viernes, 1 de julio de 2016

La subversión de la política y de la ética

La subversión de la política y de la ética


Raúl Prada Alcoreza


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Sabemos que la economía política generalizada constituye al sistema-mundo capitalista, que el sistema-mundo corresponde al mundo de las representaciones de la modernidad, también al mundo de las mallas institucionales. Ambos mundos han afectado al mundo efectivo, conformando no solo una geopolítica del sistema-mundo capitalista, sino toda una geografía humana, que ha definido su espacio estriado, sus cartografías expandidas, sus espacios comunicacionales, de circulación y de mercados. Empero, la pregunta pertinente es la siguiente: ¿estos mundos, el imaginario y el institucional, contando con su geopolítica del sistema-mundo, además de la geografía humana y los espacios comunicacionales y de circulación, son la realidad efectiva en toda su complejidad dinámica e integral? Es decir, ¿han logrado cubrir y abarcar la totalidad dinámica del planeta, de la biodiversidad y de los ciclos vitales integrados?

Bueno, esa es la pretensión de la “ideología” de la modernidad[1]. La episteme de la modernidad, las formaciones discursivas y enunciativas epistemológicas de los dualismos esquemáticos, no tienen como referente la complejidad, sinónimo de realidad, sino, mas bien, todo lo contrario, la reducción o reducciones instrumentales de la complejidad; es decir, recortes operativos, que son interpretados en sus separaciones y autonomizaciones abstractas. La episteme de la modernidad tiene su horizonte de visibilidad y de decibilidad circunscrito, mucho más reducido, mucho más acá de los horizontes nómadas de la complejidad, que ya hemos configurado como mundo esférico sin horizontes[2]. En consecuencia, para decirlo de una manera simple, la episteme moderna no logra ver la complejidad; por así decirlo, la totalidad del planeta, de las dinámicas de la biodiversidad y sus ciclos vitales integrados. Está muy lejos de comprender, en consecuencia, de conocer la complejidad dinámica de la realidad efectiva[3].

Podemos decir también que está lejos de abarcar la complejidad dinámica del mundo efectivo. No es pues la realidad, sinónimo de complejidad. Es nada más que el recorte de realidad, lograda por su mundo de representaciones, su mundo de mallas institucionales, su geopolítica, su geografía humana y sus espacios comunicacionales y de circulación.  El pretender deducir, estimar, predecir, a partir o en el marco de este recorte de realidad, que solo tiene en cuenta una selección de planos de intensidad, además, no articulados ni integrados, sino tomados como campos autonomizados, es como pretender orientarse en un laberinto, sin contar con referentes adecuados. Hablamos de las llamadas ciencias sociales y humanas. Las predicciones en la física clásica fueron posibles matemáticamente, también en un universo recortado, por lo tanto, circunscrito y acotado, además, bajo la conjetura de un espacio absoluto y un tiempo absoluto. Fuera de este universo recortado, las predicciones de la física clásica no eran posibles.

La “ideología” de la modernidad cree que su mundo recortado es la totalidad del mundo efectivo, cree que su recorte de realidad es la realidad efectiva, sinónimo de complejidad dinámica. Por ejemplo, cree que la economía política capitalista es la realidad, así como su malla institucional del orden mundial. En consecuencia, no solamente saca conclusiones de este supuesto pretensioso, sino que despliega acciones y políticas, ocasionando efectos masivos que no controla.


Volviendo al tema de la política y de la ética, de la separación de la política y de la ética, de la reducción de la política y de la ética, de su empobrecimiento, es más, de su conversión en dominación, en el caso de la política, de su conversión en moral, en el caso de la ética, la “ideología” de la modernidad, considera que de lo que hace y habla es política, así como de lo que hace y reflexiona es ética. Cuando lo que hace y de lo que habla ha dejado de ser política; es dominación. Lo que hace y reflexiona ha dejado de ser ética; y es moral privada.

Una consecuencia de esta restricción de la modernidad, de sus economías políticas, de sus campos autonomizados abstractos, es que, si bien, la “política”, en sentido de dominación, se impone como “ideología” del poder, como materialización institucional de las dominaciones, trayendo a colación la geopolítica del sistema-mundo, la geografía humana moderna, los espacios comunicacionales y de circulación, no ha desplazado efectivamente a la politeia, integrada a la parrhesía, articulada a la aletheía y al ethos.

Podemos decir que esto pasa no solamente por la persistencia de las tradiciones, por las resistencias culturales, por la sedimentación de los habitus, sino porque no se puede borrar de sopetón, por un expansivo despliegue de la racionalidad instrumental, configuraciones imaginarias, simbólicas y narrativas, que se conformaron en las experiencias sociales de las sociedades humanas, sirviendo de estrategias de sobrevivencia y de interpretaciones de las adaptaciones y adecuaciones sociales. Tampoco se pueden borrar estructuras comportamentales que respondieron, durante largos ciclos, a las experiencias sociales, a las memorias sociales, que estructuraron resoluciones sociales a problemas histórico-culturales-sociales-políticos enfrentados, buscando formaciones subjetivas adecuadas para atender estos problemasformaciones pedagógicas y hermenéuticas realizadas en pragmáticas éticas y políticas.

La modernidad, animada por sus logros tecnológicos y la mundialización de sus dominaciones, integradas en la economía política generalizada[4], aunque no sea consciente de ésta, sino tan solo de la economía política restringida al campo económico, ha creído que podía reducir todos los planos y espesores de intensidad de las sociedades humanas, planos de intensidad que no los conoce, sino parcialmente; además, de aislaros y suponerlos autonomizados, por lo tanto, sin considerar su articulación e imbricación. En estas circunstancias, en estas condiciones, con estos conocimientos abstractos e insuficientes, obviamente no desplazó a la politeia, a la aletheía y al ethos, integrados en la parrhesía, sino tuvo que recurrir a la violencia para imponerse.

Se recurre a la violencia cuando el poder, el proyecto de poder, las estrategias de poder, los diagramas de dominación y cartografías “políticas” no concuasan con las dinámicas complejas de la realidad efectiva, no concuasan con los ciclos vitales. La violencia no solamente busca doblegar a los cuerpos, a las resistencias, en la pretensión imposible de dominar y capturar la vida, sino también descarga su disponibilidad de fuerzas contra la espontaneidad. A pesar de sus imposiciones forzadas en los espacios controlados por sus mallas institucionales, en el corto plazo y de manera provisional, el poder está derrotado de antemano; no puede convertirse en parte de la espontaneidad de la realidad efectiva. Está obligado a reiterar recurrentemente y obsesivamente a la violencia desenvuelta, a la reproducción constante de las estructuras institucionales, de la estructuras de los esquemas de comportamientos inducidos y de los habitus.

Por lo tanto, la politeia y el ethos, al no haber sido desplazados efectivamente y de una manera permanente reaparece en momentos intensos, en coyunturas de crisis, en des-constituciones de sujetos domesticados y reconstitución de sujetos rebeldes, encarnándose en individualidades intensas, criticas, interpeladoras y de acción subversiva.  








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