallas institucionales se comporta como si fuese un campo gravitatorio, campo político y campo institucional que obliga a las muchedumbres sociales volver a sus órbitas acostumbradas.

¿Por qué pasa esto? Después, precisamente, de que han roto la ligazón de dependencia con el Estado, aunque este quiebre sea coyuntural, en un momento de intensidad. ¿No se ha podido retirar el velo de la ficción de la realidad institucional? ¿No se ha podido ver que la realidad definida y producida por el poder, es una ficción? Realidad, no necesariamente comprendida en toda su complejidad integral dinámica, sino, mas bien, como realidad destituida y ampliada por los desplazamientos provocados por el acto creador de la subversiónEs decir, no se ha podido ver otra realidad, más amplia, que la que daba la ficción de la realidad institucional. ¿No ha podido el pueblo verse a sí mismo como creador de la realidad social?

¿Cómo despertar la percepción integral del cuerpo? ¿Cómo revivir las facultades entumecidas del cuerpo? Lo que decimos en los ensayos: ¿Cómo liberar la potencia social? En pocas palabras, ¿cómo despejar la niebla de la ficción de la realidad institucional? Repitiendo la pregunta de otra forma, como también la hicimos antes: ¿Cómo comunicarse con la potencia del cuerpo, soslayando el oído de la razón abstracta, instrumentalizada, incrustada en los cuerpos; dispositivo de la legitimidad y reproducción del poder?

Este parece ser el gran desafío para las sociedades y pueblos. No se vislumbra ningún futuro promisorio si no se asume y de supera este desafío. Resolver este desafío, solucionar el problema mayúsculo, implica dar un gran salto; el salto que necesitamos. No solo para resolver los grandes problemas de la humanidad pendientes, sino, una vez hecho esto, dedicarnos a lo verdaderamente importante para la humanidad, la tarea digna de la humanidad; la comunicación con los seres del pluriverso. Son ciertamente preguntas abrumadoras. Empero, parecen ser las preguntas urgentes, como las que se hizo Foucault; una de ellas era: ¿cómo hemos llegado a ser lo que somos en el momento presente? Podríamos añadirle: ¿Qué y quiénes somos, en realidad

No parece posible responder estas preguntas si permanecemos anclados, tenaces y tercos, en los horizontes de la episteme moderna; que, si bien ha sido útil, en una etapa de esta era vertiginosa, ya está desbordada por la complejidad, sinónimo de realidad. Horizontes móviles de la complejidad, que ya vislumbramos. ¿Cómo abrirse socialmente, entregarse colectivamente, a cruzar el umbral y el límite epistemológico; aventurarse en la perspectiva de la complejidad? No busquemos ejemplos a seguir, en la historia portentosa de la modernidad; no podemos hacer algo equivalente y análogo, como si fuesen paralelas nuestra actualidad y la de la modernidad. Lo que vayamos a hacer, responde, por así decirlo, ilustrativamente, a otras lógicas, a otros espacio-tiempos, a otras topologías.

Esto, las nuevas rutas y recorridos, no es imposible hacerlos, como comúnmente se puede creer, pues nuestros cuerpos lo hacen siempre. Los cuerpos responden a la complejidad sincronizada del pluriverso. Por más tosco que sea lo que vamos a decir, lo diremos, pues no contamos con otros recursos que este enunciado: parece que debemos reincorporar la razón, convertida, en la modernidad, en abstracta e instrumental, al cuerpo; reintegrarla a la fenomenología de la percepción; potenciarla como orientadora de nuestras prácticas y acciones.

No es el odio sino el amor

Para abordar estas preguntas, por lo menos para intentar abordarlas, recurriremos a la poesía, que es la que está más próxima a la intuición perceptual. En No es el odio sino el amor, de Sebastiano Monada, se recita:

No es el odio lo que nos hace fuertes
Como roca cristalizada en las profundidades
Espesuras oscuras insondables de la tierra
Fundida antes por el magma volcánico

No es el odio lo que ayuda a conocer algo
Como instrucción campechana de la experiencia
No es el odio lo que abre las puertas
Del porvenir luminoso como alborada boreal
Como los telones del teatro descubriendo la escena

No es el odio lo que colabora a lograr el alborozo
Como cumbre escalada con esfuerzo por tenaz alpinista
No es el odio lo que nos salva de amenazas
Como enfermedades acechando ocultas en el cuerpo
Lo que resuelve problemas y responde a desafíos
Como invitaciones seductoras de territorios ignotos

No es el odio la prolongación de la lucidez
Como pulsación solar abarcando a su entorno
Tampoco del afecto apasionado y honesto
Emergiendo como manantial del fondo de los peñascos

El odio es justamente todo lo contrario
Es como el ensanche de la falta de agudeza
Dejándonos ciegos y mudos, atrofiando los sentidos
Fuera de ser una exhibición clara de ausencia emotiva
Evidente inhibición de la vitalidad y la alegría
Sustituida por el rencor escarbando las entrañas
Como buitre picoteando insaciablemente
Nuestro expuesto abdomen como el de Prometeo 
Y la culpabilidad sorda como pesada carga
Llevada sobre la espalda de aparapita
Como frustración agobiante de verdugos implacables
Sin embargo, frígidos humanos desvalidos

El odio causa más contrariedades desconcertantes
Como los fármacos curando y envenenando
Al mismo tiempo al convaleciente vulnerable  
Ocasiona insistentes amenazas contendientes
Nubes borrascosas cargadas de rayos y furores
Nos lleva a callejones de penumbra sin salida
Como encrucijadas abriéndose a los abismos
Convierte a cercanos y lejanos en enemigos
Como perseguidos infieles convertidos en aberraciones

Nos trueca en celosos vigilantes acechados
Como ciudades sitiadas por ejércitos invasores
Por fantasmas atormentados por sus desvaríos
Como criminales perseguidos por las miradas
Y el recuerdo inolvidable de sus víctimas
Espectros dentro de sus oxidadas armaduras
Visitantes mudos de la noche
Como inesperadas presencias exhibiendo viseras
Ocultando a medias sus rostros

El odio cierra los portones del porvenir
Como telones del teatro clausurando la escena
El odio nos ciega y ya no vemos nada
Sino los íconos delirantes del resentimiento

El odio interrumpe la propagación de la sabiduría
Como los diques de las represas detienen los ríos
Nos vuelve arrogantes hedonistas
Nos convierte en testarudos intolerantes
Repetidores de carencias miserables
Ausencias de prolíficas cogniciones
Agoreros tristes de lo mismo

Es el apego a la voluptuosa vida
Don desbordante de vigorosa energía
Devoción a los minuciosos detalles
Componiendo resplandecientes paisajes
Cariño de traviesas algarabías de especímenes
Inquietos en su festivo conglomerado musical
Franqueza reposada esparcida en el aire
Diseminada en la atmósfera y los suelos
Remontada por el agua de los afluentes
Trabada en las ramas de los árboles
Como brisa aposentada en el refugio de las hojas
Donde se confecciona nidos cobijando sueños

Es el amor el impulso vital del entendimiento
Como corriente o viento empujando las velas
De galeones navegantes en océanos soñados
Puente sentimental transportándonos a la eventualidad
Como arco cruzando de una orilla a la otra
Senderos atravesando los bosques o las montañas
Como rutas escondidas al lóbrego bilioso
Ayudándonos a cruzar los laberintos
Como sagaz periplo despejando el acertijo

Primavera solicitante de la madrugada venturosa
Clima florido emprendiendo el ciclo de las estaciones
Como Vivaldi interpreta en lenguaje de violines
Frecuente rutina regulada del día
Premonición escrupulosamente descifrada
En los jeroglíficos del pergamino conservado
Desenvolviendo una novicia iniciación adolescente
Primavera cuajada en nuestras médulas
Como sedimentos de regocijos hospedados

Después, las flores se van y nos abandonan
Como fragancia de pretéritos amores
Son los sentimientos de gozo y asombro
Enseñando la relatividad de los aprietos
Risueñas encuentran siempre las salidas
Son las sensaciones los empalmes trenzados
Con los recónditos misterios del cosmos

No es el odio sino el amor lo que nos hace humanos
Por lo tanto apacibles animales mutantes 
Innovando en la metamorfosis del mundo
Asiste en la comunicativa colmada comprensión
Con el resto de los cuerpos del firmamento
Y de las moléculas grumosas coaligadas
Y los átomos compuestos por órbitas saltonas
Y los núcleos detenidos en pesadas reflexiones
Existiendo nosotros ensamblados con el universo entero
Tejidos hirsutos de sutiles hilos
Desde sus hebras minúsculas hasta sus colosales galaxias

No es el odio sino el amor la energía de los organismos
Como gravitación induciendo a danzar a planetas
Y enmarañadas constelaciones deslumbrantes
Aptitud creativa de nuestras habilidosas manos
Como arte fecundo realizándose en cuadros
Y primorosos poemas recobrados

La corriente sanguina rítmicamente circulando
Por las redes de venas y arterias confluyentes
Flujo de versos melodiosamente pronunciados
Ligazón social congregando mónadas agitadas 
Convocatorias sinfónicas cautivando a los oídos
Aglomerando grupos, comunidades y sociedades
Como aglutinan manadas las lagunas de la selva
No es el odio sino el amor diáfano
Coligando los ciclos diversos de vitales elipses

El humano no es el animal racional
Tampoco el animal con lenguaje
Ni siquiera el animal simbólico
Es ante todo, primero el animal afectivo
Animal de imaginación exuberante 
Naciendo en el plasma del apego
La ternura y la atracción arcanas

Emergiendo la vida del caldo estelar
Y en la inquietud de la explosión inicial
Como primera nota del concierto total
Intrépida inventora de mundos prodigiosos
Estallido de sensaciones propagadas
Como vuelos vibrantes de ondas
Y estremecimientos melódicos de penetrante copla
Canción primordial anterior a la materia

No es el odio lo que ayuda a luchar y combatir
No es el odio lo que ayuda emancipar y liberar
No es el odio lo que da fibras e ímpetus
Si no es lo que aprisiona en la cárcel
De rejas de angustias y de miedos 
Debilitando el cuerpo atosigado por las normas
El odio es el huevo donde se incuba la serpiente
Donde germinan los bisoños despotismos
Aunque se insinúen con palabras aladas

Es el amor y el afecto desenvueltos
Como mariposas redimidas de sus capullos 
Emancipando y liberando las profusas formas
De las memorias sensibles de la vida 
La potencia creativa de los entrelazados cuerpos
Proliferantes autonomías transversales e impetuosas[26]  


No es el odio sino el amor, no es el odio sino el afecto; éste es el mensaje. No culpemos a nadie ni a nada de este odio bilioso, que destilamos muchas veces en las relaciones, combinadas, intermitentemente, con otros sentimientos. Han emergido en nosotros como de nosotros se edificaron las instituciones de nuestras historias sociales. ¿En qué momento nace la genealogía del odio? ¿Con las religiones monoteístas, que separan fieles de infieles? No aceptamos, de ninguna manera, la tesis hobbesiana de que el “hombre es el lobo del hombre”, como si el mal estuviese genéticamente incrustado en su cuerpo. Esta tesis no se sostiene ante la mirada y el saber biológico. El odio es un hecho y producto social; ha sido inoculado, así como las instituciones han sido construidas por las sociedades que las padecen. El odio ha sido sembrado por las relaciones y estructuras sociales tejidas por las mallas institucionales.

¿Cómo desanudar estos lazos de esas relaciones sociales que inoculan el odio? ¿Cómo liberarse de los amarres, de las ataduras, de las redes de captura institucionales? ¿Cómo desatar y liberar nuestra capacidad de afecto y asombro? Estas son las preguntas que el activismo libertario tiene que preguntarse y buscar respuestas, compartiendo con los pueblos las mismas, convocándoles a buscar también respuestas.

Ahora, buscamos abordar las preguntas o, si se quiere, las condiciones de posibilidad de las preguntas, en la filosofía de la fenomenología de la percepción.




Potencia y fenomenología de la percepción

En Fenomenología de la percepción, sobre todo, en la parte conclusiva y reflexiva de todo el libro, la tercera parte, El ser-para-sí y el ser-del-mundo, Merleau-Ponty aborda de lleno la dinámica fenomenológica intrincada entre el ser-para-si y el ser-del-mundo. Como hemos anotado antes, en otros ensayos, donde retomamos la fenomenología de la percepción, nos adherimos a esta filosofía por su lectura del cuerpo. En este sentido nos inmiscuimos en la interpretación filosófica de esta tercera parte del libro citado.

Cuando comentamos La fenomenología del espíritu, buscando en su interpretación la argumentación vital sobre el cuerpo, hicimos hincapié en la dinámica integral de la percepción; aunque aquélla vez también hablamos de la simultaneidad, ahora, queremos hacer hincapié en la simultaneidad dinámica, que se encuentra implícita en el texto.

En la tercera parte de Fenomenología de la percepción, Merleau-Ponty deja claro que estamos en un mundo, que nuestro cuerpo existe en el mundo, que las actividades realizadas por el cuerpo, como sentir, imaginar, razonar, pensar, percibir, se dan por la dinámica corporal en relación a la dinámica del mundo. Se trata de un cuerpo en situación; por lo tanto, situado por la experiencia, en el espacio-tiempo, curvado y en movimiento. Lo sugerente es que lo que se da, sea pensamientosensaciónpercepción, en el cuerpo, se da simultáneamente; en correspondencia con la dinámica del mundo. A esta concordancia complementaria, hemos llamado sincronía integral del pluriverso, en sus distintas escalas.

Estos tópicos y temáticas del ser, del cuerpo, de la situación, del mundo, tal como son analizados e interpretados, desde la perspectiva de la fenomenología de la percepción, son indispensables repasar, en relación a la problemática de las representaciones estatales de la realidad, que venimos analizando en este ensayo.   Por eso, daremos una revisión rápida al primer acápite de la tercera parte del libro, antes de continuar con nuestra reflexión crítica.

Al respecto, partiendo de la crítica del racionalismo de René Descartes, cuando expone su famoso enunciado cogito, ergo sum; definiendo esta filosofía idealista, Merleau-Ponty escribe:

Todo pensamiento de algo es al mismo tiempo consciencia de sí, de otro modo no podría tener objeto. A la raíz de todas nuestras experiencias y nuestras reflexiones, encontramos, pues, un ser que se reconoce a sí mismo inmediatamente, porque es su saber de sí y de todas las cosas, y conoce su propia existencia, no por constatación y como un hecho dado, o por inferencia a partir de una idea de sí mismo, sino por contacto directo con ella. La consciencia de sí es el ser mismo del espíritu en ejercicio. Es necesario que el acto por el que tengo consciencia de algo sea captado en el instante en que se consuma, sin lo cual se rompería. Siendo así, no se concibe que pueda ser desencadenado o provocado por nada de nada, es necesario que sea causa sui[27].


Por eso, después de haber caracterizado la premisa de Descartes, dice:


Volver con Descartes de las cosas al pensamiento de las cosas, es o bien reducir la experiencia a una suma de acontecimientos psicológicos, de los que el Yo no sería más que el nombre común o la causa hipotética, mas entonces no se ve como mi existencia podría ser más cierta que la de ninguna cosa, puesto que no es más inmediata, salvo en un instante incaptable; o bien reconocer, más acá de los acontecimientos, un campo y un sistema de pensamientos que no esté sujeto ni al tiempo ni a limitación ninguna, un modo de existencia que nada deba al acontecimiento y que sea la existencia como consciencia, un acto espiritual que capte a distancia y contraiga en sí mismo todo cuanto enfocare, un “yo pienso” que sea por sí mismo y sin adición suplementaria ninguna un “yo soy”[28].



Como hicimos notar, en un anterior ensayo[29], donde se toca la temática del cuerpo y el mundo, Merleau-Ponty crítica tanto a la perspectiva idealista, así como a la perspectiva empirista. La crítica de la perspectiva racionalista, a Descartes, radica en este supuesto de intemporalidad, fuera de la experiencia, de este yo pienso. En otras palabras, Merleau-Ponty se pregunta: ¿Cómo puedo pensar fuera del mundo y de la experiencia en el mundo? La crítica del empirismo puede resumirse, por el momento, en el siguiente criterio: ¿Si el cuerpo se convierte en un objeto más en el mundo, que es como la totalidad de objetos, es un hecho más en la totalidad de hechos dados en el mundo, entonces, cómo puede dar cuenta un objeto de otro objeto, un hecho de otro hecho, si el pensamiento es solo una hipótesis experimental? En anteriores capítulos, Merleau-Ponty llega a decir que racionalismo y positivismoidealismo empirismo, se complementan simétricamente, al absolutizar sus premisas de partida; el primero, el pensamiento; el segundo, el hecho.

Luego se pregunta:

¿Cómo podríamos disociar la certeza de nuestra existencia perceptora de su partenaire exterior? Es esencial para mi visión el que se refiera, no solamente a un supuesto visible, sino también a un ser actualmente visto[30].



Por eso dice que ver es acción de ver, la operación de ver, experimentar mediante la vista; no hay un pienso que veo, anterior, como supone el idealismo de Descartes. La acción de ver es inmediata al pienso que veo; en otras palabras, a la consciencia de ver. Es esta simultaneidad lo que hace diferente a la fenomenología de la percepción, tanto del idealismo como el empirismo. No solo por la inmediatez de la experiencia del ver y de la consciencia del ver, sino por las consecuencias multiplicadoras de este desplazamiento epistemológico. Interpretar esta perspectiva fenomenológica como dialéctica, tal como todavía lo hace Merleau-Ponty, es dejarla como en la sucesión del tiempo, que la dialéctica concibe como superación de la contradicción y síntesis. Lo que es sugerente; empero, todavía lineal. La inmediatez del acontecimiento conduce a otra interpretación, más adecuada, la de la complejidad; la simultaneidad del acto y de la consciencia nos sugiere una composición integral del acontecer. Y esto nos lleva a la sincronía integral.


A propósito del cogito, concepto fundamental en Descartes, Merleau-Ponty anota:

Los actos del Yo son de índole tal que se rebasan a sí mismos y hay intimidad de la consciencia. La consciencia es trascendencia de parte en parte, no trascendencia soportada - ya dijimos que una trascendencia tal seria el paro de la consciencia -, sino trascendencia activa. La consciencia que de ver o sentir tengo, no es la notación pasiva de un acontecimiento psíquico cerrado en sí mismo, y que me dejaría incierto en lo que a la realidad de la cosa vista o sentida se refiere; tampoco es el despliegue de un poder constituyente que contendría en sí mismo, de modo eminente y eterno, toda visión o sensación posible y se uniría al objeto sin tener que abandonarse; es la efectuación de la visión[31].



Cuando habla de trascendencia soportada, se refiere a la perspectiva inmanentista idealista, que no considera la exterioridad del Yo; cuando habla de trascendencia activa, se refiere a la relación dinámica del cuerpo con el mundo y del mundo con el cuerpo. Como se puede ver, no niega la consciencia, entendida como consciencia de síconsciencia del cuerpo, consciencia del acto, sino que, descarta la interpretación espiritual, por así decirlo, de la consciencia. Tampoco acepta que la consciencia se puede reducir a un suceso psíquico, como registro psicosomático; este suceso y registro no me dirían nada de lo que se ve ni del recorte del mundo donde se sitúa lo que se ve. Usando las palabras del fenomenólogo, diremos que el cuerpo es el motor de la experiencia, de la memoria, de las sensaciones, del pensamiento, en el contexto del mundo.


Por esto esta afirmación:


Lo que descubro y reconozco por el Cogito, no es la inmanencia psicológica, la inherencia de todos los fenómenos en unos estados de consciencia privados, el contacto ciego de la sensación consigo misma - no es siquiera la inmanencia trascendental, la pertenencia de todos los fenómenos a una consciencia constituyente, la posesión del pensamiento claro por sí mismo -, es el movimiento profundo de trascendencia que es mi ser mismo, el contacto simultaneo con mi ser y con el ser del mundo[32].



Al respecto, hay que anotar que Merleau-Ponty no concibe trascendente y trascendental como lo hace Emmanuel Kant, en el sentido de condición de posibilidad a priori, sino como relación con el mundo; si se quiere, dicho forzadamente, como experiencia de la exterioridad de una interioridad. En términos del filósofo, como experiencia en el ser del mundo del ser-para-sí. Se trata entonces del tejido efectuado entre el ser-para-sí y el ser del mundo; en sentido pleno, no hay ni exterioridad ni interioridad, sino una dinámica inventiva entre ambos.


En relación a esta simultaneidad dinámica entre experiencia, consciencia, sensaciones y afectos, en el mundo, el teórico da un ejemplo:


Por ejemplo, el amor y la voluntad son operaciones interiores; se fabrican sus objetos, y se comprende que, al hacerlo, puedan desviarse de lo real y, en este sentido, engañarnos, pero parece imposible que nos engañen acerca de sí mismas: a partir del momento en que siento el amor, la alegría, la tristeza, es verdad que amo, que estoy triste o alegre, aun cuando el objeto no tenga, de hecho - eso es, para los demás o para mí mismo en otro momento - el valor que ahora le atribuyo. La apariencia es realidad en mí, el ser de la consciencia estriba en aparecerse. ¿Qué es querer, sino tener consciencia de un objeto como valido (o como valido precisamente en cuanto no es válido, en el caso de la voluntad perversa); que es amar, sino tener consciencia de un objeto como amable? Y dado que la consciencia de un objeto envuelve necesariamente un saber de sí misma, sin lo cual escaparía y ni siquiera captaría su objeto, querer y saber que uno quiere, amar y saber que uno ama no son más que un solo acto, el amor es consciente de amar, la voluntad consciencia de querer. Un amor o una voluntad que no tuviese consciencia de sí sería un amor que no ama, voluntad que no quiere, tal como un pensamiento inconsciente sería un pensamiento que no piensa[33].




En resumidas cuentas, amar es tener consciencia del amor; tener voluntad es tener consciencia de o que se quiere. Se ama y al mismo tiempo, por así decirlo, se tiene consciencia de que se ama; se desata una voluntad y al mismo tiempo se tiene consciencia de lo que se quiere. La conclusión es elocuente: Un amor o una voluntad que no tuviese consciencia de sí sería un amor que no ama, voluntad que no quiere, tal como un pensamiento inconsciente sería un pensamiento que no piensa. Así como el amor tiene consciencia de sí, la voluntad tiene consciencia de sí, el cuerpo, en la multiplicidad de actividades que desempeña, tiene consciencia de sí. Es la consciencia de sí del cuerpo lo que hace posible la consciencia de sí del amor y de la voluntad.


La conclusión de esta parte del texto, dedicada al Cogito, es a lo queríamos llegar.


El Cogito es el reconocimiento de este hecho fundamental. En la proposición “Yo pienso, yo soy”, las dos afirmaciones son equivalentes, ya que, de otro modo, no habría Cogito. Pero todavía hay que entenderse sobre el sentido de esta equivalencia: no es el Yo pienso el que contiene de modo eminente el Yo soy, no es mi existencia la que se reduce a la consciencia que de ella tengo, es, inversamente, el Yo pienso el reintegrado al movimiento de transcendencia del Yo soy, y la consciencia la reintegrada a la existencia[34].




En lo que viene, combinaremos tres rutas; expondremos nuestra interpretación de la teoría fenomenológica de la percepción, correspondiente a esta parte ontológica del libro; sacaremos nuestras conclusiones; y aplicaremos la teoría y la interpretación a la problemática tratada en este ensayo.




















Potencia y percepción


La interpretación que vamos a exponer, va a seleccionar, tanto del libro citado, sobre todo de lo que corresponde al primer tema tocado en la tercera parte, el cogito, y va comentar, tomando en cuenta aquéllo que puede ayudarnos a tratar la pregunta que nos hicimos: ¿Qué es la ficción de la realidad institucional?


Para decirlo de entrada, la realidad institucional vendría a ser el mundo institucional o, mas bien, el mundo institucionalizado. En nuestras palabras, el mundo recortado institucionalmente en el mundo efectivo. Al que le hemos denominado varias veces el mundo de las representaciones; en tanto que el mundo efectivo corresponde al mundo en tanto devenir, en tanto complejidad dinámica integral. Retomando la perspectiva fenomenológica expuesta, el mundo es la trascendencia activa; en consecuencia, ¿el mundo institucional vendría a ser la trascendencia activa de las mallas institucionales? Este es nuestro primer problema de aplicación de la teoría fenomenológica de la percepción a la problemática tratada.


Interpretando a Merleau-Ponty, el mundo es la trascendencia activa donde me encuentro y de donde obtengo la experiencia, que da cuenta del mundo y de mi participación el mundo, de mi manera de percibirlo y de la consciencia de mi percepción y participación. Dicho en palabras no apropiadas, pero, ilustrativas, en la relación cuerpo-mundo, ocurre como si la trascendencia activa fuera convertida por el cuerpo en inmanencia activa; pero, una inmanencia activa que supone la trascendencia activa. Aplicando, no de todo rigurosamente, podemos sugerir, provisionalmente, que el mundo institucional vendría a ser, parcialmente, la trascendencia activa institucional, donde me encuentro, en parte, y en parte no me encuentro; pues hay partes de mí que no están capturadas por las mallas institucionales.  Esta parcial trascendencia se convertiría en parcial inmanencia por mediación de la parte de mi cuerpo capturada institucionalmente. Esta inmanencia parcial corresponde a la trascendencia activa institucional adherida a mi cuerpo. La consciencia parcial de esta operación interpreta inmediatamente esta operación de dos maneras contrastadas. Una de las maneras, que llamaremos pasiva, interpreta tal como interpreta la narrativa institucional; en cambio, la otra manera, inducida por la parte no capturada del cuerpointerpreta críticamente esta operación.  Resiste y se rebela. En contraste, la otra parte no capturada de mi cuerpo, genera como una consciencia de sí alterativa. La otra parte del cuerpo percibe otra trascendencia, la activa, precisamente no institucional; una trascendencia que contiene a la propia trascendencia institucional y la explica. Se trata de una consciencia de la diferencia entre la realidad institucional y la realidad efectiva; llamemos, provisionalmente, a ésta, consciencia crítica.


Una primera hipótesis interpretativa de la arqueología y genealogía de la ficción de la realidad institucional podría ser: Cuando la parte del cuerpo capturado por las mallas institucionales genera, de manera inmediata, una consciencia pasiva, que incide predominantemente en las conductas y comportamientos, la realidad institucional tiende a aparecer como la realidad única, incluso se la considera como realidad objetiva. De esta forma, clausurando la posibilidad de ver más allá.  Es cuando una parte significativa de la sociedad renuncia a su voluntad o, mejor dicho, constelación de voluntades; confundiendo sus deseos con el querer del poder. En cambio, cuando la parte del cuerpo no-capturado por las mallas institucionales genera, de manera inmediata, una consciencia crítica, la realidad institucional tiende a aparecer como una ficción del poder.


Podemos sugerir una gama de combinaciones entre estas composiciones contrastadas; pero, esto lo dejaremos, por la claridad de la exposición. Lo que importa es buscar la comprensión de por qué se impone la ficción de la realidad y solo en momentos de crisis, se cuestiona esta representación institucionalizada y se generan otras representaciones, mas bien, no institucionalizadas, más amplias y complejas. La segunda hipótesis que proponemos es: esto pasa cuando se renuncia a la propia voluntad, a la conciencia de sí de los propios deseos; atendiendo y obedeciendo, mas bien, a lo que quiere el poder, confundiéndolo, como si fuera el propio querer.


Volvemos a encontrarnos con esto de que la clave del poder se encuentra en la renuncia de los dominados y subalternas a luchar, no así en la disponibilidad de fuerzas del poder. Solo que, en este caso, de la interpretación que acabamos a hacer, la renuncia a luchar implica también la renuncia a la voluntad, lo que significa la renuncia a los propios deseos; así como que, en definitiva, el conjunto de las renuncias significan la renuncia ser-para-sí. Se acepta ser lo que quiere el poder que se sea. Jugando con las frases, quizás al modo dialéctico; esto implica ser-para-otro; en este caso ser-para-el-poder.


¿Por qué se renuncia? Recordando a Hegel, ¿por miedo a morir?, ¿por miedo, en general? ¿Por qué se quiere ser amo, al verse a sí mismo, a través de los ojos del amo? ¿Por qué ambos, amo y esclavo, quieren el goce y no el diferimiento, que implica el trabajo? Ciertamente, la metáfora filosófica de Hegel es simbólicamente rica, en lo que respecta a la dialéctica del amo y el esclavo; es decir, de la dialéctica de la dominación; sin embargo, a la vez es pobre, pues la dominación no se reduce a este desenlace de la tragedia dialéctica de la guerra entre señorío y servidumbre. La respuesta no está en los desenlaces alternativos que sugiera el texto de Hegel. No se explica por qué ha sido vencido, pues no hubiera sido vencido si encaraba a la muerte. Incluso después de muerto, si éste fuera el caso, hubiera vencido al que se instituye como amo, cuando se renuncia a seguir el combate y se prefiere aceptar las condiciones de la rendición. No se explica la por qué ha sido vencido, atendiendo al miedo, aunque lo haya tenido, pues el miedo también radicaba en el que se instituye como amo. No se explica por qué ha sido vencido, al atender a que no quiere morir, pues, de todas maneras, ambos enemigos, podían morir. La respuesta no parece encontrarse en estas alternativas implícitas, que se hallan en esta metáfora filosófica de la dialéctica de la dominación, aunque incluso jueguen algún papel en el desenlace efectivo.


Sugerimos la siguiente hipótesis auscultadora de interpretación: Se renuncia porque el poder ha vencido antes de que comience el combate, incluso el conflicto que desata el combate; pues el poder ya tomó, por anticipación, parte del cuerpo, de tal manera, que incide gravitantemente, de manera previa, en las conductas, comportamientos y mentalidades. No había, desde un principio, la predisposición de luchar hasta el fin, consecuentemente.


















[3] Ver Imaginación e imaginario radicales en devenir y dinámicas moleculares. https://pradaraul.wordpress.com/2016/04/17/imaginacion-e-imaginario-radicales-en-devenir-y-dinamicas-moleculares/.

[5] Althusser y Badiou lo dicen, distanciándose de la tesis determinista de la concepción mecánica de la relación entre estructura económica y superestructura ideológica, política, jurídica y cultural, buscando explicar la función del Estado como instrumento de dominación. Esta interpretación de la autonomía relativa del Estado supone el contexto de la lucha de clases. En Acontecimiento político retomamos esta interpretación. Sin embargo, si bien ayuda a comprender la puesta en juego “ideológica”, institucional y política, no explica el funcionamiento mismo del poder, de las dominaciones, sus dinámicas moleculares. Revisar de Louis Althusser Maquiavelo entre nosotros. AKAL; Madrid. Así mismo, revisar de Alain Badiou Teoría del sujeto, también La revolución cultural. ¿La última revolución? Prometeo Libros; Buenos Aires 2009. Les conférences du Rouge-Gorge. Ver también Acontecimiento políticohttps://pradaraul.wordpress.com/2015/06/23/acontecimento-politico-i/https://pradaraul.wordpress.com/2015/06/23/acontecimento-politico-ii/.
[6] Ver de Antonio Negri y Michael Hardt Commonwealth. The Belknap Press of Harvard University Press
Cambridge, Massachusetts 2009. Traducción: Daniel Clavero. Akal; Madrid 2009.


[8] Francisco de Oliveira: El neo-atraso brasilero. Siglo XXI-CLACSO.

[9] Ver el artículo de redacción Brasil evalúa vender activos públicos. El País. 16 de mayo, 2016.

[10] Carla Guimarães: Érase una vez un país llamado Brasil. El País; 16 de mayo, 2016.


[11] Ibídem.
[13] Ibídem.
[14] Ver Diagonales del poder. Corporeidades intensas; La Paz 2016.
[15] Ver El mundo como espectáculo. Dinámicas moleculares; La Paz 2016.
[16] Ver Acontecimiento político; también Crítica de la ideología. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-16. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/critica-de-la-ideologia/
[20] Crítica de la economía política generalizada:
Leer más: http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/critica-de-la-economia-politica-generalizada/.

[21] Ibídem.
[22] Ibídem.
[23] Textos citados en otro pie de página.
[24] Ibídem.
[25] Ensayos citados en otro pie de página.
[26] Sebastiano Monada: Subversión Afectiva. Dinámicas moleculares; La Paz 2016.
[27] Merleau-Ponty: Fenomenología de la percepción. Planeta-Agostini. Buenos Aires 1993. Pág. 381.
[28] Ibídem.
[29] Ver Acontecimiento poético; también Episteme compleja. Dinámicas moleculares. La Paz 2013-15.
[30] Ibídem. Pág. 384.
[31] Ibídem. Pág. 386.
[32] Ibídem.
[33] Ibídem. Pág. 387.
[34] Ibídem. Págs. 392-393. 


Leer más: http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/metamorfosis-y-biopoder/

No hay comentarios.:

Publicar un comentario