sábado, 23 de abril de 2016

Continentes y océanos, estratificaciones y flujos de fuga

Continentes y océanos, estratificaciones y flujos de fuga[1]

Resistencias y diáspora africana


Raúl Prada Alcoreza

 

Continentes y océanos.pdf












Índice:

Economía política de los cuerpos                                  
La inscripción colonial                                                                                    
Desborde cultural de las Resistencias                          
Tierra y agua, fijación y fluidez                                    
Revoluciones culturales
La diáspora africana                                                
¿Identidades o devenires?                                              
África como alteridad                                                               
Crítica de la “ideología” racial                                                
Radicalismos anticoloniales y marxismos                                      
Matriz racial de la “ideología” de la modernidad      
El sedimento racial del concepto de clase                  

















 

Recordando a Frantz Fanon y C.R.L. James, teóricos y activistas de la descolonización radical.

























Economía política de los cuerpos
El capitalismo como modo de producción de esclavos



La vida es memoria sensible, afectividad desbordante, alegría, manifestación estética, potencia creativa, conexión con los seres, desde las infinitesimales partículas hasta las gigantescas galaxias.


El capitalismo emerge de la esclavitud a escala mundial, el comercio de cuerpos vivos, el comercio de cuerpos humanos, es la matriz de su modo de producción, de su valorización abstracta, que solo se incrementa por la desvalorización y destrucción de los cuerpos.  El capitalismo conforma dispositivos de captura; todas sus instituciones son mecanismos de captura, articuladas conforman la fabulosa maquinaria del poder, que no es solamente el Estado, institución imaginaria de la sociedad, sino todos los Estado-nación juntos, sean dominantes o subalternos, llámense imperialistas o sometidos. El poder es captura de vida, pretensión de dominar la vida, sus secretos, sus ciclos; algo, que por cierto, no lo puede hacer, pues la vida, como memoria sensible diseminada en todo el universo, en sus distintos planos y espesores de intensidad, desde los infinitesimales hasta los molares, escapa a sus elementales y limitados recursos. Lo que hace el poder es capturar vidas singulares, destruir pueblos, de donde se arranca estas vidas. 





Una vez capturadas las vidas singulares, que llevan en sí la memoria genética de la especie, más aún la memoria del genoma mismo de la vida, de todas las especies, las traslada a sus embarcaciones, donde las agolpa en sus bodegas, para trasladarlas a los territorios donde el modo de producción capitalista tiene plantaciones, minas, fábricas, donde requiere servicios. Todos estos dispositivos de producción de mercancías, que son también dispositivos clasificados, contabilizados, e incorporados mentalmente a la aritmética de la valorización abstracta, producen valores, cuyo valor es el cambio; por lo tanto, valor tan elemental, que es difícil comprender por qué lo llaman valor, cuando es una desvalorización de la vida, en tanto que parece evidente que es una valorización de la muerte.









El capitalismo es un sistema que amontona, que acumula, que construye un mundo fábrica, acompañado por un mundo de encierros, de internaciones, de represiones. El capitalismo reduce la proliferación de cultivos a uno solo en espacios gigantescos, haciendo desaparecer a las unidades productivas familiares. Es una máquina sin sentimientos, como toda máquina no puede experimentar amor a la vida; es estéril, no se reproduce por sí misma. Requiere de las vidas capturadas, que son engullidas, para reproducirse como máquina.










Cuando las vidas se rebelan, interviene con más violencia que la que había usado para capturar y para trasladar sus capturas a sus embarcaciones, arroja sus valiosas mercancías, cuerpos con vida, para dejar constancia que nadie puede osar interrumpir la digestión de la maquina capitalista, nadie puede perturbar su regularidad mecánica, nadie puede oponerse a su suma aritmética, hecha a costa de destrucciones generalizadas.














Cuando sus capturas, las vidas, los cuerpos vivos, llegan al lugar de destino, donde son comprados por patriarcas propietarios de tierras, de minas, de talleres, de mansiones que tienen que ser atendidas, estos humanos son obligados a trabajar por el progreso y desarrollo. Ahí, en esos lugares, conocen el costo de ese progreso, de ese desarrollo; el costo es la destrucción de sus propias vidas.











¿Qué quedará cuando el capitalismo haya logrado el progreso y el desarrollo pleno? ¿Quedará algo de vida?



El capitalismo denominó a sus capturas primero como esclavos, después como obreros; también dejó claro el color de la civilización, dijo que es blanca, todo colorido es salvaje o bárbaro. Situó en el centro de su dominación a los patriarcas propietarios y empresarios, dejando claro, así mismo, la diferencia entre hombre y mujer. Las mujeres se asemejan al color por su exuberancia y capacidad de afecto.




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