miércoles, 6 de julio de 2016

La praxis revolucionaria

La praxis revolucionaria


Raúl Prada Alcoreza


La praxis revolucionaria.pdf









Desde la perspectiva llamada revolucionaria, es decir, que incide en la transformación del mundo, usando la frase empleada por Marx en las Tesis de Feuerbach, ¿qué es una “corriente revolucionaria”? La definición más adecuada parece ser la misma que utiliza Marx para definir el comunismo. No como utopía, sino como praxis; praxis transformadora en el presente. En consecuencia, no parece adecuado recaer en la “ideología” y reducir la “corriente revolucionaria” a una “ideología”; en su caso, a un discurso o formación discursiva; en el mejor de los casos, a una teoría; “ideología”, discurso y teoría, pretendidamente “revolucionarias”.  Todo esto es volver a la representación, dejando la acción de lado o, si se quiere, la acción como verificación de la verdad “revolucionaria”. Pero, hay peores hipostasis de lo “revolucionario”; los disfraces, las imposturas, las simulaciones. Cuando ciertos epígonos se invisten de los trajes o indumentaria, incluso frases, hasta pueden llegar a discursos, de antiguos o anteriores revolucionarios, usando estos símbolos como recursos de juegos de poder. Usando el prestigio de las revoluciones hechas como aval para inconductas en el presente.

La palabra “corriente” obviamente es una metáfora fluida, que corresponde a ríos o corrientes marítimas, también a corrientes climáticas; en todo caso, se refiere a tendencias. Sin embargo, la costumbre en la diatriba de la “izquierda”, entre fracciones sectarias de la “izquierda”; cada cual pretendiéndose más “revolucionaria” que la otra o más auténtica, es reducir la semántica metafórica de “corriente” a la corriente discursiva, que a su vez corresponde al fragmento de la “ideología”.

Leszek Kolakowski publicó en tres tomos Principales corrientes del marxismo[1]; investigación y análisis histórico crítico de las corrientes marxistas, dadas desde la constitución fundadora. El historiador y filósofo marxista, además de fenomenólogo, usó la metáfora “corrientes” en el sentido que le dio Marx a la figura intensa de comunismo; como praxis. Entendiendo que ésta actividad, acción, práctica, se da incorporando la teorisis, si se puede hablar así, o la teoría, como instrumento mismo de la acción revolucionaria.  La evaluación efectuada en la descripción y en el análisis de las corrientes marxistas se da comprendiendo praxis y teoría, formación discursiva e “ideología”. Esto le permite visualizar los contrastes entre teoría y realización, entre interpretaciones de la realidad y realidad efectiva; contrastes evidenciados a través de los sucesos, eventos y acontecimientos histórico-políticos-económicos. Además de permitirle cotejar las diferencias entre corrientes, así como entre contextos histórico-políticos-económicos, que les tocó vivir; del mismo modo, como se dieron las posiciones en los debates al interior de las corrientes.

¿Cómo hablar de “corrientes revolucionarias” en Bolivia? Obviamente, dejaremos de lado, las pretensiones discursivas de las posiciones marxistas, de toda clase, pretendidamente “revolucionarias”. No nos interesa su diatriba; quizás sí, el debate, exiguo, que se dio tibiamente, alguna vez. Lo que nos importa es identificar, si se quiere, a lo que podríamos denominar adecuadamente “corriente revolucionaria”, en el sentido que le hemos atribuido.

Comenzaremos con la consideración de la historia inaugural de la lucha de clases, que la supuesta historia, contada por las fracciones reclamadas de marxistas, ocultaron y ocultan. Esta historia inaugural o este nacimiento tienen que ver con las organizaciones, asociaciones, comunidades, formas de acción y formaciones discursivas anarquistas. Lo que pasó en Bolivia no es una historia particular, sino forma parte del nacimiento de las concepciones modernas de la lucha de clases, que, en su nacimiento, fueron anarquistas. Esta, la anarquista, es una corriente revolucionaria, matricial en Bolivia. Su acción, sobre todo, la vinculación con los gremios, los fabriles, las artesanas y el proletariado, muestra la concreción de la corriente como praxis e interpelación discursiva. Hay que anotar que lo que distingue al anarquismo de las corrientes marxistas es su radical consecuencia de contra-poder, su clara comprensión de que el Estado es la otra cara del capital, la otra cara de la medalla de la dominación capitalista.  

Sobre los marxismos que coagularon en Bolivia,   debemos ser cautelosos al visualizarlos, desde esta perspectiva de la “corriente revolucionaria”. A Bolivia, como a otros lugares del continente, el marxismo llegó chamuscado; salido de sus fraccionamientos, escisiones, y dramáticas experiencias. Esta situación complica al momento de identificarlas, política e “ideológicamente”, como “corrientes revolucionarias”.

El trotskismo quizás se adelantó con la difusión intelectual, con la proclama de consignas de transición, como las emitidas por Tristan Marof, cuando declara ¡Tierras para el indio, minas para el Estado! Después, sobre todo cuando la mayoría de los cuadros trotskistas ingresan al Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), como entrismo - táctica de la cuarta internacional en ese entonces, para dividir partidos de masa y conformar el partido revolucionario -, quedando solo un pequeño grupo, liderado por Guillermo Lora, que se da a la tarea de distinguir al Partido Obrero Revolucionario (POR), del entrismo; también y sobre todo, del partido populista del nacionalismo revolucionario.

El denominado comúnmente estalinismo, se conformó como partido en Chile; esto no lo hace externo a Bolivia. Se trata del apoyo conseguido del Partido Comunista de Chile o lo que va a ser este partido en la organización del Partido de Izquierda Revolucionario (PIR); matriz de lo que va a ser el PC boliviano; fundado por Sergio Almaraz Paz, insigne militante de la célula Lenin del PIR. El PIR va a reunir a un contingente connotado de intelectuales de “izquierda” de la academia universitaria, además de importantes dirigentes sindicales y sindicatos obreros.

Ahora bien, la pregunta es: ¿podemos considerar al POR, al PIR, después al PC, como “corrientes revolucionarias”, en el sentido asumido? Si hacemos una evaluación rápida, por motivos de espacio, en este artículo circunscrito, si evaluamos los resultados del entrismo, que terminó asimilando al MNR a los cuadros trotskistas, no parece adecuado nombrarla o reconocerla como “corriente revolucionaria”. En cambio, cuando vemos la influencia del POR, distanciado y diferenciado de los ex-camaradas entristas, en la constitución de la “ideología” del proletariado boliviano, particularmente minero, desde la Tesis de Pulacayo hasta las tesis de la Central Obrera Boliviana (COB), que la reiteran, podemos animarnos a identificar aquí una “corriente revolucionaria”. Que si bien, no obtuvo el desenlace de la efectuación de la revolución permanente en Bolivia, forma parte de la consciencia del proletariado boliviano, en lo que respecta a su concepción de identificación de clase y su papel protagónico en la historia política del país.

Por otra parte, si observamos la participación del PIR en la formación organizativa del proletariado boliviano, particularmente minero; además de su participación e incumbencia, junto al POR y al MNR en la guerra civil de 1949; antecedente de la revolución de 1952; también podemos animarnos a decir que estamos ante una “corriente revolucionaria”. Empero, tenemos un problema; el PIR se inmiscuye en la conspiración oligárquica contra el presidente bonapartista y nacionalista Gualberto Villarroel, quien comienza a afectar los intereses de los “Barones del Estaño, la burguesía minera y el llamado “Super-Estado minero”. Lo hace a nombre de la alianza con la burguesía nacional en contra del “fascismo”; consigna urdida por la tercera internacional, ya controlada por el estilismo, en el contexto de la segunda guerra mundial. Desde nuestro punto de vista, este es una acción reaccionaria; interpretación corroborada por el suceder histórico posterior.

Ante el impresionante desborde proletario y campesino de la revolución de 1952, que en tres días destruyen al ejército oligárquico, conformando, en la lucha, las milicias obreras y campesinas; convirtiendo a la COB en parte del poder dual, con los obreros armados; Sergio Almaraz decide separarse del PIR y constituir el PCB. Reconociendo que estamos ante una revolución obrera y campesina, atrapada en la “ideología” del nacionalismo-revolucionario. Revolución que había que apoyar y en la que habría que abrir senderos hacia el socialismo. Sin embargo, cuando los jóvenes comunistas, fundadores del flamante PCB, aceptan el pedido de los viejos militantes del PIR, de ingresar al PC; los viejos militantes, en el comité central, terminan expulsando a Sergio Almaraz Paz del Partido Comunista que fundó, acusándolo de “nacionalista”, además de “leer más a Camus que a Kostantinov”. Es este PC el que va a ser desacreditado por el “Che” Guevara, cuando se arma la guerrilla, que debía ser continental, y estalla la misma premeditadamente, cuando se la descubre. ¿Podemos llamar al PC “corriente revolucionaria”? No vamos tocar aquí la sinuosa historia del PC-ML boliviano; lo hicimos en Acontecimiento político[2].

Parte de la Juventud Comunista se incorpora a la guerrilla del “Che”, para decirlo rápida y simplonamente. Los que se incorporan mueren o son apresados, en el decurso dramático de una guerrilla que tiene que anticipar su nacimiento y concluir en el desenlace fatal que conocemos. En el decurso de la preparación de la guerrilla y la duración misma de las acciones guerrilleras se organiza el ELN boliviano. Después de la muerte del “Che” y el final de la guerrilla en Ñancahuazú, lo que queda del ELN va a sufrir la represión sañuda, experimentando la trágica desaparición de sus paladines.  Sobre estos vestigios, por así decirlo, sobre todo, contando con el prestigio del héroe y el mito del “Che”, se conforma un nuevo ELN. Sin embargo, este ELN nunca va estar a la altura de su antecedente heroico; es más, va sustituir la guerrilla por una simulación de guerrilla; tropa improvisada, contra toda estrategia y experiencia guerrillera. En Teoponte se muere más por hambre que por combate. Manifestando claramente una sumatoria de falencias, improvisaciones e irresponsabilidades, que no se pueden ocultar con la narrativa condescendiente de un libro de historia sobre esta guerrilla, ni con el chantaje emocional del romanticismo recurrente cuando falta el gasto heroico necesario. ¿Puede considerarse al ELN boliviano “corriente revolucionaria”?

Dando grande saltos, por los motivos comentados, ingresando al periodo del llamado “proceso de cambio”, que abarca, por lo menos, en la historia reciente, el periodo 2000-2016, sin considerar los entretelones, las crisis “ideológicas”, los cambios de perspectivas interpeladoras y críticas al capitalismo, desde la perspectiva indígena, podemos situarnos, selectivamente, entonces sesgadamente, en la incidencia de Comuna. Este colectivo, conformado por tres vertientes críticas, consideradas del marxismo crítico, Episteme, Autodeterminación y el Ejército Guerrillero Tupac Katari (EJTK), se asumía como no vanguardista, como parte aprendiz y militante de las movilizaciones sociales anti-sistémicas del momento, comunitaria y anti-estatalista, deja una huella teórica, analítica y descriptiva en la colección de publicaciones, que corresponden al seguimiento de la movilización prolongada (2000-2005), fuera de su aprendizaje como colectivo activista en las movilizaciones. El desenlace de la movilización prolongada es conocido; el Movimiento hacia el Socialismo (MAS) llega al poder a través de elecciones. Bolivia tiene su primer presidente indígena, se nacionalizan los hidrocarburos y se convoca a la Asamblea Constituyente.  Sin embargo, resumidamente, el periodo de gestiones de gobierno muestra que el “gobierno progresista” no sale del círculo vicioso del poder; repite la triste historia de la genealogía política de la modernidad, donde las revoluciones cambian el mundo, pero, se hunden en sus contradicciones. Los “gobiernos progresistas”, en América Latina, mejoran las condiciones de las relaciones de intercambio, en el sistema-mundo capitalista, mejoran las condiciones sociales de amplios sectores sociales; empero, no trastocan la estructura social de las desigualdades, tampoco cambian la estructura de poder heredado del Estado-nación subalterno. ¿Puede considerarse a Comuna como una “corriente revolucionaria”?

Una conclusión, también rápida, podría ser la siguiente:

1.   Las “corrientes revolucionarias”, en el sentido pleno de la palabra, como lo hemos definido, son escazas. Los procesos de formación de estas “corrientes” generalmente no concluyen, pues no logran realizar la praxis como subversión y creación de un mundo liberado y emancipado.

2.   Parece que las “corrientes revolucionarias” aparecen en los nacimientos de las mismas, en las fundaciones; se hace más difícil sostenerse como tales, en la medida que la complejidad de la realidad efectiva plantea problemas al proyecto liberador y emancipador.


3.   En la medida que se prefiera el “ideologismo”, es decir, el fetichismo, las narrativas apologistas, nada críticas, sino todo lo contrario, se hace casi imposible lograr la realización efectiva de “corrientes revolucionarias”.






No hay comentarios.:

Publicar un comentario