Reflexionando sobre experiencias
Raúl Prada Alcoreza
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¿Qué nos enseñan las trayectorias de vida? Fuera de la narrativa que se puede lograr, ya sea como interpretación literaria o, en su caso, psicológica, en el sentido
del análisis de las conductas y los comportamientos; fuera, si se quiere, del aprendizaje político, en el sentido que
le hemos dado, como politeia; ¿qué
nos enseña como aprendizaje para el presente? Tanto para comprender el presente como para orientar las prácticas
en el presente. Hemos dejado clara
nuestra diferencia y distancia
respecto a convertir una trayectoria ejemplar
en un mito, también en un modelo a seguir, otorgándole algo así como un nombre propio al seguimiento
de la labor emprendida por el referente
ético y político del protagonista en
cuestión. Estamos contra estas reducciones “ideológicas” del acontecimiento, que es una historia de vida consecuente, por así
decirlo. Como dijimos, nos interesa aprender de la excepcionalidad de un perfil
subjetivo, pragmático, en el sentido pleno de la palabra, es decir, de acción, de la composición armoniosa entre ética
y política, para no complicar las figuras, con otros planos y espesores de intensidad. Pues, en esta excepcionalidad, parece encontrarse la comprensión de las posibilidades inherentes a los sujetos,
posibilidades que son inhibidas,
debido a las renuncia a su propia potencia, entregándose a las capturas y manipulaciones del poder.
Este es un primer punto, en lo que respecta al aprendizaje para la comprensión y la acción
en el presente. Un segundo punto,
tiene que ver con la pertinencia política
del proyecto político del referente ético y político. Este tópico
tiene que ser abordado tanto desde la pregunta de lo que no se ha resuelto
respecto de la problemática planteada
por el proyecto político, de su
tiempo, así como por la complejidad
de la problemática en el presente. Respecto a la problemática de
la dependencia de la formación social
boliviana, en relación a la trayectoria
política y de lucha de Marcelo Quiroga Santa Cruz, podemos decir, de una
manera resumida, que en lo que respecta a la dependencia, asentada en un modelo
económico colonial extractivista del capitalismo dependiente, el problema heredado no ha sido resuelto.
En este sentido, incluso, podemos inferir que el programa de nacionalizaciones,
tal como lo interpretamos y expuesto,
es pertinente y urgente hoy. Sin embargamos, consideramos que la problemática en el presente ha adquirido una complejidad
mayor, tanto desde la perspectiva de
la experiencia social y política y de la memoria social y política, así
como de la modificación de las condiciones estructurales del sistema-mundo
capitalista hoy, con respecto al pasado inmediato. Para decirlo fácilmente,
la estructura de dominación y hegemónica del sistema-mundo capitalista ha cambiado, si se puede decir,
radicalmente. La dominancia, en lo
que podríamos llamar composición
estratégica del capitalismo, no radica en la preponderancia del capital industrial, sino en el sobrepeso
del capital financiero; esto
convierte al carácter del capitalismo hoy en especulativo. En consecuencia, el objetivo de la independencia
económica parece no radicar en lo que se creía, por lo menos, en las
décadas de mediados del siglo XX; en la industrialización.
Esta diferencia, que parece radical, en lo que
respecta a la crisis del capitalismo
hoy y a las salidas y alternativas al
sistema-mundo capitalista hoy, no le
quita méritos ni a la trayectoria ética y
política del referente subjetivo,
tampoco a su programa de
nacionalizaciones. Lo que pasa es que las salidas radicales hoy, las salidas
alternativas hoy, yendo más lejos, las salidas
alterativas hoy, reubican el papel de las nacionalizaciones. Siguiendo la exposición sucinta y directa,
diremos que las nacionalizaciones no
tienen como finalidad la soberanía, es decir, la consolidación
del Estado-nación, sino el autogobierno de los pueblos; es decir,
la profundización de la democracia, haciéndola efectivamente participativa y convocante. Además, a
las alturas de la crisis económica,
política, cultural y civilizatoria, de la crisis ecológica, ya no se puede circunscribir las transformaciones, las realizaciones del autogobierno en la geografía política de los Estado-nación, sino, que es
indispensable, borrar las fronteras, el fetichismo
de los Estado-nación, y convocar a los pueblos del mundo a conformar una Confederación Plurinacional de Autogobiernos
de los Pueblos del Mundo.
De estos temas hemos hablado en otros ensayos. Ahora
no insistiremos en ellos. Lo que interesa es aprender las consecuencias del aprendizaje
de las huellas trazadas por una historia de vida ejemplar y admirable en
el presente. En consecuencia, el
tercer punto es el siguiente: la convocatoria
o si se quiere, para decirlo de una manera exaltante, el manifiesto. En este tercer punto, en el presente, no parece ser el partido
el núcleo u organismo convocante. Que, además, ya en la época de Marcelo
Quiroga Santa Cruz, no dio los resultados esperados, ni fue el sujeto vanguardista deseado. El devenir de la convocatoria parece ser otra. Lo que vamos a decir ya suena a
especulación, pero, lo vamos a decir, por razones de exposición. La convocatoria debe ser – déjenos utilizar figurativamente este debe, que nos acerca a principio categórico – una construcción colectiva y participativa.
Con esto no decimos, de ninguna manera, que los colectivos activistas no tienen alguna
tarea; al contrario, la tienen, pero, no la que imaginó el bolchevismo, en su tiempo.
Tienen la tarea de activar la potencia social. Para que los sujetos sociales, que liberan su potencia social, puedan construir
la convocatoria, en este caso, local,
nacional, regional y mundial. No parece tratarse de presentar un programa de vanguardia para orientar a
las masas; este programa sería una
simpleza inútil, ante la complejidad
que enfrentamos; sino de un manifiesto
o muchos manifiestos que hablen, por así decirlo, a los oídos de la potencia social, inherente a lo que sabe el cuerpo; no a los oídos
“racionales”, educados por las mallas
institucionales de los diagramas de
poder.
Esta tarea, que parece difícil lograrla, pues no
sabemos cómo comunicarnos con la potencia de los cuerpos, si así la
podemos llamar, no excluye tareas concretas del activismo, con respecto a la defensa de los derechos, en toda su
gama de generaciones, las luchas por demandas concretas de colectivos
específicos, la agitación en torno de determinadas conquistas a obtener, la
movilización en contra de las formas destructivas del extractivismo,
industrialismo, consumismo, anti-ecologismo, sino que les otorga una integralidad y consecuencias mayores.
En conclusión, sobre la pertinencia de estas trayectorias de vida, podemos decir que,
en el presente, ya son huellas hendidas en el acontecimiento social; las mismas que
inciden, no solo como memoria y referente, sino como inscripción en las predisposiciones
sociales, afectivas, imaginarias y racionales, perceptuales sociales. No se trata de seguirlos, como sugiere una ingenua proposición política e “ideológica”, que también
puede encubrir un juego de poder,
sustentándose en el prestigio de los
héroes. Esto es innecesario, pues están en el presente como huellas
inscritas en el acontecimiento,
sino combinar estas huellas en
composiciones sociales, colectivamente decididas, en un presente activado por la democracia
radical; es decir, el autogobierno.
El presente está
en las manos de los que están presentes
y pueden activar un presente potente,
creativo, vital, o, en su defecto, un presente
reiterativo del pasado de dominaciones,
capturas, inhibiciones y castraciones de los cuerpos.
Retomando las exposiciones, sobre todo la vinculación
de la parrhesía y la democracia, cuando dijimos, retomando la
tradición de la politeia, del ethos, de la aletheía, por lo tanto, del decir
la verdad, podemos concluir que el decir
la verdad tiene como condición de posibilidad
el autogobierno, el dar la palabra al pueblo. Además no se
trata solo de la palabra y de tener
la posibilidad de hablar, sino de la posibilidad de la acción libre y creativa.
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