Dinámicas del poder y decadencia
Raúl Prada Alcoreza
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Es indispensable comprender la relación entre las mecánicas del poder y la decadencia; es decir, la relación entre estructuras y relaciones de dominación con
la voluntad de nada; el derrumbe, el hundimiento
civilizatorio. No por un ansia de interpelar al poder, sino por la necesidad de
comprender cómo funciona el poder y
por qué ocasiona el proceso de la decadencia
social, institucional, política, moral y cultural. Hemos escrito sobre estos
temas y problemáticas; sobre las amenazas del sistema-mundo capitalista, que contiene el sistema-mundo cultural y el
sistema-mundo político; empero, ahora, quisiéramos concentrarnos en la relación entre estos ámbitos; no
necesariamente causales y determinados, el uno por el otro. Sino entre ámbitos
que no dejan de formar parte de una integralidad
compleja. Para tal efecto, por lo menos, desde la perspectiva de las
hipótesis interpretativas, vamos a sugerir un conjunto de conjeturas, que
ayuden a diseñar rutas de investigación.
Hipótesis interpretativas
de la relación entre poder y
decadencia
1.
No
podemos hablar de poder, como tampoco de nada, como si fuese una abstracción,
revelando el secreto del referente
calificado. El poder, como toda existencia, es necesariamente y siempre
singular; es decir, única.
2.
Entonces
las formas de poder realizadas,
efectivizadas y ejercidas, son siempre concretas y específicas.
3.
El poder
no es solamente relación de fuerzas;
esto sería hasta intrascendente, pues responde a lo que ocurre comúnmente; el
poder establece relaciones de fuerza, donde emerge y se realiza la dominación.
4.
Entonces
se trata de relaciones de fuerza de dominación. Puede haber relaciones de fuerza de colaboración, de apoyo o solidaridad, de
incremento de potencia. Las
relaciones de fuerza no necesariamente son de dominación, como se ha creído; tanto en las ciencias sociales,
incluso en un investigador crítico como Michel Foucault. Esto hace preguntarnos
por la situación de las otras relaciones
de fuerza frente a las relaciones de dominación.
Según los discursos académicos, los discursos intelectuales, hegemónicos, prepondera
la forma de relaciones de fuerza de dominación. Sin embargo, no está clara
esta tesis. Pues las sociedades no podrían sobrevivir si solo establecerían relaciones de dominación o, si se quiere,
preponderantemente. La tesis nuestra es que las otras relaciones de fuerza funcionan, están ahí, generadas y recurrentes
por la sociedad; solo que por las rejillas de la “ideología” no son tomadas en
cuenta.
5.
Ocurre
algo parecido al cuadro que presentamos. Las sociedades hacen funcionar todas
las formas de relaciones de fuerza;
empero, solo toman en cuenta las relaciones
de dominación; subordinando a las demás relaciones, al dominio, hegemonía y
determinación de las relaciones de poder.
Esta actitud sesgada, convierte, imaginariamente, a las relaciones de dominación, como si fuesen la clave para comprender
las sociedades. Sin embargo, son como la clave, pero, en el paradigma en uso; no, necesariamente, en
la realidad, sinónimo de complejidad.
6.
Las
sociedades institucionalizadas no se dan cuenta que no podrían reproducirse y
continuar sin el funcionamiento de las otras relaciones de fuerza, que no ejercen dominación. Se apegan a la interpretación;
valoración institucional e “ideológica”, de estas relaciones de dominación, consideradas las claves para comprender a
las sociedades mismas. Al hacerlo, han convertido en un fetiche al poder. No es que no exista; está ahí. Es, para decirlo inapropiadamente,
real. Lo que pasa es que no solamente se
dan, en la realidad, sinónimo de complejidad, las relaciones de dominación, sino también se dan un conjunto amplio de
formas de relaciones de fuerzas, que
no corresponden a la dominación. Este
es el sustrato que sostiene el mismo ejercicio
del poder.
7.
La
pregunta es: ¿Por qué, si se trata de un conjunto coaligado de relaciones de fuerza, se interpreta como
si el mundo funcionara solo a través de
relaciones de poder? La hipótesis interpretativa es: Esta distorsión
corresponde a la interpretación “ideológica”
de las mallas institucionales, a la
figura adherida en la constitución de
sujetos; esta figura es el Estado. El discurso
jurídico-político, legitimador del poder, por lo tanto, del Estado, tiene
una mirada positiva del poder. Es como el instrumento para ordenar la sociedad;
para garantizar la paz duradera, evitando la guerra de todos contra todos. Entonces
el poder legítimo, el ejercido por el Estado, es indispensable para el propio
funcionamiento de la sociedad. De este modo, resuelve toda la problemática de los
funcionamientos institucionales de la sociedad. Como consecuencia de esta
tesis, hay poder legítimo y poder ilegítimo. El poder legítimo es el del
Estado, el poder ilegitimo es de todos los que ejercen esta relación de
dominación, sin legalidad ni legitimidad. Por lo tanto, la problemática, según este
enfoque, se reduce a la dualidad y contradicción entre poder legítimo y poder
ilegitimo. Se puede decir que el poder se convierte no solamente en un paradigma, sino, incluso, en toda una epistemología. Como debía Foucault, el poder produce verdades, el poder produce realidades.
8.
El
hecho de que se interprete así, desde la perspectiva sesgada del poder, de
todas maneras, tiene efectos en la incidencia en los contextos de realidad. Al
institucionalizar estas formas de concebir el mundo, induce comportamientos
en la gente, en las poblaciones, ocasionando comportamientos, que corresponden
al referente del poder. La “ideología”
se ha cristalizado en los huesos.
9.
Esta
orientación de las prácticas, a
partir del establecimiento institucional de esas relaciones, apoyadas por la
cosmovisión del poder, termina produciendo realidades; pero, en el sentido
restringido. No como complejidad, sino como reducción
de la complejidad, en el sentido menos operativo. Como recortes de realidad, donde, como en islas, se realiza la sociedad diseñada y generada por el poder, por
las relaciones de dominación. La
realidad como complejidad no está
alterada en la magnitud que cree el Estado, sino mucho menos. No hablamos del impacto ecológico, que ciertamente es
grande, sino del control, por parte del
Estado, de los múltiples procesos, que conforman el acontecimiento.
10.
En
esas islas, en esos recortes de realidad, el poder logra
crear una “realidad” a su imagen y semejanza. Para el poder, esa es la “realidad”.
Lo demás son especulaciones. No puede entender que esa “realidad” es el efecto
masivo de sus intervenciones y sus incidencias. La realidad como complejidad
escapa a su control; además, el Estado
mismo forma parte de esa complejidad;
no como centralidad, sino como un efecto más en el conjunto de procesos y
composiciones del acontecimiento.
11.
El
poder puede, en un principio, controlar ciertas condiciones, ciertos factores, y
ocasionar efectos esperados. Empero, a partir de un determinado momento, como efecto diferido de sus primeras acciones y de las acciones en un presente dado, la complejidad genera una problemática inesperada. Al acaecer esto, se
constata que el Estado no controla la
realidad, sino que forma parte de la complejidad, siendo un dispositivo más en el conjunto abigarrado de la simultaneidad dinámica e integral de la complejidad. Lo que pase con el Estado va a depender de los
resultados de las correlaciones de fuerza.
12.
Parece
que al no controlar la realidad, como
pretende su absolutismo, el Estado produce un efecto adverso a su propia reproducción, estructura,
institucionalidad. Este efecto no buscado,
es precisamente su decadencia.
13.
Es
como si el Estado, en tanto Estado, anunciara, desde un principio, la venida de
la decadencia. La decadencia viene porque se ha roto la armonía con la integralidad misma de la complejidad.
Al no recibir la información
adecuada, al retener selectivamente parte de la información recepcionada, al decodificar desde un paradigma discutible, sobre todo, al
inducir comportamientos masivos,
disociados de la complejidad, el
Estado, sin buscarlo, entra en la decadencia.
14.
La decadencia no es una fatalidad de las instituciones, sino es
un efecto, si se quiere,
histórico-político, de esta forma de reducir la complejidad, al tamaño de los prejuicios sociales de un periodo o
década.
15.
En
el fondo o, en última instancia, la decadencia
es el desajuste entre sociedad y realidad, como sinónimo de complejidad. La decadencia es el síntoma de
la incompatibilidad de una forma de sociedad respecto a la realidad. Al no poderse adecuar a una
configuración de realidad; su funcionamiento no incide como quisiera,
en la realidad, sino que incide en su
propio funcionamiento; ocasionando disfuncionalidades, perturbaciones, desfases,
perversiones institucionales.
16.
Este
fenómeno de la decadencia, parece
haberse presentado en todas las formas de Estado, en todas las formas de gubernamentalidad, durante la modernidad. Pues todas estas formas, por
más que se crean contrastadas, contradictorias y enemigas, no hacen otra cosa que repetir el enfoque sesgado del poder, aunque lo hagan de distintas maneras,
con distintos discursos y con diferentes “ideologías”.
17.
Al
respecto, la problemática que enfrentan las sociedades, en la coyuntura crucial, se da como decadencia no solo como de la malla institucional de una de las formas
de Estado, de un conjunto de formas de gubernamentalidad,
caracterizadas, sino de todas las formas
de Estado y de formas de gubernamentalidad, basadas en el Estado,
sustentando al poder como motor central de la sociedad. Esta condición similar,
los hace equivalentes, aunque crean y proclamen que son enemigos de los otros;
los culpables de todos los males de
la tierra.
18.
No
hay salida en ninguno de los proyectos concurrentes por el poder, sean de una “ideología”
o de otra. La lógica, el sesgo, es prácticamente el mismo. Todas estas
versiones, sean conservadoras o pretendidamente
“revolucionarias”, al basar su cosmovisión,
pero, también sus esquemas de comportamientos,
en la centralidad del poder;
comparten no solamente una misma episteme,
la moderna, sino generan actitudes y
practicas equivalentes, aunque se proclamen opuestas. Pues, todas ellas,
reproducen el poder, en tanto estructuras
y relaciones de fuerza de dominación.
19.
El
problema mayúsculo es que gran parte de las poblaciones, de las sociedades institucionalizadas, cree en
el esquema interpretativo del poder,
cree en sus “ideologías”, que, aunque sean distintas, se basan en la conjetura de la determinación del poder. Aunque, haya una tendencia, apegada al determinismo económico; el determinismo económico no es otra cosa
que el determinismo de las relaciones de
dominación; solo que se decodifican estas relaciones desde la perspectiva
del intercambio, del mercado y de la cuantificación monetaria. Si hay debate
entre los deterministas económicos,
que son más evidentes, y los deterministas
del poder, que son más difusos, es solamente por las características de sus
interpretaciones; empero, en el fondo, sus interpretaciones
distintas responden a la misma estructura
de pensamiento, que supone al poder como el motor de la historia.
20.
No
hay salida por ninguno de estos lados, por ningún enemigo declarado, sea conservador
o progresista, sea capitalista o socialista; sea fundamentalista
de cualquier forma discursiva barroca y religiosa. La salida se encuentra en
salir de estos círculos viciosos del
poder.
21.
Al
ser el poder, uno de los ámbitos, en la multiplicidad de relaciones de fuerza, importa,
prioritariamente, comprender el funcionamiento de la complejidad del mundo, para tener la oportunidad de incidir, de acuerdo al potenciamiento de la vida, al potenciamiento de la potencia social;
logrando ocasionar decursos, si se quiere, procesos, no-decadentes, sino que armonicen con la complejidad, en tanto simultaneidad
dinámica e integral.
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