De la soberanía al autogobierno
Raúl Prada Alcoreza
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Las luchas de liberación nacional, las luchas contra la dependencia, los combates y movilizaciones contra el imperialismo, han tenido, en el siglo XX, como uno de sus ejes cruciales al concepto de soberanía. Si bien el concepto de soberanía tiene como origen el referente del soberano, el poder absoluto, el rey, sobre la ley y encarnación simbólica del Estado, en las colonias, semicolonias y neo-colonias, la semántica de soberanía adquiere otras connotaciones añadidas, que al acumularse, no solo saturan el sentido del concepto, sino incluso, lo transforman. Para empezar, por ejemplo, en el continente de Abya Yala, nombrado como América por los conquistadores, el concepto de soberanía tiene su raíz en la soberanía del pueblo, que es la reinterpretación que le otorga la revolución francesa al término político. En esta arqueología del concepto de soberanía, las guerras anticoloniales inscriben sus interpretaciones otorgando al concepto de soberanía un sentido emancipador.
Ciertamente, podemos descubrir, por así decirlo, contradicciones en la arqueología conceptual; por ejemplo, cuando se compone el concepto de soberanía en su tonalidad antigua o inicial, en su tonalidad transferida al pueblo por la revolución francesa, y en su tonalidad atribuida por los pueblos insurgentes anti-coloniales. Esto no se puede negar, sobre todo persiguiendo claridad en la comprensión e interpretación de las luchas de liberación. Sin embargo, también, debemos comprender la dinámica social y política que hace mutar a los conceptos. Como se ha podido ver, incluso en el periodo de Comuna (1995-2010), mantuvimos una posición crítica al concepto de soberanía, por su mapa conceptual y arqueología teórica, por su vinculación con la legitimidad del Estado, su papel en la narrativa de los discursos jurídico-políticos. Empero, tampoco podemos olvidar, el uso práctico de los pueblos sublevados contra las formas de la dominación colonial, dado al concepto de soberanía. Desde esta perspectiva, queremos detenernos a analizar el programa nacionalizador de los movimientos nacional-populares y socialistas en América Latina. Ahora, en lo que corresponde a este ensayo, en Bolivia, particularmente el programa de nacionalizaciones que propone el PS-1, con la iniciativa y conducción de Marcelo Quiroga Santa Cruz. El tema lo hemos tocado varias veces; en el periodo de Comuna, después en el lapso de la Asamblea Constituyente, desde Horizontes de la descolonización[1]. Ahora lo volvemos a hacer, en el contexto de este texto, que ausculta la trayectoria ética y política de Marcelo Quiroga Santa Cruz, su presencia en el presente.
Somatización política y semantización corporal
Lo que viene en adelante no va a buscar en la propuesta política socialista su pertinencia en el presente; sin dejar de lado la propuesta del PS-1, que es el único programa de nacionalizaciones en la coyuntura de la apertura democrática, frente a un diletantismo reducido a temor, para decirlo claro, de la UDP, y un reformismo tibio, que no contiene nacionalizaciones, del Frente de Izquierda Revolucionario (FRI). Lo que nos inquieta comprender es el vínculo estrecho entre un programa que tiene historia y un hombre que también la tiene. Nos interesa la articulación, por así decirlo, de dos historias; la historia dramática de las luchas nacional-populares contra la dominación imperialista y la dependencia, y la historia consecuente de un hombre que se entrega de lleno a esta lucha, recogiendo las tradiciones intelectuales de lo que se llamó la izquierda nacional.
Algunas preguntas orientadoras: ¿Cómo se convierte en proyecto de vida el proyecto nacional-popular y socialista? ¿Cómo una forma de vivir intensa, que es reconocida como consecuente y ética, se expresa en el programa de nacionalizaciones como transición al socialismo? Desde nuestra perspectiva, no se puede separar o aislar, analizarlas separadamente, la política y la ética, la relación con el proyecto nacional-popular y socialista y la integridad ética de un militante de la liberación nacional y de la emancipación social. Sabemos que los análisis y evaluaciones políticas lo hacen, se sitúan en campos distintos, separados y aislados; por un lado, se atiende la evaluación del programa, de la organización partidaria, de su convocatoria, de sus avances; sean electorales o de otra índole. Por otro lado, se atiende la biografía individual del referente personal destacado; del intelectual comprometido, el activista y formulador del discurso enunciativo político. Este tipo de análisis y evaluaciones, si bien, pueden lograr acceder a buenas fuentes, lograr ordenar y transmitir buena información, expuesta en descripciones aportadoras, incluso logrando interpretaciones y explicaciones esclarecedoras, no acceden a la dinámica misma política y ética de la lucha, de la militancia y de la consecuencia.
A lo largo de las experiencias sociales de las historias políticas de la modernidad, hemos aprendido que no se tiene una comprensión adecuada si solamente se observa una cara, por ejemplo, del espesor voluminoso de trayectorias. Así como no se podría obtener un cálculo de probabilidades si no se tienen en cuenta las seis caras del cubo del dado; de la misma manera, no se puede obtener una comprensión cualitativa y conceptual de una composición imbricada y entrelazada, que intersecta historias de vida e historias sociales. Después de tantas sorpresas, al descubrir personajes más cercanos a la comedia que a la consecuencia, sobre todo, cuando llegan al poder, queda más claro aún, que no se pueden separar el campo político y el campo ético, para decirlo de esa manera, usando la figura espacial como metáfora; no se puede separar acontecimiento político y acontecimiento subjetivo.
La trayectoria intensa de vida de Marcelo Quiroga Santa Cruz - sin convertirlo en lo que los convierte a sobresalientes intelectuales críticos y militantes consecuentes, más aún, si han sido víctimas de la represión sanguinaria, pues esta es una manera de momificarlos y convertirlos en pieza de museo, por más buenas intenciones que se tenga, por más admiración que exprese - se convulsiona, cuando se cruza, en coyunturas álgidas, de crisis y de emergencia movilizada. Esta conexión vital entre la experiencia social y la experiencia individual, entre la memoria social y la memoria individual, parece ser la clave para comprender y entender la dinámica misma del acontecimiento político.
Sin desconocer los aportes brindados por la episteme de la modernidad, con el despliegue de sus ciencias, sus saberes, sus tecnologías, una gran falencia fue el querer conocer los fenómenos como si fuesen procesos lineales y causales. La política, por ejemplo, se estudió, en un principio, como prácticas, procedimientos, cálculos y estrategias empleadas por grupos de poder. Después, como física social, que puede explicar las crisis como desequilibrios. Un tercer paradigma, por así decirlo, fue el tomar como referente primordial y casi absoluto al Estado, convirtiendo así a la ciencia política en la ciencia del Estado. Un cuarto paradigma, se conforma no solo en la identificación de regularidades, sino, sobre todo, de estructuras institucionales. Un quinto paradigma, convierte a la historia en el movimiento que explica los procesos políticos; la historia vendría a ser la dialéctica donde se realiza la astucia de la razón. Viene, no necesariamente después y secuencialmente, el paradigma denominado como estructural funcionalista, con marcada arquitectura metodológica y conceptual weberiana. No deberíamos ser injustos, deberíamos obligarnos a seguir la lista de paradigmas en la arqueología de la llamada ciencia política; sin embargo, no corresponde, ahora, dibujar el mapa epistemológico o la arqueología del saber de la ciencia política. Sino anotar ejemplos de esta separación de campos de estudio, el campo político, el campo ético, el campo de las subjetividades singulares condensadas.
La política no funciona por sí sola, sino es dinamizada por los sujetos sociales, en su condición individual y en su condición colectiva. Que el acontecimiento político no dependa de los perfiles subjetivos, sino de la integración compleja de múltiples procesos entrelazados en distintos planos y espesores de intensidad, de ninguna manera minimiza, ni mucho menos, desecha, la incidencia subjetiva, sino que la considera justamente en la única manera efectiva de manifestarse, combinada, articulada, en la interjección de múltiples planos y espesores de intensidad. Por lo tanto, no se trata tanto de entender una historia de vida o una historia política, sino comprender la dinámica compleja de los procesos inherentes al acontecimiento, donde las subjetividades, usando esta figura heredada, son como los impulsos y las voluntades de las fuerzas intervinientes.
Parece que es en estas composiciones y sus combinaciones singulares, en estas dinámicas complejas, compuestas en la multiplicidad de procesos imbricados, donde podemos lograr percepciones sociales adecuadas a la complejidad del acontecimiento. Comprender sus desenvolvimientos y despliegues, así como sus pliegues, sus mediaciones y desenlaces. Es indispensable volver a analizar los procesos político-sociales experimentados, desde la perspectiva de la complejidad, para comprender tanto sus dinámicas y sus desenlaces. Las explicaciones heredadas no logran desentrañar las estructuras, articulaciones, mecánicas y composiciones de estas dinámicas. Las narrativas teóricas heredadas nos dejan insatisfechos, pues no terminan de explicar el acontecimiento ni lo acontecido, salvo el ofrecernos marcos teóricos, que dan cuenta de analogías y diferencias de los sucesos y eventos políticos, aseverando que es una causalidad encontrada la que explica, en uno de los paradigmas; o se trata de la identificación de estructuras subyacentes, que dan sentido a los hechos, que parecen contingentes. En otro caso, se remarca y se hace hincapié en la lucha de clases como el fondo de los fondos de la historia y de los desenvolvimientos económicos, sociales, jurídicos, políticos y culturales. La tesis de la lucha de clases, que deviene de los discursos histórico-políticos, críticos de la dominación, por lo tanto, categoría conceptual que hace inteligible la formación social, se convierte, en la formación discursiva marxista, en la contradicción primordial de la sociedad y de la historia social, convirtiendo a una admirable configuración conceptual de lectura de la realidad efectiva social en un referente metafísico de las contradicciones, reducidas a conceptos abstractos. Algo así como la providencia materialista.
Sin desconocer todos los aportes que hayamos podido heredar de estas interpretaciones de la episteme moderna, conformada por la epistemología de los esquematismos duales, no es justificable, tampoco sostenible, continuar con estos paradigmas, pues, en la contrastación, con la realidad efectiva dada y dándose, resultan evidentemente insuficientes. Hay que optar; defender los paradigmas como verdades o, a partir de esta herencia, avanzar en la comprensión de la complejidad, sinónimo de realidad. La actitud, vuelta costumbre, opción partidaria, también académica, fuera de ceremonial, de preservar los paradigmas es fetichista e “ideológica”. Puede ayudar a rumiar en los cuatro estómagos estas teorías, sacando buena leche; empero, no ayuda en nada al avance de la comprensión, el entendimiento y el conocimiento de la realidad efectiva social y de las problemáticas que se enfrentan.
Volviendo al tema. La evaluación y el análisis de la conexión singular entre las intensidades de la historia de vida de Marcelo y el acontecimiento Bolivia, sobre todo el desenlace fatal, nos puede ayudar en la reflexión de los decursos problemáticos del presente, así como también, retrospectivamente, la compresión del presente vivido por Marcelo.
Aproximaciones hipotéticas a la conexión singular ética y política
1. El análisis de la singularidad no solamente supone la hermenéutica de lo único, sino también la comprensión de la excepcionalidad.
2. En contraste con la búsqueda de regularidades generalizables, la excepcionalidad busca la composición y combinación de la excepción que confirma la regla.
3. La estructura de la composición compleja de la singularidad, de lo único, de la excepcionalidad, enseña más sobre la realidad efectiva que la estructura analógica de la generalización.
4. La realidad efectiva corresponde a la simultaneidad dinámica integral y sincrónica de múltiples singularidades.
5. La realidad efectiva se realiza simultáneamente en la dinámica de las composiciones y combinación de composiciones singulares, siendo ella misma una singularidad compleja integral.
6. Cuando se habla, se escribe, se denota, se connota y se expresa la realidad efectiva, se lo hace desde la misma realidad efectiva, desde su simultaneidad dinámica y sincronizada. Esta habla, esta escritura, esta enunciación, forma parte de la sincronización misma de la simultaneidad dinámica de la realidad efectiva. Es una singularidad de la complejidad.
7. ¿Cuál el substrato complejo de lo que las sociedades antiguas identificaron, con distintos nombres, en distintas lenguas y culturas, incluso con diferentes interpretaciones, lo que en griego se llamó ethos? Recurriendo a la etimología, cuál es el substrato complejo de la costumbre y conducta, del carácter, de la personalidad, del conjunto de rasgos y modos de comportamiento, que constituyen el carácter de una persona o una comunidad. Cuando se define el ethos de esta manera, señalando tradiciones, comportamientos, perfiles, caracteres, personalidad o identidad, individual o comunal, se atribuye el sentido compartido colectivamente a las pragmáticas y formaciones que inciden, así como en los logros o realizaciones de estas pragmáticas. Una interpretación etimológica que diferencia éthos y ëthos; significando la primera expresión predisposición y la segunda costumbre. De aquí se colige que la primera derivación se traduce en la palabra latina moralis, que, obviamente no resuelve el problema de la distinta connotación. Empero, independientemente, de las interpretaciones asumidas institucionalmente por las sociedades, los conceptos emitidos se refieren al substrato de la experiencia social, a los registros e interpretaciones perceptuales de la memoria social, incluso a la intuición social recortada y detenida en una significación asumida socialmente. Es este substrato social y corporal que puede la arqueología de ethos ser concebido, aunque sea metafóricamente, como plegamiento de la experiencia, la memoria y la intuición sociales.
8. Desde esta perspectiva, el ethos se convierte en potencia o composición de la potencia social. No hay fuerza sin potencia, la fuerza plena esta imbuida de lo que puede. En la dinámica política son las fuerzas y sus impulsos, son las fuerzas y sus potencias, las que deben ser tomadas en cuenta.
9. Ahora bien, cuando una fuerza es separada de lo que puede, cuando una fuerza es separada de su potencia, entonces, estamos ante una fuerza vaciada de su contenido, de su impulso, de lo que puede, de su capacidad creativa. Esta fuerza se ha convertido y reducido a mera captura de energía, usada con propósitos y fines, que no corresponden a la voluntad, por así decirlo, de la fuerza, sino a estrategias de poder.
10. Las dinámicas políticas desencadenan las potencias de las fuerzas; entonces, se trata de concurrencia de fuerzas en planos y espesores de intensidad. No solamente se da una resultante de la correlación de fuerzas, sino también, un desenlace, por así decirlo, de la convulsión de las potencias.
11. En cambio, las dinámicas del poder, separan a las fuerzas de los que pueden, de sus potencias; al hacerlo, no solamente vacían de contenido a las fuerzas, sino que la resultante de la correlación de fuerzas es nihilista, la imposición de la voluntad de nada; además de que el desenlace es destructivo, en lo que respecta a las liberaciones, emancipaciones, armonizaciones inter-sociales, trans-sociales y con los ciclos vitales.
12. En el mundo efectivo, animado por la potencia, el poder, que es lo que anula la potencia, aparece como truncamiento de la vida, por lo menos, en lo que respecta a las sociedades humanas. Como una perversión en los mismos ciclos de reproducción vitales de las sociedades humanas. Como si la vida en toda su complejidad ecológica, simultanea e integrada, aislara una formación vital, cuya programación no parece ya la de la continuidad de la vida sino que apunta al del suicidio colectivo.
13. Hay, de todas maneras, como un dilema desafiante en las sociedades humanas: optar en la concurrencia de las correlaciones de fuerza o por el decurso del poder, que es el del nihilismo y del suicidio colectivo, u optar por la liberación de la potencia social, que corresponde a la integración a los ciclos vitales, a la ecología de la biodiversidad del planeta, a los ciclos vitales de la simultaneidad compleja y dinámica, sincronizada, del pluriverso.
Huellas en el presente y horizonte de espera
En el presente dilatado, la historia reciente, está estratificada en las dinámicas de las memorias sociales; la historia larga, correspondiente a las estructuras de larga duración, está sedimentada en la geología y gramatología de las huellas, hendidas en los planos y espesores de intensidad del presente. Es en este presente que recogemos los recorridos trazados por individualidades excepcionales, que contienen al país. Es en este presente donde nos toca volver a aprender de estas experiencias singulares; sobre todo, aprender de sus conexiones éticas y políticas, que motivaron y dinamizaron decursos trastrocadores a las rutinas y estructuras institucionales del poder.
Lo que parece que hay que aprender es que las actuales conexiones éticas y políticas, de plegamientos corporales-subjetivos y despliegues políticos, se hacen posibles y se realizan logrando otras singulares conexiones, composiciones y combinaciones de ética y política, en los contextos complejos de la realidad efectiva y problemáticas del presente. Esto implica, invención y creatividad de la potencia social; de ninguna manera una imitación y repetición recurrente. Esto sería una castración y renunciar a la enseñanza de las vidas intensas entregadas a proyectos políticos liberadores y emancipadores, en pleno sentido de la palabra. Política como realización de la democracia radical, el autogobierno.
[1] Horizontes de la descolonización: https://pradaraul.wordpress.com/2015/06/09/horizontes-de-la-descolonizacion-3/.
Leer más: http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/de-la-soberania-al-autogobierno/
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