Crítica de la ideología I
Crítica de la ideología I
Índice:
Prólogo
Retórica e ideología
Formaciones singulares “ideológicas”
Fetichismo “ideológico”
Texturas entrelazadas
Marxismo de guardatojo
El aprendizaje dramático de la lucha de clases
Potencia y acontecimiento
Aporías del capitalismo de Estado
La “ideología” del nacionalismo-revolucionario
Crepúsculo del sistema-mundo capitalista
Los tejidos y manejos del poder
El fetichismo del capital
La levitación política
El capital, una de las serpientes
de la cabellera de Medusa del poder
La unidimensionalidad economicista
Capitalismo andino amazónico e ilusión estadística
¿Qué es el capitalismo?
Alteridad de los movimientos sociales
Potencia social o poder
Gobernanza mundial de los pueblos o
Estado de excepción mundial
Ultra-burguesía y Estado de excepción mundial
Clausura del espacio aéreo y de las soberanías
La agonía del Leviatán
Estado policial paranoico mundial o
gobernanza democrática y participativa de los pueblos
La lucha es por preservar la democracia
Globalización del diagrama del control
La potencia de la vida
Prólogo
Retórica e ideología[1]
Ha tenido que imponerse una disociación entre la forma discursiva (la retórica) y una forma ideacional que pretende ser contenido del discurso (sentido), para que la lucha por la persuasión se traslade del arte de la argumentación a los aparatos ideológicos. De lo que se trata es de prevalecer. En la era del capitalismo la lucha parece centrarse en las concurrencias de ideas (paradigmas).Son los sistemas de ideas los que parecen prevalecer. Es a través de la presentación de estos esquemas que se busca la legitimación del referente de estos sistemas de ideas (estado, mercado, capitalismo, socialismo, liberalismo), ¿pero estos sistemas ideológicos han dejado acaso de ser figuras retóricas, han dejado de ser tropos? ¿No son acaso metáforas de la felicidad?
La “retórica” moderna, si se puede hablar así, no busca tanto un convencer en un auditórium democrático, sino más bien pretende validez y veracidad. Se pasa al trabajo de demostrar que su planteamiento es objetivo (científico) y ético (justo). No se trata tanto de una convención como de convencerse a sí mismo de que se está en lo justo y en lo verdadero. El modelo científico atraviesa todos los ámbitos de la sociedad moderna incluyendo los relativos a la propaganda ideológica. Sin embargo, esta pretensión de verdad no ha dejado de recurrir a la argumentación, sólo que lo hace en otro contexto y de otra manera. De cierta manera y de una manera aproximada se puede decir que la filosofía se ha transformado en ideología y la ciencia es imitada en esta nueva “retórica”.
También es una aproximación decir que se trata de una nueva teoría de la retórica. Está por verse que la hermenéutica y el pragmatismo son las nuevas teorías retóricas. Estamos muy lejos de acercar las teorías comunicacionales y semiológicas a las teorías retóricas o sobre la retórica. Aquellas teorías relativas a las ciencias de la comunicación y a las ciencias del lenguaje no son teorías sobre la retórica, pues se mueven más bien en terrenos disciplinarios del conocimiento de la comunicación y del lenguaje y no así en los terrenos del arte del convencimiento y de la persuasión. Sin embargo, estas teorías disciplinarias, heredan cuestiones fundamentales de la retórica. Por ejemplo, cuando se tocan cuestiones relativas a la interpretación y a los efectos prácticos de los discursos, de los medios, de la publicidad y de las imágenes. En este caso se puede ver que se trata de disociaciones, autonomizaciones y desarrollos posteriores de lo que contenía como aspectos particulares la retórica. Por eso, tampoco estamos lejos de considerar a la hermenéutica y al pragmatismo como las nuevas teorías sobre las transformaciones de la retórica. Tampoco podemos considerar a la ideología como práctica de la nueva retórica. Ciertamente la ideología es un acontecimiento moderno. La retórica trabaja los imaginarios colectivos en contextos determinados, en cambio la ideología explota de modo instrumental aspectos fijos de los imaginarios colectivos, aspectos generalizables de las representaciones sociales. Estos aspectos han dejado de tener la movilidad y fluidez que tenían como imaginarios, para convertirse en esquemas de propaganda, publicidad y propagación ideológica. Estos modelos son usados políticamente. Esto quiere decir que la práctica ideológica no solamente tiene efectos de legitimación, sino que también tiene efectos prácticos en lo que respecta al campo político. Los engranajes de la gobernabilidad son acoplados y puestos en movimiento, acompañados por discursos ideológicos; las fisuras, rupturas y quiebres del sistema son ocultados, el conflicto social es escondido, las escisiones del campo político son cosidas por los hilos discursivos de la ideología.
Discurso, ideología, legitimación y poder son distintos planos (campos) de una constelación de territorios que conforman el complejo social. Obviamente otro de los campos es el económico, en tanto y en cuanto en el capitalismo cobra la apariencia de autonomización y hegemonía. En este contexto histórico-social, relativo al modo de producción capitalista, al hablar de la relación entre retórica y política, el campo económico aparece como horizonte. Sin lugar a dudas los prácticos procedimientos, ordenamientos y organizaciones económicas no podrían explicarse sin los recursos discursivos (comunicacionales), sin los amparos ideológicos (esquemas figurativos de clase), sin los procesos de legitimación (hegemonía) y los procedimientos de gobernabilidad. Estas prácticas sociales, correspondientes a otros campos sociales, hacen, a su vez, de contexto y de substrato efectivo al aparato económico. La economía capitalista no podría funcionar sin un mínimo de convencimiento. Como se puede ver, hay una suerte de diseminación de la retórica, en su sentido antiguo, en la sociedad moderna, sobre todo en lo que respecta al estallido de prácticas sociales de los diversos campos. Pero, por otra parte, como en compensación, la retórica se ha reconcentrado y restablecido, reinventándose en aquellos lugares donde la crítica ha sido posible. Hablamos de la crítica en su forma contemporánea; crítica de la filosofía, crítica de la ciencia, crítica de la modernidad, crítica de la política, crítica de la cultura.
En todo caso los alcances de la retórica antigua parecen ser menores a los alcances que tienen hoy las prácticas ideológicas y comunicacionales. No solo porque se trata de los nuevos auditórium, de los nuevos escenarios, que resultan más grandes, en comparación con los de la antigüedad, tampoco tiene que ver del todo con que estemos ante una proliferación de auditórium sin precedentes en todo el campo social, sino que la pérdida y el deterioro de la retórica tiene que ver con las incorporaciones instrumentales modernas, sobre todo porque estas prácticas ideológicas y estas redes comunicacionales tienen inmediatas repercusiones en la sociedad, en sus instituciones, en sus modus operandi, en la modulación de las conductas y los comportamientos. Con esto se habrían roto las mediaciones reflexivas y democráticas de la discusión. Cobra importancia el desenlace político, la modificación o consolidación de las cartografías de fuerzas en movimientos, en tensión y colisión. La sociedad se está transformando constantemente por el ritmo de las prácticas instrumentalizadas. Esta es una segunda razón por la que se puede decir que, de todas maneras, la “retórica” está íntimamente ligada a la política, en sus dos formas encontradas, la gobernabilidad y el conflicto. La política usa la “retórica” no solo como arte de la argumentación, como técnica (techné) de persuasión y como procedimiento de convencimiento, sino que construye su propia justificación, buscando movilizar las fuerzas en orientación a los fines perseguidos. En este sentido, la manipulación “retórica”, ideológica comunicacional, instrumental del lenguaje y las imágenes constituye un espíritu de la época. Desde la perspectiva de los procedimientos de gobernabilidad o de gobernanza, si nos remitimos al nuevo espíritu del capitalismo, el nuevo espíritu busca comprometer a los sujetos en la movilidad social de las fuerzas en aras de las nuevas estrategias de acumulación del capitalismo desterritorializado en el contexto de la globalización.
Los escritos sobre retórica de Friedrich Nietzsche
En su Descripción de la Retórica Antigua (Darstellung der Antiken Rhetorik), del semestre de invierno de 1872, Friedrich Nietzsche parte del concepto de retórica. De entrada aprecia la retórica de los antiguos del modo siguiente:
La retórica se enraíza en un pueblo que todavía vive entre imágenes míticas y que no conoce la necesidad absoluta de la fe histórica; ellos prefieren, mas bien, ser persuadidos que instruidos[2]
Nietzsche dice que se trata de un arte esencialmente republicano. La formación del hombre antiguo culmina habitualmente en la retórica, que es tomada como la suprema actividad espiritual del hombre político bien formado. Platón decía que la retórica es una habilidad, empeiria caristoz tinoz kai hdonhz apergasiaz (experiencia de una cierta gracia y agradable en expresión). Pone la retórica al mismo nivel que el arte culinario (oyoopikh), el arte de la cosmética (kommwtikh) y la sofística de la kolakeia (halago)[3]. En cambio en Fedro se concibe un orador cuya función trasciende la ornamentación; en vinculación con la dialéctica tiene que manejar los conceptos con una claridad absoluta. Además se trata de un orador que conoce el alma humana. Este orador no solo debe trasmitir conocimientos sino manipular a las multitudes.
De la ideología gubernamental
La palabra ideología es problemática, lo fue desde sus inicios. El término ideología fue formulado por Destutt de Tracy en Mémoire sur la faculté de penser, publicado durante 1796. La tesis concibe la ideología como la ciencia que estudia las ideas, su carácter, origen y las leyes que las rigen, así como las relaciones con los signos que las expresan.
El concepto de ideología es problemático para el marxismo; en la Contribución a la crítica de la economía política Karl Marx escribe que el conjunto de las relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. En otras palabras, Marx concibe a la ideología como una superestructura.
Antes, en el periodo que se conoce como la etapa del joven Marx, en las anotaciones, organizadas posteriormente como libro, tal como aparecen en la Crítica de la Filosofía del Derecho en Hegel, Marx escribe:
Es cierto que el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas, que el poder material tiene que derrocarse por medio del poder material, pero también la teoría se convierte en poder material tan pronto como se apodera de las masas. Y la teoría es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta y demuestra ad hominem; y argumenta y demuestra ad hominem cuando se hace radical. Ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el hombre mismo[4].
La institucionalización del marxismo como materialismo histórico define el concepto de ideología en tanto forma parte de la superestructura, junto con el sistema político, la religión, el arte y el campo jurídico. De acuerdo a la interpretación institucional, la ideología se encuentra determinada por las condiciones materiales de las relaciones de producción, conocidas también como estructura económica y social. La adecuación a estas condiciones materiales se comporta como una “falsa conciencia”.
Desde esta perspectiva la ideología es legitimadora del orden social, político y jurídico. La ideología funciona como dispositivo de convencimiento, explica y valora lo que hay, le da un cierto aire de naturalidad o, mejor dicho, de historia lograda.
Aunque no podemos reducir las definiciones de la ideología dadas por las distintas corrientes marxistas a este maniqueísmo de la “consciencia falsa”. Las corrientes teóricas recientes han problematizado el concepto de ideología. En esta perspectiva, contaríamos con los trabajos de Ernst Bloch, Wilhelm Reich, de Antonio Gramsci, Así mismo de Nicos Poulantzas, más tarde de Louis Althusser, también de Karl Mannheim. Podemos comprender estos trabajos críticos en tanto y en cuanto se oponen al reduccionismo de la ideología a la figura de la “consciencia falsa”, también a responder mecánicamente al determinismo económico, expresado en la metáfora arquitectónica de estructura-superestructura. Sin embargo, a pesar de los aportes de la crítica, la clarificación sobre la ideología no se logra, aunque se enriquezca la discusión. Terry Eagleton, en sus investigaciones sobre la ideología y la concepción marxista de la misma, ha encontrado que en los escritos del propio Marx existen teorías diferentes sobre el punto.
En lo que se puede llamar el marxismo occidental, tal como lo ha hecho Perry Anderson, sobre todo para los historiadores de orientación no ortodoxa, que suele llamarse marxiana, particularmente en Francia e Inglaterra, de alguna manera ligada a la renovación historiográfica de mediados del siglo XX, que provoco la Escuela de los Anales, es compartida la tesis de que es imposible explicar la historia de un modo determinista. Desde esta perspectiva, puede encontrarse en la historiografía interpretaciones dinámicas de la ideología, construidas a partir del seguimiento de las investigaciones históricas de la ideología. Por ejemplo, se habla de la ideología dominante, de las adecuaciones de la ideología dominante a las nuevas condiciones del periodo o de la coyuntura, también del contexto. También se sugiere la emergencia de ideologías alternativas que entran en competencia con la ideología dominante, produce una crisis ideológica. Es en este contexto donde se puede comprender el sentido de la noción de crisis ideológica.
Fuera del campo marxista, hay dos autores postmarxistas que se han apartado del concepto de ideología, es más, que lo han criticado y lo consideran inadecuado para explicar los fenómenos que se dan en el ámbito imaginario, de los lenguajes, de las representaciones, de los conocimientos. Uno de esos autores es Michel Foucault, el otro es Pierre Bourdieu. Michel Foucault considera que el concepto de ideología se basa en supuestos insostenibles; uno de ellos es el supuesto de reflejo, que vendría a ser el resultado mecánico del determinismo. El otro supuesto es el de la represión, que las ideologías funcionan sobre la base de un dispositivo represivo. Michel Foucault considera que es menester lograr una interpretación materialista de los saberes, de la producción de verdades, de la hermenéutica del sujeto, a partir de las relaciones, estructuras, diagramas y agenciamientos del poder. Pierre Bourdieu no acepta la separación entre algo como ideología y la realidad, dice que esto no ocurre, ni podría explicar nada. Las representaciones forman parte de la realidad, así como los imaginarios; son dispositivos productores de realidad. Se concentra también en las prácticas, en los procedimientos, en los campos, sobre todo el campo escolar, así como en el habitus, como escenarios y espacios donde se construye la realidad.
Una comparación de estas interpretaciones teóricas, nos muestra que los marxismos no se habrían movido de una concepción dualista, materia-idea, estructura-superestructura, realidad-consciencia falsa; en tanto que estos autores propondrían una interpretación integral, compleja y dinámica de los fenómenos articulados que se dan en las sociedades.
Vamos a recurrir a estos autores, a sus teorías e investigaciones, para abordar un tema recurrente en la práctica política, la producción de realidades, a partir de los dispositivos discursivos, el control parcial o total de los medios, el monopolio de la violencia simbólica y el monopolio de la violencia física. Interesa contrastar las representaciones del poder con las descripciones más amplias que se puede hacer de los recortes de realidad, de los contextos problemáticos y disputados entre la institucionalidad del poder y los movimientos sociales alternativos y alterativos. A propósito, va a ser sumamente sugerente contrastar un reciente y recurrente discurso político, que circunscribe el conflicto amazónico en la teoría de la conspiración, bajo la figura esquemática del dominio absoluto de los patrones y el sometimiento total de los pueblos indígenas, con los otros discursos, sobre todo con las otras prácticas y relaciones que se dan en este inmenso continente ecológico que es la Amazonia.
Al respecto, hacemos notar que, cuando nos referimos a la “ideología” gubernamental, lo hacemos entrecomillando ideología, pues consideramos que es una tesis inadecuada para abordar la problemática de los saberes, de las formaciones discursivas, de los ámbitos imaginarios, de los sistemas simbólicos, de los esquemas de comportamiento y conductas. Preferimos acercarnos a la perspectiva compleja de Foucault y Bourdieu. Se trata de relaciones de poder, de estructuras de poder, de diagramas de poder, de violencia simbólica y violencia física del Estado, se trata de habitus, de subjetividades y sujetos, de usos del capital simbólico, del capital cultural, del capital económico y del capital social. Se trata entonces de señalar a la “ideología” gubernamental como retórica propagandística y dispositivo de poder con pretensiones de verdad.
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