martes, 19 de julio de 2016

Desventuras del análisis político

Desventuras del análisis político


Raúl Prada Alcoreza

 

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Sobre la política separada de la ética, dejando de ser politeia, asociada al ethos y a aletheía, dejando de ser lo que es, gobierno de sí, gobierno de los otros, gobierno de la ciudad, por lo tanto, cuidado de sí mismo, cuidado de la ciudad, convirtiéndose, con la separación, en dominación, se ha edificado una ciencia política, cuya arquitectura conceptual, responde al esquematismo dualista del amigo y enemigo. El análisis que despliega esta ciencia corresponde a este dualismo, tanto en el caso del análisis político, propiamente dicho, de la ciencia política, así como cuando se generan discursos “ideológicos”.

Los recientes “análisis” sobre el llamado terrorismo, reducen el esquematismo dualista a su mínima expresión. El esquema sigue siendo el mismo, dualista, correspondiente al de la ciencia de la dominación, dándole su verdadero nombre a la política, en sentido moderno, política definida por la relación amigo/enemigo. Este esquema se combina con el supuesto metodológico de la relación lineal de causa-efecto. Ya que hay un enemigo, desde las dos perspectivas opuestas, desde las dos posiciones enfrentadas, entonces, hay que buscar sus causas. En este caso, las explicaciones se diferencian; los fundamentalistas, de una u otra religión monoteísta, definen al enemigo como endemoniado; los “analistas” definen al enemigo como “terrorista”, en un caso, como “imperialista”, en otro caso. Los analistas más serios, menos mediáticos, buscan la causa en la desigualdad social, la discriminación y el racismo.

Toda la gama del análisis político, sean científicos o “ideológicos”, pone en movimiento el esquematismo dualista del amigo/enemigo y el método inductivo linealista de causa-efecto. Estas son las herramientas de análisis y los paradigmas en uso. Se esclarece entonces el círculo vicioso de las explicaciones en el análisis político. También se entiende, que al moverse, el análisis, en los espacios de estos límites, deriven en políticas infructuosas. Al reducir la realidad efectiva al tamaño y las dimensiones del esquematismo dualista político, que es, el de la “ideología” de las dominaciones, a los planos de intensidad de la política del amigo/enemigo, sugiere, de acuerdo a sus conclusiones, políticas válidas en su campo de abstracciones esquemáticas; empero, invalidadas por las dinámicas de la realidad efectiva. Algo parecido pasa con los análisis políticos; estas reducciones metodológicas, linealistas, este esquematismo reductivo, produce “explicaciones” coherentes en el paradigma en uso, coherentes en los silogismos de un análisis que cuenta, con escasos recursos y toma en cuenta pocas variables, como si la problemática en cuestión se efectuara en el plano del esquematismo y de acuerdo a la “lógica” causalista; sin embargo, las “explicaciones” del análisis político quedan como fragmentos dispersos, después del naufragio, sin poder rearmar lo que la tormenta destruyó.

Dejando de lado las interpretaciones delirantes del fundamentalismo religioso, atendiendo al análisis político, vemos los recorridos de sus desventuras. Las tramas de los análisis son como hojas perdidas en la tormenta. Las “explicaciones” dejan pendiente el referente de la explicación misma, la problemática en cuestión; contentándose con “explicar” en el plano hipotético, construido por el esquematismo y la lógica causalista, como si la problemática se comportara, tal cual, como visualiza o abstrae el esquematismo dualista. Quizás ante problemas menores, circunscritos a tópicos más simples y homogéneos, el modelo sirva mejor. Empero, cuando se trata de problemáticas que responden a la complejidad misma, sinónimo de realidad, estos modelos del esquematismo dualista son inútiles.

La problemática de la violencia, en la modernidad tardía, en el sistema-mundo, rebasa ampliamente los tanteos esquemáticos del análisis político. Siguiendo la tradición del análisis de la violencia, que resaltan en Walter Benjamín y en Hannah Arendt, podemos retomar las hermenéuticas de la violencia que lograron tejer. Comprensiones interpretativas que consideran tanto las complejidades que enfrentan, así como las condensaciones de sus singularidades. La concepción pluralista de la política en Arendt le ayuda a analizar la violencia desde las estructuras conjugadas, que derivan en el totalitarismo; que, en la concepción de Arendt, no se reduce a sinónimo de dictadura o despotismo, sino que expresa la combinación de varias estructuras afines, que corresponden a distintos planos de intensidad de la sociedad. Se puede decir, de una manera rápida, que el análisis de la violencia en Arendt abarca la crisis civilizatoria y cultural, donde es inherente la condición humana[1].

El marxismo crítico, elaborado y desplegado en los campos de la estética, le permite a Benjamín hacer auscultaciones en la sociedad, en los espesores intensos mismos, donde se manifiestan las complejidades sociales articuladas.  La literatura y el arte, aparecen no solo como manifestaciones culturales, sino como producciones sociales, que dan cuenta de imaginarios y relaciones sociales, que adquieren la tonalidad de la complejidad; saliendo del reduccionismo economicista y determinista, tan pobre, que no dio cuenta de nada, salvo el servicio prestado para legitimar las regresiones conservadoras y reaccionarias de los regímenes autodenominados socialistas. El análisis de la violencia en Benjamín, llega niveles penetrantes, correspondientes a las intensidades de la experiencia social, en las coyunturas y periodos, que le tocó vivir. El análisis de la violencia adquiere las dimensiones de la historia, interpretada como dialéctica de la destrucción. La figura que expresa metafóricamente este frenético desenvolvimiento histórico, vertiginoso y desbocado, es el del ángel de la historia, que mira aterrado el pasado; no puede ver el futuro, pues sus alas extendidas están empujadas por los vientos huracanados, que también lo propulsan irremediablemente al apocalipsis. Para Benjamín, la revolución, es la suspensión en la historia; es salir de la historia, suspenderse; en sus propias palabras y ejemplo sencillo, es parar el tren en marcha[2].

No vamos a detenernos en los análisis de la violencia de Benjamín y Arendt; tampoco en otros del mismo estilo; nos remitimos a ensayos anteriores. Lo que nos interesa es tener como referente y enseñanza esta herencia teórica crítica y volver a abordar el acontecer múltiple de la violencia en la modernidad tardía del sistema-mundo capitalista contemporáneo; ahora, intentando hacerlo desde la perspectiva de la complejidad.










Complejidad singular de la violencia

Partiremos de la interpretación que hicimos en recientes ensayos[3]; la tesis es que se recurre a la violencia cuando hay que forzar un proyecto que no concuasa con la armonía de la complejidad integral. Cuando se busca imponer una institucionalidad que no concuasa con los ciclos vitales, cuando no forma parte de las armonías de la biodiversidad del planeta, se tiene a mano el recurso a la violencia, para implantar edificaciones correspondientes a la artificialidad lograda por el poder.

La gran diferencia de los proyectos de poder con los proyectos heredados, dados y por venir, de la vida, es que la vida sincroniza sus ciclos vitales, sus procesos, sus composiciones y combinaciones de composiciones, en las distintas escalas del pluriverso. En cambio, las edificaciones institucionales del poder solo lo pueden hacer desconociendo los ciclos vitales, las sincronizaciones complejas integrales y dinámicas de la realidad efectiva.

Habíamos dicho también, que ante semejante quiebre entre edificaciones del poder y la espontaneidad de la vida, con sus proliferantes composiciones singulares creadas y creándose, el poder no puede sostenerse ni perdurar, salvo con el recurso constante a la violencia. Edificaciones de poder que se afincan en recortes de realidad, que seleccionan, premeditadamente, algunos planos de intensidad de la realidad efectiva, sinónimo de complejidad dinámica, sobre los que se asienta y cree consolidarse eternamente. Los proyectos, las edificaciones, las mallas institucionales no hallan condiciones de posibilidad para durar permanentemente. El poder, realizado en las formas polimorfas de poder, se encuentra obligado a recurrir permanentemente a la violencia, para obligar constantemente a la reproducción del poder.  Sin embargo, estos esfuerzos, por más tenaces que sean, están destinados a periclitar, pues, además de no corresponder y no ser parte da las armonizaciones de la biodiversidad, ni de las sincronizaciones de la realidad efectiva, no gozan de la espontaneidad de la vida de los proyectos vitales, de las invenciones y creaciones de la vida. Solo la re-incorporación a los ciclos vitales, a las armonizaciones y sincronizaciones de la biodiversidad, pueden lograr esa espontaneidad perdurable.

Considerando estas interpretaciones críticas del poder, desde la perspectiva de la complejidad, vamos a lanzar hipótesis interpretativas de la violencia, en el presente dilatado, en la historia reciente, en las manifestaciones singulares que aparecen en el crepúsculo del sistema-mundo capitalista.






















Interpretaciones de la violencia en la modernidad tardía

1.   Los Estado-nación se han erigido con la guerra de conquista, obligando a los pueblos y naciones a ser asimiladas a la nacionalidad inventada por el Estado.

2.   Los Estado-nación dominantes regionalmente, se convirtieron en no solo lo que equivocadamente llamaba Lenin la “última etapa del capitalismo”, el imperialismo; forma desmesurada del Estado-nación, que era más adecuado definirla como la última forma posible del Estado-nación.


3.   Las dos guerras mundiales demostraron que otra forma de Estado-nación, superior, por así decirlo, al imperialismo, no es posible. El fracaso de los intentos de expandir el espacio dominado, abarcar la esfera del mundo, ha llevado a la paz imperialista, que es la que todavía, en sus extensiones rasgadas y haraposas, hechas hilachas, seguimos experimentando.

4.   Los imperialismos, en su paz imperial, consignada al mundo, a todos los Estado-naciones, a todos los pueblos, ha conformado, en mutuo acuerdo entre las potencias vencedoras de la segunda guerra mundial, un orden mundial. Este orden mundial es como la continuación forzada de la genealogía del Estado-nación, cuando al llegar a su límite, la forma imperialista, ya se ha convertido no solo en anacrónica, sino también en composición institucional y estructura obsoleta. En las condiciones contemporáneas, de la crisis orgánica y estructural de la civilización moderna del sistema-mundo capitalista, no es sostenible la forma de Estado-nación. Si se mantiene, es por el recurso a la violencia, no solo local y regional sino mundial.


5.   En las genealogías del Estado-nación, así como en la larga estructuración de la civilización moderna del sistema-mundo capitalista, es indispensable tomar en cuenta las genealogías complejas de la larga conformación de la economía política generalizada[4]. Entre las economías políticas concretas, que, integradas, conforman la economía política generalizada, es fundamental tomar en cuenta, en el inicio o el nacimiento de estas genealogías de poder, a la economía política del cuerpo, la economía política religiosa, que separa espíritu de cuerpo, valorizando el espíritu y descalificando el cuerpo. Se podría decir, que aquí se encuentra el comienzo de las historias singulares del poder. Se captura el cuerpo, para inscribir en él la marca de la separación en el cuerpo mismo; la marca de su escisión y desgarramiento, entre lo que podríamos llamar efecto de las dinámicas corporales, que es nombrado por las religiones monoteístas, espíritu, y el cuerpo viviente. Esta separación, obviamente no es real, pues el cuerpo sigue vivo, tampoco hay tal espíritu, independiente del cuerpo, con vida propia fantasmal. Es una separación imaginaria, “ideológica”, lograda y sostenida por la separación inscrita, en el cuerpo, por las mallas institucionales correspondientes.

6.   Sobre el substrato de la economía política del cuerpo, concretamente, de la economía política religiosa, se asientan las consiguientes economías políticas concretas. La economía política del Estado; primero, en su forma despótica; después, en las variadas formas, que resultan de las correlaciones de fuerzas en el campo social. El Estado-nación moderno es como el resultado de estas largas genealogías de las economías políticas, que separan lo abstracto de lo concreto, mitificando lo abstracto, desvalorizando lo concreto.


7.   En otros textos expusimos nuestras interpretaciones de otras economías políticas, que van integrándose y articulándose, en la larga conformación de la economía política generalizada. Ciertamente, se convierte en referente paradigmático la economía política restringida, circunscrita al campo económico. Sin embargo, la economía política restringida no podría funcionar sino en articulación con las otras economías políticas concretas, efectuadas en otros planos de intensidad social. Hablamos de la economía-política del signo, que corresponde a la economía política cultural, que separa cultura de naturaleza. Hablamos de la economía política de género, que separa en el cuerpo del ser humano - bifurcando dos figuras, que son constructos culturales -, hombre de mujer, valorizando al hombre como ideal, desvalorizando a la mujer como naturaleza, atada a la reproducción. Hablamos de la economía política del Estado-nación, que separa Estado de sociedad, valorizando el Estado como sociedad política, como síntesis política de la sociedad, como unidad abstracta, frente a la pluralidad de la sociedad; por lo tanto, desvalorizando la sociedad, como incapaz de gobernarse, debido a su pluralidad.  Abrimos la comprensión, de partida, de otras economías políticas concretas, que integran la economía política generalizada[5].

8.   En consecuencia, desde la perspectiva genealógica, además de la perspectiva de la complejidad, la economía política religiosa forma parte primordial de la economía política generalizada, no solo por haber constituido el nacimiento de esta generalización, sino porque, en la contemporaneidad, cohesiona y refuerza los engranajes de las máquinas de poder, máquinas de guerra, las maquinas económicas, las maquinas culturales, del sistema-mundo capitalista.


9.   Lo que presenta la versión tramada del imperio – usando ese término polémico de manera ilustrativa -, la “ideología” imperial, del orden mundial, como “terrorismo”, que es la interpretación sesgada y manipulada de la violencia múltiple, plural, recurrente y desencadenada en plena crisis estructural del sistema-mundo capitalista, no es otra cosa que el fantasma genealógico del infiel, después, del enemigo, que es descalificado como anormal, monstruo o amenaza. Violencia que hereda las genealogías de las formas múltiples y plurales de violencias anteriores, en etapas preparatorias, por así decirlo, de la globalización y la integración de las dominaciones locales y regionales en la dominación absoluta mundial. Con esta interpretación sesgada y manipulada, oculta su propia violencia, que es como la madre de las otras violencias, parte de las que califica como “terrorismo”.

10.       No se puede tener una mirada parcial de la violencia, pues esto no es más que un acto “ideológico”, un procedimiento de legitimación de la propia violencia descomunal efectuada. La violencia, si se quiere, para decirlo fácilmente, es un fenómeno abigarrado, que articula distintas formas del ejercicio de las dominaciones; desde las microfísicas hasta las macro-físicas. Las distintas formas del ejercicio del poder, en sus polimorfas formas, sobre el cuerpo. La violencia es mundial. Para comprender su fenomenología es indispensable observarla en toda su integridad, en toda su complejidad dinámica, donde las violencias sistemáticas de los Estado-nación, que conforman el orden mundial, las violencias de los imperialismos matizados, las violencias del orden mundial, son los principales componentes. Las otras violencias también conforman esta genealogía presente de la abigarrada violencia total. En este contexto, es bastante insostenible sugerir y proponer que la violencia se origina en el “terrorismo”. Sin embargo, es este insostenible absurdo el que se maneja oficialmente en la interpretación del orden mundial, de los organismos internacionales, de los Estado-nación, de los medios de comunicación, incluso en las academias, conformando sentidos comunes prejuiciosos, que se convierten en hábitos y habitus.

11.       ¿Cómo adquiere esta genealogía presente de la violencia la tonalidad religiosa, en su alocución fundamentalista? En plena crisis múltiple del sistema-mundo, cuando los aparatos “ideológicos” de legitimación del poder ya no funcionan como se espera, pues han quedado rezagados y anacrónicos, desentonándose con su letargo y aburrido discurso repetitivo, se recurre a las composiciones más ateridas de la economía política generalizada, se acude a las maquinas religiosas.


12.       El fundamentalismo religioso musulmán, no la religión musulmana, con sus distintas versiones interpretativas del Corán, es un fenómeno de la modernidad tardía del sistema-mundo capitalista, en plena crisis estructural y orgánica; fenómeno dado en el clima de su crepúsculo. Parece que, en principio, aparece como el recurso urgente de los Estado-nación subalternos, para resistir al imperialismo; después, para legitimar regímenes populistas, que ya ingresaron a su propia decadencia. Lo sorprendente es que, ahora, es el recurso urgente de los las máquinas de guerra del orden mundial. En primer lugar, los Estado-nación dominantes del orden mundial, tienen al “terrorismo” como referente de sus políticas globales de dominación; así como también las políticas extractivistas y las políticas especulativas del sistema financiero internacional. Es decir, es el enemigo principal del orden, que, además, es denominado mundo, como si el mundo efectivo se redujera a la geopolítica desplegada en el orbe, expandiendo sus espacios de dominación. En segundo lugar, se convierte en contra-terrorismo; aparatosa política y conjunción de dispositivos de inteligencia, de intervención y de guerra, que es la cara simétrica del mismo “terrorismo”. Sus procedimientos se vuelven semejantes y similares. En tercer lugar, se convierte en un proyecto sinuoso, pretendidamente artero y astuto, de intervención en los países periféricos.

13.       En consecuencia, se puede inferir, que la violencia motejada al denominado “terrorismo”, corresponde, mas bien, a las dinámicas integrales de la violencia múltiple y plural del sistema-mundo capitalista y de su geopolítica, estructurada sobre la base de monstruosas máquinas de guerra, que a plena luz, son aparatosos sistemas maquínicos excedentarios, pues su desmesura destructiva es inexplicable.


14.       En otras palabras, la violencia del “terrorismo fundamentalista” es complementaria a la violencia institucional de las máquinas de poder, las máquinas de guerra, las maquinas económicas, las máquinas extractivistas, del sistema-mundo capitalista. Dicho de otra manera, los enemigos son cómplices de la violencia; se requieren, precisamente, para constituirse como opuestos necesarios.




















Más acá y más allá de la violencia

¿Cómo salir del círculo vicioso del poder? ¿Cómo salir de las genealogías de la violencia? No es, visiblemente, ninguna solución, la “guerra incondicional contra el terrorismo”; ésta no es otra cosa que la profundización y extensión de la violencia. Generando no solamente el círculo envolvente y vicioso de la violencia, sino, también, desatando el terrorismo de Estado en escala mundial. Yendo hasta las raíces de la problemática, no parece posible salir del círculo vicioso de la violencia si no se sale del círculo vicioso del poder. Esta salida, el desencadenamiento de flujos de fuga multitudinarios, que alteran el orden mundial y lo terminan derrumbando, para crear mundos alternativos, liberando la potencia social, implica abandonar las reglas del juego del poder. Acordar otras reglas, que coadyuven a liberar la potencia social y las capacidades creativas de la vida social.

Liberar la potencia social implica potenciar la humanidad; es decir, realizar el proyecto humanista, avanzando a su plenitud. Esta emancipación de la humanidad solo puede darse cuando la humanidad se reconozca efectivamente como parte de la vitalidad múltiple de los seres del pluriverso y de los ciclos vitales. La humanidad, en tanto tal, no puede encontrarse dispersa, escindida fragmentariamente; no puede habitar en geografías políticas, cartografiadas artificialmente y mantenidas institucionalmente, empleando la disponibilidad de fuerzas amenazantes del Estado. Ésta es una humanidad desgarrada; por lo tanto, limitada, reducida a los alcances mezquinos impuestos por el poder.   En consecuencia, no es humanidad como realización efectiva, sino como posibilidad inhibida.

Por otra parte, la realización de la humanidad solo puede darse considerando y efectuando proyectos de largo alcance, por así decirlo, que tengan efectos prolongados, no solo en la coyuntura, en el mediano, incluso en el largo plazo acotado, sino en estructuras de prolongada duración. Esto quiere decir, que el apostar a proyectos agotadores de corto plazo, incluso de mediano plazo, que beneficien, en el momento, a las élites, incluso a la sociedad misma, de ese periodo, es develar la mezquindad y la miseria de los humanos comprometidos en este nihilismo absoluto.  Humanos compulsivos en el hedonismo desenfrenado. Humanos enredados en la ilusión del paraíso del consumo o de la acumulación; impulsados a las satisfacciones disolutas en el presente, sin tener en cuenta la responsabilidad con la humanidad, con su porvenir y proyección de su presencia en el pluriversoHumanos atrapados en las telarañas de prácticas agobiantes y destructivas del goce inmediato; poniendo en peligro, la continuidad de la humanidad, su reproducción potenciadora, aperturando relaciones vitales con los seres del pluriverso

En conclusión, no hay porvenir para la humanidad en el sistema-mundo capitalista. Como tampoco lo había en los sistemas-mundo regionalizados, preparatorios de la generalización de la forma de poder global de la deuda infinita, que es la del Estado moderno, de su alcance mundial, como orden mundial; preparatorio de la economía política generalizada. Para que la humanidad pueda encontrar su porvenir y proyectarse, requiere desvanecer la “ideología”, conformada por conjuntos de fetichismos ateridos; requiere liberarse de su esclavitud respecto de sus criaturas, las instituciones fetichizadas. Requiere entender, comprender y comportarse, en consecuencia, que las instituciones son herramientas que construye para la sobrevivencia y su potenciamiento.


La violencia múltiple y plural, la violencia descomunal y desbordada en la actualidad, es efecto de las dinámicas del sistema-mundo capitalista; de sus esquematismos dualistas efectuados, que desgarran los cuerpos, con los diagramas de poder inscritos en ellos. La violencia global es el resultado de una larga acumulación de genealogías del poder; desde cuando el hombre se ha encaminado, quizás sin saberlo, a la separación ilusoria e institucional de la sociedad humana respecto de la naturaleza. La violencia, en sus genealogías diversas, forma parte de esta historia universal, como recorridos sinuosos del nihilismo, del ejercer la voluntad de nada






[2] Ver El retorno de la Bolivia plebeya. Comuna; la Muela del Diablo; La Paz 2000.
[5] Ver Acontecimiento político. Ob. Cit. 




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